Jorge Charpentier nació en Costa Rica en 1933. Cursó la Licenciatura y el Doctorado en Filosofía en la Universidad de Madrid, en la cual se doctoró en 1962. Fue profesor de filosofía en la Escuela Normal de Heredia y de Castellano en los Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica; presidente del Ateneo Universitario, y vicepresidente de la Sociedad de Autores Costarricenses.
Ha publicado en España tres libros de poesía: Diferente al abismo (poesía, Ed. Paraninfo, 1955); Poemas para dormir a un niño blanco que dijo que no (poesía, Ed. Baladre, 1959); Después de la memoria y lo posible (poesía, 1961).
Sus obras: Rítmico salitre (poesía, Editorial Costa Rica, 1968); La tercera alegría (poesía, EUNA, 1977); Poemas de la respuesta (poesía, Editorial Costa Rica, 1977); Donde duerme la mariposa (poesía, Mesén Editores, Ltda. 1981); Tú tan llena de mar y yo con un velero (poesía, Editorial Costa Rica, 1984); Arrodillar la noche (poesía, EUNA, 1988); Cómplice del alba (poesía, Ed. Mesén Editores, 1991); No preguntes la noche (poesía, Ed. Unesco, 1995); El abuelo en el espejo (poesía, Editorial Costa Rica, 1997); La Pasión Inconclusa (poesía, Editorial Costa Rica, 1999); El aroma de la rosa, no consiste en la rosa (poesía, EUNA 2000).
Entre los reconocimientos que mereció destacan: Rítmico Salitre (Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Poesía 1968. Primera Mención Honorífica de los Juegos Florales Centroamericanos Enrique Echandi, Costa Rica , 1966); Poemas de la respuesta (Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Poesía 1977.) La tercera alegría (Primera Mención Honorífica en el Premio Una- Palabra 1987, convocado por la Universidad Nacional.) No preguntes la noche (Premio Nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría 1995.) El abuelo en el espejo (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Lilia Ramos 1997, IBBY, Costa Rica.) Lista de Honor Mundial de Ibby 1998. Premio Nacional de Cultura Magón, 1997. Premio Lámpara Dorada 2001, Colegio Internacional Canadiense “por su destacada labor en la literatura costarricense”. Publicación de poesía musicalizada por Editus. CD – Homenaje a los Premios Magón – MCJD 2003.
La pasión inconclusa, en Jorge Charpentier
Carlos Francisco Monge
Nuestras historias literarias están llenas de observaciones en torno a los escritores y sus obras individuales. Pocas veces se encuentran reflexiones sobre los grupos generacionales, y menos aún con las razones que han definido su existencia. Apenas rebasada la primera mitad de nuestro siglo, un grupo de muchachos comenzó a publicar sus poemas, y al poco tiempo media docena de sus libros le daban una nueva fisonomía a la lírica costarricense. En 1953 Mario Picado y Carlos Rafael Duverrán dieron a conocer sus poemas en sendas publicaciones, y algún tiempo después lo hicieron Ana Antillón, Virginia Grütter, Raúl Morales y Jorge Charpentier; y esa obra empezó a despertar el interés.
El origen de aquella actividad podría atribuirse a dos causas: por un lado, a la urgencia de darle un nuevo rumbo a nuestro acontecer histórico; por otro, a la modernización del discurso lírico, iniciada varios años antes. No obstante, una paradoja rodeó a esos poetas: nunca se llegó a una sistemática labor de grupo. Se trabajó más por instinto que por convicción artística, y fueron realmente pocos sus contactos e intercambios. Los poemas de Jorge Charpentier se incorporaron a ese quehacer, y su trayectoria artística ha sido, con los años, la que ha sido fiel a aquellas tentativas iniciales.
Quizá lo que mejor pudo definir las primeras actividades de ese grupo fue la estética del solipsismo. En sus poemas reconocían la separación radical entre la verdad interior y el universo histórico, y aunque esta idea fue evolucionando con los años, en esa primera época tal traducción de la realidad era dominante. Todos acudieron a algunos procedimientos retóricos que oscurecieron y retorcieron la expresión de sus vivencias. Las consecuencias fueron diversas, entre las que se destaca una: la idea del poema como lugar donde se encuentran el lenguaje y la imprecisión cognoscitiva.
