Cristián Vila Riquelme
Nació en Villa Alemana, Chile en 1955. Es profesor de Filosofía, doctorado en la Universidad de la Sorbonne y reside en Caleta Horcón. Entre sus publicaciones figuran Procreaciones (relatos, 1979), Dueto (poemas, 1980), Al mar (poemas, 1981), Finis poética (Roma, 1987), Revelación y cuerpo del ocaso (Antología de Georg Trakl., México, 1989), Ideología de la Conquista en América Latina, Entre el Axolotl y el Ornitorrinco (ensayo, España 2001), Tratado del (Des)exilio (poemas, 1994), Crónica del niño lobo (novela, 1999), Materias salvajes, (códigos, desplazamientos, reverberaciones) (Ensayo, 2001) y La Vera Historia (poesía, 2000). Entre sus distinciones figuran el Premio Oscar Castro de Poesía, 1993, el citado Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura y el Premio del Círculo de la Crítica de Valparaíso, el año 2000.
Proposiciones deshonestas
1) spinoza tenía razón: sólo la geometría desordena las pasiones,
2) heráclito tenía razón: del equilibrio no nace nada,
3) la boétie tenía razón: los tiranos son tigres de papel,
4) nietzsche tenía razón: a dionisos lo crucificaron,
5) diógenes tenía razón: uno se compra los amos que tiene,
6) bakunin tenía razón: dios y el estado y la puta que los parió,
7) wittgenstein tenía razón: el lenguaje de los pájaros abarca el mundo,
8) messiaen tenía razón: la música es el lenguaje de los pájaros,
9) brassens tenía razón: somos todos polizontes de la canción,
10) van gogh tenía razón: su oreja cortada es la historia del arte,
11) artaud tenía razón: sólo vale la sin razón de la razón,
12) rimbaud tenía razón: hay que emigrar hacia el sol para morir
en Antología poética de la Generación del Ochenta, 2010
Omnis novum sub sole (El agua del paraíso),
de Cristián Vila Riquelme.
Retorno a la nada
Por Juan Cámeron
Todo es nuevo para quien regresa, propone el poeta Vila en Omnis novum sub sole (El agua del paraíso), (Lom Ediciones, 2005), su más reciente poemario. El quiebre del lenguaje superpone dos idiomas y dos grupos de hablantes, al tiempo de esconder una fractura definitiva, pues toda lengua es un territorio irreductible.
Quien dice venir de vuelta de todo sostiene que nada lo sorprende, pues ha experimentado todo y cualquier interlocutor sería muy ingenuo al suponer algún trazo de ignorancia o cuando, ingenuamente, quisiera sorprenderlo con un nuevo truco o recurso. Quien retorna, se supone, ha perdido la capacidad de maravillarse y carece de perplejidad. Para él, como en el Eclesiastés, nada nuevo hay bajo el sol.
Pero esta afirmación es sino un mero lugar común, sostiene el poeta Cristián Vila Riquelme en Omnis novum sub sole (El agua del paraíso). Según el autor, se regresa a un lugar distinto al dejado. Algo, de lo que el protagonista no ha participado, cambió las cosas ("desde que volví al joven continente/ que no dejan de crecerme las canas (…) TODO ES NUEVO BAJO EL SOL") pues la única patria es la palabra y la palabra es otra. Un nuevo nombre tienen las cosas, un lenguaje distinto se parla entre murmullos y ni siquiera el maestro Wittgenstein podrá solucionar este vacío: "Caminando, entonces, por el borde de toda memoria, ambos vemos -el filósofo del lenguaje y su discípulo descalzo- que todo se abre como un cofre largamente olvidado". Un territorio de eufemismos reemplaza el territorio; la palabra quebrada, traumatizada en el sentido psicótico del término, designa de manera inhumana, insensible, sin emoción. Quienes vienen de regreso comprenden bien este fenómeno.
La observación de este mundo otro se registra por el autor a través de la acumulación, ya sea por medio de los sonidos: el mágico aunque triste llamado de algún heladero/ el ruido de un bus alejándose en la calle,/ ecos de ladridos, canturreos de grillos, etc, o por la descripción de los objetos del entorno y que, al ser nombrados, recobran vida y sentido. Así observa en el canto xxiv: "Hay momentos en que la escritura se presenta como un lugar de nadie. Un enorme terreno eriazo. Un galpón. Un desierto en el cual no hay nadie, sólo huellas resecas, huellas de neumáticos, estrías lunares, voces perdidas".
Es decir, a cada paso hay un redescubrimiento de "lo nuevo", oxímoron necesario para comprender el absurdo de la situación, absurdo que por lo demás compromete al protagonista del texto, ahora sino "la sombra de lo que sólo se pudo ser alguna vez en la casa varada en la casa varada en la casa varada en la casa".
Esta visión nace desde el mismo país. La coexistencia de lenguajes diversos, con valores distintos y códigos de áreas al servicio de grupos disímiles es más que obvia. Se trata de lenguajes distintos porque la palabra es un código interpares; porque la palabra estatuye; porque la palabra es la raíz de un concepto cuyo ejercicio mutuo le permitirá convertirse después en otro, es decir, le dará acceso a la tradición. En la práctica, hablamos entre extranjeros.
Quien retorna, entonces, busca a los miembros de su tribu y no a otros, pues éstos conservan el símbolo de lo eterno (das ewig) representado en la Utopía, ya que este cielo, nos dice el autor, es otro desierto. Aquellos personajes, los náufragos de Horcón, los pescadores, los poetas populares, persisten "como viejos guerreros subiendo al otro cielo". Ese territorio tras el espejo es cohabitado también otros quienes precedieron al autor en la reconstrucción de su texto: Jorge Luis Borges, Federico Nietzsche, Cheb Called, Baruch de Spinoza, Salvatore Quasimodo, Ezra Pound, Jorge Teillier y todos los que comparten el puente en el Bergantín del Irredento, como bautiza Vila a su casa frente al mar. También tienen cabida allí quienes existen tras las sombras: los utópatas de greenpeace, los hermanos del consejo de todas las tierras, los amigos del club de rock y John Lennon, por supuesto, el mismísimo Lennon. La anáfora registra y convoca "por el consejo de todos los mares y por el de todos los cielos y el de todas las nubes -por el consejo de todas las lunas -las de ayer y las de mañana-" la enorme de cantidad de seres iluminados que pueblas este país secreto; muchos de aquellos los encontrarán ustedes en el hermoso canto xxv.
Aquestos ciudadanos justifican existencia frente a los tripulantes de la nave maldita (la otra) "la stultifera navis, repleta de locos y borrachos, sabios y doctores haciéndome señas, gestos obscenos en medio de sus risas grotescas". Y justifican el regreso del autor frente al lenguaje ajeno ese de las palabras sin sentido, que parecen nombrar y solazarse en el malentendido, en el balbuceo de lo incomunicable: "las palabras han perdido su sentido/ ya no llevan en sí al mundo/ ni designan lo irreconciliable/ ya no se parecen a nada ni a nadie ni develan lo invisible".
Visto así, y a juzgar por las fechas de escritura, Omnis novum sub sole puede considerarse la natural continuación de Tratado del (des)exilio, trabajo en el cual la actitud de integración parecía un tanto más ingenua y menos desencantada. Desencanto que por lo demás el autor asume como algo natural, con un aguzado humor al alcance de los más entendidos en estas materias.
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