martes, 9 de noviembre de 2010

1782.- MARÍA TERESA CERVANTES


María Teresa Cervantes, poeta española nacida en Cartagena (Murcia) en 1931.
En 1961 algunas de sus obras fueron traducidas al árabe por el poeta marroquí Mohammad Sabbag. En 1966 fundó en Cartagena la revista de poesía Títiro canta. En 1969 se diplomó en Literatura Francesa en la Universidad de la Sorbona (París). Desde 1971 a 1995 impartió en Bonn clases de lengua y cultura españolas a hijos de emigrantes españoles.
Parte de su obra fue incluida en la Antología de poesía femenina española (Editorial Bruguera, Barcelona, 1975), realizada por Carmen Conde. En 1997 escribió, al margen de su obra poética, una semblanza biográfica de Salvador Reverte (Cartagena, 1997). Traducida al alemán por el escritor Herbert Becher, su poesía fue publicada en Die Brücke e. V. en Saarbrücken (Alemania, 2000-2005).

En 2003, tras muchos años entre Alemania y Francia, regresó definitivamente a España, a Cartagena. Está incluida en el libro En voz alta (las poetas de las generaciones de los 50 y los 70), antología realizada por Sharon Keefe Ugalde, profesora de la Universidad de San Marcos de Texas (Estados Unidos de América) y publicada en España por Ediciones Hiperión, Madrid, 2007. En 2008 la Asociación Cultural Diván (Los Dolores, Cartagena) ha incluido a Mª Teresa Cervantes entre los poetas homenajeados en el libro colectivo 4 y Cantares conversan.1
Obra poética

Ventana de amanecer. Cartagena, 1954.
La estrella en el agua. Athenas, Cartagena, 1962.
Lluvia reciente. Baladre, Cartagena, 1966.
El viento. Ed. Levante, Cartagena, 1982.
A orillas del Rhin. Bonn, 1985.
Edificio póstumo. Ed. Torremozas, Madrid, 1988.
El bostezo del león. Ed. Torremozas, Madrid, 1989.
Sin testigos. Ed. Torremozas, Madrid, 1990.
El desierto. Fundación Emma Egea, Cartagena, 1994.
El tiempo es todo mío, Antología. Ed. Vitruvio, Madrid, 2006.
Nubes de otoño. Milán (Italia), 2007.
Chopin nocturno. Editora Regional de Murcia, 2007.
La palidez del eco. Huerga & Fierro, Madrid, 2007.
Obra ensayística
Salvador Reverte, Semblanza biográfica. Cartagena, 1997.
Con la presencia y la figura (biografía del escultor Antonio Campillo). Dentro del volumen colectivo Antonio Campillo (Región de Murcia, Ayto. de Murcia, CAM, 2009).




De 'Ventana de amanecer' (1954)

Por las estrechas calles de mi barrio
pasa un dulce rumor de voces tiernas
y en grupos bulliciosos ríen y cantan
las niñas de la escuela.

Yo recuerdo mi infancia con ternura:
aquella infancia de alegrías llena,
y he vivido el milagro de sentirme
saliendo de la escuela.

Oh estampa de este libro de mi vida,
ya de tristeza y desengaños llena,
que hace resucitar mis alegrías
al sentirme saliendo de la escuela.







De 'La estrella en el agua' (1962)

Se ha copiado la noche en tus ojos
y tu voz se ha apagado en tus labios.

Un lucero te besa la cara
y en la sombra pareces más alto.
Qué riqueza me das en mis sueños
cuando sueño contigo, mi amado.







De 'Lluvia reciente' (1966)

Voy bebiendo en el eco de las hojas,
a la vuelta de ti, de mí, de ellos.
De rama en rama voy tras de la vida,
de rama en rama interminablemente.

Cuánta luz sepultada,
cuánta caricia errante,
qué humedad en la noche y en la sangre.

Sólo tres pasos:
Esbelta en tu sonrisa,
ausente de las nubes,
y tierna
entre los brazos del hombre que me espera.

Soy mujer,
mis ojos me denuncian.

Yo no sé
en que trino,
en que tronco,
indolente me rindo.






