martes, 27 de mayo de 2014

ANABEL GUTIÉRREZ LEÓN [11.836]


   
 
Anabel Gutiérrez León 

Tarija, Bolivia, 1978. Ha publicado el libro Los espacios de la enfermedad (Plural Editores, 2007) y ha formado parte de algunas antologías como Lo más profundo… ¿La piel? (2010). Conductas erráticas (2009) y Cambio climático (2009).

Radica en España

Mónica Velásquez ha comentado Los espacios de la enfermedad, anotando “El poemario propone una voz poética constante, una preocupación por la tarea de nombrar, y cierta novedad de tratar  un tema utilizado como el amoroso. Me parece innovadora la manera en que relaciona el acto de nombrar con la construcción y reconstrucción de la casa, del espacio y del cuerpo como vacíos del amor y de la palabra”.

Un fragmento de sus versos dice: 

“Soy la otra 
la que no existe 
una consumida 
por la niebla que imaginé para esconderla  
atrapada entre palabras  
invisibles 
(en las que acaso, ni yo creo)  
soy las otras 
que no conozco 
ni me imaginan 
pero también soy 
la que dice ser la otra”. 
   



Buena letra
  
Yo no tengo niños
tengo sueño
y ganas de hacer caligrafía
escribir con trazos perfectos
los nombres de los héroes
sobre papeles de colores
y luego vestir a sus damas
como a esas muñecas de papel
(yo jugaba con ellas
cuando
yo
era una niña)
esas muñecas que viven en sobres usados
los que manda el banco, o la compañía de teléfonos.
Cuando yo era niña
y no pensaba en niños
ni me pregunta si tenía sueño. O no.
Cuando yo era niña
jugaba con mis muñecas de papel
y estaba convencida
que mi letra era bonita,
elegante como los vestidos que dibujaba para ellas.
Cuando era niña
antes que admiración
los héroes me daban miedo.
Cuando era niña
apenas debía diseñar vestidos de papel
para mis muñecas de papel
mías eran mis muñecas
no damas de héroes
escribía sus nombres en sus lomos de papel
escribía sus nombres con perfecta caligrafía,
Anabel Gutiérrez León
luego
les contaba
-a ellas
sus biografías
las dejaba caminar por mundos amarillos.
Solo antes de irme a la cama
a dormir
guardaba en un sobre sus historias
y sus vestidos
pero antes de apagar la luz
y llevarme las sábanas al cuello
hablaba con Dios
(solo un ratito)
le hablaba también con buena caligrafía
gracias Dios –le decía
cuida por favor a mi gente
y a mi
y ayúdame a ser buena, Dios, le pedía
como si fuera mi amigo, mi muñeco de papel
aunque solo a veces
-con menos fe, con más miedo
le hablaba como a un héroe.
Ahora
tengo poco sueño
no tengo niños
ni muñecas de papel
y he descubierto que mi caligrafía no es buena
ya no rezo
no sé qué letra usar para dirigirme a Dios
pero sé
y sin lugar a dudas
que las letras feas, la caligrafía poco elegante
sirven también para escribir
los nombres de las muñecas de papel
en sus lomos
y la lista de héroes.






Hombres viudos

Ayer no hubo despojos
ni pájaros tendidos.
Vuelvo a la escena
yo
o mi imagen
mi reflejo
o alguien a quien aún no he construido.
Vuelvo los pasos sobre ruinas
ajenas
imaginarias
para ver
si hay, acaso, belleza.
Pero no está atrás.
Miro y quiero ver pájaros,
campos donde poetas viejos
llaman a sus esposas muertas
(no hay poesía si ellas no están muertas).
Su misión ha sido irse
pronto,
demasiado pronto a veces.
Si no mueren ellas, las esposas, ellos
los poetas,
son solamente viejos
que caminan
caminan por parques secos
pero no los ven
ni los cantan.
Sólo los pájaros cantan
ahí.
Yo vuelvo atrás. No,
yo no vuelvo
porque no es atrás
es
antes.
Y no hubo pájaros ayer
ni despojos
ni (poetas) viejos caminando
por paisajes devastados.
Hoy yo solo miro las hojas
busco pájaros.
Pero no hay pájaros. No hay paisajes
devastados. Ni memoria.
Hay una calle vacía
el sol apremia sobre el suelo.
Es de cemento el suelo.
Cemento lleno de hojas
(hojas de papel, basura)
no de memoria
no de difuntos amores.
Hay niños jugando sobre el cemento
y no saben ellos
nada de poetas viejos
que hablaban con sus mujeres
no saben los niños que esas señoras ya habían muerto
entonces
cuando sus maridos las evocaban en la tarde.
Ignoran los niños el canto de los pájaros
de esos pájaros que acompañan la tristeza
de hombres solos.
Están en casa viendo la tele, los niños.
Los pájaros,
¿dónde están los pájaros?






Ser sirena

Yo quiero ser una sirena
pero vivo en una casa con vistas al cerro.
Un cerro
muchos cerros,
-un anillo fantástico de cerros rodea
la casa donde guardo
mis cuentos infantiles
igual que ese cerro
guarda mi casa
y mi ciudad
y mis historias de sirenas.
El cerro que yo miro no es un faro
y sin embargo guía, vigila
aguarda.
Sin majestad
ni grandilocuencia
como yo
solo con agua dulce
de lluvia
se baña.
No es infinito el cerro que asedia
sin bloquear
mi casa
no lo recorren veleros
ni corsarios, ni piratas
sus historias son de autos, camiones
de animales y de hombres.
Son historias de tierra.
Y en lugar de espuma
algas, arena
en olas de trigo
y trigales
me invita a nadar el cerro
cuando yo quiero ser una sirena.

   

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