Manuel Morales
(Iquitos, Perú 1943 - Porto Alegre, Brasil, 2007)
Es uno de los poetas peruanos ya ausentes caracterizado por una poesía breve, sencilla, pero valiosa. La vida y la poesía de Morales llevan datos suficientes para afirmar que tuvo un aprecio excepcional a sus amigos. Vivió y escribió con ellos y para ellos. Como integrante del Movimiento HORA ZERO, hasta antes de su viaje al Brasil, recorrió el Perú junto con Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Tulio Mora, Jorge Nájar, Enrique Verástegui . Según un testimonio de Abelardo Sánchez León, entre los amigos miraflorinos más cercanos de Morales figuran Obdulio, Rafo, el Tirabuzón Zapata, el Mocho Gutarra y Dedalito. Se mencionan nombres célebres o menos célebres, de la misma manera que cada uno de nosotros haría la relación de quienes nos acompañaron y nos acompañan, en las diferentes etapas, en las alegrías y en los sinsabores de nuestro vía crucis existencial.
Como la categoría del amigo es siempre intensamente mencionada y calificada por cada quien en sus tertulias de familia o de las personas con quienes congenia de múltiples maneras, resulta sin discusión la influencia de la amistad en el desarrollo emocional y material de las personas. Los amigos son en gran medida los testigos y compañeros más importantes en las buenas y en las malas, a ratos con una generosidad que en no pocas ocasiones resulta inexplicable. Y en la literatura universal, el amigo es un personaje irremisiblemente próximo, desde las páginas bíblicas hasta el Nobel 2010 Mario Vargas Llosa, quien con orgullo declara la nobilísima amistad que le extendió Carlos Barral para dar los primeros pasos firmes en el andar novelístico.
Estos razonamientos nos llevan a recordar aquí el simbólico mensaje que sobre el amigo ideal dejó el poeta Manuel Morales, en su libro Poemas de entrecasa (Universidad Nacional de Educación, 1969)
SI TIENES UN AMIGO QUE TOCA TAMBOR
Si tienes un amigo que toca tambor
Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
Porque ahora ya nadie toca tambor,
Más aún, ya nadie tiene un amigo.
Cuídalo, entonces,
Que ese amigo guardará tu casa.
Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
Que es tu mujer y no la de tu amigo.
Si sigues este consejo, vivirás
Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
Y un amigo que toca tambor.
MEMORIAL PARA ROSE
¿Será que todavía está vivo
mi hermano Juan Gonzalo, guerrero señorial
y provenzal y distinto de la poesía?
Hay siempre un punto de enlace
en su rostro bello y devastado, pero solemne,
cuando con un hachazo de sombra
arranca las bellotas colgadas en el pescuezo
de las estrellas, en las madrugadas.
Las costillas fervientes del otoño
enarboladas como rubias cervezas
sacuden las túnicas escrupulosas del instinto
y árboles viriles
y vientos camuflados de sentimiento
ventilan apresadamente
el trágico destino de las cisternas
secándose con dignidad.
Y el mundo es una paloma embarazada
de felicidad
difundiendo su laureado nombre y
la lozanía de su lúbrico mensaje
en 1.200.004 tabernas y botiquines de mala muerte de la Vía Láctea.
Si hay que beber con Dios
que él levante la primera copa.
(Río/1982)
TRES MONJAS FRANCESAS BAÑÁNDOSE AL SOL
Son tres mujeres
o nubes
de saris azul. Tres
novicias confundidas
frente a la lluvia. Bendecidas
en cuanto sueñan con la simetría
de escudos y puñales y navíos. Y peines. Y penes.
Se equivalen a tres palomas
albas, divorciadas de vientos
y lastimadas por una inocua postura
de la felicidad.
En la imagen de mi corazón
son tres rosas sobrias pero nada preocupadas
por las huelgas de los empleados y los otorrinolaringólogos
de la prefectura portoalegrense,
ni por la rinitis atravesada de las vendedoras de casuarinas
y girasoles,
y sí con sus rizos de oro
frente al enervante sol
que intenta -como yo- penetrar
en la intensidad del pasto de sus pubis.
