miércoles, 11 de febrero de 2015

LUIS DE ULLOA PEREIRA [14.821]


Luis de Ulloa Pereira 

(Toro, Zamora, 1584 - ibídem, 1674) fue un escritor español del Siglo de Oro.

Casi toda su vida transcurrió en su ciudad natal. Pasó sin embargo algunas temporadas en Logroño y en León, donde fue corregidor en 1627, y fue asistente de Navarra hacia 1638, e interventor de Hacienda en 1640 al sublevarse Portugal. Contrajo matrimonio con una prima suya, a los catorce años, y enviudó pocos meses después. Volvió a casarse dos veces más. En León tuvo confiada la educación de Juan José de Austria, hijo de Felipe IV y de la actriz conocida como La Calderona. Fue protegido por el Conde-Duque de Olivares; cuando este cayó de su privanza fue acogido en casa del poeta, que habitaba el palacio donde se reunieron las Cortes que aprobaron las célebres leyes de Toro y donde Juana la Loca fue jurada heredera de Castilla. Sus grandes amigos fueron Gabriel del Corral y Felipe Godínez. En cambio, silenciaron su nombre Lope de Vega y Juan Pérez de Montalbán. Obtuvo el hábito de Santiago y usó el nombre poético de Lisardo.

Escribió unas Memorias familiares y literarias en prosa, muy interesantes, que narran la vida difícil y anormal de uno de sus hermanos y se dividen en tres partes, llenas de noticias curiosas, maledicencias, hervores poéticos y retratos muy bien trazados de figuras y figurones de la época; el autor figura en ellas con el anagrama de Saldino de Ovalle. Sus poesías fueron recogidas en Obras, prosas y versos... Madrid, 1659; su segunda edición, también impresa en Madrid, es de 1674. Allí se deja ver como seguidor del Culteranismo. Escribió numerosos sonetos amorosos, otros al Conde-Duque, canciones, églogas, etcétera. Es poeta de pocos vuelos y con aciertos formales. También es autor de versos religiosos, entre los que destaca una Paráfrasis de los siete salmos penitenciales y unos Soliloquios (Madrid, 1655). Lo más notable de lo que escribió en verso es un poema narrativo en octavas reales, Raquel (1650), en el que canta, inspirándose en las obras de Lope de Vega y Antonio Mira de Amescua Las paces de los reyes y judía de Toledo y Desgraciada Raquel, respectivamente, los amores de la famosa judía de Toledo con Alfonso VIII. El poema es oratorio y moralizante, y de él deriva La judía de Toledo de Juan Bautista Diamante, y la Raquel, de Vicente García de la Huerta.

Escribió además una Defensa de los libros fabulosos y poesías honestas y de las comedias y las comedias Porcia y Tancredo, Pico y Carente, No muda el amor semblante, Alfonso Octavio, La mujer contra el consejo. Y una obra histórica, Encuentro en Toro con el conde-duque de Olivares y noticias suyas.

El estilo de Ulloa es sentencioso hasta la confusión, tétrico y moralizante. En algunos pasajes, áspero y vehemente. Como poeta destaca en una Epístola a un caballero amigo que vivía en Sevilla, donde invierte el tópico del menosprecio de Corte y alabanza de aldea de fray Antonio de Guevara y el beatus ille horaciano elogiando la vida urbana y detestando la campesina, que para él representa el colapso de todos los anhelos. Forma parte del Catálogo de Autoridades de la Lengua Castellana de la Real Academia Española.





A las lágrimas en una ausencia

Este dolor oculto trasladado
de lo interior del alma a los sentidos,
por concepto del pecho despedidos,
en cristales sangrientos explicado.

Esta postrera esencia del cuidado,
destilada de afectos oprimidos,
si un tiempo fue la voz a tus oídos,
hoy es de mis finezas el sagrado.

en las aras que erige mi tristeza,
halle la culpa de vivir sin verte
de tus desconfianzas acogida.

Y mientras llega la postrer fineza,
recibe, Celia, en prendas de mi muerte
estas señales de mi triste vida.







Reconoce lo imposible...

