CIRA ANDRÉS ESQUIVEL
(Cuba, 1954) Es graduada de la Escuela Nacional de Instructores de Arte. Tiene publicados los poemarios Visiones(1987), Sobre el brocado de los ojos (1991), Parábolas (2003) y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Memorias de una mujer libre (2008). Ha sido antologada en Cuba, España, México, Inglaterra, Italia, Unión Soviética. Ha colaborado con varias publicaciones periódicas del mundo. Reside desde 1999 en Barcelona.
ADVERTENCIA
No duermas al lado de la fiera, el sueño que guarda
solo le pertenece, los tuyos, en cambio, los devora.
No desatines, una mujer parturienta es una loba,
una loca defendiendo su destino del peor de los postores.
Ayer era una muchacha suave, todos venían y opinaban,
todos decían lo que era el cielo y el infierno,
con los ojos espantados me apretaba el pecho y esperaba: nada
especial, nada que cambiara el rumbo de la tierra.
Cuando tenía dos meses de embarazo, acariciaba mi vientre y
sonreía, mis dedos eran el tensor, el catador, por mis dedos
pasaba la electricidad del mundo. Hoy bajo a buscar el pan,
hago las colas de costumbre y miro las cabezas
como pequeños universos desafiantes.
Cuando tenía siete meses de embarazo, desnuda, en el baño,
miraba hacia mi vientre, qué hago ahora,
me decía, cómo volver a mi, a mi estar sola?
Mientras preparo el café, ese sabor amargo que nos place
degustar, hago el recuento de las vajillas rotas: el cementerio
de los buenos y los malos pensamientos. El susto de saber
que iba a compartir mi cuerpo,
mostrar , mi escualidez para burla o placer.
Acomodo las tazas, sirvo diligente,
entre la que sospechan y adivinan estoy yo.
A la hora del parto, llena de aparatos, de médicos,
nada podía hacer con tanto miedo.
De la Sagrada Familia
sólo quedaba mi estupor y la certeza de que estaba sola con mi hijo.
Acostarse o despertar, sin mirar la fiera,
sin contarle tus sueños, sin esperar,
para que no trafique con tu hambre, y tu desazón vaya a la tierra,
como cualquier muerto, a podrirse.
SUEÑO
Soy un pájaro de fuego que rompe el cielo,
la niña, la muchachita desolada invitada a los milagros de la noche.
El ojo extraño asesina y hace huir al pájaro.
El ojo extraño vuelve carroña lo que alcanza.
Una mano sobre mi cabeza aliviaría tanto miedo.
Asomo los ojos espantados
víctimas y cómplices de tanta violación.
La niña está aterrada, cómo podré ampararla, presa en los espejos,
en su nube de insectos.
Los hombres que la violaron viven de espaldas para siempre,
fijos como monstruos.
la memoria es un barco luminoso,
sólo para ti su carga, las cabezas sangrantes,
mientras las aguas, tranquilas, golpean las orillas de mis ojos.
Un pájaro rojo, un pájaro incendiando despojos del tiempo,
sobreviviendo. Un pájaro para redimir.
La noche está a sus pies, misteriosa.
La niña, la muchachita, resplandeciente como un milagro.
Que nadie participe, que nadie la conozca
el ojo extraño asesina
y hace huir
al pájaro de fuego.
EN ESA EDAD
En esa edad incierta de los diez o los doce años,
atravesaba el campo que me separaba de la escuela
con la audacia de un pájaro silvestre, allí tendía las alas
para que me iluminara Sor Juana Inés de la Cruz.
Su verso, y su discurso en la Carta Athenagórica
espabilaban más mi corazón que la magia del mapamundi.
Allí descubría los subterfugios y las caídas
del cielo donde planeaba mi acrobacia. Ni asombro
ni arrebato, una libertad que postergaba la certeza
de la fragilidad y la fuga de un mundo irrescatable.
Confesada ante mi propia ceremonia miraba la altura
de los árboles y quedaba desamparada y agradecida,
la nada era yo misma simulando inocencia y gracia,
náufraga que no sabe dónde seguir o regresar,
sólo Sor Juana iluminando el animal acosado de la
adolescencia, aliviando la sabana neutral que alertaba
las posibles respuestas, señales que quedaron para plantear un desafío,
un reclamo, a la desobediente que se ha quedado allí,
en su pupitre de madera, burlona y feliz.
CANCIÓN
hazle a este hombre de perdón
una herida más honda que la soledad.
Reviéntale los ojos que le sirvieron
para ignorarte.
Paul Eluard.
Liviana como un pájaro
danzo bajo la tormenta.