Uno de esos frecuentes temas lo ha desarrollado con amplitud la poesía de Charpentier: la conciencia de la soledad y la incomunicabilidad, de la que en diversos grados participan los poemas de Ricardo Ulloa Barrenechea, Mario Picado, Ana Antillón o Carlos Rafael Duverrán. Rítmico salitre y los Poemas de la respuesta son un testimonio de esa certidumbre. No menos importante ha sido el reconocimiento de la introspección como límite ontológico, que ha llevado a un intento de apertura; entre ambos polos se ha desplegado casi toda la obra de Charpentier, y la de una vertiente de la poesía de Costa Rica. La palabra adquirió rasgos nuevos después, en especial con la propuesta ética y literaria de Jorge Debravo; es decir, de una nueva generación.
Charpentier ha escrito desde una estética que pugna por darles forma a dos obsesiones complementarias: la transmutación retórica y la expresión de una cosmovisión egotista. En otra parte sostenía que la ideología del solipsismo empezó a tomar forma gracias a la retórica que propiciaba el surrealismo. La sensibilidad de nuestros poetas halló correspondencia entre sus pasiones o ideas y los postulados éticos que dieron origen a aquel movimiento; y aunque éste no echó raíces en nuestros suelos, tuvo su mejor momento en la obra de esos escritores, y Jorge Charpentier ha sido quien ha conservado esa interpretación de la realidad. Los años han vuelto irreconocibles los proyectos iniciales del grupo, y más bien se han dispersado en una doble sucesión: aquella ideología del solipsismo (y su ejercicio literario) la abandonaron en forma paulatina Mario Picado y Carlos Rafael Duverrán; la continuaron Charpentier, Ulloa Barrenechea y otros más jóvenes.
Este breve libro de poemas, Tú tan llena de mar y yo con un velero obedece a una metáfora que marca toda la poesía de su autor, y es la que mejor configura la cosmovisión descrita: el mar como extensión inabarcable que da conciencia de la pequeñez y el abandono. Esta idea cobró existencia en un libro previo, Rítmico salitre (1967). Las analogías son muchas, y estos poemas buscan la consolidación de esa certidumbre y la afirmación de una moral: sus cuatro secciones le dan al ser una doble condición: por un lado, la conciencia de la soledad; por otro, alcanzar la comunicación, la búsqueda del otro. Entre ambos extremos se puebla de sentidos la palabra: la exhortación al amor; las circunstancias del amor, es decir, la recreación ontológica de los amantes; la traducción metafórica del abandono; y la analogía que identifica mundo interior y mundo exterior.
La razón de ser de estos poemas se relaciona con las prácticas literarias que entre gesticulaciones y milagros han crecido en Costa Rica. Nos hemos habituado a ver esto como un fenómeno retórico, pero la naturaleza de las aventuras literarias muestra relaciones históricas, y una siempre cambiante conciencia de la realidad. Tú tan llena de mar… no pretende resolver las contradicciones, sino adoptarlas como tarea y como ejercicio. La idea de la comunicación como insistencia temática busca interpretar, en medio de un complejo sistema metafórico las relaciones entre el escritor y la sociedad.
El tema de la vida entre los amantes es apenas un punto de partida; más importante es la médula ideológica que precede los poemas de esa tradición en la poesía de Costa Rica. Nuestras sociedades contemporáneas obligan al artista a buscar reconocimiento, y con mucha frecuencia esto conduce a la literatura del yo. Los poemas de Tú tan llena de mar… abarcan distintos momentos y versiones de esta concepción de la vida: la indecisión ontológica; el dejo narcisista; la certeza de hallar una respuesta en los caminos del sueño; la moral del desengaño; la impugnación; el radicalismo atrofiado. Su tema es la experiencia artística, porque cada poema revela una perspectiva del mundo que pone en comunicación dos realidades: nuestra historia social y la vida de un escritor. El mar y el poeta.
