martes, 2 de septiembre de 2014

MERCEDES DE ACOSTA [13.145]


Mercedes de Acosta

Mercedes de Acosta (Nueva York; 1 de marzo de 1893 - ibidem; 9 de mayo de 1968); poetisa estadounidense, que además escribió obras de teatro y diseñó ropa. Se la conoce por sus relaciones románticas con Greta Garbo, Tamara Karsavina, Tallulah Bankhead, Marlene Dietrich, Alla Nazimova, Eva Le Gallienne, Isadora Duncan, Katharine Cornell, Maude Adams, Ona Munson ("Belle Watling" en la película Lo que el viento se llevó), Adele Astaire, y otras.

No todo el mundo aprobaba su reputación. Alice B. Toklas (otra lesbiana conocida) escribió a Anita Loos:

"...no puedes deshacerte de Mercedes tan tranquilamente -ha tenido a dos de las mujeres más importantes de EE.UU: Greta Garbo y Marlene Dietrich."

Cuatro de sus obras de teatro fueron producidas, y una novela y tres volúmenes de poesía fueron publicados.

Primeros años

Su padre era el cubano Ricardo de Acosta, y su madre la española Micaela Hernández de Alba y de Alba, descendiente de los Duques de Alba. Mercedes nació en Nueva York en 1893. Tuvo varios hermanos: Aida, Ricardo Jr, Angela, María y Rita. Esta última se convertiría en una modelo famosa, de nombre artístico Rita Lydig.

Mercedes de Acosta se casó con Abram Poole (1882–1961), un pintor de renombre, en 1920. Se divorciaron en 1935. Tanto él como ella eran homosexuales.

Vida privada

Pese a su talento en el terreno profesional, sin duda ha sido su vida privada la que hizo a Mercedes famosa en los corrillos de Hollywood. Mantuvo diversas relaciones lésbicas con la élite de Hollywood, y aunque el lesbianismo y la bisexualidad en los primeros años de Hollywood eran comunes, ella fue una de las pocas personas que no intentó ocultar su sexualidad.

En 1916 tuvo una aventura con la actriz Alla Nazimova, y poco después otra con la joven y también actriz Tallulah Bankhead. Más tarde tuvo de nuevo otra con la bailarina Isadora Duncan. Al poco de casarse con Abram Poole en 1920, de Acosta se implicó en una turbulenta relación que duró cinco años con la actriz Eva Le Gallienne. Las dos mujeres viajaban y se iban de vacaciones juntas con mucha frecuencia, a veces visitando a la famosa escritora Natalie Barney en Europa. De Acosta escribió dos obras de teatro para Eva en aquella época, Sandro Botticelli y Jehanne de Arc. Ninguna de las dos tuvo demasiado éxito, y la combinación del fracaso financiero de las obras y del carácter posesivo y celoso de Mercedes hicieron que la aventura llegara a su fin.

Durante la siguiente década Mercedes llegó a tener una multitud de compañeras, de las cuales la mayoría eran jóvenes promesas o viejas glorias, incluyendo a la supuesta prometida de Rudolph Valentino, Pola Negri, la escritora Edith Wharton, la escritora y actriz de teatro Katharine Cornell, Dorothy ("Dickie") Fellowes-Gordon, y la escritora Amy Lowell.

De Acosta tuvo una relación con la bailarina casada rusa Tamara Platonovna Karsavina a lo largo de su vida, tras conocerse ambas por primera vez en 1920. Las dos fueron tanto amigas como amantes, y Karsavina fue una de las pocas personas que continuó siendo amiga de Mercedes tras la publicación de la polémica autobiografía de de Acosta, en la que se exponían al público muchas de las relaciones que mantuvo.

Relación con Greta Garbo

En 1931, conoció y rápidamente tuvo una aventura con Greta Garbo. La amante por entonces de Acosta, la escritora Salka Viertel, fue quien las presentó. La relación de Mercedes con Garbo se ha descrito en muchas ocasiones como "el amor de su vida".

Es dudoso que Garbo compartiera esos sentimientos. Garbo siempre controló la relación, y las dos se fueron de vacaciones durante períodos prolongados y luego estuvieron sin verse también durante bastante tiempo sin que Garbo admitiese conocer a de Acosta. Todo se hacía según la voluntad de Garbo. En 1944 Garbo terminó la intermitente relación que mantenían. Insistió en que de Acosta dejara de mandarle sus poemas y cartas de amor. El último poema de amor conocido de Mercedes dirigido a Garbo es de ese año. Por lo que se sabe, de Acosta continuó enamorada de Garbo hasta el fin de sus días.