Abiertas -de par en par- al misterio, protegidas
por un tenue paraguas
para no ser mojadas por la impertinencia
del silencio, son tres castores amenos
royendo almendras y manzanas rojas
en la orilla prohibida de las fuentes azules del paraíso.
¿Qué cosas sueñan esas tres diosas,
reinas del universo que solamente yo deseo compartir?
En pleno estío -rejuvenecidas
y distantes a la percepción del bien
y del mal-
el porvenir es una profecía
andando en bulevares con árboles
y pájaros (penes) y avíos.
El sol calienta la holgura
del sentimiento azul, cremando
la momia odiosa
de la soledad y el desamparo.
Son tres palomas
albas, tres signos
reconstruyendo el sueño,
tres recordaciones
o síntesis de buenos amores
y suaves olores y pieles y trapos líricos
(lo que el amor hizo de ellas)
y apenas su lucidez se confunde
con la altitud de la hierba y de los hombres
que no podrán cruzar en sus caminos,
entrelazar sus bocas
a sus muslos claros y róseos como el ave maría;
son por tanto,
más que tres metáforas,
tres andamios
de la memoria
devoradas
por el intenso
resplandor
de la poesía.
Y yo las miro y las masturbo
con mi bello canto libertino.
Dos POEMAS DE ENTRECASA
EL TRUCO DE ESTE MUNDO
Ahora tenemos que ser parcos.
La alegría nos reconforta
como un hermano.
Pero el mundo no está hecho
a la medida de nuestros sueños.
Tenemos ganas de encendernos
a cada instante
mirar una calle , hablar
hasta cansarnos
porque atrás
una sombra nos persigue.
Es decir, este mundo
tiene su truco.
El mundo es como un lunar
en el rostro de una muchacha.
No podemos inventar paraísos
porque no estamos
autorizados para ello.
Ahora tenemos que ser cautos.
No presumir que nuestro corazón
es puro y, calladamente,
adaptarnos
al truco de este mundo.
LA MALA DISTRIBUCIÓN DE MI TIEMPO
Jamás he negado que tengo malas costumbres.
Sobre todo cuando el sol hace garabatos en mis ojos,
o cuando una muchacha me sonríe con su blusa amarilla.
Por eso siempre que puedo dirijo mi batuta hacia mis viejos,
y hacia esos despojos solemnes que frecuentan mi casa;
a la abuela, sobre todo, que aún sueña con Rodolfo Valentino.
Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido,
hablo demasiado y no construyo más que castillos en el aire;
y de noche me atormento como un miserable y hago invocaciones al Marqués de Sade.
Pero a veces yo me escapo de esta rutina y frío monos en la sartén de palo;
vivo en constante peligro de encontrarme con la horma de mis zapatos,
de encontrarme con algún enemigo que me ponga los puntos en las íes,
o de que mi padre se encarache y me mande al diablo.
Pese a todo visito las cantinas,
escupo en los lugares públicos donde no debo hacerlo,
y toco los timbres de los vecinos y corro como un cretino.
Ya los policías se han dado cuenta y me tienen entre ojos,
me marcan a presión y me han acusado de tener malas costumbres;
y el día que me agarren la voy a pagar una por todas.
Pero yo me río,
porque este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir
lo tengo mal distribuido.
De: Poemas de entrecasa , Lima 1969
MANUEL MORALES ENTRE LOS FUNDADORES DE GLEBA LITERARIA
Manuel Morales Peña (Iquitos, Perú 1943 – Porto Alegre, Brasil 2007), fue uno de los primeros poetas que conocí, el año 1965, en la Facultad de Educación y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Federico Villarreal en la que ambos estudiamos en la especialidad de Lengua y Literatura. Amigo cercano, compartimos lecturas, recitales, amistades e indignaciones frente a las condiciones que se vivían en la Universidad y las injusticias y cerrazones sociales y culturales que sufría el país.
