miércoles, 12 de noviembre de 2014

ELÍAS DAVID CURIEL [13.988]


Elías David Curiel

Elías David Curiel fue un poeta, docente y periodista venezolano. Nacido el 9 de agosto de 1871 en la ciudad de Santa Ana de Coro, al norte de Venezuela. Hijo de David Curiel Maduro y Exilda Abenatar de Curiel, de origen sefardí, específicamente, de la comunidad judía de la isla de Curazao. Era nieto del patriarca-fundador de la comunidad sefardí de Coro, Joseph Curiel.

Fue uno de los primeros colaboradores del semanario coriano "El Obrero"; además, se le considera uno de los poetas venezolanos más destacados del siglo XX, con poemas suyos publicados en la revista El Cojo Ilustrado en varias ocasiones, entre ellas en la edición Nº 236 en 1901 y la N° 293 en 1904; en la edición N° 347, publicada en 1906, se le dedica una página completa y desde ese momento pasa a ser uno de los colaboradores del que fuera uno de los más destacados medios impresos de la época.

Elías David Curiel es además el autor de la letra del himno del estado Falcón6

Muerte

Curiel se suicidó el 28 de septiembre de 1924.7


Obras

Poemas en flor
Música astral
Apéndice lírico





Desorientación

Desorientado en medio de la llanura
desolada, no encuentro la dirección,
pues no hay polar estrella, ni tengo brújula,
ni en el Orto sombrío despunta el Sol.

Camino largo trecho, camino mucho,
del imprevisto acaso siempre a merced;
y cuando la fatiga detiene el rumbo,
siempre en el mismo sitio me hallo de pie.

Es porque retrocedo siempre que avanzo.
Los puntos cardinales trastueca el gris
nocturno y soy peonza sobre mis pasos,
sin que del llano negro logre salir.

Fluir oigo en remota clepsidra, el agua,
muerto de sed y ardido por el calor…
Y no sé en mi extravío ni a dónde vaya,
ni en dónde estoy!




JUDITH

a Aurora Tinoco

Contra tu ley ¡oh, Dios! el inhumano
ultrajó de Betulia el santo fuero,
y en orgullo empinándose altanero,
granito imaginó su empeño vano.

Por mi diestra armó tu soberano
poder. Tu ira tronó contra el Artero:
templé en el propio corazón mi acero
y por tu amor decapité al Tirano.

¡Salve, Elegido de Israel!¡Victoria!
Siempre que nuble la impiedad la gloria
de la justicia con que el Orbe llenas,

troncha y barre, Señor, tus enemigos,
como la hoz del segador los trigos
y el soplo del desierto las arenas.

Apéndice lírico (1904)




JEPTHÉ

- "Jehováh, si me concedes sobre Ammonitas gloria
de mi casa el primero a quien mire, tu holocausto
será", -dijo Jepthé. De Jacob para Fausto,
le dio fulmínea diestra la fe de la victoria!

Coro virgen saluda del regreso la palma.
Avanza su hija única, la primera en el coro.
Él rasga sus vestidos y prorrumpe en un lloro:
-"Jehováh exaltó mi orgullo, para abatirme el alma"-.

La espantosa verdad las trocó en plañideras.
Por dos meses la virgen va a llorar en las eras
y viñas, ebrias de sol, su virginidad.

Entonces en cada nido piaba un huevo roto.
Jepthé violó su alma; pero cumplió su voto.
¡Y llenó su conciencia la Divina Piedad!

Apéndice lírico




ELÍAS DAVID CURIEL

“Ebriedad de nube”: inmanente y frágil, alumbra el cielo enlunado del poeta. 

     Desde muy niño, lo marca el aburrimiento, el tedio del ambiente del medio, aunado a ello, la sobriedad y las prohibiciones familiares dadas las circunstancias; no va al pozo como los otros niños, no gira el trompo en compañías infantiles,  no eleva papagayos multicolores,  ni se reúne con otros chavales:


 Es el camarote de un buque mi estancia,
donde retrosinglo derecho a mi infancia.
Mi niñez no supo de hermosa cometa
ni de la peonza que ritma el planeta,
ni nunca en la copa del árbol subido,
saqué los piantes pichones del nido,
ni fui con los otros rapaces al pozo 

 Nací poeta. En mi niñez temprana,
cuando aun la savia intelectual germina,
vibró en mi ser conmoción divina
que transfigura la materia humana.

