Leonardo Sciascia (Racalmuto, Agrigento; 8 de enero de 1921 - Palermo, 20 de noviembre de 1989) fue un escritor italiano.
Hijo menor del administrador de una azufrera, Leonardo Sciascia estudió magisterio en Caltanissetta (Sicilia) y dedicó parte de su vida a la enseñanza (en Racalmuto entre 1949 y 1957, y en Caltanissetta desde 1957 a 1969). Publicó su primer libro en 1956, Las parroquias de Regalpetra, una narración aparentemente neorrealista, en realidad autobiográfica y ensayística ambientada en un pueblo siciliano, trasunto de Racalmuto.
Tras su jubilación anticipada en 1970, ejerció el periodismo (Corriere della Sera), lo que simultaneó con la práctica de la literatura y la enseñanza hasta convertirse en uno de los novelistas italianos más importantes del siglo XX. Simpatizó con el Partido Comunista Italiano del que acabaría apartándose para adoptar una posición independiente que le valdría un amplio reconocimiento y estima, hasta el punto de que escritores, políticos y público en general lo consideraran "conciencia crítica de Italia" por su implacable denuncia de la corrupción política y de la violencia mafiosa. Fue elegido en 1975 por la lista comunista como concejal de la ciudad de Palermo, pero dimitió dos años más tarde; luego fue elegido diputado europeo y diputado al congreso italiano (1979-1983) por el Partido Radical de Marco Panella. Formó parte de la comisión de investigación sobre el asesinato de Aldo Moro. Falleció de cáncer en Palermo (1989).
Sicilia y los sicilianos están presentes en la mayoría de sus obras, traducidas a numerosos idiomas. Fue un gran conocedor de España, que está presente en varios de sus libros y en especial en Horas de España, y leyó especialmente a Cervantes y a José Ortega y Gasset. Decía de El Quijote, "que debía leerse como mínimo dos veces". A lo largo de las más de treinta obras que dejó publicadas, Sciascia legó su interpretación del mundo y de los grandes interrogantes de la humanidad a través de su "sicilianidad", no en vano la mayor parte de sus novelas están ambientadas en esta isla mediterránea.
Publicó en 1961 su primera novela policiaca sobre la mafia, El día de la lechuza. Otra de ese tipo es A cada cual lo suyo (1966). En El archivo de Egipto describió Sicilia a finales del siglo XVIII. En el último decenio publicó un buen número de novelas breves de gran intensidad: El teatro de la memoria, 1912+1, La bruja y el capitán, Puertas abiertas, El caballero y la muerte y Una historia sencilla.
El diputado (1965) es una de las tres piezas teatrales que escribió. No fue demasiado adaptado para el cine, pero destacan dos filmes italianos basados en sus obras: A cada uno lo suyo (1969) de Elio Petri, interpretada por Gianmaria Volonté e Irene Papas, y Todo modo (1976).
Obras
Le favole della dittatura, Bardi, Roma 1950
La Sicilia, il suo cuore, Bardi, Roma, 1952
Pirandello e il pirandellismo, Salvatore Sciascia, Caltanissetta, 1953
Le parrocchie di Regalpetra, Laterza, Bari, 1956 e 1967
Gli zii di Sicilia, Salvatore Sciascia, Caltanissetta, 1958 y Turín, Einaudi, 1960 con L'antimonio
Il giorno della civetta, Turín, Einaudi, 1961
Il consiglio d'Egitto, Turín, Einaudi, 1963
Morte dell'Inquisitore, Laterza, Bari, 1964
L'Onorevole, Turín, Einaudi, 1965
Feste religiose in Sicilia (fotografías de Ferdinando Scianna), Bari, Leonardo da Vinci, 1965
A ciascuno il suo, Turín, Einaudi, 1966
Narratori in Sicilia (con S. Guglielmino), Milán, Mursia, 1967
Recitazione della controversia liparitana dedicata ad A.D., Turín, Einaudi, 1969
La corda pazza, Turín, Einaudi, 1970
Atti relativi alla morte di Raymond Roussel, Palermo, Esse Editrice, 1971
Il contesto, Turín, Einaudi, 1971