Viajes a la India

En la década de 1930 Mercedes se interesó por la espiritualidad oriental gracias a una de sus conocidas, la princesa Norina Matchabelli. Norina era seguidora del místico indio Meher Baba. Durante muchos años De Acosta estuvo cautivada por Meher Baba y pasaba tiempo en su compañía cuando el indio visitaba Hollywood. De hecho, Meher Baba mencionó el afecto de Acosta por Greta Garbo, diciendo que habían estado casadas en una vida previa (de Garbo, Meher Baba dijo que era la actriz más espiritual de Hollywood en esa era). De Acosta también fue a la India para encontrarse con Meher Baba. Sin embargo, con los años fue perdiendo interés por Meher Baba, hasta que en la década de 1950 lo vio por última vez. De acuerdo con sus memorias publicadas, Here Lies the Heart (Aquí yace el corazón), Mercedes también tuvo un encuentro con Ramana Maharshi, que la dejó más impresionada que Meher Baba.

Vida posterior y autobiografía controvertida

Sus memorias, Here Lies the Heart, fueron publicadas en 1960, ya que Mercedes estaba gravemente enferma con un tumor cerebral y necesitaba dinero.

Sus revelaciones, aunque relativamente asépticas y apoyadas por los hechos, tuvieron como consecuencia la pérdida de numerosas amistades de mujeres famosas que preferían que su sexualidad permaneciese en secreto, incluyendo la de Garbo. En particular, Eva Le Gallienne estaba furiosa y destruyó todo lo que pudiera recordarle a Acosta. Muchos la denunciaron como mentirosa, afirmando que inventaba esas historias para conseguir fama. Es poco probable, ya que la mayoría de los amoríos han sido confirmados a través de la correspondencia privada y muchos eran conocidos en los mentideros de Hollywood, pero se mantenían lejos de los periódicos para no perjudicar las carreras de las actrices.

Se vio separada de muchos de sus amigos y en dificultades financieras crecientes. De Acosta murió a los 75 años relativamente pobre y olvidada.

Está enterrada con su madre y hermana, Rita Lydig en el cementerio de Trinity en Washington Heights, en la ciudad de Nueva York.

Literatura

El escritor Montero Glez ha evocado la relación lésbica entre Greta Garbo y Mercedes Acosta en su cuento «El secreto de la Garbo», publicado en el libro Polvo en los labios (Editorial Lengua de trapo, 2012).




Poema de Mercedes Acosta para Greta Garbo

                     por Margarita Cervantes (*)

El cuerpo de Greta Garbo, es esbelto
Si el viento la ataca se arquea en una curva casi musical
cómo la arena
El cuerpo de Greta Garbo es astuto
Si las olas la mojan
Alza la nariz
Y cierra los ojos
El cuerpo de Greta Garbo, es blanco
es un cuerpo que entiende
y que sonríe suavemente
Y sus pechos crecen
Se hinchan enigmáticos y nutritivos
y se erizan
esas dos flores de su alma se levantan
y maduran
y encajan en mi boca a la perfección
y yo sólo sé qué más abajo
en un valle, donde sin oxigeno la vida prolifera
Está todo lo que siempre hemos buscado
nuestro sitio
el lugar donde estoy lista a ocultar mi rostro enamorado
el lugar donde mis besos atacan cómo abejas.

(*) Margarita Cervantes es un personaje del libro Cosas infames del arequipeño Oswaldo Chanove (1953) publicada por la editorial Estruendo Mudo el 2009, por lo tanto el poema es de Oswaldo. 





Mercedes de Acosta: ocho poemas de “Imposeída”

Mercedes de Acosta (1893-1968), estadounidense de padre cubano y madre española, es aún, como escritora, una desconocida para el público hispanohablante, porque su poesía, su prosa y su teatro —escritos originalmente en inglés— son prácticamente inexistentes en español y suelen ser opacados por su biografía amorosa —la autora fue amante de una constelación de relevantes artistas, tales como Eva Le Gallienne, Isadora Duncan, Greta Garbo y Marlene Dietrich. Imposeída (46 poemas) constituye la primera compilación y traducción al español de un conjunto significativo de sus tres poemarios publicados en vida y, adicionalmente, cuenta con un breve pero sustancioso ensayo acerca de la poesía de la autora preparado por Jesús J. Barquet y Carlota Caulfield. Entre temas íntimos y sociales, Mercedes de Acosta plasmó en Moods (1919, Mudanzas), Archways of Life (1921, Arcos de vida) y Streets and Shadows (1922, Calles y sombras) la experiencia urbana y homoafectiva de una época turbulenta y transgresora. A continuación presentamos una selección realizada por Otro páramo de ocho poemas de la autora traducidos por Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield y Joaquín Badajoz.