 Y en esa edad en que la voz es vana
copia de lo que el alma se imagina,
la flor del estro me clavó su espina
y me anunció los frutos del mañana.


     Apenas asomado al umbral de su casa, saluda cortésmente a vecinos y amigos; vive siempre de espaldas a la ardiente y árida geografía del paisaje falconiano donde habita. En sus poemas apenas menciona a Coro, o sus médanos, sus cujíes, sus palmeras, ni los oasis, no, su mirada es hacia  dentro, profundamente interior, entre misterios y arcanos; vive en  un momento histórico colmado de conflictos constantes entre los caudillos de turno y sus diferentes facciones, en un ambiente desentendido de la poesía como sima de la espiritualidad, donde la primera y única preocupación de la clase dominante, de la sociedad pudiente, es hacer dinero, ampliar sus intereses económicos y fortalecer sus mercados; el pragmatismo y el utilitarismo son dueños de la ciudad coriana.
     Se pierde la lengua madre y el tiempo religioso, desaparecen usos en la vestimenta y costumbres culinarias; una hibridación no deseada por ellos se apodera como un pulpo sin dejar respirar apenas.

      Y la cábala en la forma de una criada hechicera le augura su destino en la borra del café:


Y la negra fámula adivinadora
que previó en mi horóscopo una mala hora,
leyendo la cábala oscura que traza
el turbio residuo de café en mi taza.
           
¡Oh mi alma, sueño de un dios, incoherencia
de un dios atediado de su omnipresencia!

     Y la madre…

Mi madre dormía y oyó mi lamento,      
 y llegó, en puntillas, y entró en mi aposento.
Ungióme la frente su heroica ternura.                
No  vino mi madre, sino su escultura:
una diafanísima estatua de hielo,
de ojo infinito cargado de cielo.
(…)
Mientras por la casa voy de Ceca en Meca,
hila que deshila mi madre su rueca.


     En el mundo del intelecto apenas tiene escuchas, no es precisamente la literatura lo que agita el  espíritu de los hombres y mujeres de su espacio en esa época; y el poeta, no es hecho para los discursos retóricos, ni la religión como patrimonio de costumbre o ritual ocioso, ni la inteligencia al auxilio “material” del poderoso.

     Su físico representa genuinamente a Israel, el rostro ovalado, los ojos abstraídos, la nariz corva, la barba rubia rojiza.

     Un aspecto hierático de profeta arrancado de la Biblia o de un bohemio impenitente, generalmente descuidado en su vestimenta, adusto, conversando consigo mismo cuando transita las desiertas y polvorientas calles de la Coro provinciana de esos años, con los pórticos aparentemente cerrados observándole mezquinamente, sin tener idea  que él era y sería uno de los mejores poetas, precursor de nuestra modernidad  venezolana:



 Vivo vida monótona, la calma
de la muerta ciudad que fue mi cuna,
en donde emparedada, como en una
bóveda ardiente, se me asfixia el alma.

Floreció en numen en mi estéril calma.
Fue la aridez de mi región la cuna
de mis estrofas, donde encuentro una
linfa de amor para la sed del alma.

 Desorientado en medio de la llanura
desolada, no encuentro dirección,
pues no hay polar estrella,  ni tengo brújula,
ni el Orto sombrío despunta el Sol.
           
Camino largo estrecho, camino mucho,
del imprevisto acaso siempre a merced;
y cuando la fatiga detiene el rumbo,
siempre en el mismo sitio me hallo de pie.
           


     El sol, resplandeciente, color oro y  acosador en las tierras corianas, es dueño y emperador de sus vigilias y duermevelas.


En tanto el Sol, parhelia de Dios, arde en fecundo
amor, y es el espejo de oro de Ben – David:
Mesías, cuya diestra porta la paz del mundo
y en cuyo ser comulgan el trigal y la vid.

El espolvoreo del Sol fumigante
mis puertas hendidas rayo de diamante.
salgo de mi hipnótica vigilia, y no acierto
si he estado dormido o despierto 


      La luna adquiere preeminencia, se adueña de la luz solar, y Sirio es la estrella donde el poeta hace morada de sus antecesores.