Il mare color del vino, Turín, Einaudi, 1973
Todo modo, Turín, Einaudi, 1974
La scomparsa di Majorana, Turín, Einaudi, 1975
Cola pesce, Emme Edizioni, 1975
I pugnalatori, Turín, Einaudi, 1976
Candido, ovvero un sogno fatto in Sicilia, Turín, Einaudi, 1977
L'affaire Moro, Palermo, Sellerio, 1978
Nero su nero, Turín, Einaudi, 1979
Dalle parti degli infedeli, Palermo, Sellerio, 1979
Il teatro della memoria, Einaudi, Torino, 1981
Conversazioni in una stanza chiusa, (con Davide Lajolo), Milán, Sperling & Kupfer, 1981
Kermesse, Palermo, Sellerio, 1982
La sentenza memorabile, Palermo, Sellerio, 1982
Cruciverba, Turín, Einaudi, 1983
Cronachette, Palermo, Sellerio, 1983
Per un ritratto dello scrittore da giovane, Palermo, Sellerio, 1985
La strega e il capitano, Milán, Bompiani, 1986
1912+1, Milán, Adelphi, 1986
Porte aperte, Milán, Adelphi, 1987
Il cavaliere e la morte, Milán, Adelphi, 1988
Ore di Spagna, Pungitopo, Marina di Patti, 1988
Alfabeto pirandelliano, Milán, Adelphi, 1989
Una storia semplice, Milán, Adelphi, 1989
Occhio di capra, Milán, Adelphi, 1990
Fatti diversi di storia letteraria e civile, Palermo, Sellerio, 1989
A futura memoria (se la memoria ha un futuro), Milán, Bompiani, 1989
Sicilia, su corazón
Como Chagall, quisiera capturar esta tierra
dentro del ojo inmóvil del buey.
No un lento carrusel de imágenes,
un halo de nostalgia: tan sólo
estas nubes coaguladas,
los cuervos que descienden lentamente,
y los rastrojos quemados, los árboles escasos
que se abren como filigranas.
Un espejo miope de pena, un destino opresivo
de lluvia: tan lejos está el verano
que extendió aquí su caliente desnudez
escamosa de luces — y tan diferente
es el anuncio del otoño,
sin las voces de la vendimia.
El silencio es voraz en las cosas.
Se quiebra, si la flauta de caña
se anima a sonar: y se esparce un profundo miedo.
Los antiguos no reían bajo esta luz,
estrangulada por la nubes, que gime
en los prados miserables, en las costas escarpadas,
en el ojo cenagoso de las fuentes;
las ninfas perseguidas
no se escondían aquí de los dioses; los árboles
no nutrían a los héroes con frutos.
Aquí Sicilia escucha su vida.
de La Sicilia, il suo cuore, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
La Sicilia, il suo cuore
Come Chagall, vorrei cogliere questa terra
dentro l’immobile occhio del bue.
Non un lento carosello di immagini,
una raggiera di nostalgie: soltanto
queste nuvole accagliate,
i corvi che discendono lenti;
e le stoppie bruciate, i radi alberi
che s’incidono come filigrane.
Un miope specchio di pena, un greve destino
di piogge: tanto lontana è l’estate
che qui distese la sua calda nudità
squamosa di luce - e tanto diverso
l’annuncio dell’autunno,
senza le voci della vendemmia.
Il silenzio è vorace sulle cose.
S’incrina, se il flauto di canna
tenta vena di suono: e una fonda paura dirama.
Gli antichi a questa luce non risero,
strozzata dalle nuvole, che geme
sui prati stenti, sui greti aspri,
nell’occhio melmoso delle fonti;
le ninfe inseguite
qui non si nascosero agli dèi; gli alberi
non nutrirono frutti agli eroi.
Qui la Sicilia ascolta la sua vita.
1
La tierra de la sal, mi tierra
que se desploma – sal y niebla –
del altiplano a un valle de arcilla;
tan pobre que basta un vendedor
de ropa usada – ríen colgados de las cuerdas
los colores de los trajes de mujer –
para celebrar una fiesta, o la tienda blanca
del vendedor de turrón.
La sal en la llaga, estas piedras
blancas que se amontonan
junto a las vías – el viajero
alza los ojos del periódico, pregunta
el nombre del lugar – y luego en largos convoyes
y bajan hasta las barcas de Porto Empedocle;
la sal de la tierra – “y si la sal
se vuelve sosa,
¿con qué le daréis sabor?”
