Cali, Colombia
1976
Poeta y cronista. Se desempeña como gestor cultural y periodista. Está vinculado a proyectos de cultura ciudadana y patrimonio histórico. Dirige el programa de lectoescritura Ciudad de palabras. Ha escrito los poemarios Todo el amor para la luna de Perkins (2005) y Las formas del silencio (2011).
Los locos
Los locos son los felices presidentes
de las verdes repúblicas de los parques
Los locos madrugan a bañarse con nubes en las fuentes
y a murmurarles nuevos nombres a todo lo que miran
Los locos se embriagan de cielo cuando quieren
y andan por ahí exentos de impuestos
por los universos que habitan
Los locos no tienen complejos, no sufren de celulitis
y siempre están en forma de tanto huir de la miseria
Los locos no contestan el celular porque no tienen
y si les preguntan por sus nombres es inútil
pues los olvidaron a propósito
Los locos son mitad dioses
porque cuando Dios los creo estaba loco
Los locos se enojan y tiran piedras
porque la gente les tira piedras con la mirada
y aunque que insistan
los locos no comprenden la palabra hijueputa
Los locos son como niños de otro tiempo
que saben que los pájaros, los atardeceres y las frutas
son generosos actos de amistad
¡Y claro!, los locos escuchan y escriben poemas
Los locos son poesía.
En el suburbio de mi alma
La quiero
y la detesto
amo por igual a sus putas
y a sus asesinos
la abandono como a un muerto
y la imagino distinta
soy un niño feliz
que salta en el parque de su cara
y otro que vomita
en su vientre de miseria
dispongo con sadismo de su cuerpo
en estado de coma,
pero es ella quien aprieta mi mano
cuando digo cada noche
mi última palabra
es la ciudad
esta cueva de verdades y miedos
que también soy y no he sido
este tumulto de pesadillas
donde sueño siempre despertar.
La capital de los hijos grises
Despierto
En la página cristal de la ventana
sube el sol iluminando la capital de los ausentes
Entre sus criaturas, el barrendero y la prostituta
caminan acentuando con huellas de luz
las primeras palabras del día.
Con ellos las sombras salen de sus madrigueras
y suben a los buses recostando sus rostros en las ventanillas
mientras la rutina crece como escarcha en sus miradas
Maternal, florecida de entusiasmo,
la vendedora de tintos bendice a los
transeúntes
y canta un bolero al ritmo de las
cadenas que se arrastran
como serpientes detrás de los pasos
Así la ciudad se hincha y se atraganta de hombres
Sé que ahí, en el cuarto oscuro de la alcantarilla,
un niño de ojos nube sueña su primer juguete
o al menos una caricia que le enseñe que la piel
sirve más que para acumular su propia sombra
Él, como yo, quisiera cambiar todas sus monedas
por alguna respuesta, pero una mano de acero
sabe taparnos la boca al mismo tiempo
Lo que puede decirse sobre la esperanza
es esto que el perrito sarnoso intenta cifrar
lamiéndome la mano,
y conversamos y lo acompaño al parque,
donde la brisa barre las plumas
de quienes alzaron el vuelo con un libro bajo el brazo
en esta repetida tarde rayada de edificios
Comprendo, entonces,
que en cuestión de sueños
nosotros mismos hemos sido una
jaula
de odios e indiferencias.
Por eso enferma, delirante,
la ciudad transpira y transpira hombres y revuelca
sus calles
y aprieta sus puños deseando
que pronto llegue la noche,
para desnudarse ante la luna y preguntarle
por qué es ella un sólo laberinto.
Y grita y aguanta, como si a cada segundo
un muerto le saliera del vientre,
y le sale,
y suelta sus páginas tristes que bailan con el viento
y se entera que en los espejos hay una
angustia que la aguarda
porque somos nosotros, sus bastardos hijos grises,
quienes tenemos los rostros de asfalto y de ceniza.
Por eso escúchate, amigo mío
Esto que nuestro corazón llora
es también lo que la ciudad nos grita.
HEREDERAS DE LA NOCHE
sube la mañana
doblándose como una hoja
bajo el duro sol que las señala
una niña apuñaleada en el hombro
pasa ofreciendo chiclets
y se sienta en el pupitre de sus sueños
a atender las lecciones de la vida, ahí
en la escuelita del andén
otra se desenrolla de la noche
y exhuma,
uno por uno,
los cuerpos que fueron suyos
y con las reservas que le deja
el asco
se bebe un tinto, tan agrio como
su infancia,
mientras con sopor
escurren renovados odios su vagina
ambas esconden
un billetico de mil
entre los senos.
DEBAJO DEL AGUA HAY UN ÁRBOL
no tiene ramas
no tiene frutos
sus raíces no pueden verse
ni su tronco abrazarse
no lo sueñes
no lo busques
deja que sus hojas
terminen de secarse
deja que la arena
cubra el cuerpo de su sombra
ignora su antiguo aroma
y olvida la alegría
del hombre que habitó
no lo sueñes
no lo busques
sin embargo
debajo del agua hay un árbol.
Un leve aleteo
He venido al silencio para sacarme el ruido
y hacerme con recuerdos una casa,
un cuerpo de niño
asomado por mis ojos
me fui aclarando,
danzando en una mano del sueño,
entre pájaros y un patio inmenso
y orillas de un bosque que abrazaba toda la tierra
temblorosa en el vuelo suspendido de una flor
pronunciada por el viento
con una mariposa en la garganta
me dejé de oír el cuerpo.
El leñador
Cruje el leñador en su sombra
ante la tierra que despierta
ha alcanzado su noche finalmente
en el espacio de bosque sin bosque de su alma,
cuando el horizonte es tan claro de sed
en el espejo roto del desierto
allá va el leñador solitario
sin un guardián, sin la caída de una flor,
sin el estruendo universal de una cigarra
sin su puerta de madera al paraíso
ya va hacia el tronco caído de su hueso
con su alma sin filo aplastada de intemperie,
y los pájaros cantan devolviendo su
música y su luz
porque ninguna melodía fue tan inmortal
como la infancia
y algo de lo que fue reverdece
en su eternidad tan dentro,
viajando en sombras de hojas que lo amparan
al fin despierto
el leñador sube por el árbol.
Mi casa
1
Soy mi casa,
su mancha de humedad en la pared y
el pájaro que canta en la sala y
ya no escucho,
soy el armario vacío,
las sombras de las matas del patio
que se fue
y estas ventanas que pueden ver
mi transparencia
y las monedas en el piso
y el barco anclado del lavadero,
soy esta puntilla solitaria en el muro,
y la música de mis pasos que se arrojan
otra vez
por la escalera,
soy la carta de amor de la empleada del servicio,
mi frisby en el techo
y el agua de mi sombra en el sonido de la tarde
sumergida,
soy la foto familiar bajo el vidrio
y los balazos del gorgojo
en mi infancia de madera hacia los años,
soy mi padre,
la puerta azotada al mediodía.
2
No sé a dónde van
las puertas de mi casa,
a quién buscan
si aún soy ese hombre de pie
en las esquinas
desciende el agua de la tarde
y puedo ver con mi voz lo que dicen
y no sé quién está escuchándome
el silencio,
ni qué voces me rescatan.
no sé qué manos recogen del viento
la arena de mi sombra.
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