viernes, 23 de mayo de 2014

RAFAEL PÉREZ CASTELLS [11.788]


Rafael Pérez Castells 

Nace en Madrid en 1955, es Doctor en Ciencias Químicas y ha dedicado su vida profesional a la investigación y a la empresa privada. Ha publicado La Torre Dinamitada (1997), Diccionario de días  Premio SIAL de poesía en 1999 y Poesía (2000-2006) en el año 2007. Desde entonces han aparecido poemas suyos en revistas como Cuadernos del Matemático, Luces y Sombras, Poeta de Cabra,  Prima Littera, y en "Ariadna-rc"  de la que es miembro fundador. También aparecen poemas suyos en las antologías "Aula CEU de Poesía", Ed. Universidad S.Pablo CEU 2000, "La voz y la Escritura", Ed. Comunidad de Madrid 2000 y "Entonces y ahora", Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid 2003. Ha sido co-director de los ciclos de poesía de la Universidad San Pablo CEU desde 1998 a 2001.





DE LA TORRE DINAMITADA 



LAS MURALLAS DE JERICÓ 

Os recitaré una y otra vez 
las puertas de la memoria 
puertas de Jericó 
guardadas en su laberinto 
hasta que caigan sus sellos. 

 a jan garbarek 

Sobreponiéndose al murmullo 
de la brisa, el rumor del viento 
al rumor 
el aullido de la galerna 
al aullido 
el golpear de los postigos 
a los golpes 
los ojos ensanchados por el miedo. 

Sobreponiéndose al destello 
del rayo, el contraluz del cuarto 
al contraluz 
la sombra del baobab en la roja sabana 
a la sombra 
la oscura boca del pozo de los sin luz 
a la luz 
los oídos asombrados por el silencio. 

A la rosa 
la fragancia de una judería 
a la fragancia 
el olor del agua balsámica 
a los bálsamos 
el salobre océano en los olivos 
a la resina de sus troncos 
como un trasiego de vino. 

Al vino 
el sabor de lenguas bulliciosas 
a los labios 
otros labios combativos

a las uvas 
por sus manantiales dulces 
a la sangre 
el aleteo de la venganza. 

A la piel 
que recubre los senos las manos 
a las manos 
la piel sumergida 
a la piel 
y sólo a ella el sonido 
de tu aliento malva. 







CASTRARON MI PROMISCUIDAD 
y me convertí en onanista 
ilimitado 
y en el viento que comba palmeras 
y en la serpiente que arquea columnas 
y en la frente apoyada en la vitrina 
rendida a la evidencia del placer. 

Qué más emascularon que no siento 
por que ya puestos por qué no cortar 
las alas que apuntaban en mi espalda 

o el fiel donde equilibran nuestro baile 
las palmeras y muelles amarillos 
o lo fugaz. 






GÓLEM 

Inadmisible eras tú, pues ya no eras tú 
separado por muros cimentados con moho. 
Inadmisible era tu ritmo lacerando 
mi aliento, derramándome. 
Sorprendiéndote en mí. 

Y aquel poema de verso alejandrino 
espejo impertinente 
como un pozo vacío que me seca, me asusta 

y me retiro 
hasta cuando no puedas defenderte. 






OJOS DE CLEPSIDRA 

Estábamos todos en las fotos de ayer 
esparcidas blanco y negro por la cómoda 
al azar como lápidas en un campo inglés. 

Nuestras caras risueñas 
calcinados sarmientos en tus ojos claros. 






DE DICCIONARIO DE DÍAS 



EL VIAJE 

Dicen que los viajeros tienen ojos de arena, 
y entre la gente fueron siempre extraños, 
porque ninguna piel, ningún lugar, 
les ofreció esperanza. 

Dicen que cuando quedan detenidos, 
sin ganas, sin dinero, o sin salud, 
se sientan en cualquier rincón de un sueño, 
y mueren de tristeza. 

Dicen que el viaje es una gran mezquita de oro, 
de donde parten 
los áridos senderos de uno mismo. 






UNA MAÑANA EN EL MERCADO 

Rojos labios sobre el hielo, luces al día robadas, los 
símbolos del calígrafo enloquecido en el aliento 
de las palabras. 

Verberan los asentadores un rap, cobre y poliuretano. 
Se alejan dos marinos abrazados por los 
laberintos del agua. 

Mar trasvinado de los muelles a esta madrugada 
sedienta, antes del sushi, antes de ti. 






LOS COMERCIANTES 

Compramos y vendemos todo el género 
hilado en los talleres de Damasco, 
juegos mentales, vírgenes impúberes, 
diseños cibernéticos del Siglo 
XX, o un asteroide vagabundo. 

