Bruno Mendizábal
Nació en Miraflores, PERÚ en 1958. Hasta el momento ha publicado dos libros de poemas: San Felipe blues (Universo Bakterial, 2004) y Otras Canciones (Universo Bakterial, 2005). Ha publicado también un libro de relatos, Extravío personal (Internerds buks & recors, 2007).
Bruno Mendizábal, poeta beat
“Beatnik es más actitud que teoría” (Restrepo, 2002). Si bien la beat generation tuvo su lugar en los años cincuenta y sesenta en Estados Unidos, existe la actitud beat en toda aquella persona que se siente golpeada, abatida. Bruno Mendizábal ha sido frecuentemente relacionado por sus lectores y críticos literarios con los beatniks por sus versos antiacadémicos, espontáneos, jazzísticos, tristes y de rechazo al conservadurismo.
Su primer contacto con la poesía fue en la escuela. Desde joven se consideró de izquierda y admirador de las Brigadas Rojas. Convencido por Raúl Salinas, a quien admiraba mucho, al terminar el colegio se metió a la facultad de Derecho con el deseo de convertirse en un abogado defensor de los sindicatos. Un par de años después abandonó este sueño y se trasladó la facultad de Literatura deseando ser como Antoine Roquentin, personaje de La náusea. Pero en el cuarto ciclo perdió toda ilusión de estudiar, quería ser un escritor no académico. En una entrevista para Carlos Torres y José Carlos Yrigoyen, el poeta nos cuenta: “Poco después dejé San Marcos y el 84, influido por los beatniks, comencé a trabajar como supervisor de limpieza en el centro de Lima. En esa primera chamba duré solo tres meses. Me acusaron de falta de autoridad, decían que los obreros hacían lo que querían conmigo. Pasé entonces como conserje a una distribuidora en el centro de Lima. En 1988 trabajé en una ONG jesuita como encargado de los libros que publicaban. Recién en los 90 me di cuenta de que había un hilo a seguir cuando escribía sobre San Felipe, vendiendo libros como ambulante en la Diagonal de Miraflores”.
Pero en los años ochenta casi no tuvo producción artística, pues estuvo bloqueado por las juergas. “Después me deshice de todo y me encontré sin amigos porque todos seguían fumando y chupando. Me hice pata de unos guachimanes de mi barrio y allí comencé a escribir en serio, entre esas conversaciones nocturnas con ellos. Ellos fueron mis primeros lectores”.
Aunque el poeta Roger Santiváñez lo menciona en las memorias de Kloaka (movimiento literario), Bruno Mendizábal ha preferido mantenerse al margen de las tentaciones grupales.
THE ETERNAL BOYS
Los eternos muchachos son los que caminan
con shorts y polos delgadísimos
por las noches de un verano defectuoso
donde me obstino en cuidarme.
Ellos pasan con el polo en la mano
y si me miran –algo que casi nunca sucede–
ven a un solitario que camina
y aunque yo quiera negarlos,
ellos están en todos lados
para recordarme que son eternos.
(San Felipe blues, 2004)
EN LA VENTA SUCIA de recuerdos
el humo de un cigarro
da un nuevo color
a la tarde invernal.
Con la radio encendida
y rodeado de cosas
me busco a mí mismo
con la misma precariedad.
Al apagar la radio
súbitamente oigo la única música
que había ignorado:
la de mi propio cuerpo.
(Otras canciones, 2005)
Cuando fui adolescente, cambié mi afición al fútbol por el ajedrez. Entonces entré en el Club de Ajedrez Magdalena, donde ascendí hasta la primera categoría, aunque no de golpe. Allí tuve varios amigos, uno de ellos con enorme talento para el juego, y que pronto llegó a empatar el primer puesto en el campeonato nacional. En el match de desempate perdió: siempre llegaba tarde porque paraba con su enamorada y, a veces, ni analizaba las partidas suspendidas. Una vez lo ayudé a analizar una suspendida que tenía ganada y la empató. Poco después dejó embarazada a la chica, tuvo que trabajar, se casó y se alejó del ajedrez. Desde entonces desconfío de las mujeres.
(Extravío personal, 2007)
Bruno Mendizábal colabora ocasionalmente en algunas revistas locales e internacionales. Su aparición en recitales de poesía y en el mundo literario en general no es muy frecuente. Ahora prefiere pasar sus días en San Felipe con su tablero de ajedrez, sus discos de jazz y su enorme colección de películas independientes.
Otras canciones de Bruno Mendizábal. “Canciones despojadas conscientemente de una retórica prefijada para hablarnos de un ‘ser humano que siente demasiado’ no con la calculada certeza de quien escribe un libro de poemas, sino con el incómodo desarraigo del que se refugia en un cuaderno de apuntes para enfrentar su soledad”, escribió con certinidad José Carlos Yrigoyen en el posfacio del libro. “Desarraigo”, “despojo” y “soledad”: palabras que refieren a la tristeza, la nostalgia y la melancolía, tres estados anímicos que no por muy transitados están desgastados en la poesía y en las canciones. “Desarraigo”, “despojo” y “soledad”: sentimientos que cualquier militante político experimentó, experimenta o experimentará.
ELOY ESCUCHA
Todos tenemos un troskista en el fondo.
Un troskista que nos desgarra,
un troskista que redobla la amargura,
un troskista que blanquea la noche.
En una noche de esas
que puede ser ésta
yo recuerdo al mío:
pelo largo, casaca de jean, facha de guerrillero
(la épica de otro tiempo).
En esta noche emblanquecida
yo quisiera regar lágrimas
a su invisible presencia
y terminar mi duelo, camarada.
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