sábado, 15 de septiembre de 2012

7846.- ROCÍO CARDOZO




ROCÍO CARDOZO
Nació en Montevideo (Uruguay) el 30 de Septiembre de 1955. Desde muy joven escribe poemas y cuentos. Sus viajes, tanto a Europa como a otros países de América, han sido determinantes en la evolución de su obra. Retoma su actividad literaria en 1998, participando en talleres de creatividad narrativa, donde perfecciona la técnica del cuento fantástico con los profesores Rodolfo Fatorusso, Raquel de León, Marta Clark y Ana Milán.
Desarrolla una intensa actividad literaria, seminarios, congresos, encuentros y presentaciones de libros en el exterior. Divulga sus obras a través de Internet, antologías, y en revistas culturales en el exterior. Es miembro colaborador de la Revista Cultural ¡Hola! en Pontevedra (España) y representante del IPU (Instituto Poético Universal) en Brasil, con sede central en Francia.
Viene acumulando premios y publicaciones tanto en solitario como en antologías desde el 2001 hasta la fecha. Fue declarada visitante ilustre por la municipalidad de La Rioja (Argentina) en el III Certamen de Cuentos, Poesía y Prosa 2004 Dr. Néstor Hugo Brizuelas (mayo 2004). Participó en el XXIV Simposio Internacional de Literatura 2004 "Afirmación de la palabra y Rescate de valores" (Bs. As., Argentina, agosto 2004), así como en las Jornadas de Encuentro con la Lectura en la 27º Feria Internacional del Libro de Uruguay.





I

“...Pero tú me llamas por el nombre que yo sola
conozco
y que tú sólo sabes”.
Clara Silva


Eres mi puerto
donde amarro
mis pies 
descalzos
de nostalgia y tempestades. 

Detienes mis cadenas
con tu voz tardía
cuando el viento falsea la tarde
en arrebatos de disfraces,
y fragancias de verano.

El balanceo del mar rompe los muros 
que guardan el eco de mi risa
alejándome del miedo.

Reconozco a solas esta carne
hecha en aires de una madrugada.

Tu mirada acomoda mi silueta
entre sombras anónimas,
sin versos.


II

La noche
altera la última estrella
cuando el perfume de mi piel
es juego clandestino
rondando madrigueras.

El silbido del viento
traza mis pies vacíos
sobre tu cuerpo de jazmines.

Una música se escapa
oscureciendo el contorno de la luna
y tú,
eres canto de torcazas
en el otoño del Este.

El silencio es apenas una grieta
sobre tu árida espalda.


III

Amo tu piel
de fríos inviernos
y tus hombros
despoblados de sombras
en paisajes desnudos de calandrias.

Recojo las tormentas
de tus brazos
flexibles como juncos.

Tu rostro se dibuja en el reverso de la isla
reflejando el dolor
que te acompaña
en la solitaria costumbre de tus días.


IV

Tu cuerpo 
es río confuso
orillando mis murallas.

La soltura de mis piernas
son noches
guardadas entre sábanas
con aromas a salitre.

El milagro de mis pechos
retiene el profundo desorden
donde se madura el tiempo. 


V

Tus manos me recorren 
hacia el este
de mis muslos
y al sur de mis espaldas.

Se detienen al norte,
donde mis pechos
son presencia otoñal en el verano.

El mar nos arrima el suave aroma a viento
mientras los barcos se alejan a la isla.

Mi cintura es dulce asimetría
al oeste de mi sexo.

Ella aguarda tu piel de golondrinas
para encontrar su rumbo en nuestras miradas.


VI

Tientas atajos y pasiones
Recorriendo mi desierto
Con tu voz

que se vuelve canto
bajo la noche
que brilla huyendo de su sombra.

Luchas feroces
Encienden mi sangre
En los atardeceres de otoño.


VII

Ciertas utopías
arrinconan tu desnudez
sobre mis muslos
hasta dejarme sin aliento.

Mis piernas ocultan
el titubeo del alba
y ese aroma a roble
dormido en el aire
como esfera sin tiempo.








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