martes, 8 de mayo de 2012

6764.- LUZ CORDERO VILLAMIZAR


Luz Helena Cordero Villamizar nació en Bucaramanga, Colombia, en 1961.
Su obra incluye poesía, narrativa y ensayos literarios. Libros publicados: Postal de la memoria (antología personal) (Ibagué: Caza de Libros, 2010); Por arte de palabras (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2009), Cielo ausente (Bogotá: Ediciones Sociedad de la Imaginación, 2001), El puente está quebrado (Bogotá: Editorial Magisterio, 1998), Canción para matar el miedo (Bogotá: Editorial Magisterio, 1997), Óyeme con los ojos (México: Verdehalago, 1996 y Bogotá: Trilce, 1996).
Su obra poética se incluye en diversas antologías colombianas y latinoamericanas.

“La reflexión sobre mi poesía me lleva a una pregunta que suele hacerse de manera desprevenida: ¿Para qué sirve la poesía? Pero ¿a quién se le ocurriría preguntar para qué sirve la pintura o la música?  La poesía ha heredado la misma función instrumental del lenguaje y las respuestas suelen ubicarla en una doble condición: o bien es la mirada del demiurgo, la palabra de la musa, el toque de divinidad en el lenguaje, o es la voz marginal de seres raros que viven en las grietas de la sociedad. En el primer caso se cree que la poesía sirve para iluminar a la humanidad, a los poetas se les impone un aura, ellos mismos orgullosamente se la atribuyen, y con ello aceptan el encargo pragmático. En el otro caso, cuando el poeta se ve como el ser marginal que dice cosas contrarias a la expresión del colectivo, se está considerando que la poesía sirve para oponerse al orden social, para combatir el establecimiento. Aquí el poeta aparece como el bicho raro pero útil, pues por su boca hablan los segregados o los inconformes. En este caso se le endosa la misión de contradictor. Entiendo que la poesía sólo puede ser libre en la medida en que no tenga ninguna función asignada socialmente, siempre que no le hagamos encargos inútiles. Si la poesía tiene una misión es dar nuevos e inagotables significados al lenguaje, abrir puertas por donde las palabras se liberen de los grillos que les ha puesto la sintaxis y la gramática (tal como lo hizo Mallarmé), crear a partir de esa “paleta de palabras” de Valéry, liberar los sonidos y sus metáforas y, sobre todo, hacer que surjan nuevas formas de expresar, de sentir, de pensar el mundo. Mi poesía quiere habitar este espacio, adquirir esta alma ambigua, quizá contradictoria”.



Cotidiana

Pasa una ambulancia en busca de un herido,
da vueltas el sonido rojo
ávido de golpes, de caídas,
buitre que ruega al cielo su alimento.
Todos nos revisamos el cuerpo
no sea que exista un agujero
y por ahí se nos escapen las ganas de movernos,
de empujar los zapatos.
Alguien ha visto pasar nuestro nombre
en el desfile de los rezos.
Es posible que ya estemos muertos
y sigamos erguidos como troncos
que engañan a los pájaros.




JARDÍN DE MANOS

Una mano reemplaza una palabra,
dibuja una pregunta en el vacío,
suprime el pensamiento,
simula un vuelo en la oscuridad,
va y viene sin dios ni amo,
no sabe lo que quiere
pero siempre lo encuentra.
Las manos tienen los ojos anchos
y los labios dispuestos
para contar su desparpajo.
Suelen deambular en las noches
como gatos hambrientos,
ninfas desnudas en la acera del cuerpo.
Una mano se posa en otra mano
y se funda una medusa de silencio.
Suele morir de frío si está sola,
es su mayor miseria.
Las manos se resisten a matar los cuerpos.
Cuando van a la guerra se persignan,
caen a tierra como flores marchitas.
Alguien prepara un jardín de manos
para adornar la tumba de Dios.





ESO DICEN

Dicen que hablar no cuesta nada.
Parece infalible la sentencia.
Se cae la boca con el grito,
pesan las palabras como trenes frenéticos
que atropellan las noches,
el compás del corazón,
la forma de peinarse.
Alguien pronuncia dos palabras
y se desploma el paisaje en la ventana,
deja de salir el agua por el grifo
o sale con desgano, sin sed que la recoja.
Dices adiós y algo se quiebra,
puede ser el espejo o su imagen,
alguna cosa que guardabas,
la secreta esperanza de un algo impronunciable,
su cobarde mudez.
Podríamos andar ligeros de voz y de preguntas,
dos o tres dudas como globos que estallan
sin ruido, sin misterio.
Pero las palabras se cargan de sal y de sonidos
llegan a pesar tanto que un día nos matan
de memoria, de silencio,
qué le vamos a hacer,
si estamos más hechos de palabras que de huesos
y hablar nos cuesta todo.





Proyecto de un libro de poesía

(Del libro Por arte de palabras, 2009)

Ha de ser vasto como el amor
Debe tener los folios salados
para devorarlo de un bocado
Tiene que ser suave y ofensivo
ancho y lleno de sustancia
Debe venderse por las calles
como los dulces o el agua
para que viaje en maletas escolares
y salga de paseo con los perros
Ha de tener ojos para ciegos
y espinas en las hojas
Debe reciclarse en los muladares
y pescarse en las cloacas
Imagino un libro como cirio en aquelarre
hecho canto o insulto
conejo en la levita de los magos
impertinente y súbito
volando por habitaciones estrechas
riéndose de los libros que yacen
en las estanterías del tedio
Un libro que suplante a Dios
en sus siete días de génesis
Para qué otro delirio pueden servir las palabras.
Cuchillo y tabaco
(Del libro Por arte de palabras, 2009)
El abuelo afila su cuchillo en las piedras del solar,
mudo y vencido
al cabo de los años
nadie sabe para quién brilla la hoja
con tanto cuidado
con esas manos estropeadas,
las mismas que ungen mis piernas con tabaco
para ahuyentar los zancudos.
Su rencor es un largo gemido
que me abraza.
Algo de su historia lo incomoda
y su presente triste lo ciñe a mi existencia
de gata que maúlla bajo la mesa.
La mañana en que nací
sus manos me recibieron,
las mismas con las que afilaba el cuchillo,
esas que lo llevaron a la cárcel.
El tabaco sellaba su silencio.
La mañana en que murió
su memoria quedó tendida en el patio
y yo estuve allí para recogerla,
sin palabras, sin llanto,
solo con estas manos diminutas
que se ahogaban en las suyas.
El cuchillo afilado con esmero
se hunde implacablemente en el tiempo.





Antes del olvido

(Del libro Por arte de palabras, 2009)

Antes del olvido estuvimos aquí,
resistiendo los ultrajes de los asesinos
que saben persignarse y reír
como si tuvieran con Dios algún pacto secreto.
Ante su devoción suenan jocosas nuestras oraciones,
sartas inútiles, nuestras súplicas les resbalan por el cuello.
Era esta la tierra que fecundamos
(teníamos la prueba entre las uñas)
estos los nudos que trincaban
la casa a nuestros nombres
(llovía un agua melancólica
que no podía lavar el barro de la ofensa).
Antes del olvido alguien dijo
Es hora de hablar
y animados por los muertos nos pusimos de pie
(el miedo como una cicatriz)
pero los asesinos no traían oídos
y nuestras palabras estallaron,
las vimos caer despedazadas, rotas.
Con las pocas palabras que salvamos
construimos pedazos de la historia
y algunas canciones para niños.
Fue todo lo que pudimos hacer:
remendar las palabras
y disfrazarlas de silencio
antes del olvido.









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