Luisa Fernanda Trujillo Amaya
(Bogotá, Colombia) Tiene dos obras poéticas publicadas: De soslayo, prendada editada por la Fundación Palabra a Tiempo en el 2010, y Trazo en sesgo la noche publicada por la Colección Un libro por centavos de la Universidad Externado de Colombia en el 2012.
PUNTO CIEGO
Que se agite el pañuelo en la distancia
hasta verlo convertido punto ciego
en el recuerdo.
Que las hormigas detengan su andar
y estacionadas a la orilla de la madriguera,
cuenten sus patas perdidas al restar camino.
Que este olor a calle, a mendicidad escarbando la basura,
abandone su parada orgánica, deje de alimentar el hambre,
de agujerear escombros, de desdoblar papeles
en busca de señales.
Que el granizo acabe
y cese de estrellarse contra las aceras.
Que lo marchito de la flor se hunda,
de una buena vez,
en el agua estancada de las alcantarillas.
A ver si la agonía de los pies abandona su peregrinaje
y acaba con la jerigonza de los pasos por las avenidas.
HERENCIA
Dejaré el polvo levantado a las ruedas de los autos.
Las sobras de la mesa a los perros callejeros.
Los tres o cuatro cabellos en el peine a la vecina que confecciona pelucas.
Las monedas olvidadas a la alcancía de quien considere las pueda ahorrar.
El vestido que nunca me quedó, al closet donde entre plásticos, las prendas esperan en fila
La ocasión en que alguien las pueda usar.
Mis dos labiales gastados, al pincel que pinte nuevas bocas.
La puerta entreabierta, al gato que en la noche husmea mi desvelo.
La página en blanco en la pantalla del computador
a quien piense que un poema puede concluirse.
Mi teléfono celular,
ese no creo que valga la pena dejarlo a alguien;
no hay mensajes que escuchar
y en el listado de los números telefónicos
los nombres perdieron las personas.
“Trazo en sesgo la noche” de Luisa Fernanda Trujillo Amaya
Universidad Externado de Colombia, Colección “Un libro por centavos”, Bogotá, 2012.
Mario Lamo Jiménez
Tal vez una de las cosas más difíciles en el mundo de las letras sea escribir buena poesía, pero una de las cosas más fáciles es reconocerla cuando se la lee. Así es la poesía de Luisa Fernanda Trujillo Amaya, de belleza fácil de reconocer como quien contempla un amanecer esplendoroso… pero al mismo tiempo sutil, lleno de matices y de tonalidades cambiantes.
La poesía es algo más que palabras bonitas, tal como un amanecer es más que una colección de hermosos rayos de luz… hay misterio, hay intriga, hay sugerencia.
La poesía de Luisa Fernanda apela a los sentidos y con mucho sentido. Tiene poemas sensuales, de un lirismo extraordinario, que hacen del poema un momento de amor y de ternura compartido, escrito con toda la pasión erótica de quien siente lo que escribe y escribe lo que siente…
se lo bebió de un trago
de una sola vez
sació sus ganas mondando pieles
lamiendo sudores comiéndose a bocanadas
su miembro erguido
La arquitectura de sus palabras además construye mundos inesperados y de una manera muy ecológica; no se desperdicia ningún nombre, no sobra ningún adjetivo; ninguna palabra es espectadora pasiva de este mundo:
aserrado el viento empuño mis alas
libre de relojes que midan el tiempo
Como toda la buena poesía, deja una intriga en el alma del lector, el texto tiene un subtexto y este a la vez múltiples caminos para entenderlo o soñarlo:
cubiertas de escarcha
las almas deambulan las esquinas
buscan la calle
donde el sol
las toque
las derrita
En su lírica, la presencia del ser amado es un momento mágico, en el que un encuentro amoroso se vuelve un poema que se vuelve una unión de sentimientos y de sensaciones, y cuyo intermediario es la palabra poética:
¡aflójale la rienda al verbo!
