martes, 7 de diciembre de 2010

2351.- ROWENA HILL


Rowena Hill (Cardiff, Gales 1938),poeta, articulista, traductora y estudiosa de las culturas orientales, fue profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Los Andes, en Mérida, Venezuela y sigue colaborando con el Centro de Estudios de África y Asia de la misma universidad. Nacida en Gales, ha vivido en varios países del mundo y visitado muchos más; encuentra que los viajes enseñan a leer el mundo físico como el lenguaje de las posibilidades de la vida humana dentro de la creación que las rige. Ha publicado los poemarios Celebraciones (ULA, 1981) Ida y Vuelta (ULA, 1987) y Legado de Sombras (Monte Avila, 1997). En 2000 colaboró con el artista Adrián Pujol en un libro de grabados y poemas titulado Desmembramiento (Caracas, Taller TAGA y Adrián Pujol).

Entre las muchas traducciones que ha hecho, destacan las de poesía metafísica india en lengua kannada , publicadas en la antología Nombres de lo Innombrable (Monte Ávila, 1991), y las del poeta contemporáneo de los marginados de la misma región de la India, Mudnakudu Chinnaswamy. También ha hecho traducciones al inglés de escritores venezolanos para el nuevo website www.laletra.info.

Rowena Hill vive actualmente entre la Isla de Margarita y los Andes de Venezuela, intentando aprovechar el reservorio de imágenes e intuiciones latentes al cual abre el acceso la vejez.




El templo en la represa de Krishnarajasagar

El cielo inmenso azul quemado
con una franja de nubes color polvo
se refleja en el agua inmovil.

Un gavilán ve el montón de piedras negras
en el borde de la represa
y los seres que pululan alrededor;
se abalanza, son mujeres que vadean
hacia las rüinas; niños de rostro oscuro
y dientes blancos chapucean
en el agua turbia.

El gavilán vuela por la orilla,
la espuma que dejan las lavanderas,
la mierda que hiede en la playa
no le dicen nada.

Una ranita se esconde bajo una piedra
con las figuras esculpidas y borrosas
de dios y su consorte.








La música de Carnatic

La música lo sabe todo,
los ritmos y adornos brotan
pariéndose uno al otro
en perfecta secuencia

y son más que ellos mismos
como una máscara de piel viva sobre una cara
que refleja los finos temblores
del cuerpo entero.

Cada frase es un florear
en la punta de venas y arterias,
cada compás un pulso
de profundas raices.

Mozart sacaba el sonido
del conocimiento que eregía catedrales;
la voz de este cantante
ordena las extremidades del templo.









Badami

En el comienzo estaba la piedra
y la piedra erguida concibió
muslos y frentes y lóbulos de orejas
y los ojos que se henchían
bajo un cielo radiante.

Los dioses cayeron a tierra como frutos maduros,
reventaron sus larvas como insectos alados.

Creciendo en semejanza
los hombres medían las piedras,
dábanles forma hermosa y las apilaban
para que los dioses tuvieran casa.









Resplandor

La vista saca pieles
de la superficie de la tierra,
las enrolla, coagula, funde
para hacer cuerpos.

El suelo desnudo se yergue
con miembros flacos, leonados,
el viento los hace bailar,
sus ojos se forjan en el sol.









Naipaul en India

Te están festejando en Nueva Delhi,
pero tú no te portas a la altura
de la ocasión y tu esposa está histérica;
el actor super estrella
encanta a los periodistas en tu lugar.
A ti esto no debe importarte,
o por lo menos así siempre lo has dicho.

Te paras de espalda a la pared
y recuerdas otros viajes:
el regreso del exiliado
aborreciendo lo irracional,
encontrando un área de oscuridad
en cada bosta en la calle;
luego el comentarista más maduro
que ponía el dedo en las llagas
de una civilización
mientras guardaba las distancias con el cuerpo.

En la última vuelta lo abrazaste
a tu manera, contando el millón de amotinamientos
como dientes en una enorme rueda
de cambio moroso,
sopesando las bellezas de la inercia.

La compasión no es tu propósito,
se destila de la observación
llevada a su expresión máxima,
un riesgo, casi, del oficio de escritor.

¿Cuántas personas entre esta flor y nata,
parloteando como cuervos,
leyeron ese largo libro?
Pocas, piensas, y nadie lo entendió.
Se hosco, entonces, y deja que se quejen.






RESTOS SUBMARINOS

Sólo materiales feroces
sobreviven en la capa más profunda,
gemas gastadas, residuos
inalterables de la corrosión.

Hundida miles de tempestades más tarde,
una vajilla de porcelana
celebra la constancia
de los modales humanos.

A las paredes de naufragios más recientes
se adhieren banalidades;
allí no hay perlas que alumbren reinos.
La nostalgia no vale la pena rescatarla.







MÁS ALLA DE GRAVES

La poesía no pesa
pero mata...