(¿Y si se vuelve muerte,
llanto de mujeres de negro en las calles,
hambre en los ojos de los niños?)
Versión © Gerardo Gambolini
(consulente linguistico: J. Aulicino)
1
Il paese del sale, il mio paese
che frana - sale e nebbia -
dall’altipiano a una valle di crete;
così povero che basta un venditore
d’abiti smessi - ridono appesi alle corde
i colori delle vesti femminili -
a far festa, o la tenda bianca
del venditore di torrone.
Il sale sulla piaga, queste pietre
bianche che s’ammucchiano
lungo i binari - il viaggiatore
alza gli occhi dal giornale, chiede
il nome del paese - e poi in lunghi convogli e
scendono alle navi di Porto Empedocle;
il sale della terra - “e se il sale
diventa insipido
come gli si renderà il sapore?”
(E se diventa morte,
pianto di donne nere nelle strade,
fame negli occhi dei bambini?).
2
Este es el frío que los viejos
dicen que se mete en las astas del buey;
que desangra el bronce de las campanas,
las hace sonar opacas como cántaros de arcilla.
Hay nieve en los montes de Cammarata;
en un tiempo, había canciones festivas
para saludar a esa nieve lejana.
Los chicos pobres se juntan silenciosos
en las gradas de la escuela, esperan
que se abra la puerta: amontonados y ateridos
como gorriones, mordisquean el pan negro,
muerden apenas la sardina irisada
de sal y escamas. Otros chicos
se mantienen algo aparte, encerrados
en el capullo caliente de los echarpes.
Versión © Gerardo Gambolini
(consulente linguistico: J. Aulicino)
2
Questo è il freddo che i vecchi
dicono s’infila dentro le corna del bue;
che svena il bronzo delle campane,
le fa opache nel suono come brocche di creta.
C’è la neve sui monti di Cammarata,
a salutare questa neve lontana
c’erano un tempo festose cantilene.
I bambini poveri si raccolgono silenziosi
sui gradini della scuola, aspettano
che la porta si apra: fitti e intirizziti
come passeri, addentano il pane nero,
mordono appena la sarda iridata
di sale e squame. Altri bambini
stanno un po’ in disparte, chiusi
nel bozzolo caldo delle sciarpe.
A una tierra abandonada
Es sosiego para mí el recuerdo de tus días grises,
de tus viejas casas que asfixian las calles,
de la plaza grande llena de hombres de negro silenciosos.
Estre estos hombres aprendí leyendas dolorosas
de tierra y de azufre, oscuras historias arrancadas
por la trágica luz blanca del acetileno.
Y el acetileno de la luna en las noches calmas,
en la plaza, las iglesias enlutadas de sombra;
y sordo el paso de los mineros de azufre, como si las calles
cubrieran tumbas huecas, profundos lugares de muerte.
Al alba, el cielo como un frío témpano de plata
todo vibrante con las primeras voces; las casas congeladas:
en todas partes la pena de una fiesta terminada.
Y los ocasos entre los sauces, el largo silbido de los trenes;
el día que se marchita como un geranio rojo
en las mujeres asomadas en la proa aerea de la avenida.
Una nave de melancolía abría para mí velas de oro,
piedad y amor hallaban antiguas palabras.
Versión © Gerardo Gambolini
(consulente linguistico: J. Aulicino)
Ad un paese lasciato
Mi è riposo il ricordo dei tuoi giorni grigi,
delle tue vecchie case che strozzano strade,
della piazza grande piena di silenziosi uomini neri.
Tra questi uomini ho appreso grevi leggende
di terra e di zolfo, oscure storie squarciate
dalla tragica luce bianca dell’acetilene.
E’ l’acetilene della luna nelle notti calme,
nella piazza le chiese ingramagliate d’ombra;
e cupo il passo degli zolfatari, come se le strade
coprissero cavi sepolcri, profondi luoghi di morte.
Nell’alba, il cielo come un freddo timpano d’argento
a lungo vibrante delle prime voci; le case assiderate;
in ogni luogo la pena di una festa disfatta.
E i tramonti tra i salici, il fischio lungo dei treni;
il giorno che appassiva come un rosso geranio
nelle donne affacciate alla prora aerea del viale.
Una nave di malinconia apriva per me vele d’oro,
pietà ed amore trovavano antiche parole.
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