sábado, 17 de mayo de 2014

MANUEL BLANCO CUARTÍN [11.704]


Manuel Blanco Cuartín

(1822-1890).
Poeta y periodista chileno nacido en Santiago, hijo del escritor Ventura Blanco. Fue director de El Mercurio y redactor en El Conservador. Es autor de los libros Poesías (1859), de las leyendas en verso Blanca de Lerma (1859) y Mackendal o un amor de tigre (1859); escribió también el ensayo Lo que queda de Voltaire (1876) y numerosos artículos, que fueron recogidos a su muerte en el volumen Artículos escogidos de Blanco Cuartín (1913).



AL BORDE DEL SEPULCRO

¡Sombra querida!, que, doquiera arrastro
mis vacilantes pasos, vas conmigo;
sombra, que fuiste de mi vida el astro
que, aún apagado, con amor persigo;

¡visión celeste! ¡sombra idolatrada!,
permite a mi laúd este lamento,
voz interior de lágrimas cuajada,
grito desgarrador del sentimiento.

Si no lanzara este afligido canto,
mi corazón de pena estallaría;
ni, ¿para qué sirviera la poesía,
que es todo amor y música del llanto?

Una a una recorro mi memoria
las fases de mi mísera existencia,
y en todas ellas eres tú mi gloria,
mi luz, mi numen, mi vital esencia.

Cuando apenas contaba yo veinte años,
y era yo presa de feroz tortura,
de precoces, horribles desengaños,
de irreparable y negra desventura,

quiso Dios colocarte en mi camino;
y cual viajero que sediento vaga
y se encuentra un arroyo cristalino,
así te hallé yo a ti, divina maga.







La esperanza.

Ilusión adorada,
Dulce embeleso, embriagadora idea,

Imájen encantada
De la ideal belleza que recrea
I anima la existencia infortunada.

Tú, esperanza querida,
Desde que nace el hombre lo acompañas

En esta incierta vida,
I aunque a menudo, pérfida, lo engañas
Siempre en su pecho, crédulo,te anida.

Tu pintas al marino
En medio de las olas procelosas

I del horror contíno,
Una isleta de flores olorosas
Como el puerto feliz de su destino.

Tú, al triste caminante
Que recorre sin brújula el desierto,

I por la sed punzante
I el hambre se contempla casi yerto,
El agua i pan ofreces abundante

Tú, al que tenaz la tierra
Horada sin descanso tras el oro,

I allí su bien encierra,
En la amargura ofrécele un tesoro,
I con mas brio a la labor se aferra.

Tú, al que postrado yace
Víctima del dolor en duro lecho,

I en llanto se deshace
Al ver el fin de su vivir estrecho,
Tú, esperanza, apareces i renace»

Al amador que llora
I se desvela, porque no consigue

De la mujer que adora
Una palabra que su mal mitigue,
Triunfos i amor ofreces bienhechora.








El Espíritu

Quién es el que a mis ojos representa,
Cual ensueño feliz, bello el pasado,
I sacude mi mente adormecida,
Hoi desgraciado?

¿Quién es el que dibuja en lontananza
Un sendero de flores, guarnecido
De espinas clavadoras i de abrojos,
I allí mi nido?

¿Quién es, el que al dolor que me devora,
A veces baña en dulce melodía,
I hace que de mis lábios se desprenda
Célica harmonía?

¿Qué es esto que me obliga, me encadena
A mar lo bello, i a buscarlo, ansioso,
Cual el insecto, el fuego que lo abrasa,
Busca afanoso?

¿Qué ardor es este que en mi pecho hierve
Al levantar mis ojos de repente
Al Cielo, i ver mil mundos suspendidos
Sobre mi frente?

¿Quién el terror difunde en mi semblante,
Cuando contemplo al dilatado oceano
Querer mojar, rebelde, con sus olas
De Dios la mano?

¿Qué voz interna es esta que retumba
En mi pecho, gritando: Omnipotencia!
Orden! justicia! eternidad! espacio!
Omnisciencia!

Cuando contemplo hasta la flor mas leve,
Obra perfecta de un poder inmenso,
Al hombre que lo siente i ama, oculto
Con velo denso?

¿Quién es el que me inspira la ternura
Por la belleza, i a su dulce encanto
Hace doblar mi corazon severo
Lleno de llanto?

¿Quién el amor por la horfandad doliente?
¿Quién el respeto a la vejez me inspira?
¿Quién al saber i a la virtud me manda
Pulsar mi lira?

¿Quién me sostiene en mi pobreza i luto?
¿Quién mis pasiones, tan robusto, enfrena?
¿Quién me alimenta de esperanza i gozo
Hasta en mi pena?

¿Es la materia, acaso, la materia
Que, organizada, juega misteriosa
Consigo misma, i se combate siempre
Hasta la fosa?

¿Es ella, digo, quien reprime a ellar
Cuando ruje lasciva, cual pantera
Que ahulla, por la carne, entre los hierros
Que muerde fiera?

Es ella la que inspira el entusiasmo
Que al corazon virtuoso lo arrebata?
¿La que el laurel del patriotismo al fuerte
Bello retrata?

¿Ella, la que a Neuton, del orbe entero
La lei en que se asienta le confia,
El jiro de los mundos, i diseca
La luz del dia?

¿Ella, la que a los mártires ofrece
Dulce el cuchillo i agradable el fuego,
I en el tormento derramar les hace
Voces de ruego?

¿Ella fué, quien al noble Girondino
Prestóle voz ante la atroz cuchilla?
¿Ella, la aurora que en su frente pura,
Eterna brilla?

Ella, quien a Colon condujo, cierto,
Por el ignoto mar en barca leve,
I un mundo nuevo a la jigante España
Ofrece en breve?

Ella, en fin, que se torna en sucio polvo
¿Es la que grava en caracteres de oro
Dentro del alma de quien llora i pena
Dios yo te adoro!

Ella, quien a las puertas de la muerte
Al bandido estremece, i le presenta
La augusta efijie del Eterno, airada,
Que pide cuenta?

¿Ella, quien al austero cenobita
Del ancho espacio le descorre el velo,
I en luminosa eternidad le muestra
Al Dios del Cielo;

No llevando en su diestra omnipotente
Su llamíjera espada vengadora,
Sino la dicha eterna, que le ofrece
Encantadora?

Oh! por siempre volad impías dudas,
Que el inmortal espíritu ya veo
Do quiera que mis ojos vuelva atento;
Porque ya creo!

Porque ya siento renacer en mi alma
La flor de la esperanza tan querida,
Que, al presente dolor, ofrece en premio
Eterna dicha en la celeste vida.




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