Mauricio Contreras Hernández
Nació en Bogotá, Colombia en 1960. Poeta, ensayista, investigador, narrador, traductor, editor y pedagogo. Realizó estudios de Química. Actualmente dirige el Colegio de Estudios Americanos. Libros de poesía publicados: Geografías, 1988; En la raíz del grito, 1996; De la incesante partida, 2003; Devastación y memoria, 2005; La herida intacta, 2005, Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Bogotá”-2005. Otros de sus libros: Cuentos policíacos, 2000; Historias Sagradas, 2000; Un sabio no es como lo pintan. Vida de Francisco José de Caldas, 2011. También editó Rostros de la Palabra. Antología de posía colombiana actual, 1990. Incluido en diversas antologías de la poesía colombiana. Escribió para afirmarse en su arte poética: “Una antigua leyenda refiere sucesos de una tribu de hombres soñadores, de palabras sonámbulas que abonan el olvido con sus cantos. Con talismanes de obsidiana hienden la noche y he aquí que crecen los relámpagos. De regreso, con su cabeza bajo el brazo, hunden sus manos mutiladas en la herida de la noche y agitan sin sosiego la materia de los sueños. Entonces, la tribu entera danza alrededor de un augurio que crece como un fuego de ojos alucinados y he aquí que el mundo se renueva en la voz de las mujeres bajo las estrellas ordenando el caos. La poesía siempre regresa para restituirnos la danza de ese pueblo de palabras sonámbulas. Esa danza en torno al fuego de ojos alucinados, los vocablos del misterio como granos quemantes de la ofrenda que no sacia las tormentas.”
And I wake up alone
(AMY WINEHOUSE)
Quiero irme de esta fiesta, Jack.
Ya no me divierte deambular
por Camdem Town con mi guitarra.
Adentro o afuera,
en este cielo color de lejanía,
un gran resplandor me ciega.
.
Jack, necesito tus manos victorianas
que me guíen en medio de la niebla,
entre tanto azote de dios padre.
Desde los trece años
tengo miedo de despertar sola.
Siempre tengo miedo, Jack.
Me gusta lo difícil. Me dejo llevar por los excesos.
¿Por qué corres a esconderte cuando te busco,
entre calles que escurren alquitrán y humo espeso de frituras,
en el barrio chino, en cualquier bar?
¿Dónde tus manos de ojos desmesurados?
No se ocupen de mí. Esta noche no beberé.
Si quieres, tengamos una buena noche, Jack.
Quizás, algunas buenas personas
corran asustadas cuando nos vean.
Estoy sola y demasiado flaca,
harta de beber agua y de hacer dieta.
Mis tetas grandes no van con estas piernas de pajarito,
soy tan sexi como una montaña rusa.
Soy una niña pequeña
que sueña con tener una hija negra como yo.
Y no sé si aún soy yo
o un tatuaje que se adhirió a otra piel.
Tengo miedo de despertar sola, Jack,
en medio de las enfermeras locas de un poema hospitalario,
en un frío pasillo donde la luna me frota con sus gasas ulcerosas.
Soy una imbécil y un esperpento.
La vida es corta, me repiten con obstinada insistencia,
hay que ser fuerte, si no te ayudas a ti misma…
Quiero cerveza, Homero ¿o eres Jack?
Quiero McDonalds en el infierno.
El noticiero cuenta tu vida.
¿Qué hiciste esta vez, Jack?
Mejor visitemos al Dr. Jekyll
quizás acudan otros invitados.
Soy una niña ciega.
Miro mis manos y me parecen ajenas.
Palpo el silencio de dios
y nadie viene, ni siquiera tú, Jack…
Sólo la lluvia golpeando en la ventana.
Y yo acurrucada en el fondo de mi alma,
me alimento de pesadillas.
De ahí mi palidez diaria.
No es asunto de médicos siquiatras.
Soy negra y judía y británica,
de ningún lado,
o mejor aún del no lugar del mercado.
Sólo una ambulancia, su triste gemido,
acompaña mis canciones que se pierden
por infinitos pasillos de hospitales,
donde los roedores gimen
y la lujuria es la resaca de ese juego
en el que siempre pierdo.
Este viaje al fin de la noche
me deja en una estación del metro,
como luego de un desastre,
con aquellos que quisieron seguirme,
sólo hasta las puertas del infierno,
cantando a voz en cuello mi desgracia.
Jack, quiero irme de esta fiesta.
¿Por qué se afanan en cerrar mis puertas,
en tapiar mis ojos, en atar mis manos?
INTEMPERIES DE LA CASA
En esta casa la boca del hambre bosteza en sus ventanas,
una legión de palabras sonámbulas habita los desvanes.
Esta casa se sostiene en ladrillos de respiración agitada,
en delgadas venas drenando sus cloacas.
Las mujeres cargan esta casa en su espalda como caracoles del desastre,
allí crece la belleza como la hierba de las ciudades.
Esta casa de sílabas y aleteos de manos,
peces con cuerpos de muchacho
echan a volar más allá de sus escasos años,
ángeles de la guarda escupiendo fuego
inician una danza que no ha de aplacar al dios de sus plegarias.