Miembro fundador del grupo que editó desde octubre de aquel año 1965 GLEBA, Revista Literaria y donde publicara sus poemas mucho antes de la aparición, en 1969, de su primer y único libro Poemas de entrecasa. Así, junto a Jorge Vega Morzán, Carlos Bravo Espinoza, Ricardo Falla Barreda, Jorge Pimentel, Abdón Cabanillas, Eduardo Ibarra, Eduardo Valdizán, Manuel Morales Peña se encontró entre los pioneros de lo que sería luego un vasto movimiento poético al que se irían añadiendo nuevos nombres.
Como referí en anterior post, el año 1968, publiqué en la revista Páramo ( bajo mi osada dirección) una entrevista – tal vez la primera que se le hacía- realizada por, nuestro también compañero de estudios, Juan Paredes Castro, con motivo de haber obtenido el Premio Cantuta de Oro 1967 por la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle. En aquella oportunidad, dio a conocer cuatro poemas del libro premiado: “Compromiso”, “En busca del tiempo perdido”, “El truco de este mundo y ” “Dibujé una trampa”.
En la mencionada entrevista, a la pregunta de Juan Paredes acerca de cuándo se había iniciado en la poesía, Manuel respondió i: “Desde niño. Empecé a escribir cuando consideré a la poesía como exilio”. Qué hondo significado cobra ahora esta respuesta de quien muchos años después dejara el país, nos visitara en casa en algunas oportunidades y luego nos sorprendiera con la noticia de su muerte en Brasil.
En recuerdo de esos años y su fuego reproduzco aquí en calidad de primicia los textos de Manuel publicados en los primeros números de Gleba entre octubre de 1965 y abril de 1970.
De. GLEBA, Revista Literaria, Nº 1 Año 1 , Lima octubre de 1965
PROTESTA FUNDAMENTAL….
De un poeta herido
Su pata de cangrejo.
Erase por no decir más
Cuarenta puños
Cuarenta piernas
Su encefálica masa buscando.
Han asesinado la poesía
Su raíz
Su vértigo
Un musgo quebrado
Una palabra de metal.
SALUD GLEBA!
Que la mano izquierda
Deshoja un intestino delgado,
Un alvéolo descuartizado,
Un rito de flores frescas.
GLEBA
tú resucitas cadáveres de asbesto
toma el cuchillo de las tinieblas,
vierte esquirlas de pan sobre su pecho,
y coloca un crepúsculo de azucenas
esqueleto de este frágil poema.
DESNUDEZ
No sé si es snob, pero…
Yo he asaltado una banca de figuras grotescas,
He asesinado caballos de fuerza,
He tocado la pierna de una mujer leprosa;
Guardando celibato
En una sórdida casa de enajenados.
Yo he conocido
Lo más imbécil de las creaciones,
Me he acostado con la viuda de mi hermano,
Y a un rico le he hurtado una pulga de oro.
Y Dios me ha acompañado.
Yo me he casado
Con una mata-hari en un templo budista;
Y el destripador de Londres
Me ha dado la receta
“como degollar sin ruido a una mujer infiel”.
Yo he sido el poeta de las casas de tolerancia,
Y he bebido chicha con os sacerdotes morbosos;
Y no he sido proxeneta,
Ladrón ni prestamista,
Mas sí un sinvergüenza.
He sido lavaplatos,
Cocinero, en un hotel de mala muerte,
He conocido a un homosexual y he aplaudido su actuación
Y he bailado desnudo en un suburbio.
He caminado como un mono
He imitado a un ciego y a un cojo
Y he decapitado a un poeta maldito.
He visto a un baboso
Y mi cuerpo he doblado en frágil genuflexión.
Yo he robado las cosas de una casa abandonada,
Palabras a la inspiración,
He sido tragasables en un circo mundano,
Matarife y arriero en periodos de inanición.
He dormido borracho en los bancos de las plazas
Y he comido los panes que no son nuestros.
