domingo, 16 de septiembre de 2012

7852.- SIMÓN RODRÍGUEZ CRUZ




SIMÓN RODRIGUEZ CRUZ,  (Puno, PERÚ 1969) 
Una de las voces constantes de la consecuencia y la delicadeza de la palabra, posee en su haber los libros "Desatando Penas" 1992 y Espíritu del alba (Grupo Editorial Hijos de la lluvia, Lima, 2010).
Antologado en «La rosa dormida», LagOculto editores, 2006 y e Espíritu del alba (Serie: Letras de la poesía latinoamericana, Lima: 2011).
Ganador del Premio Regional de Poesía César Vallejo (Puno, 1992), Primer Premio en los Juegos Florales UNA (Puno, 1993), Primer Premio en los Juegos Florales de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNA, (Puno,1997), Primer Premio del Concurso Literario Nacional Canto al Lago (Puno, 1998). Ganador de los Juegos Florales Magisteriales Región Puno (2004) y Juegos Florales de la Facultad de Educación UNA (Puno, 2005).

Su poesía esta comprometida con la condición humana y con la metáfora, con el lenguaje literario.
Se trata de un poeta que fue perseguido por sus ideas políticas, muy apreciado por las nuevas generaciones de la literatura regional puneña.





A mamá Maticha desde el encierro

Mamá Maticha:
No estoy seguro del tiempo que ha pasado
desde que fui exiliado de mi propio sueño
pero mi sed de caminos ha crecido
y he llegado a imaginar
un desierto de golondrinas donde vuelan tus manos.

Pienso que este encierro
se hizo deliberadamente para dolernos.
Su anatomía la conforman minutos de alas interminables.
Y está prohibido gritar o quejarse de madrugada
podría ahuyentarse  el rocío, la brisa, la blanca espuma de los lagos.

El día, muy enojado, me da la espalda
las calles entristecen repentinamente
y  lloro a escondidas como un niño asustado.
No importa, mamá Maticha, no importa
quiero que sonrías
con la misma y triunfal sonrisa post-parto
de todas las madres
aunque ambos sepamos de aquellas tardes tan hermosas
en que de veras quisiera uno morirse como las aves.

Qué felices éramos
cuando  me cargabas en la barriga ¿recuerdas?
mas ya no soy el que alborotaba
y hacía crecer de ternura tu vientre.
Ya no soy el que, luego, se aferraba a tu espalda
como a una peña de calor
y veía  en la sonrisa de los niños la totalidad del universo.

Ahora soy nada más el hombre, el proscrito, el preso
el fantasma que habita esperando,
el malvado que no supo ser malo con nadie
y que sólo pide un vientre en qué abrigarse.

Es que de pronto me retorna el niño
la guagua indefensa, el embrión aútero.
Y qué ganas entonces de serme tierno y malo al mismo tiempo.
Qué ganas irremediables de tenerte cerca, de sentir tu protección única:
El cielo de tus labios que besan mi frente
las palomas de tus manos que consuelan mi llanto.

Mamá Maticha, mi pensadora anónima
mi filósofa profunda y clara.
No basta una inmensidad para comprender
la plenitud y dimensión de tu sabiduría.
Porque el tiempo te hizo con los años
día a día, en el esfuerzo.
Y aunque hoy me escuches a través de los ojos de papá,
aunque tu rúbrica siempre haya sido
una huella digital grotesca y ruda
tú eres y serás la diosa, la sabia
la rosa más perfecta hasta lo eterno.

Pues sólo lo perfecto
posee la capacidad de dar vida como tú lo haces.
Sólo lo perfecto crece en la lucha dura y diaria
entre el sufrimiento y la sangre
entre el niño y el poeta
a quienes sólo les salen himnos cuando te nombran.

Sólo lo perfecto, sólo tú, mamá Maticha 
puedes cobijarnos en tu abrazo de mayos levantados.
Sólo tú puedes amamantar al mundo
con la leche de tus pechos donde grita la vida
con la leche de tus mares inmensos y redondos
donde los días saltan blancos de esperanza.
Mi libertad por una sonrisa tuya.
Mi libertad por tus cadenas rotas.
Mi libertad por un vientre de humanidad como el tuyo.

Y  los faltos de afecto, los que piensan
que tus sueños y los míos no tienen importancia
pegarán su indignación en las paredes
afirmarán que eso de retornar al principio de todo
eso de nacer y volver a nacer
cuantas veces sea necesario
no está científicamente comprobado.

Pero, ¡jajayllas!   Mamá Maticha,  ¡jajayllas!
pues tú y yo sabemos
que hasta la cárcel bien podría ser una madre
que los sueños son madres eficaces 
y seguiremos soñando
mientras no nos decapiten la ternura,
mientras no nos quiten el alma
la risa azul de los océanos
aquello que es poesía:
Madre de madres donde los hombres renacen.

