lunes, 18 de julio de 2016

MARTÍN J. ZUBÍA [18.941]


MARTÍN J. ZUBÍA

(Toledo, 1997) estudia la carrera de Lenguas Modernas y sus Literaturas en la Universidad Complutense de Madrid. Le gustan la poesía, las ballenas y los árboles. A veces escribe no sabe qué cosas.

 

Róbame sobre la  Antártica
viento esquivo sobre espalda
sombra ciega
irrumpe en la mañana
irrumpe en los diáfanos
suspiros que nos miran destruye
la voz que canta la voz que asfixia
la voz que todo lo reduce a polvo
regreso escarcha
ceniza cielo grillo vuelta
cielo seco
grillo ebrio
estampa ignífuga en los años
duerme en mí cielo seco
expira en mí grillo ebrio
sálvame en mí bella estampa
¿dónde dormiste anoche?
róbame sobre la Antártida

 

(tras el párpado)

Un invierno mutuo nos entrega.
Las constelaciones se separan lentamente
constantemente.

Un cometa dará su vida
-hoy, mañana, siempre-
en nombre de todas las estrellas.

Acto inútil.
Su muerte no será contemplada.
Nadie –persona, ciprés,
estrella-
mirará al cielo ese día –lunes,
abril, mil novecientos diecinueve-.

. . . . . . . . . . . . .

Los días verdes. La sangre,
caliente. La herida
se fragmenta en distintas dimensiones:
recuerdos en blanco y negro,
mi hombro y una mano
(mía, tuya, mano de árbol,
mano de halcón…),
un océano tan inmenso tras el párpado.

 

(Olvido)

Puedo decir “la luna está alta,
más alta que todos los mundos.”
O quizá: “la luna es un reflejo de mi alma.”
Y,  “este bosque se arropa de sí  mismo esta noche.”
O, “algunas luces traspasan más que otras.”

Los astros, dicen, se mueven debido a
fuerzas gravitatorias.

Yo me muevo por instinto
-fallido-
buscándome de mí mismo,
a través de mis propias huellas.
Me pierdo en ellas,
en caminos recorridos hace años.
Kilómetros, exhausto,
sintiendo un frío que ya conozco.

Olvido.

Puedo decir  “mira, Luna, cómo caigo.
Mira, mira, ¿qué me queda?”

 




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