He tenido un amor (en cada esquina)
He mantenido relaciones con la mujer del vecino
(agente viajero)
He charlado en su alcoba con la mujer de otro
(militar)
He dicho todo lo que he sido
- Y no he mentido -
Riiiiing……Riiiiiiiiiing…………
Disculpen.
Me están llamando por teléfono,
Y mientras tanto
No me importa lo que puedan pensar.
De: GLEBA Revista Literaria Nº 2 Año 2 Diciembre de 1968
EL DETALLE OLVIDADO DE PIEICEN BOOL, EL MARINO
Sí, Peicen Bool había naufraguado.
Primer o en Ámsterdam tropezó con unos maleducados y no levantó la cabeza sobre otras alas y de Bruselas recordaba las manos toscas y caléndulas de una pequeña idiota (prostituta iniciada en La Riviera). Luego supo que sus redes invisibles abrazarían el silencio de haraganes grumetes, de ebrios tostados en algún puerto de la Costa de Marfil; lejos, sin embargo, las afónicas trompetas denunciaban que nunca tuvo casa y jardines y deseos.
Peicen Bool tuvo cinco mujeres. Recordaba a una sola, aquella que gustaba escuchar a Chopin mientras se desnudaba y bailaba como una culebra d esas que pululan en la India. Y tuvo un hermano embustero, casado con una diosa fenicia medio sorda.
En su pasado Dido era una antigua ramera, entre el helado semen de los jóvenes bacantes de un tiempo mucho , pero mucho más reciente que la invención de la primera peluca postiza. ¿Y Jerusalén? Juraba que le era indiferente. A pesar de que Miriam, la hebrea, una de sus mujeres, parió un hijo atómico en un mugriento puerto del Mediterráneo. Después una puta rubia cuando tenía veinte años y 665 liras en un banco. Luego sus manos vacías, su ira devorada mil veces por los pájaros y sus tatuajes y las algas colgadas junto a unos enanos horribles como escapados de un campo de concentración sin púas ni vigilancia, cuantas veces estuvo a la deriva sin estatura, sobre la primavera; irguiéndose sobre los años amarrado en la proa de su soledoso barco. Cuántas repetidas veces ante su asesino orgullo, ante el retrato arrugado de Miriam que se largó con un fogonero con dirección desconocida, de seguro, hacia las Islas Mariana o a los burdeles de Argelia.
Peicen Bool está viejo.
Lo estoy viendo, gris, apaleado por el tiempo; en el Perú que un país de gordos
que solo piensan en pegar a sus mujeres y en la política y en devaluar la moneda.
que solo piensan en pegar a sus mujeres y en la política y en devaluar la moneda.
¡AH SEGISMUNDO FREUD!
Y el doctor Freud violaba a las mujeres.
Los sueños lo acusaban de su canalla.
Pero Mister Freud pegó a su mujer,
Y siguió siendo un vienés,
A pesar de no componer sonatas.
¡Ya lo conocen! Sus complejos
Le impiden acostarse con una prostituta.
¡Ah Segismundo Freud!
Apenas si ha leído a Julio Verne,
Mas sí a Musset. “Dos noches de placer”
Le inspiraron su macabra teoría.
De: GLEBA, Revista Literaria Nº 3, Lima, 22 de abril, 1970
LOS MANSOS
Sentimos que somos aventados
Ante la muchedumbre. Sentimos que
Nuestra piel se torna enrarecida.
Sentimos que
Hasta nos han clausurado las sonrisas
Y, sin embargo, nada decimos.
Nos corrompen en masa, nos
Prostituyen ante los ojos de la censura
Y, nadie dice esta boca es mía. Nos roban
En los noticiarios,
Nos estafan en nuestros sueños,
Nos hablan de la l una y la matanza,
Y la barbarie sigue su paso, nos
Prometen los oros,
Por añadidura. Han alimentado
Nuestra memoria con el desfiles de los Catorce Incas. Nos falta el pan,
Y la risa que es lo indispensable.
Nos marean con los cambios de estructuras.
Nos insultan, nos dicen subdesarrollados
Y, sin embargo, nadie dice esta boca es mía.
