miércoles, 12 de noviembre de 2014

ALEJANDRO RODRÍGUEZ MORALES [13.987]


Alejandro Rodríguez Morales

Escritor y poeta venezolano (Caracas, Venezuela  1980). Ha publicado los libros de poemas Oración errante (Ediciones Publicarte, 2013), Te Habías Secado el Pelo y Empezó a Llover y el chapbook Las ventajas de ser un fantasma (El Sótano del Cielo Ediciones, 2013). Poemas suyos han aparecido en diferentes publicaciones y antologías, como el Boletín de la Fundación Cultural Villa Zoila; La Voz de la Ciudad (Publicarte Editorial); boletines del Rotary Club Internacional, sede Caracas; en el International Who’s Who in Poetry 2012, y en la revista literaria The Hoot and Hare Review. Ha participado en diversos recitales y eventos poéticos.



Comiendo un perro caliente noto
que la gente que lo come con todo
tiene una mentalidad abierta,
a diferencia de aquellos otros
que lo comen solo con dos o tres cosas,
a mí me parece
que tienen algún tipo de prejuicio.



***


Hoy oí que había que distinguir
la retórica de la poética
pues la primera tiene como finalidad convencer
y la segunda solamente emocionar,
sin embargo,
me cuesta hacer la distinción.
Un poema suele convencerme más
que un puñado de buenos argumentos.

 "Te habías Secado el Pelo y Empezó a llover" (Editorial Luhu)





Retórica y poética

Hoy oí que había que distinguir
a la retórica de la poética
pues la primera tiene como finalidad convencer
y la segunda solamente emocionar,
sin embargo,
me cuesta hacer la distinción.
Un poema suele convencerme más
que un puñado de buenos argumentos.



A 12.000 pies de altura

corres el riesgo
de sentirte superior
y puede ser que se infle tu ego
“estoy por encima de muchos”
es posible que te digas
mientras ves hacia abajo
y todo parece tan pequeño
tan insignificante,
puede ser que entonces olvides
no sólo que no tienes los pies sobre la tierra
sino que tu estado
es la definición de lo transitorio.

En cualquier momento
tendrás que abrochar tu cinturón,
prepararte para el aterrizaje.



Te has marchado ya

Esa sensación terrible
de haberte dejado marchar,
de ver inmóvil la forma
en que ibas languideciendo,
apagándote poco a poco
en un profundo silencio
del que fui cómplice,
verte desaparecer lentamente,
saber que te tuve entre mis brazos
y aun así te fuiste;
ver el reloj en mi muñeca,
asomarme a la ventana
y entender, y asumir,
que fuiste un día que me perteneció
pero que ya te has ido
sin que pudiera hacer nada
para evitarlo
ni siquiera escribir este poema
que ahora es tan sólo un testimonio.



Leyendo el Diario filosófico 1950-1973 de Hannah Arendt

Sólo sabemos
que somos nosotros
por la existencia de los otros,
Hannah Arendt lo sabía,
que una silla es silla
porque no es una mesa.
No obstante,
se me hace tan irónico esto
pues la mayor parte de las veces
estamos deseando ser otros,
así como si secretamente
las sillas estuvieran deseando ser mesas.



Wann War Das Letzte Mal, Dass Du Etwas Unglaubliches Gehört Hast?

¿Cuándo fue la última vez
que escuchaste algo increíble?
Eso preguntaba un anuncio
en el metro de Berlín,
en la estación de Rosenthaler Platz
para ser específicos,
y es una pregunta difícil,
quizá lo más increíble
que alguien pueda escuchar
son ciertas palabras
como perdón, como te amo,
como soy feliz contigo,
como gracias;
la cuestión está en dilucidar
cuándo se han dicho honestamente.
Sólo en ese caso
son realmente increíbles.





POST-IT 
SOBRE LAS RELACIONES INTERPERSONALES

Ahora resulta
que uno es una antena
porque constantemente
está transmitiendo señales
no sólo con lo que dice
sino también con lo que calla,
tanto como con lo que hace
como con lo que omite;
incluso puede decirse,
con algo más de propiedad,
que ahora resulta
que uno es una torre de control,
si no se transmiten las señales precisas
probablemente ocurrirá una tragedia.





LOS CIEGOS ESCUCHAN, YO TE PIENSO

De pronto las circunstancias del día
hacen que me encuentre solo
y el silencio se confunde
con el espacio vacío.
Me pregunto si el sonido
tiene que ver con la mirada,
si es que solo escuchamos
aquello que vemos
como si nuestros ojos fijaran el objetivo
al que habrán de disparar
nuestro oídos.
Rápidamente me niego a mí mismo,
de lo contrario los ciegos no escucharan.
No se necesita ver para oír,

yo tampoco necesito verte para pensarte.









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