Su visita mantiene la esperanza 
de cierta inmunidad a la desidia, 
no importa que revuelva nuestra tienda, 
podría estar buscando un talismán, 
un objeto perdido hace algún tiempo… 
…el regateo que precede al trato. 
¿ O simplemente usted ya se murió, 
y viene a reclamarnos una deuda ? 






TERMINAL ONE 

Entre las blancas sedas de mujer 
se acomodan los negros sacos de hombre, 
como encajes que cubren un diván, 
que extraviado florece en esta playa, 
llamada Singapore Terminal One. 

Su presencia, - en la sala de los sueños 
a deshora, del tránsito y del viaje, 
de la gente que espera una llamada, 
y pasa sin dejar huella, recuerdo, 
o sombra, en Singapore Terminal One - 

ha traído el ecuador exuberante, 
y el sabor compartido de ese fruto 
que es sexo de mujer, carne de piña. 

Y el ruido de los muelles carcomidos, 
lejos de Singapore Terminal One. 









Jet lag

Salimos hacia a algún lugar lejano,
y es el tránsito el fin que no el destino,
bambalina que realza
las inmóviles horas.

En el útero cálido del cielo
la azafata regala sonrisas y licores,
mientras a nuestro paso
despiertan las estepas azuladas.

Mañana la ciudad, ahora recuérdame
lo que sé de sus calles,
para que deje atrás lo cotidiano,
y camine por ellas igual que antes hacía,
pues mi alma necesita
más tiempo que mi cuerpo,
para llegar y sentir que ha llegado.

Leí que al viajero siempre le precedía su alma,
y así le recibían las ciudades
de acuerdo con su rango,
porque el alma anunciaba a sus espías
a un peregrino, un príncipe, o un mercader.

Eso debió de ser en otras épocas,
ahora abandono el cuerpo en cualquier sillón 
      de hotel,
y allí la espero,
porque ella llega tarde y tropezando,
con las noticias viejas
de mi llegada.







Poca importancia

Y nos hacemos viejos.
Como a los viejos gatos
nos echan a patadas de todos los salones.
Jubilarse es así, sentirse gato
en un mundo de perros mimados y fascistas,
que gustan reventar gatos viejos, rendidos.

O sentirse hombre anuncio,
con un "A este le queda un cuarto de hora"
colgando de tus hombros, de tu fama.
Pero lo peor de todo es la certeza
de saberse esperando lo infinito.

No son los homenajes de tu gusto,
donde hay gente que ensaya luto y pésame,
para un día cercano y previsible,
y donde otros te olvidan con urgencia,
como si de verdad hubieras muerto.

Y no te queda más remedio que seguir
como siempre, viviendo sin saber,
fingiendo que le das poca importancia.






La moraleja

                                                 A David Torres


Estoy viviendo un tiempo antiguo, vosotros ya lo recordáis
      de alguna manera,
como nosotros recordamos el vuelo de un dirigible
o las viejas revoluciones de octubre y los acorazados 
      rebeldes de Einsestein,
con la misma melancolía de lo que quiso ser y nunca 
      terminó siendo.
Tanta rosa marchita en los fusiles,
tanta rosa acabada en anagrama,
tanta tormenta huérfana de viento.

Recordáis un inmenso valle y los hongos grises que cubrían 
       las ciudades
y a lo lejos el mar llevándose el resto de aquel gran festín
y a los hombres contradictorios que ansiaban el sentido de 
       las cosas
y no se conmovían con el anuncio de la extinción del tigre 
       para el año dos mil quince.
Y a los que vinieron a la nueva Bizancio para aprender de 
      sus códices y comer en sus despensas
- fue imparable como los ciclos que mueven la naturaleza,
nos entregaron la esperanza y ninguno la reconocimos -.
Las religiones convocaban espadas y las multinacionales       
      compraban estados,
pero también había gente sin nombre que calmaba las heridas 
       y el desconsuelo,
- aquellos que guardan las trincheras del hambre y la miseria,
haciéndonos sentir menos culpables -.

Cuando conoces el final de una historia, conoces su moraleja
y entonces, - si nos encontráis -
quizá recordaréis la anécdota que nos resume:
"Aquel murió colgándose de un sueño,
a ese no le alcanzó la gratitud
y esa pantera un día se hizo puma".

Esos serán, esos son vuestros recuerdos, no los míos,
y os atraen como las raíces tiran de las hojas, hasta secarlas 
        en otoño.





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