*
he aquí que algunos morían
sin vislumbrar el camino de regreso
otros yacían a nuestro lado clamando que la verdad
había sido el riesgo
entretanto
los que aún no
todavía
bebíamos luz agria
y hablábamos sin palabras con nuestros pasos
lentos pasos
con nuestra sombra
exigua sombra
la partida es lo único que sabemos
uno tiene su mata de ñame
la huida es lo único que tenemos
uno tiene
su
puño
de
arroz
*
juntos en el desierto
juntos en la selva
juntos en la sed
en el agua dispersa
nunca se detiene este camino
para tantas preguntas no hay labios
sólo para pezones y lamentos
manada de pasos sin huella que irritan al cielo
a éstos y aquellos
crece un musgo que sofoca el canto de las mujeres
los más viejos erigen sus techumbres
con palmas de paciencia
el silencio echa sus redes
y hay quienes afirman que
creen que
aún
*
- mira que gente rara
- nunca se detienen
- ¿y por qué no?
- porque no se cansan
- ¿y por qué no?
- porque no tienen donde caerse muertos
- y tampoco duermen
- ¿y por qué no?
- porque están huyendo
- ¿los que huyen nunca duermen?
- ¿pueden dormir los huyentes?
*
entre las piedras donde buscamos alimento
en la tierra sembrada de ojos abiertos
entre graznidos que sofocan la siembra
en la dispersión del camino sin regreso
madura una vendimia sedienta
*
¿hacia dónde deriva este río perplejo?
¿qué volcán de fuego crece junto a su silencio?
¿qué plagas se abaten sobre este pueblo?
¿qué semillas cosecha esta labranza dispersa?
¿y qué arcanos cifran su tormento?
¿y el trigo que se muele y la luz que se aposenta?
¿y sus caminos y sus puertos de sosiego?
¿hacia dónde deriva este destierro perpetuo?
*
Furiosos pájaros desgarran las cavernas de mi cuerpo, fruto rugoso y seco sacudido por sus picotazos hambrientos.
Tan sólo aguas espesas, barro y ausencia allí donde revolcaras como un búfalo ardiente tus carnes jóvenes y espléndidas acariciadas por mi fiebre.
Fiebre que agita y desordena los miembros, los recuerdos. Un vago sabor de almizcle restituye tu presencia y mi lengua lame las paredes buscando la humedad chorreante de tu acequia.
En vano intento alzar la hoguera con ramas recogidas al pie del árbol muerto.
Sin cesar fatigo rutas holladas por las bestias. Vuelo en círculos. Pájaro frenético, ciego.
*
Un jabalí enloquecido tu cuerpo en el mío ausente. Sorda letanía de la carne que se confunde con la fiebre. Arena esbelta. Estación en el desierto donde, ciego caminante, lava el sol sus llagas con las sales de tu aliento.
Y hablo de un barco ebrio. El bajel de nuestros cuerpos en mitad de la tormenta.
Espumas de sal, medusas trémulas y la mar, la mar murmurando la cópula, el jadeo.
Fastuoso lecho para los amantes en los restos de naufragios sobre la tierra.
En los lagos más ocultos donde lavan sus pieles las serpientes.
Ah, infructuoso asedio que me gasta y me aleja de tu inocencia de fruto, de tu sangre de caballo encabritado, ciego.
*
Entre la vigilia y el agotamiento febril del sueño bestias dementes rondan los pliegues de mi cuerpo.
El delirio nutre sus hogueras con mis frágiles huesos y me conduce a la orilla de tu inocencia donde lavas con luz de mediodía cópulas inexpertas.
Brebajes amargos que las viejas preparan con raíces traídas del desierto no me dan sosiego. Tampoco sus hijas de carnes dóciles en la ofrenda.
¿Qué ajenos rituales ha de cumplir aún el extranjero?
¿Dónde el cántaro fresco, dónde el agua chorreante por tu piel de joven bestia?
¿Dónde la turbulencia de tu sangre hacha mástil, hecha vela?
¿Con qué bálsamos dime, con qué aceites he de ungir tu cuerpo espléndido y ausente?
*
Como un bello pez flotando entre aguas espesas, ahí tu cuerpo. Lejano. Ajeno.
Palpable delirio que mi lengua deshace en vapores polvorientos. Alto naufragio este deseo. Inútil como la poesía, como un insecto muerto.
¿Y qué oponer ante pájaros imposibles desatados en tormenta?
Granos de sal, bayas amargas y su sexo, roja flor de las arenas, todo cuanto le fue encontrado a este viejo cazador de ausencias.
*
Sísifo
Quién puede acusarme
por falta de empeño en mi condena
Acaso los dioses
acaso las gentes que pasan por mi lado
Como si la rueda de la vida
fuese para ellos más liviana.
Es cierto
y todos lo saben
que quise con mis palabras
detener el tiempo insaciable
y sólo un puñado de polvo
resta ahora entre mis manos.
Tan pocas
para recomponer la cima lejana.
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