La noche y sus manos pasarán otra vez por mis ojos
con la misma vehemencia con que canto.
Que nadie lo castigue ni lo toque,
que su belleza sea siempre la misma:
tranquila, desarmada,
resguardado de mí.
Que nadie le prohíba respirar el vapor de las mañanas,
tener los pies desnudos, los objetos que ame,
sus dominios.
No tiene que venir
y detenerse ante el círculo que le estoy abriendo
para que cierre la boca sobre mí.
No importa que organice el silencio
o que se vuelva espuma.
Liviana como un pájaro bailo
calada por el miedo
de saber que tiembla y siente.
Puede desaparecer, borrarse del ruido del mundo,
oscurecerse como una mancha,
no existir,
amo también su olvido.
CONFESIÓN
A Marcel Proust
¡Oh!, Marcelo, soy una desterrada.
Los heliotropos de mis ojos
están sobre la tierra para podrirse,
para que vengan los gusanos de la muerte.
Mi espalda es divina y mi sexo conmovedor,
tiemblo ante el roce de una mano
como una gota de agua
en el parabrisas de tu coche.
Cómo irme a la cama
sin saber que alguien va a desangrarse
porque deje la luz del cuarto encendida,
porque entre los resquicios de mi memoria
un hombre, otro, va a quitarme el sueño.
Preparo una taza de té, el baño
cuido de mi cuerpo con agua de rosas
para que ese enemigo de mi tranquilidad se serene,
para pensar en ti, en la soledad laboriosa.
Pero el hilo de mi recuerdo no existe,
busco a un hombre que no me ha amado
y huye de mí.
Soy, querido Marcelo,una bestia echada
sobre las mantas blancas que cubrieron tus sudores.
No tengo perdón.
Los heliotropos que florecen en los jardines más amados
en los ojos más venturosos
también van a podrirse
y el sabor que alguien nos deja, aun sin probar sus labios,
puede ser el té de cualquier tarde
en que morimos
DELIRIO DEL QUIJOTE
No eran de viento los molinos, Sancho,
sino de tiempo.
Ha sido desigual la pelea, tan difícil,
las aspas giraban hacia arriba, indiferentes,
y yo minúsculo abajo, en su sombra.
Eran de tiempo, Sancho
grandes conos erguidos y en la cima
un remolino indescifrable.
Hubiera podido ganar la batalla
pero equivoqué las armas
y ahora me hundo. Déjame ver tu cara
que perderé también y arriba
busca sólo el sol
porque no hay molinos de viento, Sancho.
ENCUENTRO
Podría lanzarme a tu encuentro
gritarte que te detengas que no sigas
la vida es cortísima y dos horas
pueden ser muy largas
que me oigas traigo la sabiduría de una
mujer sola
una mujer en las fauces de sí misma
podría agitar en tus ojos una bandera blanca
pedirte un minuto de paz de sosiego
un minuto para convencerte
que el amor no es una guerra
estar contra de
sino a favor
de otro y de uno mismo.
VISIONES
Estaba detenido frente al mar
y obsesionado, hablaba de lo antiguo que era,
de cómo en un segundo miles de olas se formaban
en las innumerables costas del mundo
para regresar a la nada.
Detrás de él yo aseguré
su terrible pequeñez frente al mar.
Alguien detrás de mí, apenas nos distinguía.
REINO DEL AVE
Hueco en el espacio,
silueta repartida por los aires:
totí,
raro estancamiento en la memoria.
¿Qué soledad precipitas en las alas?
Negro rumor de marabú
cuando el sueño asaltaba la casa
y estaban reunidos los jazmines.
Trillo para el regreso
donde el bejuco asalta.
Largo vuelo de la infancia,
¿cómo recuperarte?
HABANA 82
(Notas para el futuro)
Nosotros también recordaremos,
será inevitable acudir a la memoria,
aspirar viejos olores, cierta humedad
de pasajes que viviremos simultáneos
a otra realidad que no ha llegado.
Pero ¿Qué cosas serán las que pervivan,
tu olor, acaso, será definitivo
a través de todos los olores que me aguardan,
me inventaré historias de delfines
para terminar las que nunca concluyeron
o explicaré a los que pregunten
que nuestra soledad fue un miedo inevitable
( la muerte llegaba en la cara de los amigos)
y nos aferrábamos a la alegría
con la nostalgia de quien conoce su reverso?
No puedo prever qué recordaré.
Quizás, si hable de ti, sienta
no haberme podido prolongar
hasta esa juventud que vendrá y amaré
más que a la nuestra porque será un amor
del corazón y la memoria.
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