Juan San Martín Ortiz de Zárate
Juan San Martín, Eibar 1922 - Hondarribia 2005
Juan San Martín nació Eibar el 23 de junio del año 1922. En su extensa biografía cabe destacar su nombramiento como académico de la Real Academia de la Lengua Vasca el 18 de diciembre de 1964 en la que realizó un ingente trabajo y ocupó diferentes cargos. Primer Ararteko de la Comunidad Autónoma Vasca (nombrado en el año 1989) fue el Presidente del Instituto Europeo del Ombusdman durante el período 1994-1995. Editor, traductor, poeta, montañero, experto en Bellas Artes, autor de cantidad de publicaciones....
Trabajador infatigable, Juan San Martín, "Juanito", es uno de los hombres más destacados del País Vasco en el ámbito de la cultura y el euskara.
Falleció en Hondarribia, el día 30 de mayo de 2005.
En la cultura vasca contemporánea, Juan San Martín (Eibar, 1922 - Hondarribia, 2005) es conocido por sus múltiples actividades, que inicia en su juventud y extiende a nuestros días. No hubo jornada cultural, semana cultural o artística, donde no se sintiera la presencia y colaboración activa de San Martín. Ha sido la suya una vida de entrega sin concesiones a la cultura vasca, desde una concepción abierta de la vida y la historia. El escritor era requerido para dar conferencias a lo largo y ancho del País Vasco, bien fueran sus intervenciones sobre literatura, lengua, arte, etnografía, cultura popular. Esa dedicación múltiple, rigurosa y generosa, le valió la consideración y el aprecio de importantes personajes, como Barandiarán, Caro Baroja, Mitxelena, Oteiza o Luis Villasante, entre otros, con quienes trabajó y colaboró en múltiples programas culturales. Tuvo el mismo afecto y consideración de otro prohombre, Toribio Etxeberria, su paisano, quien, en aprecio de su personalidad cultural y humana, dedicó a San Martín el poema “Stonehengwko zabalian” (“Obertura de Stonehengw”), en su libro Ibiltaritxanak (Poemas del camino).
Dedicado con el mismo entusiasmo a la fotografía que a la investigación histórica, o a la tarea de académico de la Lengua Vasca, San Martín ha sido el responsable durante varios años de la edición de la revista “Egan” (1983–1989), secretario de Euskaltzaindia (1967–1978) y vicepresidente de la misma institución en este último año. También ha intervenido con el mismo entusiasmo en las campañas de alfabetización, de las que fue uno de sus principales promotores, como lo fuera de la creación de ikastolas.
Pero si todas esas tareas son ciertas, aunque no sean todas las que realmente ha realizado, a San Martín, prologuista de múltiples libros de cultura vasca, hoy se le conoce como poeta, como constructor de una línea lírica que, superando el realismo de su época, y sin desdeñar la intimidad, compone versos de tono existencial, lo que le vale el aplauso de su amigo Aresti, de Mikel Zárate y de Oteiza, entre otros. San Martín no sólo es el prologuista del más importante libro de Aresti, Harri eta Herri (1964), sino el hombre a quien Aresti sometía a criterio cuanto había de publicar. San Martín ha sido también introductor, como traductor al euskera y divulgador de muchos poetas universales. Junto con Aresti, Joxe Azurmendi y Mikel Lasa, este ilustre eibartarra representa en aquellos años de la década de los sesenta las voces de los poetas que ponen el euskara en la modernidad lírica, superando, aunque reconociendo, las enseñanzas de la tradición literaria inmediata, que representaban Lauaxeta, Lizardi, Salbatore Mitxelena, Mirande u Orixe, pero contemplando, también, las poéticas de Otero y Celaya.
En 1998, la Universidad del País Vasco editó su libro Giro Gori -Tiempo ardiente, que recoge su andadura poética completa (1954-1977), tiempo que explica un ciclo creativo, y da paso a otro de más presencia pública de San Martín. En sus poemas se advertirá las gamas de su múltiple expresión lírica, y otros sentimientos y actitudes, como el sentido del humor, que revelan algunas composiciones de los años sesenta, fundamentalmente las dedicadas a la unificación de la lengua. Hombre conciliador, ha participado a su vez en funciones públicas. En 1978 es nombrado director general de Cultura en el Consejo General del País Vasco, y participa como tal en una tarea de asesoramiento, conservación y defensa del patrimonio artístico vasco.
