Víctor M. León Leitón
(San José, Costa Rica, 1981; radica en México desde 2007). Es licenciado en psicología y egresado de la Escuela de escritores de la Sociedad general de escritores de México (SOGEM). Ganó el Premio de Poesía de la Universidad de Iberoamérica de Costa Rica (2001). Ha colaborado en algunas revistas mexicanas con artículos y poemas. Tiene publicado en poesía: Paisajes remotos, Ediciones Fósforo, 2012, México, D.F. (conocido simultáneamente en Puerto Rico como El color de la velocidad, Espejitos de papel editores). Colabora con Áncora, semanario cultural del periódico La Nación de su país. Actualmente es profesor de poesía y guion de cine para la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes y de Poesía I en la Escuela de escritores de SOGEM. Es promotor de la poesía costarricense en México.
Depredaciones
[Fragmento]
I
Nadie ha visto jamás
a la criatura que alarga este rastro
muchos le buscan una vida entera
pero siempre cruza los cementerios como un río
a su paso
lo que se empeña en sobrevivir
es una subversión
y las arrugas y la herrumbre
cicatrices de batalla que se alardean
En el camino
Un auto se aleja
como un grito que muda de dueño
en el mapa
sólo hay un punto
no está el color de la velocidad
ni los árboles intermitentes
como si el zumbido del motor
fuera un mantra
sólo reincide en el horizonte
en el retrovisor
una ciudad de rostros
pende de un hilo de asfalto
la carretera es el sitio viviente
tras el que conduce./
Un hombre bueno
Sube al vagón
colmado de hombres
es tarde
quizá regresa a casa
no es atlético
un oficinista tal vez
es un hombre bueno
puede saberse
por esos párpados de rocío
que son su inocencia
está nervioso es natural
que no piense ahora en su hijo
que no sonría que no cometa ese error
no vayan a intuir los otros ese bien exuberante
es un hombre bueno
está limpio seguramente no sabe pelear
está rodeado
y las puertas se cierran./
San José
El Sol se descalabra
entre las copas de los edificios
sin que los celajes conmuevan
el hormigueo a sus raíces
Las vías deambulan la espesa ciudad
en la que los buses se internan
sacudiéndose los pasajeros del lomo
Humo rapaz sucede la estampida de carros
esculcando la basura como otro mendigo
que se tambalea de picada al caño
Con las vitrinas al acecho
feroces tiendas acorralan la avenida
muestran sus filosos dependientes
en los umbrales hambrientos
y sus fauces repletas
babean música popular
Bajo algún bolsillo ileso
pies ansiosos de casa
palpitan acelerados contra la acera
y los cables de alta tensión
donde alguien colgó las tennis
aplauden
El día pasa
mira la tarde cremarse
y se abriga en las cenizas
de su chal negro
mientras sepultan al Sol./
LIBRERÍA DE VIEJO
Un librero es vértice
de las horas que persisten
en cualquier ejemplar
o en Dios que también es un libro
el título preciso acapara la repisa
en su primera hoja lleva escrito
Para mi hijo Alberto José
al cumplir sus once años.
Con amor y entusiasmo, su papá.
Treinta de octubre de ochenta y uno
el perfume amarillo de sus páginas
es otro relato
sobre un libro abandonado como a un niño
un libro que hace de trago desperado
de olvido para un doliente.
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