Y dijo Apolo a Eros:

―“Partamos la noche, como una fortuna,
coje los luceros y me das la Luna”.
―“¿Qué harás con la Luna?” pregunta el Crisenio
―“Alumbrar la alcoba de Psiquis. ¿Y tu con los astros?”
 ― Empedrar la ruta zafírea en que el genio
ha de imprimir sus rastros”. 

     Recordemos, que el modernismo en Venezuela es un movimiento tardío, su influencia se deja sentir después de la primera guerra mundial. Y no podría pasarse por alto la presencia literaria de Elías David Curiel en el contexto del modernismo como su precursor al lado de José Antonio Ramos Sucre.

     El poeta, crea nuevos metros, cultiva el verso libre y el soneto, sangra el primer verso casi siempre y titula todos sus poemas, aligera la sintaxis, recurre tanto a neologismos como arcaísmos, utiliza indistintamente a veces la g y la j siguiendo la Gramática de Andrés Bello y muestra una gran afición al exotismo.

    Escribe en varias inflexiones con  un mismo ímpetu y una complejidad extraordinaria, introduce en la lírica de nuestro país elementos filosóficos, metafísicos, de la mitología grecolatina y de la tradición hermético-cabalística de origen hebreo. Hebraísmos del Zohar y la Cábala en la creencia de que todo el universo es Dios, del neoplatonismo que renueva la filosofía platónica influenciada por el pensamiento oriental y de las doctrinas místicas del sufismo:

 Y quizás es tal vez, tal vez seguro
que detrás del aspecto de las cosas
vivan las almas en las cosas presas.
(…)
Antes que el Cosmos fuera y fuera el alma,
¿qué fue nuestro sistema de ocho mundos
que fecundiza el Sol, como áurea palma
 de luz. ¿Mares de lodo?
¿Es todo igual en el inmenso Todo? 


     Elías recoge distantes ecos y los rehace en un haz con reminiscencias teosóficas, iluminado por una divinidad y unido a ello incluye el helenismo. Escritor religioso, en continua búsqueda de respuestas a las dudas angustiosas de la fe, un poeta metafísico que se apropia como refugio de identidad, del lenguaje, conservando los rasgos de la veneración de su raza por encima de las referencias regionales o nacionales, carga como una cruz con la gesta de su casta, la diáspora de su religión y sus tradiciones, cruz que  hace más agobiante aun su terruño, donde es casi excluido de publicaciones, de las críticas literarias, el reconocimiento, de todo aquello que puede alegrar el alma escribiente, con apenas algunos gestos aislados:


Oh Dios mío, el alma  se me ha puesto obscura
pues, como a un abismo, me asomé a otra alma,
y quise, curioso, bajar a su hondura
por el tronco esbelto de la mística palma
que desde su fondo se eleva a la Altura. 


     Las evocaciones dolientes de la infancia no compartida con otros párvulos, cierto presagio de la muerte dilatada en la vejez y sus implicaciones en la moral como redención y el entorno sin transición entre la vigilia y el sueño, entre la vida y la muerte.

     La casa, el hogar de sus mayores, la presencia de sus antepasados, se sitúan  en el centro de los versos del poema. Atávico en las  semejanzas con los antepasados lejanos, y los ascendientes remotos, sin necesidad de  nombrar la tradición que le negaron:


Esposo, hijos y padres. Los abuelos:
granos de trigo de generaciones
que aventó Cristo de remotos suelos
a  la tierra solar de los cardones.


     Toda su poesía es muy  rica en sentencias breves y doctrinales, en aforismos, señales  ello,  de un sincretismo que intenta conciliar en su interior diferentes doctrinas, ofreciendo heterodoxias, disconforme con sus dogmas,  inconforme con la doctrina fundamental de las sectas o los sistemas religiosos, con las doctrinas o prácticas generalmente admitidas, en versos donde propone juntar a Pan y a Cristo en una sola creencia. Y es precisamente ese sincretismo, una de las avasallantes fuerzas del modernismo en su capacidad para  “terciar armoniosamente” tendencias opuestas, y lograr conciliar lo inconciliable, un motivo más que hace de Curiel un iniciador del modernismo en estas tierras.

     Discurre poéticamente sobre la existencia, los principios, la creación, dios  y las causas primeras, con una densa indagación ontológica que trata el ser y sus propiedades trascendentales en un soporte de múltiples caras cada una con sus interrelaciones,  mostrándonos la audacia de su escepticismo,  la agudeza de su ironía y el alcance literario de su valentía.

