Astrid Lander (Caracas el 26 de diciembre de 1962), es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela.
Ha publicado varios poemarios, entre ellos: "La Distancia por Dentro", "AzuL e j o s", y "SE ES Poemas Novelados" (1999), que han sido galardonados, el primero, con el Premio Ramón Palomares (1994) y, el segundo, con el Premio Lucila Palacios (1997).
También posee una "Antología de Versos de Poetisas Venezolanas", publicada por la Editorial Diosa Blanca en el 2006, con un poema-montaje de cien versos, cada uno de los cuales corresponde a cien poetas venezolanas de todos los tiempos. La aplicación de esta idea de recopilar versos de distintas poetas y elaborar un poema único con la suma de todos, concluirá con las antologías de versos de las poetas costarricenses, mexicanas y puertorriqueñas.
Ha sido incluida en varias antologías: La maja desnuda de Nidia Hernández, Caracas, 2001. Antología del Círculo de Escritores de Venezuela, Caracas, 2005. Mujer y Poesía de J.A. Escalona-Escalona, Caracas, 2007.
Recientemente presentó su poemario "Buen Camino, hacia el Camino de Santiago", publicado por Areté Editora, Caracas, 2008.
Presidenta del VIII Encuentro Internacional de Escritoras en Caracas, en abril de 2008.
Tiempo
¿Qué año?. ¿67?. Enumeración inevitable: una puerta de mosquitero, el cerro atrás rojo incendiado, cactus, almendrones y uveros, calor de ventilador ruidoso, hielo granizado, hamaca como red de pescar.
Es imposible recobrar el mareo de la ola, aunque el mar traiga otra ola y otra.
Es la crecida de la corriente.
Era una subida resbaladiza a la casa cuesta arriba.
El camino de lengüetas marrones aterciopeladas babeaba la tierra.
El tiempo propasa la genealogía: techar las lluvias, talar el jabillo que levantó los azulejos del patio.
Era también un pasillo de trinitarias que trataban de sombrear la fuerte oblicuidad del sol. Lo veo ahora con el color de los sesenta y cercióreme cuanto ha cambiado su luz.
Te fijo aún allí en la silla de palo, hablando de política, con la risa de ojos aguados.
Me desgaja como un indio desnudo, secándose hecho polvo, más, ese polvo enamorado, sobreviviente, aún pide lo que no existe ya.
Difícil maceración la del olvido.
La marea no revienta de una vez con todo y sin desembocar sigue impenetrable.
Poema pertenece al libro: “Se es, poemas novelados” (Gente, 1999)
Despojos
La felicidad de la pequeñez. Saciarse con lo que apenas persista. Sin insistir.
Un almuerzo mediterráneo en el balcón, con el Ávila diciéndonos que es Caracas. Saboreo las uvas y el manchego, tomates en vinagreta, el ojo salando y el olor de un café gourmet empaca a Costa Rica, a Colombia o a la hacienda en Pipe.
La frescura del reencuentro conversa como tema el atrevimiento de los secretos. Lo contamos para sorprendernos y rescatar lo que ahora evitamos, no dar por si nos quitan. Recortar el corazón.
Ya la vida no continúa extendiendo su alfombra roja.
Si lo hubiera advertido hubiese corrido antes de ver a espaldas de mi. Pero bajé la voz. Ante la extrañeza hablo en otro idioma, canción desafinada. El círculo será redondo cuando exista. La mirada luminosa tarda en asomarse.
Casi al roce de la frente, me fotografío.
La vida sí extiende su alfombra roja. La paz es la inmovilidad del torpedo y un reloj de arena aviva el tiempo en la foto de quien no existe.
La vida arremangada puja y retiene hasta la existencia de la flor amarilla, canarios sobre vuelan, araguaneyes floridos, la arena amarillea a las olas, asolea en canas el cabello.
Desde la ventana de ojo de pez del avión dudo: si no hubo octubre menos habrá julio.
Se confunden los pasados de hace diez años con los de hace tres meses. Llegan las lluvias en sequía, los nidos con pichones que habrían de nacer en mayo y la flor de junio brota comenzando abril. Qué podría significar estos adelantos al tiempo. Resacas justo entre la oscuridad y la transparencia y la sorprendente brisa fría hasta que aclimatada pude desnudarme dormida.
Viendo a capa roja las elecciones y la suerte. Probar la velocidad y ser veloz no es la respuesta. Probar la lentitud y no es aliada ante la practicidad. Probar la instantaneidad y es respondida con monosílabos.
Vivir la inevitabilidad. Mentir un poco, ceder un poco.
Correr cuando el tren ya arrancase veloz.
Desobedecer la espera para prever otra herida más.
Se recortan los pasillos estrechos. La retención liberta el lugar al norte de las cosas, escalar y arribar. Es un acertijo no poder asirlo y paleo la tierra, desenfundo sus entrañas para fundar el futuro. Cada día pido menos y pidiendo menos pido más. Voy al futuro con el pasado. Son irredimibles las imágenes de un malecón con vientos fríos del norte bautizándome.
Un monje tibetano energiza mis pasos. Dejo de entristecerme y me sedo, elixir, néctar, dólmenes, átomos, grial. Ese malecón aguardará para sosegarme cuando querré ser feliz.
Poema pertenece al libro: “Se es, poemas novelados” (Gente, 1999)
De BUEN CAMINO
Hacia el Camino de Santiago
Caracas: Areté Editora, 2008.
Hacer un camino como se hace un poema
Por un sendero de vueltas.
Sólo lo pasa uno solo.
Nadie delante ni detrás.
Y mi sombra se agiganta
enfrentándome a espaldas.
Sigo flechas amarillas
para no perderme,
para salir de mi extravío.
Cuán difícil retomar la vuelta
la orientación,
aquietar la aguja de la brújula.
Si te despistas, temes.
Camino I
La invisibilidad del horizonte.
Allá, encima de las nubes
Dios viéndonos.
Perspectivas del alma.
Camino II
También es un camino de gusanos
y fuerte olor a vacas.
La Resistencia
En la subida se arrastra el cuerpo
en el descenso se sostiene el alma.
Mientras más empinado el ascenso
simétrica la bajada.
Ante tal proeza
sólo cabe el despojo
plegarse
y aceptar.
Los sentimientos son una sentencia.
Allí está la prueba
de la eternidad;
La Conversión
Allí en el Camino
reconocí la dificultad de las castañas
los demonios
para rezarlos.
Cuesta abajo
el descenso es más tortuoso
a lo infernal.
Te persignas
y pasas
no los viñedos ni los olivos
más allá de la uva y la aceituna.
Vivir y punto.
De por vida.
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