¡Pero basta! Si calculáramos las palabras
Que se gastan en las gargantas, ello,
Bastaría para escribir los libros
Más bellos de la tierra. Sentimos
Que somos aventados ante la muchedumbre.
Sentimos que somos muchos y no somos nadie.
Se arrugan nuestros rostros, se
Curten nuestras voces de impotencia.
¡Bienaventurados los mansos!
Las puertas de la esclavitud nunca se abrieron con promesas.
QUÉ SERÁ DE MI CABALLO
Qué será de mi caballo.
Qué pasó con mi caballo.
Yo quería a mi caballo
Quién robó mi caballo.
Ese caballito blanco
Que saltaba en las mañanas.
Ese caballito blanco
Relinchando en el establo
Qué será de mi caballo.
Qué pasó con mi caballo
Yo quería a mi caballo
Se robaron mi caballo
Esos ladrones de mierda
Ya no saben qué robarse
Y se roban mi caballo
Y me dejan sin caballo
El potrero está de luto
Encontraron mi caballo.
No relincha mi caballo
Qué caballo pa caballo
Está muerto mi caballo.
Ese caballito blanco
Que saltaba en las mañanas.
Ese caballito blanco
Relinchando en el establo
Qué pasó con mi caballo.
Se robaron mi caballo.
No relincha mi caballo.
Está muerto mi caballo
En enero del año 1969, en Nueva Humanidad, Revista literaria, que dirigió Ricardo Falla Barreda e ilustró Alberto Caballero Valdelomar, también se publicaron dos poemas de Manuel Morales Peña. Aquí los vemos:
"Huellas digitales" “Las sombras son mi continua amenaza”
En el mes de agosto de 1990, apareció Fondo de fuego. La Generación del 70′ , de Ricardo Falla Barreda, minucioso estudio y trabajo antológico que , como señalaba el autor, tenía el propósito de “poner al alcance de los lectores de poesía una reflexión relacionada al surgimiento y participación de la Generación del 70′ en la dinámica histórica de la literatura peruana, más la percepción que de la mencionada dinámica tuvieron (y tienen ) los poetas que integraron la Primera Promoción… en estricto rigor del tiempo histórico donde se ubica su proceso formativo, se ha considerado únicamente a los poetas que se expresaron en el primer momento de las revistas Gleba, Estación Reunida y Hora Zero, gestadas y presentadas públicamente en Lima (Universidades Federico Villarreal y Mayor de San Marcos) en la década del sesenta. También se ha puesto atención en los poetas que sin estar insertos en las citadas revistas se formaron en el mismo lapso y localidad, mantuvieron relación amical e ideológica con los movimientos poéticos aludidos y publicaron su primer libro en el preciso instante del pronunciamiento generacional”. La parte de la antología se inicia con Manuel Morales y se registran ocho poemas de Poemas de entrecasa.
Fondo de fuego. La Generación del 70′. Lima, Ed. Poesía,/CONCYTEC, 1990
RECUADRO
“MI NEGOCIO AHORA ES ENAMORAR”
“Ustedes dirán Manuel Morales vivió lejos y nos olvidó. No es verdad. Siempre viví con mi conciencia transformada en un derrelicto. Y hallo que fue bien. Desde lejos vi a mi generación crecer. Tengo orgullo de ser un militante de Hora Zero, el movimiento que con mi hermano Jorge Pimentel, el chome Ramírez Ruiz, Jorge Nájar, Enrique Verástegui y tantos otros hermanos, como Tulio Mora, ayudamos a erguir para que la poesía no sea una farsa y sí el resultado dialéctico de una generación que ansiaba la libertad contra todos los indicios del oficialismo.
(…)
Soy, como ya dije a mi hermano Miguel Gutiérrez, un hombre libertino cuyo negocio ahora es enamorar. Vivo en el sur del Brasil en Porto Alegre, capital do Río Grande do Sul. Un lugar muy interesante por sus mujeres lindas. Ya habrá oportunidad para que les cuente mi vida”.
(Fragmento de una carta fechada en junio, 2005)
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