jueves, 6 de septiembre de 2012

7725.- JOSÉ LUIS QUESADA



José Luis Quesada
(Olanchito, Yoro, HONDURAS 1948) Poeta y cuentista hondureño, al que se considera representativo de las nuevas generaciones líricas de su país.

Realizó estudios de Filología en Costa Rica. Fue finalista del premio centroamericano Juan Ramón Molina en Tegucigalpa y la UNAH le concedió en 1992 el José Trinidad Reyes en reconocimiento a su obra. Ha pertenecido a los grupos culturales La Voz Convocada y Tauanka; el primero en la ciudad de La Ceiba y el segundo en Tegucigalpa.

Gran parte de su producción poética ha sido reproducida en el libro colectivo La voz convocada (1967) y varias antologías literarias. En el tratamiento de sus temas revela una sabia utilización de los recursos formales, desde la exploración en lo cotidiano a las referencias culturales, desde la indagación existencialista a las respuestas humanas en el devenir histórico. Para determinados críticos, su poesía se adhiere más a un tono conversacional que a un lenguaje eminentemente literario.

Entre sus libros de poesía destacan Porque no es espero nunca más volver (1974), Cuaderno de testimonios (1981), La vida como una guerra (1982), Sombra del blanco día (1987) y La memoria posible (1990). Como cuentista publicó El falso duende (1994).




Homenaje a Paul Eluard

Paul Eluard cómo te recuerdo
dejado de la mano de tu mujer
en un México aterrador para ti
las tormentas los tormentos Paul Eluard
y tú avanzando con la espalda arqueada
en la forma infinita
que tienen los poetas cuando están tristes
bonjuour tristesse decía bonjuour tristesse
porque todas las mañanas la tristeza estaba junto al lavabo
París se adivinaba tras los vidrios oscuros
como las gafas de la policía
pero había que levantarse y afrontar el espejo
la torpeza del pie ante lo inmediato
los cobardes y las ratas huían despavoridos
para salvarse para salvarse
ah las heridas Paul Eluard
Las grandes heridas que dan los besos recordados
Y el insomnio el demonio
la traición enseñándose en lo mejor de nuestra fe
y el asco y el amor que se sienten por el amor
y el sufrimiento que nos  hace compasivos y ardientes
el poeta conserva la esperanza
cuando otros la abandonan o trafican con ella
es irreal mi soledad decías
pero el milagro es cierto Paul Eluard.




La memoria posible

Esto acaba de un golpe:
te llevarán a un cuarto húmedo
sin retrete
te obligarán a dormir sobre tus excrementos
entonces oirás mi voz
oirás que te llamo
se harán presentes todos tus recuerdos
pero no escuches los lamentos
de los endebles asesinados
que aún ahora no tienen lugar fijo
y extrae del espanto de esos días
toda la cólera posible:
no olvides que desafiaste a la policía
porque no quieres ser guardián del orden público
de eso se trata y ya estuviste preso
en esta y en otras prisiones del país
y en las cuarterías donde se pudrió tu niñez
tu vida ha sido una prisión sin límites
has caminado muchas noches
y no llegaste nunca de una pared a otra
sabes lo que vendrá
la fórmula es sencilla:
te matarán esta misma noche
o te pondrán en libertad tiempo después
conociendo las cosas
hablemos de la broma mortal
que les gastarás al salir
lo otro no necesita comentario.





Preguntas a causa de la poesía

Siento pesar por los que no aman la poesía.
De verdad, ¿no la necesitan?
Si se sientan y ven la noche
y una estrella robusta,
¿no quisieran grita cosas prohibidas,
penadas por la ley como un estupro?
Y si entran ganas de gritar a todos
Si echan de menos algo aquí se queda,
de verdad, ¿no querrían
un lápiz y papel para hacer garabatos?
Yo no sé adónde van los que no la conocen.
Cómo comen su pan cuando está duro,
cómo limpian sus manos y su frente.
En este tiempo duro, este tiempo de guerra,
¿no quieren esta flor, esta hermosa culata de fusil?





Buenos días a todos

La sala es grande, oscura. Mi hermano y yo estamos
Sentados en unas sillitas repintadas de oro.
Los mayores salen a la calle aún bajo relámpagos;
pueden meter el pie en los charcos, aunque lo eviten
con cuidado. Nosotros no: los tigres acechan a los
pequeños para desmenuzar sus huesos de colores; el
viento puede hacer girar el cuerpo de un niño y
arrojarlo sobre los pinchos de una verja de acero.
Quietos, como se hace a nuestra edad, imaginamos a
La lluvia perrear por las callejuelas. Pero aquí hay una
voz apenas distinta de los rumores matinales : es
mamé que navega.
La oscuridad está llena de insectos y hierbas
Susurrantes. Pero ella –que no repara en los objetos
más visibles- avanza con dificultad, como si bajo su
hombro cediera al fin el brazo transcurrido.





El jardín de las furias

En los patios vecinos los braceros de acacias
incendiaban las horas. Era sólo el principio:
el brote de tus lágrimas mellaba las espadas;
creíamos que el viento de esta tierra,
que había sepultado a otros amantes
nos libraría como la horda a su reino natal.
Nuestros ríos desgarran el pecho al nadador.
¿Quiénes sobrepasaron estos cerros,
Las quemas que preceden el infierno, en abril?
El cielo se acostó como un tronco en la tierra,
se tendió sobre el polvo. Y cuando ya no hay cielo,
cuando no queda hoja sobre hoja,
¿qué excusas puedes darle a una pobre mujer
que se ha quedado ciega aferrada a tus brazos?





El fauno
                                   A Rigoberto Paredes

Deja que las muchachas atruene el campo
con sus casquitos;
deja en paz esos pechos
donde el sol dora sus cuchillos.
Los generales victoriosos entran en la ciudad
y todos, menos ellas, están en los portones:
¿qué les importan esos hombres
cargados de medallas
y raspones vulgares ganados en la guerra?
A ti tampoco te venció la gloria,
ni la sed de riqueza, ni el cálculo político,
sino que enloqueciste por un rostro prefecto.
Persiguiendo a las niñas te derrengaste en las laderas.
Has dejado la piel de tu frente en las zarzas
Y ahora desfalleces bajo el sol
sin otra ambición que poseer las otra vez.




XVII

Amanece otra vez. Las hojas de los plátanos cantan
la inmensidad. EL fin del sol es vencer, dirigiendo a
los hombres como un maestro de obras. Estamos
todos aquí, juntos o separados, cada uno en lo suyo o
con los otros . Cada quien tiene su poca de tristeza,
cada vez más cansada, porque no siempre cegará
el prestigio de la melancolía. El amor debe ser cada
vez más limpio, digno de ser vivido en pobreza o
salud. El mundo suena su caracol y nos llama al
combate, al convivio. Tal vez no habrá ninguna victoria,
tal vez el camino será siempre el camino, teñido
de celadas y monstruos encantados y desencantados.
No importa. Haremos una señal a nuestros camaradas
por encima del hombro de los muertos. Venimos
a vivirnos, eso es todo.








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