A continuación presentamos una selección realizada por Otro páramo de ocho poemas de la autora traducidos por Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield y Joaquín Badajoz.




De Calles y sombras (Streets and Shadows, 1922)



Canción de la quinta avenida

Una vía larga y estrecha
Dibujada como una hebra a través del corazón
De la ciudad.
Avenida de ricos, de pobres—
Que vibra de color—
Que oscila con la humanidad
Que le marca el compás al pulso de la Vida,
Sofocada por la presión de la Vida,
Aplastada—pisoteada con fuerza
Por desbordantes flujos de Vida.

¡Quinta Avenida!
Escribiré tu canción con repiqueteo y estruendo,
Con estrépito de pisadas,
Ruido interminable, infinito.
Escribiré tu canción con dolor—alegría,
Con nacimiento—muerte,
Con creación—destrucción,
Con belleza y fealdad.
Cantaré tu canción a pesar de las tradiciones,
Indiferente a toda tradición.
Cantaré tu canción a pesar de las tradiciones,
Indiferente a toda tradición.
Cantaré tu canción de razas, de credos
Disueltos en uno—
Cantaré tu canción
Con risa—ironía—desesperación.
Mi música vendrá de todas las épocas
Y a todas ellas alcanzará—
Así como tú has venido de todas las épocas,
De todos los pueblos;
Y con la esbeltez de tu cuerpo
Y la magia de tu voluntad
Has marcado a todos ellos.

Washington Square—
Arco blanco que se eleva como el fantasma
De difuntos de antaño;
Recuerdo de flores fragantes—encajes antiguos—
Cascabeleo de campanas y muchas huellas
De belleza, amor y sueños.
Ahora solo un arco, pero una cruz brilla
Sobre un viejo edificio marrón.
Washington Square—
Símbolo del Pasado,
Genitor de la hebra larga y estrecha
Hilada desde tu corazón.
Involúcrate ahora
Y atiende de cerca a las aceras y a los años.

Mira el cansado estrépito
De los sudorosos trabajadores cuando salen a almorzar;
Mira cómo se desalojan edificios
Donde una vez hubo hogares;
Suecos, armenios, eslavos llegan a caudales
Y absorbiendo el aire por una breve hora,
Se mezclan con la multitud entre el mal olor y sudores.
En una esquina se abre una flor
Que lleva en una cesta un italiano
Empujado rudamente por un policía irlandés
Que llama a todos “un puñado de judíos apestosos”.
Entonces, más arriba, yo canto—
Más allá de tiendas fabulosas—fabulosos bancos,
Ropas de todo tipo—
Zapatos, vestidos, abrigos, corsés,
Judíos, gentiles en apretujado enjambre
Se abren paso al cruzar la Avenida.
Y sobre todos ondea la bandera.
¡En tiendas con nombres franceses, alemanes, italianos
Cuelga la Gran Bandera Americana!

La calle 42—
Como un extraño animal mecánico
Que abre su enorme mandíbula
Y al sonido de un agudo silbato
Escupe con fuerza grandes masas de Vida.
Millones de gentes se precipitan sobre
La columna vertebral de la Avenida
Y llaman al sistema “civilización”.
Mientras que empinados edificios surgen
Amenazadoramente hacia lo alto,
Donde una vez hubo esbeltos árboles primigenios
Y cantos de pájaros llenando el aire
En lugar de silbatos de policía.
Pero he dicho que cantaré tu belleza también;
Por lo que recuerdo aquí también tu magia
A la hora del crepúsculo,
Tus edificios blancos como el alado vuelo de los pájaros,
El parpadeo de tus miles de ventanas
Como estrellas de la noche.
Y de día,
Los destellos del sol sobre tu rostro;
Colores deslumbrantes—motores—verdes autobuses—
La Vida—la vida en su camino
Hacia la muerte. Pasa un entierro,
Un pobre pide limosna, un niño ríe a carcajadas,
Pero como hormigas sobre los altos céspedes,
Siguen su camino, nadie les presta atención.