deja a tu palabra golpear mi cuerpo
que rebote contra las paredes
que tus manos y tu boca se sumen
al juego del lenguaje
mientras mi cuerpo habla
Y, si la presencia en su poesía es el canto a los momentos de la vida que la hacen vivible y memorable, las ausencias nos muestran los vacíos que dejan las emociones, pero sin ser cicatrices en el alma, más bien huellas de que hemos vivido:
hay algo en la ausencia que corteja
una media luz que pule las esquinas
tapona los resquicios
curte los recuerdos
Los nombres de sus poemas, en la gran mayoría, solo tienen una palabra; “Asida, Desaliento, Abrazo, Entresuelo, Incertidumbre”, y es así que los nombres van formando otro poema, donde todo se dice con muy poco y lo dicho desborda la copa de vino poético en que se dijo.
Sus poemas no tienen mayúsculas, ni puntos ni comas, ya que sus palabras fluyen como cascadas de emociones, no hay partes más importantes que otras, ya que cada verso es de por sí como un remanso para descubrir un nuevo y vibrante universo.
En su poesía no hay ostentación literaria, propia del que no cree en su propia poesía. La magia de su poesía lo dice todo y Luisa Fernanda alcanza en este libro lo que logra una verdadera poeta con sus versos: mostrarnos su universo de una manera cálida, tierna, convincente, para a la vez hacernos parte del mismo y consumar así la última e íntima unión que debe existir entre el alma y la palabra, entre la escritora y el lector: el lector completa la existencia del poema cuando el poema entra en su ser y se convierte en sus propias palabras y emociones.
El poema escrito es la palabra lista a ser consumada, el poema leído y bebido por los sentidos es la palabra encarnada, y tal vez sea esto lo que resuma la poesía de Luisa Fernanda.
aliento
adormecen los párpados
un profundo aliento los jalona
justo
de donde la vida tira
es una gana compartida
un pequeño olvido
un segundo ensueño
traspasar límites quisiera
simiente
regada su simiente
en cada encuentro
germina
en mi boca
aviso
como una luz a lo lejos en una noche oscura
como la primera chispa de un fuego que se inicia
como un aviso de luciérnagas al atardecer
como un gato vagabundo salido de la noche
Llegaste.
vigilia
el frío no arropa la vigilia
no hay pájaros que canten el nuevo día
ni toques de luz que siembren la esperanza de
un comienzo
sólo el brillo en la mirada del asfalto
esos ojos en el piso desprendidos de los
cántaros de lluvias
que
a esta hora
abrigan la existencia
pienso en la palabra
pensar en ella
es invocar
tu nombre
inicio
no alumbra la luna el camino de las noches
no derrite el sol la escarcha en las mañanas
las nubes no se llueven
y lloran granizo los días
hasta abrigar los ríos
El día inicia.
no desperezan las sombrillas sus estambres
no cambian los semáforos de color las luces
no alojan las calles transeúntes
y un pensamiento de inexistencia
recorre las esquinas
El día inicia.
inmune
aserrado el viento empuño mis alas
libre de relojes que midan el tiempo
a la tierra inmune dejo mis ojos
los deseos de otras veces en que me creí vuelo
en ella siembro palabras
silencios ocultos entre los maderos
a ella mi memoria
suma interminable
de posibles
ahoras
deseo
lo leo y mi piel lo llama
lo imagino y húmeda respondo
la tibieza de mis pliegues se torna cálida
al roce de los labios
trémulas
mis piernas guían el camino
la palidez de mi piel se sonroja
vela
la tarde
vela la tiza
sobre el tablero
en partituras de grafías
adagios de palabras miran un futuro
bosquejado a punta de lápices
batiéndose entre las púas
prendada
te quiero así
ni más
ni menos
con la simpleza
y la concreción de la tozudez
cuando la gana
le antecede
pasos
recoger los pasos caídos en los años
recuperar sus huellas del olvido
sacudirles el polvo que dejó el anhelo
encontrarlos en vida
añejos
no perdidos
devolverles la inmortalidad de espejo
que la savia de un beso puede darles
sacar del ropero un traje a su medida
vestirlos
no sea que la muerte
llegue
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