En 1989 fue nombrado primer Ararteko, cargo en el que ha desplegado una intensa tarea social y cultural, a su vez, publicando libros, prospectos y haciendo informes en los que priva su sentido universal de la cultura y su afecto inconfundible por el País Vasco. San Martín es miembro de diversas instituciones culturales, como la Sociedad de Estudios Vascos, R.S.B.A.P., Sociedad Aranzadi y miembro de honor, como fundador, de Euskal Idazleen Elkartea (EIE), y Euskal Itzultzaileen Elkartea (EIZEI). Fue colaborador y miembro de la dirección de Eusko-Bibliographia, bajo la dirección de Jon Bilbao. Como Ararteko fue nombrado a su vez presidente del Instituto Europeo del Ombudsman (1994–1995).
Profesionalmente ejerció en diversas especialidades industriales en su Eibar natal y más tarde prestó sus servicios en empresas de importación de maquinaria. Su afición a la lectura desde la niñez ha constituido la base de su formación autodidacta.
Su vocación deportiva ha sido el montañismo, que lo ha practicado en todas sus modalidades. Fue monitor de la Escuela de Escalada y Alta Montaña. Basta decir que ascendió al Naranjo de Bulnes por tres vías distintas, además de abrir nuevas vías en algunas cumbres del Pirineo, recorrió prácticamente todo el macizo de Picos de Europa, Gredos y la cordillera pirenaica y gran parte de los Alpes. Participó en las expediciones espeleológicas a la sima de San Martín en Larra. En las publicaciones “Pyrenaica” y “Munibe” se recogen muchos relatos sobre dichas actividades y, por su historial, la Federación de Montañismo le condecoró con la medalla de plata al mérito deportivo.
Durante años publicó artículos de difusión cultural y crítica en diversas publicaciones periódicas, como la sección semanal bilingüe en el periódico “Hoja del lunes”, de Donostia. En sus correrías ha mostrado gran inquietud por las artes y la etnografía; de hecho ha descubierto diversos yacimientos prehistóricos (recientemente, en Hondarribia), identificado obras de arte, pero al mismo tiempo se ha preocupado en recoger cantares populares y trabajos artesanales.
Elegia a Xabier Etxebarrieta
Queremos guardar lo antiguo
La vieja ley nuestra,
Si el Vasconia ha de tener
futuro como pueblo.
Se llamaba Xabier,
Nombre verdadero,
Recordad, hermanos,
que murió por Euskadi.
Muerte de Benta-Haundi,
Ha traído venganzas,
Porque han matado sin piedad al hermano Etxebarrieta.
Vestido de ideas nobles,
Ofreció su vida:
Déle el Señor de los cielos la justicia que no encontró en la tierra.
Callados están los vascos.
No vayan luego a llorar:
Mientras dure su recuerdo habrá esperanza para Euskadi.
Eresia, Xabier Etxebarrietari
Gorde nahi dugu lehengoa
Lege-zaharra hemengoa,
Euskal Herriak izangobadu herri bezala geroa.
Xabier zuen izena
Egiazkoa izana
Oroit zaitezte anaiguztiok Euskadigatik hil zena.
Benta-haundiko hilketa
Dago mendekuz beteta,
Erruki gabe hil dutelakoanai Etxebarrieta.
Idea garbiz jantzia
Eskaini zuen bizia:
Jaun zerukoak emandagiola hemen ez den justizia
Euskal semeok isilik!
Ez gero egin nigarrik!
Haren gogoa bizi denarte esperantza du Euskadik.
La poesía habitada
(Tiempo de hombre en la lírica de Juan San Martín)
(Félix Maraña)
Poéticamente habita el hombre
Friedrich Hölderlin
La poesía de Juan San Martín (1922-2005) se cubre toda ella de una respirada emoción, en la que reluce la humanidad del poeta, hecho de un corazón infinito, poblado de razón y entendimiento del mundo. Aunque no es abundante su obra poética, sí representa un empeño constante de su autor, desde sus primeros versos de 1954 hasta el último poema, escrito en 1977. Toda su obra está recogida en el volumen Giro gori (Tiempo ardiente), edición bilingüe publicada en la colección Poesía Vasca, Hoy (Gaur egungo Euskal poesia), de la Universidad del País Vasco en 1998. La agrupación editorial de su poesía fue una de las mayores satisfacciones del escritor, tras su paso por la función pública como primer Ararteko. Renovado encuentro de San Martín con la poética que fue creando a lo largo del tiempo como una invocación de la libertad y que, paradójicamente, dejó de escribir formalmente en 1977, cuando se aventaban nuevos aires. Pero si dejó de escribir poesía, nunca vivió fuera de su condición de poeta. Habitó la poesía como vivencia adherida a todo su ser.