Perdona si he pretendido llamarte Poesía.
Lo cierto es que no tengo sino eso: Poesía para darte.
Ten mis sueños
la única libertad que me es permitida ahora.
Ten  mis cantos como flores o banderas
este presente de incertidumbres y desaciertos.
Mañana.  Quién sabe.
Mañana insurgirá el alba como todos los días
y un mundo mejor cerrará nuestra historia finalmente.
Porque tú te lo mereces mamá Maticha.
Tú, más que nadie.

Atrás quedarán los muros, las rejas, los candados.
Hasta pronto mamá.
Una libélula de los aires traerá tu respuesta hasta mi celda.





HE VENIDO A TI

He venido a ti
A deshilar tus bayetas

Y después de una tormenta de azúcar
Andar y descansar la frescura de tu cuerpo

Encortinar con besos esos blancos caminos
Y estrangular la tristeza entre nuestras caricias

-Bajo lluvia del silencio nuestros ojos encienden
Se deshojan tus senos en gemidos gaviota

Como caracoles claros
Tejen cintas tus brazos en mi espalda...-

He llegado a ti jaloneando tu fragancia de muña*
Huyendo como un silbido de la pena

Para desnudar nuestros fuegos
Y astillar la noche en cientos de pequeños días.

* Muña: planta aromática, digestiva.





ÁGIL MARIPOSA ROJA

Las mismas ansias, los mismos deseos
Empapelaron tu cuerpito con el papel más tibio.

Las mismas ansias, los mismos deseos
Que trasmutaron tu piel en fresca totora.

Allí habitaré sin enero ni tres en punto, allí
integro y contento como garabato siemprevivo.

Agil mariposa roja
Eco de rocío sobre la mañana

Escribiré sonrisas en las luces de tu pecho
Invadirá tu vientre tercamente mis dominios

Y como espiga, como risa de los campos
Crecerá el nuevo latido que en un hilo de sueños
imaginamos juntos.





DESATANDO PENAS

Ven conmigo, con mi pobreza,
Dame apenas un minuto para ser felices.
Arrojaremos los ojos tristes por la ventana,
Despertarán sin lágrimas las mejillas.
Encenderemos una tibia fogata
Como se enciende en el rostro una mirada.
Poblaremos de música y cantos colectivos
Los pechos solitarios.
Labraremos horizontes
En la complejidad de las horas.
Miraremos atentamente
La igualdad imposible de los hombres.
Recojeremos las penas en nuestras manos
Como hojas secas o polvo muerto
Las echaremos al viento.
Se abrirá camino el amor entre las pestañas
Que por tanto tiempo
Se mantuvieron pálidas en la garganta.
Desataremos definitivamente
Este nudo que oprime la existencia.
Será violento el tránsito hacia la alegría.
No sorprenderá el canto de una mañana distinta
Y viviremos libres como las vizcachas
En cualquier rincón de este claro día.





PANEGÍRICO

Soy el pez
que se hunde
y se levanta
desde el cántaro
de arcilla
de tu pena

La inquietud, la calma
transcurren
son ríos, vientos tempestuosos.
De día y de noche
no somos más que cruciales
segundos
de estos minutos que ruedan.
Y el polvo incierto
nos llama pronto.

Así las cosas
un verso
no solo resulta posible
sino trágicamente
necesario.

Para nacer
crecer
y multiplicarse.
Para vencer la muerte
o morir
al lado tuyo.

Un verso
piensa en tus ojos
y en la sórdida paloma
de tu dolor
y miseria seculares.

Te llama
sin egoísmos
con voz de pájaro
o murmullo loco
de arbusto alborotado.

Besa tu frente
y escucha
el eco pausado
de tus sueños.

Presiente
la luz diaria
de tu enojo
y el cristal
de tus miedos
injustificados.

Comprende
y dimensiona el silencio herido,
la insurgencia desesperada
que acontece
en tu sonrisa.

Y cae
suavemente
para procrear
desde el primer indicio
de sol.

En un verso
encuentras un himno distinto
un huracán insólito
una danza de tijeras
tintineantes.

Con un verso dices te amo
y caminas
hacia ese horizonte
que se descubre
como una flor perfecta
ante nosotros.

El verso
ama la tierra
aquella madre incomparable
que nos cría sin reproches
y a la que miras
atentamente
cuando estás pensativa.

Por él
dejamos de angustiarnos
y nos erguimos
imbatibles
como el fuego de los años.






DE Espíritu del alba


Libro primero
Canto de batracio


I

en el principio
el sol no quería mirarnos, sólo presentíamos
el mundo, las sonrisas y los mares,
sólo las estrellas,
impensados y hermosos intestinos del cielo,
niñas de agua que resplandecían en la sombra...
Emerges de las bocas musicales de los sikus
y tu voz tiene canto de relámpago solitario.
Vienes como los días, con un mar de horizontes,
o un beso de agua siempre fresca.
Desciendes como cascada de silencio,
como poema derribado, como hoja que se desprende
inevitablemente de un bello arbusto.
Con la misma profundidad
y permanencia de rocío que habita eternamente.








No hay comentarios:

Publicar un comentario