Adelina Lo Bue
Adelina Lo Bue nació en Mendoza en 1953. Participó en la Antología Oral (sección Literatura Argentina) de la St. Thomas University (New Brunswick, Canadá) en 1989, 1990 y 2000. Su libro Poema del universo fue distinguido en 1998 con la mención de honor del Concurso de Literatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Poemas de su autoría fueron traducidos al francés por Chantal Enright y Elina Cohen y publicados en Voix d’Argentine - Cahiers Bleus (París, 2006).
Publicó los libros de poemas Línea de fuego (1995), Mapas (1999), Poema del universo (1999), Elegías (1999) y Señales rupestres (2009).
Flores silvestres
No apagues tus ojos
No los apagues
Este camino
No lo conozco
*
Edificios de acero y cristal
Reciclados
Terrenos baldíos
Paredes que trepidan junto a brotes de cañas
Un paraíso de laptop es la plaza y tu barrio
(...)
Estatua
Cuando el sol se demora en la montaña
un huerto
descubre la ciudad oscura
que un dios construyó en una noche
Tu costado es tierra rojiza
No sigas largas rutas
ni las filas de los espectadores de los cines
Detrás de la puerta de tu cuarto
solitaria estatua de mármol blando
Una vela encendida es la luz
La noche es un ungüento que fluye
Las ciudades del desierto
Las ciudades del desierto
son como el leopardo
de los mediodías.
Hay una urgencia del tiempo.
Arriesgado su movimiento
el leopardo encuentra
la terrible mano
que disipa su día
en el agua caliente
Lo eterno es urgente
Lleva tu tarea suavemente en las veredas del peligro
y ten en cuenta la urgencia del tiempo
Levanta el jardín y exterioriza su contorno.
No se dispone siempre de la alegría
cuando una cosa desune
la infancia.
Las ciudades del desierto
son como los leopardos echados al sol
a medio morir.
Mira la estación
no te desprendas del árbol
que oscilando tu equilibrio
no será indiferente
a la pena indecible.
Tal vez todavía
no conozcamos la ciudad
que nos arroje a sus amplias calles.
y allí, penetrar a destiempo
sin seducción, sin corazón nocturno.
Las ciudades del desierto
son como el color de los leopardos
a la hora de dormir.
Ciudad secreta
Han brotado naranjas que rodean la curva de tu cuello
La línea del bosque es un lugar donde los hombres son dioses
La ciudad es antigua y poderosa
un pequeño amor había sido su secreto
Umbral
Contemplo y veo
Vuelvo atrás y me miro
Un espacio se abre y abre mi cuerpo
Emerge un lugar que retrocede
Me soñé
Era yo
Eso creo. Era diferente
Había reconocido el color de mi mirada
Fui
Mi cabeza se hundía en el aire
Poemas de la noche
I
En el sueño,
la flor despierta a la noche
y a menudo el jardín
implora su sombra.
Es el secreto mundo la espera sanguínea.
En las afueras
el aullido quiebra la luna muerta
porque en el silencio del laurel
lejano está el hombre
con su noche de lluvia.
II
Noche pétrea.
Asoma el dolor humano.
Los ojos se van abriendo,
nada se declara, sino la vida misma:
pesada y flotante en la noche tranquila.
III
Al ladrón se le han olvidado
las horas que tiene la noche
porque su nada quiere
encontrar helados sus ojos en el agua.
Un sueño ha sido arrancado.
Ni siquiera ante ti la vida se arrodilla.
El mundo se prolonga, se prolonga
mientras aquí abajo
un león está puesto cara a cara
con tu síntesis sanguínea.
Todo se va abriendo paso a paso
a un abismo. Allí espera la mano
que te llevará
a una tierra de vigilia permanente,
de locura con forma.
¿Dónde está la palabra que no encuentro
en el diccionario, para despertarme después
en una casa
donde no haya violines desgastados?
IV
Noche pavorosa
que buscas a la nada
con la lucecita de ese barco
en ese espacio de mar.
V
Cuando la noche madure en el violín
recuerda a la serpiente
que volvió su rostro hacia la estrella
como en un diálogo de poetas.
El oro en la distancia
vierte los sueños de la imagen
porque la noche se ha construido
con esa mirada, esa mirada.
Ya conocerás la línea eterna
del tiempo, y el pájaro,
y lo terrible del viento
serán los años de tu ausencia
bajo aquella mirada.
El río
Sé que mi sueño no tiene fin.
Cuando muera
irá conmigo... a otras horas.
Sé que no quiero ser siempre feliz.
Cuando lo sea
pondré mi corazón sobre el río
como una cosa más que el río castiga,
arrastra y deja.
Allí entonces mis manos lo tomarán
y será mío nuevamente,
podré así saber qué me dice su agua.
No quiero ser feliz
porque el regocijo de lo oculto
no será mío
y sí será extranjera a mi célula la vida
y correrá en los días de almanaque mi sangre.
La piel
Y la piel se consume
y la piel es niño.
También amor, estrella pálida es la piel.
La piel es muerte.
Un eco y unos pasos,
un jardín que nunca enferma,
sueñan dulcemente
en el libro aún no abierto.
Un ángel dibuja
un torso desnudo
y la noche sustenta
un trágico universo.
Terrible y bienamada,
la piel es un estado de alma,
una espada en el crepúsculo.
Nada es inmortal.
Solamente se espera
que no haya
fuego de flores.
(De: Línea de fuego.)
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