Entonces, las iglesias—todos los credos—
(Escoge uno),
Todas las agujas de campanario apuntan al cielo,
Todas tratan en vano
De mostrarnos el paraíso.
Mientras en la calle los pordioseros
Se reúnen sin hogar.
Entonces, las mansiones copiadas de tierras foráneas:
Chateaux franceses, palacios italianos,
Mientras  dentro de grandes planchas de vidrio
Las pinturas de los viejos maestros miran hacia afuera,
Solemnemente contemplan el nuevo mundo.
Entonces, más arriba, más casas de ricos,
Mansiones de banqueros judíos—políticos adinerados,
Todos abarrotados de oro y de comida,
Mientras sentados al otro lado del parque se encuentran
Viejos mendigos desgastados, exhaustos
De andar hambrientos.
Más arriba, desde el hospital Monte Sinaí
El cloroformo inunda la brisa,
Y en el parque, desde los árboles,
El perfume de las flores.
Entonces, más lejos aún, “El Barrio de los Negros”,
Caras negras y mulatas
Se asoman a las ventanas y se apiñan en las calles.

De esta forma, la larga y estrecha hebra
Se estira—se estira—se dobla
Y finalmente termina.

La Quinta Avenida termina y con ella mi canto;
Pero sobre su pavimento la sangre de la Vida
Continúa fluyendo.

*

Song of Fifth Avenue

A long thin way
Drawn like a thread through the heart of the
city.
Avenue of rich, of poor—
Vibrating with color—
Swaying with humanity
Beating time with the pulse of Life,
Suffocated by the pressure of Life,
Crushed—trampled upon by streaming flows of
Life.

Fifth Avenue!
I will write your song in clatter and din,
With tramping of feet,
Endless, ceaseless noise.
I will write your song in sorrow—joy,
In birth—death,
In creation—destruction,
In beauty and ugliness.
I will sing your song in spite of tradition,
Careless of tradition.
I will sing your song of creeds, of races
Dissolved in one—
I will sing your song
In laughter—irony—despair.
My music will come of all time,
Reach all time—
As you have come of all time,
Of all people;
And with the slenderness of your body.
The magic of your will—
Have touched all people.

Washington Square—
White arch rising like the ghost of people long
since dead;
Memory of fragrant flowers—old laces—
Sleigh bells and many traces
Of beauty, love and dreams.
Now only an arch, but a cross gleams
On an old brown building.
Washington Square—
Symbol of the Past,
Conceiver of the long thin thread
Spun from out your heart.
Now then take your part,
Following up the blocks and years.

Watch the weary tramp
Of sweat workers out for lunch;
The emptying of buildings where homes once
stood;
Swedes, Armenians, Slavs come pouring forth,
Merging in the crowd midst stink and sweat,
Sucking in the air for one short hour.
On the corner blooms a flower
Carried in a basket by an Italian
Pushed roughly by an Irish cop,
Who calls them all
“A bunch of stinking Yids.”
Then further up I sing—
Past great shops—great banks,
Clothes of all description—
Shoes, dresses, cloaks, stays,
Jews, Gentiles press their ways
Swarming cross the Avenue.
And over all swings the flag.
From shops with French, German, Italian
names
Hangs the Great American Flag!

Forty-second street—
Like a strange automatic animal
Opening wide his jaws,
And to the tune of a sharp whistle
Spitting forth great masses of Life.
Millions of people rushing over the spine of
the Avenue
Calling the system “civilization.”
While high up loom tall buildings,
Where slender primeval trees once stood,
Bird songs filling the air instead of policemen’s
whistles.
But I have said I would sing of your beauty,
too;
So I remember your magic at twilight,
White buildings like winged birds flight,
Flashing thousands of window eyes
Like stars at night.
And the radiance of the sun
Across your face by day;
Dazzling colors—motors—green buses—
Life—life on its way
To death. A funeral passes,
A pauper begs, a child laughs out,
But like ants in long tall grasses.
They pass their way, no one heeding them.

Then churches—all creeds—
(Take your choice)
All spires point to the sky
All vainly try
To show us heaven.
While on the street
The beggars meet
And have no homes.
Then rich houses copied from foreign land;
French Chateaux, Italian palaces,
While within great plates of glass stand
Old master paintings looking out,
Gazing solemnly on the new world.
Then further up more rich houses.
Homes of Jew bankers—rich politicians,
All with too much food and gold,
While sitting opposite in the park are old
Worn out bums, tired of being hungry.
Further up Mount Sinai Hospital,
Chloroform fills the breeze
While in the park from the trees
The scent of flowers.
Then further still “Nigger Town,”
Black faces and brown
Hang from windows and crowd the streets.

So the long thin thread stretches—
Stretches—bends
Then ends.

Fifth Avenue ends and so my song;
But over its pavements the blood of Life
Is flowing on!



Insaciable

No le temo al amor
ni a sus consecuencias.
Sólo temo que, al conocer el amor,
yo continúe insaciable
y mi alma anhele aún algo mayor.

*

Insatiate

I am not afraid of love—
Nor am I afraid of its consequences.
Only am I afraid that in meeting love
I may remain insatiate—
And the spirit still long for something greater.



Entierro

Está pasando un entierro.
En el féretro
Yace el cuerpo de un hombre o de una mujer—
Ahora no importa el sexo—
Pues el alma comprensiva y sin sexo
Ha cogido su rumbo.
O quizá se encuentre entre nosotros
Y esté mirando al hombre que se quita el sombrero
Y con gran reverencia inclina la cabeza.

*

Funeral Procession

A funeral is passing.
In the coffin
Lies the body of a man or woman—
The sex does not matter now—
Since the soul understanding and sexless
Has gone its way.
Or perhaps it is in our midst—
And watching the man who lifts his hat
And bows his head so reverently.



La fe perdida

Vacío está el confesionario.
Desgastado —suavizado—
en colores antiguos y gloriosos está el mármol
en el que se ha arrodillado el penitente.
A paso lento me acerco y admiro
el lugar en que también yo una vez me arrodillé.
Y con reverente cercanía
yo, que ya no creo,
me inclino y beso el mármol
adonde aquellos que todavía creen
vendrán a arrodillarse.

*

Lost Faith

The confessional is empty,
Worn—mellowed—
In glorious old colors
Is the marble where the penitent has knelt.
Slowly I approach and marvel
At the place where I too once knelt.
Then reverently approaching—
(I—who no longer believe)
Bend and kiss the marble
Where those who still believe
Will come and kneel.



De Arcos de vida (Archways of Life, 1921)


Manos sucias

Tras irse todos,
era siempre tan maravilloso sentarme contigo
en el teatro a oscuras.
Había un misterio en ello,
como si el eco de muchas obras
perdurara todavía entre los pliegues del telón,
mientras fantasmales figuras se acurrucaban
en las lunetas y con manos vaporosas
hacían sonar los reprimidos aplausos.
¿Recuerdas cómo nos sentábamos siempre en silencio?
Yo cerraba los ojos para sentir tu cercanía más cerca.
Entonces, como un ritual, lentamente
yo tomaba tu mano
y tú reías un poco y me decías:
“Tengo las manos terriblemente pegajosas”, o
“No logro mantener limpias las manos en este teatro”,
como si eso importara… como si eso importara…

*

Soiled Hands

After everyone had left,
It was always so wonderful sitting in the dark theatre with you.
There was a mystery about it.
As though the echo of many plays
Still lingered in the folds of the curtain,
While phantom figures crouched low in the chairs.
Beating suppressed applause with vapor hands.
Do you remember how we always sat silently?
I would shut my eyes to feel your closeness nearer.
Then slowly and like a ritual
I would take your hand,
And you would laugh a little and say,
“My hands are awfully sticky” —or
“I can’t seem to keep my hands clean in this theatre,”
As if that mattered … as if that mattered. . . .



Palabras

Palabras, palabras.
¿Por qué estás siempre usándolas como espadas?
Y si tienes que hacerlo,
¿acaso no puedes usar algo más que palabras?
¿Te acuerdas de anoche?
Hablamos tan atolondradamente
—de nuevo las palabras,
y entonces más palabras—.
Parecía todo una enmarañada red de palabras.
Tú tratabas de convencerme de algo
(sólo Dios sabe)
y yo, de responder con inteligencia
al defender mi opinión.
Pero repentinamente, de alguna forma,
nuestras palabras significaron muy poco;
entonces, te inclinaste
y tu rodilla tocó la mía
y después de eso mis pensamientos se empañaron
y nuestras palabras no significaron nada.

