sábado, 5 de diciembre de 2015

MANUEL CORCHADO Y JUARBE [17.690] Poeta de Puerto Rico


Manuel María Corchado y Juarbe

Político, abogado e intelectual puertorriqueño, nacido en Isabela (Distrito de Aguadilla) el 12 de septiembre de 1840 y fallecido en Madrid el 30 de noviembre de 1884, fue diputado de Puerto Rico en las Cortes de la Primera República Española y una de las personalidades de la isla más destacadas durante esa época.

Los portorriqueños de la nueva generación no pueden formarse una idea cabal de las facultades extraordinarias de Corchado como orador. Los pocos discursos suyos que se han conservado impresos son una pálida y desmayada expresión de las ideas en que se inspiraba al pronunciarlos; pero no queda casi nada en ellos de la exaltación magnífica de aquel temperamento impresionable y nervioso, ni de las inesperadas gallardías de la acción, espontánea y vehemente, con que acentuaba sus frases y daba mayor viveza y colorido al caudal abundantísimo de su elocuencia. Era imposible copiar sus palabras, y tampoco había entonces taquígrafos que se atrevieran á intentarlo. Él mismo no podía reconstruir sus discursos, ni recordar tampoco la estructura de sus principales párrafos.

No escribía ni siquiera componía mentalmente sus discursos antes de pronunciarlos. Estudiaba bien el asunto de su oración, acariciaba con el pensamiento los puntos más interesantes de ella, y dejaba después libre curso á su espontaneidad é inspiración.

Había nacido en Isabela, el día 12 de Septiembre de 1840. Cursó en Barcelona la segunda enseñanza, y se graduó más tarde de Abogado en la misma ciudad. Allí ejerció su profesión durante algunos años, y allí adquirió también legítima fama en la tribuna y en la prensa.

Á los 22 años, cuando era todavía estudiante, fué lau[133]reado en un certamen poético que celebró la Sociedad Económica de Amigos del País, en elogio del pintor portorriqueño José Campeche. Cultivó indistintamente, durante toda su vida, el verso y la prosa, y en uno y otro género obtuvo merecidos triunfos; pero su inspiración ardorosa y vehemente encontraba más adecuada y completa exteriorización en el discurso oral, en la palabra que fluía raudamente de sus labios, sin las cortapisas de la rima y la versificación.

Sus triunfos profesionales más celebrados fueron un admirable discurso que pronunció en el Ateneo Catalán, combatiendo La pena de muerte; la defensa que hizo de Ángel Ursúa, ante la Audiencia de Madrid, y la magnífica conferencia que pronunció en Madrid, sobre La prueba de indicios, en la época en que se hallaba en estudio el Código penal español.

Durante la agitación que se produjo en España en favor de la abolición de la esclavitud, compuso una preciosa Biografía de Lincoln. Publicó también por aquel tiempo un canto lírico Al Trabajo, y un juicioso estudio político y social titulado Las Barricadas.

Escribió asimismo algunas obras notables para el teatro, entre las que descuella un drama trágico titulado María Antonieta.

En 1871 fué electo diputado á Cortes por el distrito de Mayagüez, y su elocuente palabra resonó con frecuencia en el Congreso español, en defensa de las reformas liberales de Puerto Rico. En 1879 regresó Corchado á su país, y trabajó briosamente en el foro, en la tribuna y en la prensa en favor de la justicia y de las libertades patrias. Ejerció también con éxito brillante el cargo de Diputado Provincial.

Era de estatura baja, de temperamento nervioso; muy[134] afable y servicial en su trato, muy amante de la verdad y de la caridad, y muy sensible á los afectos de la amistad y de la familia.

Fatigado por la constante labor del espíritu, y sintiendo su salud algo quebrantada, se trasladó de nuevo á Madrid en 1884, y allí falleció, en Noviembre del mismo año.

Esta prematura muerte privó á Puerto Rico de un valioso factor de su cultura, y de un elocuentísimo defensor de sus derechos y de sus libertades.



UNA CONSULTA

La faz entre el velo oculta,
Entró en mi despacho ayer
Temblorosa una mujer,
Para hacerme esta consulta:

—Busqué labor; no me dieron;
Limosna, y no conseguí,
Y cuando á casa volví,
Mis hijos pan me pidieron.

Presa de horror y de afán,
Desde mi propia cocina
Con un gancho, á una vecina
Conseguí robarle un pan.

Nada comimos ayer,
Y hoy lo mismo aconteciera,
[135]Si al robo no recurriera.
Pregunto: ¿lo debo hacer?

La escuché petrificado;
Pan y dinero le dí,
Y por respuesta añadí:
—Que conteste otro abogado.





LA JUSTICIA

Fragmento de un discurso de Corchado.

Contemplando Fidias, el gran artista griego, la inimitable labor de su cincel, sintióse dominado por la ambición de gloria, sintió el anhelo de inmortalidad, y concibió la idea de dejar su nombre escrito de un modo imperecedero. Labró entonces su maravillosa estatua de Minerva, apoyada majestuosamente en el escudo, y en medio de éste esculpió en visibles caracteres el nombre de "Fidias."

¿Por qué lo esculpió en el escudo, y no en otro sitio más importante de la famosísima escultura? Porque el escudo estaba tan íntimamente adherido á la mano, la mano al brazo y el brazo al resto del cuerpo, que no era posible arrancar el nombre sin arrancar el escudo; éste, sin destruir la mano; la mano, sin romper el brazo; el brazo, sin arruinar la[136] obra en su totalidad. Así está, Señores, así está la Justicia grabada en la conciencia del hombre y de los pueblos. ¿Queréis arrebatarla de mi alma? Pues destruidme, pulverizadme, si queréis conseguir vuestro propósito.... Pero he dicho mal; ni aún así llegaréis á conseguirlo; no lo conseguiréis jamás. Mi alma, donde reside necesariamente la idea de la justicia, no puede morir. Libre, por vuestro atropello, de las ligaduras corporales, se remontará viva y fulgente al trono del Eterno, arquetipo de lo justo, y allí, alimentándose de su bondad sin límites, sentirá anhelo infinito de imitarle, y habrá de ser justa con Dios que la ha creado; justa con las otras almas que la solicitarán hacia el bien, y justa consigo misma.... ¿No veis, no comprendéis ahora claramente que la justicia, siendo ingénita en los seres humanos, tiene que ser al mismo tiempo eterna? ¿No existe el alma? ¿No es inmortal? Sí; luego la razón, que es facultad del alma, será eterna como ella, y conservará eternamente entre sus formas la forma indestructible de la justicia.






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