San Martín escribió toda su obra en euskera, comenzando su andadura con unos poemas de corte e intención popular, pues desde muy joven vio en los ritmos y tonos del bertsolarismo una singularidad poética sugerente. Firmaba entonces su poemas con el seudónimo de Otsalar, y pronto advirtieron algunos, caso de Gabriel Aresti, la entidad de los mismos. Así, en 1960, Aresti, que desconocía que detrás de ese nombre estaba su amigo, celebra en la revista Egan la aparición de algunos poemas de San Martín publicados en Olerti, editada en Larrea (Bizkaia), con estas palabras: “Otsalar hace cosas profundas y atrevidas, es enérgico, comprensible, inteligente, poeta de amplios horizontes, la más elevada poesía se remansa en él… Éste, ese Otsalar, en lo fundamental, no puede ser mejor”.
La poesía extendida
Pero si hemos dicho que la poesía de San Martín no es abundante, debemos señalar que su fervor poético rebosaba. Para el entendimiento de esta conducta, hay que ver la forma en que, en tantas publicaciones, ofreció comentarios, poemas traducidos, noticia de libros de poesía, en el propósito de difundir la obra de los demás como si en ello estuviera su profesión poética. Y lo estaba. En revistas como Eibar, por caso, cuya función y objeto no era precisamente la poesía, San Martín habla de los poetas, escribe sobre Aresti, Blas de Otero, reseña los libros de Gabriel Celaya. Siempre se consideró más lector que creador de poesía y de ahí se desprende su ilusión por traducir al euskera a tantos poetas de la literatura universal. De 1959 a 1984 dio a conocer traducciones al euskera de poetas como Sidney Keyes, Magali Hello, Tomás Meabe, Rilke, Lorca, Dionisio Ridruejo, Jacinto Verdaguer, Pasternak, Karel Toman, Juan Ramón Jiménez, Shakespeare, Bertolt Brecht o Salvador Espriú, entre otros.
El repertorio nos da idea del amplio conocimiento de la literatura de nuestro poeta. San Martín se dedicó pronto a extender el conocimiento de la poesía vasca. Así, en 1969 publicó en San Sebastián un libro primoroso: Uhin berri (Antología de la poesía joven, 1964-1969). Un año antes, había dado a conocer a su vez el primer diccionario de autores, en Escritores euskéricos (Bilbao, 1968), que certifica el censo amoroso con que el poeta seguía y reconocía a todos los escritores, una fe de vida que nadie había hecho hasta entonces. A ello hay que añadir las críticas y estudios que realizó en el tiempo, sobre la mayoría de los poetas citados anteriormente. Pero también son agudos y penetrantes sus consideraciones sobre la poesía de Antonio Machado, Rafael Alberti, Bitoriano Gandiaga, Jon Mirande, Vicente Aleixandre, Salbatore Mitxelena, Mikel Zárate, Jokin Zaitegi –a quien atendió amorosamente en el lecho mortuorio–, Celso Emilio Ferreiro, Juan Mari Lekuona, Inazio Goikoetxea –Gaztelu, quien fue el primer traductor al castellano de una parte de la poesía de San Martín, aparecida en la Enciclopedia Auñamendi–, el ya citado Lizardi, y tantos. Aresti, sabedor del alto criterio poético de San Martín, le pidió el prólogo para su libro más señalado, Harri eta Herri (1964). Como Aresti, Oteiza se apercibió pronto del valor de aquella poesía de San Martín, y propuso la publicación de una antología de nueva poesía, con Aresti, San Martín, Mikel Lasa y Joxe Azurmendi.
Quede también, como mérito y entendimiento de lo poético en San Martín, entre otros muchos, el hecho de haber sido el promotor y único defensor de la obra de Luis Álvarez Piñer, a quien le concedieron el Premio Nacional de Poesía, a propuesta personal del escritor vasco, con tal fervor que logró que fuera aceptada por el resto del tribunal su candidatura.
Introducción al mundo
¿De dónde la venía a Otsalar aquel afecto por la poesía y los poetas, su criterio formado sobre la consideración de sus poéticas? Otsalar escribe, mediados los años cincuenta del siglo XX, poemas de corte existencialista, un adelantado a su tiempo. Ya hemos dicho que San Martín siempre se consideró un hombre lleno de curiosidad, por tanto, un lector que recorrió pronto la poesía del tiempo. El poeta aparece como el niño que no comprende el dolor del mundo, el desamor de la tierra. Su inquietud se dirige al pensamiento, a la conquista de alguna respuesta para las grandes cuestiones de la existencia. No en balde comenzó su andadura por Sorën Kierkegard y Unamuno. Aunque, si sus primeros poemas expresan la ansiedad por la conocimiento del universo y sus leyes, pronto hará un conjunto de poemas amorosos, en los que traslucen notas simbólicas, y el derrame de su sensibilidad primordial.