     Me atrevo a afirmar que nunca en la poesía venezolana de 1870 hasta 1920, se había alcanzado un tan alto nivel de captación de lo poético desde esa complejidad y densidad simbólicas, desde ese juego de múltiples códigos, que se entremiran y entrehablan, como se aborda en los textos del poeta falconiano. Elías David Curiel es un rara avis en el panorama de la poesía modernista y posmodernista latinoamericanas.
                                                                       Enrique Arenas


     Un poeta órfico que nos muestra un orfismo infinito ausente de lógica, adentrado en los misterios de la antigua Grecia que se caracterizan esencialmente por la creencia en la vida de ultratumba;  y en la metempsícosis, doctrina religiosa y filosófica de algunas escuelas orientales renovadas por otras de Occidente según la cual el alma transmigra después de la muerte a otros cuerpos, conforme a las valías alcanzadas en la existencia anterior.

     Detecta sus fantasmas, les teme, luego los sublima, los hace sus compañeros entre el desvelo y el sueño, este poeta suprasensible e intuitivo, aguzado por su hiperestesia.

     Sobre los recursos que la mitología le brinda, se muestra muy versado en ella y parco a su vez, sugiriendo al lector el sentido palmario. Hace de una metáfora el mito de Psiquis tan usado en el modernismo:

           
Pero es mejor, Psiquis, que nunca el reflejo
De tu efigie copie mi espejeante musa,
Pues quizá en el limpio cristal del espejo
Contemples el rostro mortal de Medusa. 

¿Pero adónde irá Psiquis? De estrella en estrella,
      quizás una noche deshile su huella,
      como el meteoro
      su ovillo del oro; 

                                 
     La poética  de Curiel, es muy cercana a la teosofía y a diversas doctrinas religiosas y místicas que creen estar iluminadas por la divinidad e íntimamente unidas con ella. Recordemos el Zohar cabalístico de aliento místico, la nueva Biblia de los sefarditas,  que no impide aproximarse al cristianismo, ni reducir su exaltación estética helenística; el poeta en su periplo indagatorio, cuestionador, suplicante al universo, a la creación, a sí mismo, se construye  en cada verso, en cada vocablo.


      Elías David Curiel  quiere contarnos a través de sus versos, no sólo sobre su origen sefardita, también referirnos su pertenencia a los “poetas solitarios”, a la cofradía de los “poetas malditos” heridos fatalmente por el alboroto mundanal, la violencia, las trivialidades y el destino:

           
Mi alma, ¿quién eres? ¿quién serás? ¿quién fuiste?
¿En que astro remoto tuviste tu cuna?
¿Por qué las estrellas te ponen tan triste
y te nostalgizan los claros de luna?
(…)
Muéstrate desnuda, como arde el lucero
diamantino, en pálido crepúsculo rosa:
serás luminosa si tu ojo es sincero;
mas si tu ojo es falso, serás tenebrosa. 


     Lo recuerdan sentado a la puerta de su solariega casona colonial, abstraído, con la mirada vaga perdida en un mundo lejano, creando un universo poético de altísima originalidad, con la vista extraviada en otras dimensiones donde cree encontrar una ventanilla por la que pretende atisbar de otra manera el mundo.

     …los versos de Elías David Curiel tienen el romanticismo de Musset, inquieto y sensual, y las profundidades, en veces impertinentes de Baudelaire. Y sobre todo, una marcada influencia de la Biblia, con su grandeza, desolación y erotismo.
                                                                       Fernando Paz Castillo


     Dueño de un temple ocular pocas veces alcanzado en nuestras letras
                                                                                         Ennio Jiménez Emán

     Magnifica el misterio en el orden de la creación y más allá de ella, y los fantasmas familiares, las angustias existenciales,  lo sorprenden en su insomnio:

Pero de pronto la implacable duda,
cual negra nube, por mi frente pálida
cruza y apaga el bendecido ensueño,
como a la antorcha la violenta ráfaga;
como la sorda vibración de un trueno,
ruge en mis labios la blasfemia amarga;
y tengo en ese maldecido instante
los ojos llenos de ardorosas lágrimas,
inundada de sombras la conciencia
y llena de relámpagos el alma! 

     La ética es una constante en su poesía, es una ética de raíces comunitarias, tal como la ejercieron rigurosamente los judíos que habitan en la ciudad de Coro.