IV
No te me mueras pronto.
Con quién tendría el amor de las palabras?
Con quién hacer la historia de mis dedos?
Con quién dejar el sueño vespertino
cuando la tarde moja acalorada
tu frente en mi mejilla?
A quién decir
la dulce geografía de la luz apagada?
A quién helar de luz
en el cielo del invierno?
Falta le harás a mi garganta
para nombrarte en diálogo.
Si te me mueres pronto,
con quién destruyo el tiempo
hasta encontrarte?
VIII
Y ahora, alerta, amor, alegre, toma tu azada,
recoge poco a poco el ruido de la mies en los graneros,
y deja que se pueblen las flores de casas y caminos.
Unos querían cama de mar y techo de montaña.
Querían la casa de madera y sal
y rocas asomando en la ventana.
Otros querían empezar desde la tarde,
construir las puertas con espuma,
beber el vino en cerrados peces como copas.
Pero yo no quise tanto.
Pedí sólo no talar el árbol,
ni el techo transparente de la flor extendida
que es el mar.
No pedí descansar sobre la vida
como sobre el pecho de una madre inmensa.
Pedí ser madre para parir la vida
y no descansar de tal hija luminosa.
Como un filo extendí una mano
para cortar campanas a mitad de sonido
y beber la copa de mi vino.
Como nadie llegó todo me lo di.
Como sólo pedí de la vida otra vida
he ido creciendo hacia muchos horizontes subterráneos.
Allí te hallaré, copa de pez,
roca disminuida hasta campana, amor,
que como nadie me dio yo me daré.
(de 'No preguntes la noche')
PRESAGIO CON ÁRBOL
Hoy no ando de suerte,
un pájaro extraño como una servilleta
se me prendió a las manos
y empezó a cantar
dedo con dedo.
Hoy no estoy para naipes.
Se me ocurrió entrar al parque
y un ángel verde me cayó en la manga
mientras leía los libros que hacen agua.
Hoy, como si maleficio se pusiera
en mi tomar el desayuno,
el cigarrillo se abrió de par en par
humedecido.
A quién echar la culpa
si los sueños
fueron brujos inmediatos agoreros
advirtiéndole al alma
no salir de casa.
Hoy no ando de amatista
que proteja mi luna.
Amanecí apagado
poblado de noviembre
y llueve sobre el aire.
Hoy no ando
para preguntas tuyas
de cuál va a ser tu destino
si no me alejara.
Amanecí con cuervos azules
que me avisan dejarte.
EPÍLOGO
Siempre al final del desahogo sórdido
me quedo tendido en forma de esqueleto sobre una mesa de mimbre.
Y cuando oigo hervir a lo lejos alguna voz conocida que me llama,
a mí, a mi esqueleto, a mi soledad sin hormiguero,
busco cosas que ofrecerle: aros de pan,
alimentos cohibidos como el amor,
odios destilados en los tímpanos.
Salgo a la noche y grito a los pies mi calor nuevo,
tiento el espacio imaginario de la voz y mi crujido.
En la calle me conocen la nieve y mi escondido vientre,
la hormiga y mi viejo animal cogido a las espaldas.
Entonces aturdo mis anímicos esquemas
y acuerdo consolarme dando un nombre a mi esqueleto,
que suene como un bélico andamiaje,
que llene sus vacíos de dulzura
y se quede aquí conmigo, tan yo mismo,
en la mesa mimbre y rota que madruga.
NO TE ME MUERAS PRONTO
No te me mueras pronto.
¿Con quién tendría el amor de las palabras?
¿Con quién hacer la historia de mis dedos?
¿Con quién dejar el sueño vespertino
cuando la tarde moja acalorada
tu frente en mi mejilla?
¿A quién decir
la dulce geografía de la luz apagada?
¿A quién helar de luz
en el cielo del invierno?
Falta le harás a mi garganta
para nombrarte en diálogo.
¿Si te me mueres pronto,
con quién destruyo el tiempo?
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