Sube a borbotones desde el fondo
movedizo del alma colectiva

inflando imágenes de caballos,
de tréboles y tragedias amorosas
y soles negros,
echándolas a volar como globos
en el cielo del lenguaje

Su vaho como un huracán
sacude el armazón de la poeta,
arrasa con sus certidumbres,
la despoja una y otra vez.

La consuela vislumbrar el varón de manos grandes
y mirada oscura, enraizado en el mismo lecho,
regado por las mismas tormentas.

Ella le pide aparecerse en carne y hueso
pero él no promete nada,
el viento le sacude el cabello.







KARMA

¿Quién soy yo para heredar
la esencia de una vida pasada,
un proyecto que valga la pena continuar?

Soy nadie, nula en el centro,
una cáscara hueca que rebota
en la corriente cósmica.

Tantas malas muertes
sueltan virus en el campo de la tierra;
se cuelan por el amasijo entrópico

enviando paquetes de imágenes
a centrales ávidas en el cerebro.
Yo capto fragmentos chinos,

tú agarras joyas etruscas,
alguien se hincha de divinidad.
Todo es ficción.








DE LOS ÁRBOLES

El astronauta en órbita
no ve una por una las plantas que crecen.

El soñador que levita
por encima de la curva de la tierra
ve la madre de todos los sueños -

las selvas son su cabello; se paran
tendiendo innumerables horquetas
hacia el padre sol;

bosques y matorrales
brotan en su monte de Venus
en sus axilas
y en su labio de mujer morena.





Rezando a Shiva

Arrástranos dentro de la turbulencia,
destroza nuestros corazones rectos y aburridos
con las hélices afiladas
de tus muslos danzantes
y tus greñas.

Surca y arrasa los bulevares,
siembra ranchos entre los escombros
alumbrados por íconos eléctricos –
asesinos, estrellas obesas caídas,
tus agentes.

Cuerpos acuchillados y cancerosos,
apareados al azar,
o atados a bombas, te ofrecen
su dolor y odio, su brillo
de glamour.

Te conozco y sigo adentrándome
en el remolino de las tinieblas.
No me quites todo, déjame
la luz azul de mis ojos
para buscarte.

La oscuridad se llena de destellos,
el sudor que gotea de la torre empinada
de tu rostro y tus hombros
en lo alto, es luminiscencia,
es semilla.

Hazla palabra y tendremos que oírla.
Que el caos recoja sus desechos,
se ponga al rojo vivo y haga brotar
nuevas posibilidades feraces,
nuevas lenguas.








Una vieja está llena de veneno

Una vieja está llena de veneno,
sus palabras se multiplican como células malignas,
bolitas de estricnina,
gotas de ácido prúsico;
dice mucho más, y peor, de lo que quiere
y los demás se horrorizan.
Desean que enmudezca o muera.

Se ahoga en sus propios jugos –
en la superficie apestan
en sus oquedades
y dentro de ella sube la marea
lamiendo como agua sucia
en un pozo rajado,
entumeciendo sus órganos.

Su memoria es un estofado podrido
donde flotan fragmentos de vivencias,
insultos y traiciones y desencantos
anegando estampas más felices,
y pedazos de otros cuerpos,
quizás penes flojos o hediondos.
Ansía una carne más dulce.

En el espejo ve la que otros ven,
respetable, lastimosa quizás,
no más protagonista segura
con todas esas arrugas, pliegues
y surcos donde se emborrona la pintura de labios.
Ser venenosa es mejor que ser patética, piensa
de repente y sabe que todo es un error.

Seres anfibios dorados
suben flotando desde sus profundidades negras
buscando el cielo a través de sus ojos.
Camina con ellos debajo de los árboles
y por calles pululando de misterio
y una lluvia de luz pesada
sujeta al tiempo en sus linderos.









Ensalmo

Señora leona
que modulas la luna,
hazme redonda,
plasma mi piel:

dentro del aro perfecto
articula los huesos,
los blandos senderos rojos
y los pálidos nervios.

En las juntas
y en los cruces
siembra bulbos
vegetales.

Cuando menguan mis fuerzas
minadas desde dentro,
despojadas
por el llanto ajeno

ellos aguantarán la presión,
encogiéndose en torno a un grano
de maná que convierte
el dolor en visión,

en crecimiento,
en flores compasivas
y victoriosas,
estrellas en mi cielo interior.

Señora leona,
que en secreto alumbras al sol,
haz de mí
tu chamán.









Los dioses de las orillas

Madres y guerreros
de barro, bronce o piedra,
manchados de rojo, engalanados,
contemplaban el mar desde sus pedestales,
en guardia contra miedos ancestrales.

Nadie creía que iba a suceder.
La ola se empinó desde el abismo,
corrió hinchándose hacia la orilla
y se soltó desbocada tierra adentro
aplastando cuerpos y casas.

La sal quemó el botón de sus ojos,
las cuencas fútilmente desafiando;
se desmoronaron o perdieron extremidades,
se ahogaron con sus devotos
y los escombros los cubrieron.

para Chinnaswamy




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