sábado, 11 de septiembre de 2010

1014.- ANA LUISA AMARAL



Ana Luisa Amaral nació en Lisboa, Portugal en 1956. Fue Doctorada en Literatura norteamericana, con una tesis sobre Emily Dickinson. Ha publicado cinco libros de poemas: Mi señora de qué (1990), Cosas del partir (1993), Epopeyas (1994), Muchos los caminos (1995), A veces el Paraíso (1998). Tiene un libro de cuentos infantiles , Gaspar, el Dedo Diferente y otras historias. Ha sido traducida al castellano, inglés, francés, alemán y búlgaro.






Poemas de Ana Luisa Amaral



El exceso más perfecto

Quisiera un poema de respiración tensa
y sin pudor.
Con la elegancia redonda de las mujeres barrocas
y el reverso todo del arbusto fino.
Un poema que Rubens envidiaría, al ver,
desde el fondo de tres siglos,
su cuerpo magnífico echado sobre un diván,
y reclinados los brazos desnudos,
sólo con pulseras tan (pero tan) preciosas,
y un angelito encima,

en su pequeño nicho hecho nube,
resguardándolo, dulce.
Un poema así quisiera.

Mucho más todo que las dignidades griegas de equilibrio.
Un poema hecho de excesos y dorados,
y todavía muy bello en su pujanza oscura y mística.
Ah, como quisiera yo un poema diferente
de la pureza del granito, y de la pureza del blanco,
y de la transparencia de las cosas transparentes.
Un poema exultando en la angustia,
un largo rododendro color de sangre.
Una alameda entera de rododendros por donde el viento,
al pasar, se detuviera deslumbrado
y en desvelo. Y allí se quedara, aprisionado en el cántico
de sus pulseras tan (pero tan)
preciosas.

Desnudo, de redondas formas, tal poema quisiera.
Una contrarreforma del silencio.

Música, música, música llenándole el cuerpo
y el cabello trenzado con flores y serpientes,
y una fuente de espanto polifónico
escurriéndosele por los dedos.
Reclinado en diván forrado de terciopelo,
su desnudez redonda y plena
haría a grifos y sirenas empalidecer.
Y a los pobres templos, de líneas tan contenidas y tan puras,
temblar de miedo solamente de la fulguración
de su mirar. Dorado.

Música, música, música y la explosión del color.
Espiando desde el fondo de tres siglos,
un Murillo callado, al ver que simples eran sus ángeles
junto a los ángeles desnudos de este poema,
cantando en conjunción con otros
astros de oro
salmodias de amor y de perfecto exceso.

Góngora empalidece, como los grifos,
ahora que lo contempla.
Esta contrarreforma del silencio.
Su mano alzada rumbo al cielo, cargada
de nada –







Cosas de partir

Intento empujarte desde encima del poema
para no destruirlo en la emoción de ti:
ojos semicerrados, en precauciones de tiempo
soñándolo de lejos, todo libre, sin ti.

De él ausento: tus ojos, sonrisa, boca, mirar;
todo cosas de ti, pero cosas de partir...
Y mi alarma nace: y si moriste ahí,
en medio de suelo sin texto que está ausente de ti?

Y si ya no respiras? Si no te veo más
por querer empujarte, lírica de emoción?
Y mi pánico crece: si no estuvieras allí?
Y si no estuvieras donde el poema está?

Hago eróticamente respiración contigo:
primero un adverbio, después un adjetivo
después un verso todo en emoción, promesas.
Y termino contigo encima del poema,
presente indicativo, artículos a oscuras







Sólo un poco de Goya: Carta a mi hija

¿Te acuerdas cuando decías que la vida era una fila?
Eras pequeña y el cabello más claro,
pero los ojos iguales. En la metáfora dada
por la infancia, preguntabas por el espanto
de la muerte y del nacer, y a quien seguía
y por qué seguía, o de la total ausencia
de razón en esa cadena en sueño de ovillo.

Hoy, en esta noche caliente rompiéndose
de junio, tu cabello claro más oscuro,
quería contarte que la vida también es eso:
una fila en el espacio, una fila en el tiempo,
y que tu tiempo al mío seguirá.
En un estilo que me agradaba, ese de un hombre
que un día recordó Goya en una carta a sus
hijos, quería decirte que la vida es también
esto: una escopeta a veces cargada
(como decía una mujer sola, pero grande
de jardín). Mostrarte crema de leche, dejarte
testamentos, hablarte de tazones – es siempre
mirarte amor. Pero es también desordenarte a la
vida, atrincherarte, y a mí, en fila discontinua
de mentiras, en cariño de verso.

Y de lo que quería hablarte es de los nexos de la vida,
de quien la habita más allá del aire.


Traducción de la autora con la colaboración de Andolin Eguzkitza










Voces


Eterno este instante: el día claro,

Los colores de la casa dibujadas en raso aguado,
Castaños y rojos casi en declive,
Limpísimas las ventanas, de cristales muy honestos.
Instante éste que fue y ya no es, mal puse el bolígrafo
En el papel: eterno


Soñé contigo, desperté al pensar 

Que todavía eras, como lo es esta ventana,
Como el cuerpo obedece a este viento caliente, y es ágil, 
Pero todo: tan confuso como los sueños


Ahora, en este instante, recuerdo la sensación

De cuando estabas, el roce.
No distingo los contornos de mi sueño, no sé
Si era una casa, o un pedazo de aire. 
La memoria limpísima es tuya,
Todo lo cubre, trayendo azul y sol a esta plaza
Donde me siento, justo en la esquina, 
Como las casas


Y ahora, tu caminar

Acabó de pasar justo a mi lado, igual, 
Y ahora se multiplica en las mesas y las sillas
Que cubren calle y plaza,
Y te veo frente a mí en el cristal,
Más real que este instante, y si Brueghel te viera,
Te pintaba, exactísima y aquí mismo.
Y estarías más cerca de lo eterno


(Yo, que no sé nada más, salvo el fulgor de lo breve,

Yo, te daría palabras —)






Vozes



Eterno é este instante, o dia claro,

as cores das casas desenhadas em aguada rasa,
castanhos e vermelhos quase em declive,
as janelas limpíssimas, de vidros muito honestos.
Este instante que foi e já não é, mal pousei a caneta
no papel: eterno


Sonhei contigo, acordei a pensar

que ainda eras, como é esta janela,
como o corpo obedece a este vento quente, e é ágil,
mas tudo: tão confuso como são os sonhos


Agora, neste instante, recordo a sensação

de estares, o toque.
Não distingo os contornos do meu sonho, não sei
se era uma casa, ou um pedaço de ar.
A memória limpíssima é de ti
e cobriu tudo, e trouxe azul e sol a esta praça
onde me sento, organizada a esquadro,
como as casas


E agora, o teu andar

acabou de passar mesmo ao meu lado, igual,
e agora multiplica-se nas mesas e cadeiras
que cobrem rua e praça,
e eu vejo-te no vidro à minha frente,
mais real que este instante, e se Bruegel te visse,
pintava-te, exactíssima e aqui.
E serias: mais perto de um eterno


(Eu, que nada mais sei, só o fulgor do breve,

eu dava-te palavras —)

Traducción: Ángel Manuel Gómez Espada









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