Posiblemente ningún poema nos diga tanto de la cosmogonía del poeta, su visión del mundo, que el titulado “Siete sellos tengo” (1954), como vemos en algunos de sus versos:
Voy de mi pueblo al mundo,
sin renegar de nada ni nadie,
miro a la humanidad, atento y con cuidado.
Aquí no sobra ninguno;
quien nace se merece la vida.
…
Mi corazón está con el hombre,
me inquieto fraternalmente
al escuchar la llamada:
“da y extiende tu fruto por el mundo”.
Es el necesario punto de partida.
Como hombre que soy,
dudas y desvelos
me llevan con inquietud
a la esencia de la Naturaleza:
tengo un ser trasplantado en el fondo de mi corazón.
Todas las dudas existenciales se aprecian en poemas como “Dolor de la nada” (1959), “Unamuno” (1959), “A Unamuno” (1964), “Buscando la luz” (1961). En este vemos:
Recién salido de la Edad de Piedra,
lleva el alma cargada de dudas.
Buscando la luz
caminan cuatro Quijotes,
antes de llegar a la frontera de la verdad
los atrapa la negra noche.
Negación:
lleva la muerte a cuestas.
Angustia:
el futuro viene con las manos vacías.
No hay fe
que no se haya vuelto mito.
Hay que seguir y seguir,
cruzar el camino de la luz.
En el mismo entendimiento existencialista, se expresa en un soneto –son varios los poemas en que San Martín utiliza esta forma clásica de composición–, por título “Vacío” (1961):
Nada, que separas todas las cosas,
que llevas a tu lado el aire frío;
sabes que la nube gris es muda,
que nos has apartado de los otros.
Tiempo y ocasión tienes sin medida,
has perdido los latidos del corazón;
tan profundo y negativo, sin cicatriz,
la nada se esconde en tu interior.
Vuelan ligeros los sueños,
huye la vida, sin asentarse:
rumor sordo, corazón triste.
Deshaces todo, el tiempo y la ocasión,
en un camino sin fin, sin apenarte siquiera,
sintiendo miedo del cantar más profundo.
Son también muchas las referencias de la poesía de San Martín a cuestiones históricas y sociales del País Vasco. Al entendimiento o la discordia dedica sus poemas “Fuego en torno a la vida humana” (1961) y “Ser vasco” (1961). De ambos poemas extraemos estas dos estrofas:
Están muy separados los corazones de los vascos,
árbol santo que te hemos mantenido en fuego:
seas tú nuestro nexo y símbolo,
para respetar las viejas leyes.
…
Peleamos
en vanas reyertas,
como en los tiempos
de Oñaz y Gamboa;
en lugar de ser hermanos
de sentimiento,
en lugar de luchar todos
por un mismo objetivo
y acordarnos a tiempo
de nuestra amada tierra.
No es en todo caso determinante esta poesía de tono existencial, porque en San Martín hay también mucha poesía de esperanza, de aspiración a la libertad, de acentos nos menos profundos. Tal es el caso de poemas como “Luz de libertad” (1963), “En el último camino” (1965), “Hay razones para amar” (1965), “Ven” (1967), “Mirando al ancho mundo” (1968), y son varios los poemas en los que expresa su preocupación, afecto y entendimiento de la lengua vasca, su recuperación, su extensión. Pero si hemos dicho que San Martín hace uso de formas clásicas como el soneto, fue también cultivador de la poesía visual y el letrismo, de fervor vanguardista, como advertimos en el poema “Propuesta de unidad” (1968), cuyas tres partes, referidas a la unificación del euskera, convoca diversos elementos de humor, como en el que construye, con la letra H la fachada completa de la basílica de Arantzazu, subrayando los catorce apóstoles de Oteiza (ver “Batasuna hautagai”). A estas referencias hemos de añadir su entendimiento de la naturaleza. No se trata de un vago sentimiento ecologista o de seguir una moda, pues en San Martín su conocimiento de la naturaleza es entraña, recorrió físicamente sus interiores, escaló sus montes, bajó a las simas, espeleólogo del mundo y la vida. Todo esto y mucho más hallaremos en su poesía, junto a la grandeza de su corazón, su piel adherida al mundo. Y es que a su poesía, como él refiere en “Milagro” (1965), como al propio Juan San Martín, le hablan los ojos. Aquellos ojos vivos y afilados, cubiertos de ternura, lucidez y ángel. Territorio de la palabra y habitación del hombre y el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario