Virginia Vega
(Santiago de Chile, 1954). LARGA VIVA, POCO TIEMPO. Ed. Patmos, Santiago, 1983. Pertenece al Centro Cultural "Manuel Rodríguez" de La Cisterna y a la SECH.
ANTOLOGÍA DE LA NUEVA POESÍA FEMENINA CHILENA
Juan Villegas, 1985
Editorial La Noria
MIS SIETE DÍAS
Mi lunes cerebral me va enloqueciendo de a poco
me nubla las expectativas y las aleja
esconde el sol y les hace zancadillas a las flores.
Los lunes me acercan a los cementerios y a los vagabundos.
Mis martes quieren disculpar su carencia de fiesta
me empiezan a importar poco mis nadas y mis muchos,
me pongo tras un mostrador y sonrío, no sé dónde estoy
porque no estoy pensando; estoy saltándome un día.
Mis miércoles ofrecen términos medios
me meto a una feria, como un satélite a su órbita
ojalá me dure este olor a membrillos y uvas
para imaginar una traslación de espacio.
Mis jueves se colorean como un crepúsculo de mago
imitan al martes, pero van adelantados
van afirmándose al fin de semana
para tener un poco de fiesta y vino.
Los viernes; ¿qué son mis viernes?, aparte de un descanso
y otras veces una salida con pintura y trenes,
yo no dedico días, pero éste me dedica una esperanza
y pongo prematuras sonrisas a mi cara.
Los sábados barren el patio y piden luz
empiezo a agonizar sin visita, ni salida.
La noche de los sábados es un luto, ya previsto
habrá que comprar flores para el domingo.
SEIS DÍAS
Todas las cosas de mi calle te han visto,
y yo, que soy más que cosas, más que calle, no.
Hasta los teléfonos tienen intereses creados
para echar lejos tu voz de viento entre los pinos.
Ya no puedo esperarte tan quieta y desinteresadamente.
Me estoy achicando en las esquinas para verte,
se me termina la luz del día buscándote;
me tiendo al medio de la noche para encontrar algo en
común.
tendámonos cerca de la madrugada
para llegar al día juntos e inéditos.
Ahora tú te metes a la eternidad con seis días sueltos
que no puedo amarrar para encontrarlos;
tú te disuelves en ellos y yo no los conozco.
Si vas con otra ropa, no te entiendo,
con esta ausencia tuya nos iremos desencontrando.
LA CAMA
La cama blanca, o la cama oscura
donde di mis primeros pasos como amante
obsesivos e inoloros; traumados por el miedo
a tropezones con la inexperiencia
giraba mareada en otro aliento.
Cama plácida y libre
madeja territorial e infinita
rota por la muerte, desaliada por un anillo
abandonada sin libreta ni crédito.
Cama expulsada de mis hábitos.
No conocía las camas sexuales, las camas desveladas
las camas de carne no me habían tocado aún;
mi cama blanca dormía toda la noche
no era sonámbula, ni erótica.
Sólo era blanca y útil, como un hospital.
Cama chimenea; cama sin frío, ni invierno
cama verano eterno; exploradora de mi cama
científica de mi nuevo cuerpo, descubrí nuevas risas
investigué volcanes ajenos; erupciones de besos
me gradué en una cama blanca, después de mucho
tiempo.
Ahora te miro sin ropa vergonzoso esqueleto
pacifista y cristiana, tal vez muerta
quizás, admitida en el cielo de las camas
por alguna madrina con cara de ángel
por tu arrepentimiento de tercer testigo.
SOLEDAD COMPARATIVA
La soledad me pone racista
no acepto gente con pensamientos negros,
el Tordo se ha cansado de estar solo
y se ha enamorado de una paloma
quiere tener una descendencia en blanco y negro.
¿Aceptará la paloma cambiar su alero
por la inestabilidad vagabundera de los árboles?
¿Aceptará el Tordo las paredes y el suelo
inmóvil sin aventuras de un alero?
El Tordo tal vez quiera ser blanco, o la paloma negra.
¿Quién es el culpable de esta confusión
la paloma coqueta, o el tordo aburrido?
o sus racistas familias de otra alcurnia
que no quieren nietos; tordo-paloma, paloma-tordo.
La paloma piensa antes de aceptar.
Pasa una bandada de tordos cantando hacia el sur
el tordo piensa que la guijarra y el sol
hacen una buena pareja bajo el canto.
Toma una bandera negra y al final del grupo
piensa que no hay soledad eterna.
LA MUJER DE LA ESQUINA
La mujer de la esquina está vendiendo cosas dulces
pero su rostro está vendiendo coronas agrias,
por eso los niños se asustan y no la miran.
Porque todos entendemos cómo empieza la muerte
la infancia la aleja, pero no la ignora.
La mujer de la esquina se ha puesto blanca
parada frente a un canasto dulce,
insatisfecha de su heroísmo de mármol
envejece su abrigo esperando fortuna
se le olvidó el alma en el frío de la esquina.
Su monedero pobre como un desierto,
su cara oscura como la tierra alquitranada;
le pregunta a Dios para qué trabaja
para qué espera al sol delante de las montañas
si no le entibia los pies ni le compra nada.
La mujer de la esquina se está terminando,
entre los dulces añejos está haciendo su tumba,
sus zapatos ya delatan su edad en la esquina,
sus brazos cruzados hablan de maternidades
y dan una gran razón para tanto sacrificio.
LA CIUDAD INCOMPLETA
Mi cara es una ciudad con muchas plazas
con todas sus calles sin salidas, y otras
que terminan en sus esquinas rompe abismos.
¿Qué buscas en mi cara que tanto la miras?
¿Qué se te ha perdido en mi enorme ciudad?
A veces se llena de palacios con estáticos reyes
imperturbables en sus jerarquías;
también se aburre de este municipio largo
que termina en unos pies cansados
de llevar el peso de una cara con tanto tránsito.
Cara, cara, cara o barata da lo mismo
al final nadie la compra ni la obsequia;
ni siquiera existe un lugar de cambios.
A veces ridículamente la cambiamos por una faz
que de igual forma todos llaman cara.
Quiero aliarme a otra ciudad más risueña y rica
sin terremotos, ni sequías, fiel a las alianzas;
para que estas potencias derroten el hastío
cayendo veraniegamente sobre los pómulos nevados,
abriéndole la torre a la risa esclavizada.
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