*

Words

Words—words—
Why are you forever fencing?
And if you must fence
Cannot you use something else
Besides words!
Do you remember the last night?
We talked so madly —
Words again
And then more words.
It all seemed a tangled net of words.
You were trying to convince me of something
(God knows what)
And I was trying to answer intelligently
And keep my end up.
But somehow and suddenly
Our words meant so little;
Then you leaned forward
And your knee touched mine
And after that my thoughts blurred
And our words meant nothing.



Walt Whitman

Me atrevería a decir que eres un superhombre.
Esparciría estas palabras por el mundo
y desafiaría a quien se atreviera a cuestionarlas.
Me saciaría con tu arte.
Pondría a un lado el talento de muchos
por el don de esos pocos
que tú has tocado.
En tu mando llevas una antorcha de luz;
en tu ser, un mensaje;
en tus ojos, una profética
visión clara y brillante.
Hay poder en tu aplomo,
y magia en tu ritmo, avance y espera.
Al beber de tu grandeza,
yo misma soy grande.

*

Walt Whitman

I would dare say that you are a superman.
Would fling the words out to the world
And dare him who dares to question it.
I would satiate myself with the art of you;
Would fling aside the talent of the many,
For the gift of the few
Whom you have touched.
In your hands you hold a torch of light,
A message in your being.
While in your eyes —
Far seeing vision clear and bright.
There is power in your poise,
And magic
In your rhythm, advance and wait.
Drinking in your greatness,
I, myself, am great.



De Mudanzas (Moods [prose poems], 1919)


Sentimientos heridos

¿Por supuesto que recuerdas aquel día en tu estudio
en que actué de forma tan extraña?
¡Subíamos felices las escaleras, riendo y prometiéndonos
que pasaríamos juntas el día más maravillosos
de nuestras vidas!

“El día de los días”, lo nombraste.

Recuerdas que tropecé y derramé el té
y los paquetes de azúcar, y a ti se te cayó el pastel
al intentar sostenerme —y nos sentamos
en uno de los peldaños a reír sin parar
como si fuera la cosa más divertida del mundo?

Y luego en el corredor no me dejaste abrir la puerta
hasta besarme las manos.

Pero tan pronto como entramos en el estudio,
fue como si algo se rompiera dentro de mí, mudé
totalmente de ánimo y dejé de reír.
Puse los paquetes sobre la mesa
y me quedé en silencio.

Creíste, por supuesto,
que tenía una de mis antiguas jaquecas,
y buscaste esa absurda agua de colonia
para dolores de cabeza
—que nunca alivia en lo más mínimo—
e insististe en rociármela.

Y trataste de hacerme reír de nuevo y me besaste
el cuello pero, a pesar de que lucías
como una niña herida,
me puse a mirar por la ventana
y cuando me preguntaste qué pasaba,
simplemente respondí: “Nada”.

Entonces, ante todas tus desesperadas súplicas,
abandoné el estudio
escaleras abajo hacia la calle…

Ahora me arrepiento de lo que hice, y aunque
nunca quise decirte el motivo, ahora —que todo luce
tan trivial— pienso que debo hacerlo:

¿Recuerdas que paré de reír en el instante
en que abriste la puerta?
Fue porque de inmediato vi
en un rincón sombrío
la pequeña planta que te regalé,
desfallecida y muerta.

*

Hurt Feelings

You remember of course the day I acted so queerly in your studio?
How happy we were going up the stairs, and how we laughed and vowed it would be the most wonderful
day we had ever spent!

“The day of days,” you called it.

And do you remember how I tripped and dropped the tea and sugar packages, and you dropped the cake in
an effort to steady me—and how we sat down on the
steps and laughed and laughed as though it was the
funniest thing in the whole wide world?

And then in the corridor you would not let me open
the door until you had kissed my hands.

But as soon as we were in the studio something seemed to snap within me, my mood changed entirely
and I ceased to laugh; I put the packages on the table
and was very quiet.

Of course you thought I had one of my old-time headaches, and you took out that absurd headache cologne—which never does the slightest bit of good—
and insisted upon spraying it over me.

And you tried to make me laugh again and kissed my
neck, but in spite of the fact that you looked like an injured little child, I stood looking out of the window and, when you asked me what was the matter, I merely replied “nothing.”

Then in the face of all your desperate entreaties I left the studio, and went down the stairs out into
the street. . . .

I am sorry now I did it and, although I
never meant to tell you the reason—now,
because it all seems so trivial, I think
I shall:

Do you remember how I stopped laughing the
instant you opened the door?
That was because I noticed at once the
little plant I gave you was placed in a
dark corner, withered and dead.





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