Alma, no puede ser, estás cautiva,
a redimirte en vano te dispones,
¿qué importará que limes las prisiones,
si has de quedar esclava y fugitiva?

no en la cadena, por dureza esquiva,
admiración ni lástima propones,
que de la fuerza de sus eslabones
no hay libertad que sin envidia viva.

Forjólos el amor de la belleza,
en que mezcló el cariño y el recato
la discreción, la gala, talle y brío.

No será que se gaste tu fineza,
ni se podrá romper, que con el trato,
ha perdido la fuerza el albedrío.



ESTILO

Los ardientes amores de Alfonso VIII con la judía de Toledo pertenecen más a la tradición que a la historia, aunque ésta los admitió imprudentemente. En la actualidad, están relegados al mundo de las consejas y las fábulas.

Lo que históricamente se ha desvanecido a la luz de la crítica rigurosa, ha tomado forma en alas de la poesía. La desgracia de aquella hermosa judía se ha cantado en poemas, se ha representado en teatros y ha sido el tema de un poema de intención moralista, escrito por don Luis de Ulloa y Pereira con tono estoico y aire desengañado, con elocuencia aunque sin mayor inspiración, por lo que sus méritos son más oratorios que poéticos. Aún con los defectos señalados, la obra de Ulloa puede llamarse con justicia el último suspiro de la musa castellana, por la época en que fue escrito y por el realce y belleza de algunos de sus versos. Luzán la recomienda frecuentemente en su Poética y trata al autor con aprecio y aplauso, fundados, más que en sus dotes personales, en la comparación de su estilo con el de los mediocres literatos de aquel tiempo.

La muerte de Raquel a manos de los nobles de Castilla inspiró a Ulloa el poema Raquel, del que se derivaron, entre otros, La judía de Toledo, comedia de Diamante, y La Raquel, tragedia de García de la Huerta.




Raquel

De los triunfos de amor, el más lucido,
El trance del dolor más apretado,
La causa del poder más ofendido,
El fin en el favor más desdichado,
El rigor más cruel que ha cometido,
Violencia irracional, canto inspirado,
No por conceptos de mi genio sólo:
Yo los escribo, díctalos Apolo.

Vos, príncipe, que fuiste el primero,
El único seréis a quien elija
Mi musa en su defensa, porque espero
Razón de que se valga y se corrija;
Y que, alumbrada del mejor lucero,
Al templo de la Fama se dirija,
Donde, si vuestro amparo la defiende,
No inmunidad, veneración pretende.

No presumo, señor, que se suspenda
La integridad del público cuidado,
Sí que avara Parténope no entienda
Que profano incapaz vuestro sagrado;
Deidades hace la votiva ofrenda,
Aún es más que reinar ser invocado;
Y yo ni al ocio el embarazo intento:
Bastaréis para mí menos que atento.

Oídme, pues, acaso; que yo fío,
Que os he de disponer aclamaciones
Donde el exceso de calor y frío
Hacen inhabitables las regiones;
Llevando en alas del aliento mío
Vuestro nombre a las últimas naciones, 
Para que le venere cada una
Por mayor que la envidia y la fortuna.

Después que coronado de victorias
De Alfonso Octavo el militar denuedo,
Dio materia feliz a las historias,
Y puesto el orbe en respectivo miedo;
Consagró de las Navas las memorias
En el ínclito templo de Toledo;
Quiso dar a las leyes la voz viva
Que el sordo estruendo de las armas priva.

Fatigaba el católico deseo
(En la pureza de la fe celoso)
Asegurarse del contagio hebreo,
Al comercio de fieles peligroso:
Que en la torpeza de los vicios feo,
Y en la superstición escandaloso,
Sembrando la cizaña su porfía,
Aún estorbaba cuando no nacía.

Ya, viéndose vencidas la razones
Contrarias al Estado en el delito,
(Que no hay verdad segura de opiniones,
Y tiene defensor cada delito)
Se repitió con públicos pregones
Justo destierro del infame rito:
Tembló la Sinagoga al gran decreto,
estremecida del común aprieto.



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