Eduardo Viloria Daboín
Nació en Valera, estado Trujillo, VENEZUELA en abril de 1977. Ha publicado los poemarios En trance de sonar (2004) y Silencio cantado hacia el abismo (2009) y el libro de ensayo y testimonios Después del viaje. Vida y música del campesino trujillano (2004). Ha sido colaborador de la revista cultural Sujeto almado tanto con artículos de opinión y crítica como con poesía. Además de la literatura, practica otras artes como el video documental y la fotografía. Es miembro y columnista del equipo del periódico alternativo Proceso y de la Cooperativa Audiovisual La Célula.
TEMBLOR DE AIRE
Caracas: Alcaldía; Fondo Editorial Fundarte, 2010.
Ígneo descampado
Una extremidade de la mañana palpita densa em esta celda.
También al encierro llega algún brillo,
aqui pueden llenarse los espejos.
Desde la orilla del sueño y del amor
vuelven destellos sobre las aguas,
relucientes desafios.
*
Todo alrededor se há vuelto opaco.
Sólo algunas veces en el silencio alguna chispa se aviva ,
se levanta.
Y aunque el aliento es flaco y aqui el viento escasea,
yo la vuelvo promesa,
nostalgia, adoración.
En ígneo descampado donde toda luz se estanca
que la voz se precipite húmeda como sudor.
*
Con ojos abiertos
calado de ausência de luz
digo sol
llama
destello derramado
otras veces
espejo,
luna
contenida claridade luego vertida
nunca lámpara
labrada máscara que la oscuridad esconda
En trance de sonar (2004)
I
Palabra mía,
seas jugo añejo de haber estado,
encendido pulso de ser presencia,
desembocadura de la fértil llama
em toda la extensión de un cuerpo sembrado.
*
No hacer del momento otra cosa;
ser sólo su eco vivo.
*
Un olvido
fue la semilla
de nuestro desvarío;
un cuerpo sin raíz,
su fruto;
palavras huérfanas, sin vínculo<
su flaca tierra.
*
Palabra temblorosa,
temerosa de hacerse piedra, cárcel de luz;
sin embargo flerte,
enraizada pura em su estremecimento.
*
Nacimiento constante que alimento y que me forma,
germen y resíduo de mi huella:
te pronuncio em la pobreza,
en la carente adoración que es la palavra;
tendo mi voz en la tierra em que me extiendo
apenas para acercarme,
para vincularme a esa manera permanente
en que recoges las presencias
y las diluyes en la clara continuidad de tu decurso.
I
A veces el tiempo crece…
Mladen Beg
Se ensanchan los días.
Creciente caudal amenaza los límites.
Se expande la sombra, ya no queda sino grises en lo oscuro.
Avanza desde el pulso familiar aliento de anchura.
Bruma latente respira.
Se diría semilla de fulgor este silencio.
II
Cuánto borde tenemos de la muerte en nuestro instante.
Cuánta oscuridad de raíz en cada brote.
Cuánto de espacio detenido en toda ruta
y de latido entre las manos sin contornos ya en la quietud.
III
Cuántas manos te encienden
Cuánto mirar lejano se sume en tu callar.
Cuánta cera derretida para medir el tiempo de tu
borde.
Porque eres ráfaga de sombra,
párpado sembrado en el precipicio,
del último latido
cadáver fecundado en el despiece
y florecido en resplandor.
Un honor de otra ribera te nombra
y un fulgor depositado te nutre sin frontera
para reverdecer.
IV
Lejos de todas las fuentes de la tierra
va la mirada prendida al aire
y es gruesa la noche en las raíces.
Mientras crece agonizando el horizonte
en el recio territorio de las ramas.
Cuándo una llovizna constante para nuestras manos.
Cuándo nidos hechos con la voz.
No será más de carne herida nuestra sombra,
arboledas crecerán en nuestra lengua,
pura fecundación de agua iluminada será nuestro corazón.
V
En los ojos ocurre que la lluvia
viene de las ramas nuevas.
No se esconde la voz
ante la sombra verde de la tierra,
para cantar con frutos el frescor.
El río ido aún abriga,
su cuerpo espeso aún retumba.
No queremos respirar más sin su oración.
VI
Amanece sin dolor, sin que la noche nos quitara transparencia. Verde
gota de luz restalla en el temblor del aire. Es una canción de frutos,
musgo lento para el corazón crecer.
Nos llega desde el sueño un tambor para las manos, y nos descubre,
al derramar sombra, que sabemos cantar. En la punta de la lengua nos
abrazamos con los gallos. Es la voz también encendido mirar, rojo
recibimiento del día con palabra y alas abiertas y pecho para resonar.
Un solo relumbrar sonoro es en su lecho el tiempo
(De Estelas)
Ocho miradas en el vértice | Oito olhares no vértice
Selección y compilación | Seleçáo e compilaçao
Raquel Molina
Traducción | Tradução
Estrella Gomes
1
A veces el tiempo crece…
Mladen Beg
Se ensanchan los días.
Creciente caudal amenaza los límites.
Se expande la sombra, ya no queda sino grises en lo oscuro.
Avanza desde el pulso familiar aliento de anchura.
Bruma latente respira.
Se diría semilla de fulgor este silencio.
Alargam-se os dias.
Crescente caudal ameaça os limítes.
Expande-se a sombra, ja não queda senão grises no escuro.
Avança desde o pulso familiar folego de largura.
Bruma latente respira.
Diria-se semente do fulgor este silêncio.
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