De 'El viento' (1982)

Me duelo en la palabra que construyo,
me ahondo y me oscurezco en cada paso,
me derrumbo en el viento y me edifico,
me lloro de saberme caminando.

Por las noches me extraigo del soñar,
silabeo en un viejo diccionario,
espero la llegada de otro día,
me inspiro en la sonrisa de un clochard.

Me siento en el Pont Neuf , para abstraerme
de los días sin tacto que me cercan.
Y recuerdo aquel llanto de Vallejo,
del maestro Vallejo,
y su muerte en París con aguacero.

Ay, qué hundimiento, qué agobio
me penetra en los huesos.

Hoy he cumplido años tristemente
sobre este Puente Nuevo;
hoy he tirado al agua una a una
treinta y dos hebras blancas de mi pelo.

Y he seguido mi paso,
encogida de hombros más que nunca.






De 'A orillas del Rhin' (1985)

Vivo inmersiones extrañas,
regresos,
despedidas.

El faro se ha encogido desde su luz más alta.

Me he visto desde el mar, disminuida,
doliéndome en el parto de mi madre.

Voy a cumplir 50. Ya son años
arrastrando mis ojos y mi pelo.
Mas me busco en los ecos que me fueron
formando.

Pulso el timbre con fuerza para saber si estoy.







De 'Edificio póstumo' (1988)

Mi breve oscurecer

La página que vivo,
la que la gente comentó a su paso,
la que indolente me tocó en el juego.

El peso de la vida,
la sombra de la muerte,
mi breve oscurecer en el espejo.







De 'Sin testigos' (1990)

Murió la dama en negro

Murió la dama en negro,
la del sombrero ancho y pluma verde.
-Acuérdate de mí, me llamo Elsa.
Soy tranquila, coqueta, me gusta enamorarme.
No creo en paraísos,
en mundos diferentes.
Quiero seguir viviendo,
amo la tierra que piso.







De 'La palidez del eco' (2007)

Aún recuerdo aquel hombre en negro y gris,
de cuidada apariencia, parco en sílabas.
Componía odas sáficas y, más tarde, supe
que luchaba laboriosamente con la métrica.
Era silencioso desde un extremo al otro de la vida,
le gustaba asomarse a ver la lluvia.
Apenas se ocupaba de la hora que era
y caminaba solo a través de la noche.






He escuchado tu voz

Para Antonio Marín Albalate, por tantas horas compartidas

Para crear una presencia amiga
has podido arriesgar hasta la duda,
tu amor -una estación de otoño-,
la vaga realidad de la emoción primera.

Antonio, tú, en silencio invocando belleza,
incendias una estrella de pasión solitaria,
mientras el aire tañe un llanto, una plegaria,
un cuerpo, una caricia.

He escuchado tu voz, tu oscura voz,
la peligrosa magia de las nínfulas,
hasta encender la imagen, la criatura
que, levantando un muro de palabras,
mitifique el jardín bajo el sol de la tarde.
Tu voz que, hasta en su fondo, se convierte en la rosa,
juguete de las sombras; pasión, carne, poema,
y regresa doliente sin pronunciar palabra.

Amó -dirán-, los años frustraron el rescoldo
de su pasión.
La sensación de culpa, la tristeza,
los remos olvidados como un sordo dolor;
la nave, mar adentro, a la deriva.

Soltaste las amarras, te alejaste:
un ritual sagrado, un toque de inquietud;
la duda en altamar, el sueño hecho ceniza.
Lo mismo que las olas, ascendiendo,
huyendo gaviotas las horas circulares.
También allí encontraste la distancia,
la música que fulge en el silencio,
misteriosa y gimiente.

Abre fuerte los ojos, el mañana no espera;
el aire de la noche nos penetra la vida
en busca de quietud, de paz, de un aire limpio.

Tal parece, los días
van volviendo a su ritmo, volviendo al lento ayer:
la aventura, la fiebre de los siglos,
las noches calcinadas con viento, tierra y fuego,
los altos ventanales de los sueños.

Hasta que un día llegaste
a medir el tamaño de la angustia
en un lento silencio de hojas muertas
de un otoño cansado jadeando entre dientes.






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