     En el amor y el erotismo, Elías David Curiel pulsa las cuerdas melódicas y los graves bordones para la mujer, que  tiene para él, algo de sobrecogedora, de luna, de efigie esculpida en mármol, y sus encuentros con ella, son alegorías míticas o portezuelas que al trasponerlas abren los límites a los extremos de su corazón con el ardor punzante de la lujuria que lo remueve con estremecimientos:

Amo la boca en que arde
la púrpura del beso
y las pupilas húmedas
de rocío y de fuego.

Amo la carne rosa
del mal velado seno,
y el poema que ritman
las curvas en el cuerpo.

 Amo los brazos, víboras
de tentación que al cuello
se enroscan y acarician
la nuca con los dedos. 

 Y es vivir dentro del agua
el deseo con que fragua
mi alma todos sus placeres
entre flores y mujeres
transparentes como el agua.

Ven, y bríndame en tu seno
una copa de veneno,
olorosa como el heno
acabado de cortar.
Treparé las breves lomas,
morderé las ígneas pomas,
y creeré que las palomas
se comienzan a arrullar! 

 boca que es brasa de ciprina hoguera;
el seno, orbe de nácar; la vellosa
nuca, al mordisco, sazonada pera.
Maravillosamente silenciosa.

     En 1941, Miguel Otero Silva reclama a Otto D`Sola y Mariano Picón Salas, haber desconocido con su omisión a Curiel en la Antología de la Moderna Poesía Venezolana.
     Al consultar bibliografía, encuentro que Rafael Arráiz Lucca en su magnífica obra El coro de las voces solitarias. Una historia de la poesía venezolana, en el capítulo VII, El modernismo entre nosotros  lo ignora, justamente a él, una voz solitaria de ese eco de la poesía venezolana y precursor del modernismo junto a José Antonio Ramos Sucre.
     En Antología de la Poseía Venezolana, de Douglas Palmas, en el aparte tres Hacia la Modernidad, también se desconoce a Elías David Curiel, a pesar de ser el modernismo uno de los movimientos literarios en Venezuela que posee más estudios.

     La vida está colmada de inercias, vértigos, soledad, arbitrios y derrotas; el ser humano vive enigmáticamente en sociedad con su prójimo, más allá de toda necesidad cuestionable, es acaso, el único refugio en la drástica soledad del mundo y al mismo tiempo, le produce inquietud y hasta temor su cercanía; lo sabe muy bien nuestro poeta Elías David Curiel,  para él, solamente la poesía es capaz de proporcionarle momentos de vida que le permiten recalar de vez en cuando en la otra orilla en la cual “pareciera dejarse de existir.”
     El poeta se suicida, el 28 de septiembre de 1924, alma difícil de contentar, alma a la que la angustia existencial colmó y arrebató la existencia misma, está enterrado en el cementerio judío más antiguo de toda la América del Sur, en el Estado Falcón, en Venezuela.  

Un poeta en su mísera buharda
Con la mirada, en apariencia torva,
La hora sombría del sepulcro aguarda.
De toda idea y de emoción vacía,
Su alma errabunda en lo indeciso flota,
Y el rumor de la eterna sinfonía
No halla en el arpa de sus fibras nota.
(…)
para curar la enfermedad del tedio,
el estremecimiento momentáneo
que precede al instante del suicidio;
porque en esa tremenda sacudida
debajo de la bóveda del cráneo
hay una gran concentración de vida. 

     Hay una obligación, hay un adeudo, de todos los interesados en la literatura para con este poeta venezolano Elías David Curiel, para con su obra poética, nuestra cultura y para con la Patria Literaria. Al leer de nuevo o por vez primera su obra, estamos embelleciendo el alma y enriqueciendo nuestro conocimiento sobre el quehacer poético del modernismo en  Venezuela,  ya conociendo, ya recordando, a un poeta muy exclusivo, donde sus quimeras se convierten en leyendas y su realidad personal se evapora en el ardor propio de su propio verso:

Y se muere el ruiseñor
en pianísimo cantar,
en que se ha puesto a llorar,
perla a perla, mi dolor.  


Referencias Bibliográficas:
Extractos de poemas de Ebriedad de Nube. Poesía.  Ediciones El otro, el mismo. Impreso en Producciones Karol C. A. Mérida. Venezuela. 2003.


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