Eduardo Quintana
Escritor y poeta. Nació en Asunción, Paraguay, el 16 de julio de 1988, cuando la la dictadura comenzaba a caer. Escribe desde los 11 años. Desde el 2003 escribe en el diario ABC Color de la capital paraguaya, en la sección Periodismo Joven, de la cual fue coordinador entre 2005 y 2006. Además, colaboró con columnas periodísticas sobre política, sociedad y economía en el semanario El Espectador luqueño, de la ciudad de Luque.
En 2004 obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Cuentos del Colegio Aula Viva; en 2005 fue becado por el programa cultural-científico Ruta Quetzal BBVA, representando al Paraguay en Perú y España. En noviembre de 2006 lanzó su primer libro de poesías, "Sol nocturno" y en 2013, el poemario "Preguntas mal hechas".
Es presidente de la Academia Literaria "Sociedad de los Poetas Vivos", del Colegio Iberoamericano.
Buscando
Conduciré por los canales brillantes,
aquellos que quisieron mostrar,
pero un día oscuro taparon.
Navegaré por sus mares sin costas, donde
la paz perfecta sea el salvavidas.
Seguiré abriendo, soplando para ir al lado,
buscaré más cielos, aguas desheladas.
Respiro profundo, cerca del lago casi vacío
de corazones tristes y peces llorando.
Son los deseos, los ojos grandes,
los que endulzan las brisas cálidas
interminables del abrazo fresco.
También son esos, los asombrados
trabajadores de risas,
los que mueven al mundo.
Seguiré buscando, tibio mojado,
mojado en lo más profundo del hueso.
Allí donde nunca quisieron llegar,
los cobardes normales del presente.
Puedo sentirlo, puedo cambiar.
Y encontrar quizás la piedra,
ese tesoro quieto, el perfecto peso
el aire duro que quiero respirar.
Nada
Nada, así llaman a lo irreal,
a lo inhumano, a las verdades ocultas
que quieren brillar en un día soleado,
por las calles más oscuras de la ciudad.
Es quizás, la lluvia del invierno que
cae a pedazos en un descuido de
las bestialidades. Es una sombra que irradia
luz y hace mil sombras.
Nada, tal vez se llame al mundo,
por no concluir una noticia,
por no descubrir una verdad.
Pero sobra espacio, y también
ideas, que revolotean por los caminos
sin crueldad.
Entonces... Nada es de todos
y nosotros en ella estamos.
Despierta Asunción
El Sol es quien temprano ya calienta
tus calles pequeñas, pero grandes de historia.
Son tus sombras nocturnas, fieles
a la Luna, que iluminan mi peregrinar.
Oh, bella Asunción, ¿quién te ha herido?
¿Será acaso el frío invierno que deshecha tus
aromas tranquilos?
¿Será tal vez el tiempo, a veces inexistente
que juega con el delirio, las épocas templadas,
el futuro acelerado?
Te has quedado dormida, yo, que soy tu hijo
te lo digo: las bestias han quitado tu color, esas mágicas melodías
de los sábados.
(Como una noche sin luces, como
un banco sin enamorados).
Tu esencia, oh ahora triste Asunción,
sigue viva, me lo ha dicho el tiempo,
que siempre fue tu fiel compañero,
me lo han dicho los lapachos,
que en un otoño cualquiera,
en tus pies han nacido, feliz quedaron
al poder sentirte y que seas parte de ellos.
¿Tendría sentido un atardecer sin ti,
sin tu piel acogedora, que estés cerca y yo lejos?
El río me ha confesado, no quiere perderte,
los pequeños cerros, no desean arrancarse.
Y, yo, oh eterna Asunción, que me haces
feliz, no puedo quitarte ya de los latidos de mi pensamiento.
Despiértate, iremos juntos a un nuevo suelo.
Hoy es nuestro día.
Oh, sabia Asunción mía.
Entre la Tierra y tú, inerte
Te vi por la mañana, y estabas calma.
Más, cuando hablé contigo sentí que
no sentías nada, ¿he perdido tiempo
con un cuerpo inerte que habla, pero
que no piensa ni siente?
Me asusté al oírte porque creí que
no estabas, pensé por un momento
que no aguardabas nada, sentí de cerca
el rubor y la misma historia de hablar
con una silla.
Sólo, que a diferencia de la madera trabajada,
tú ni siquiera me escuchabas.
Te encontré nuevamente por la tarde,
te noté un poco preocupada,
¿molesta por qué? Pensé desde mis entrañas,
¿será que siente algo realmente en la casa abandona
de las luchas diarias con la vida cotidiana?
Me dijiste que una vez alguien te partió
el corazón y por ese supuesto amor
que no duró, ya no tendrías compasión.
Más, te advertí que no dijeras ya nada, para
que continuemos viendo el atardecer
que tímidamente se apagaba.
Me preguntaste ¿qué me pasaba?
Yo te dije te quiero, sin saber por qué
ni cómo, ni cuándo.
Te reíste de mis sentimientos
y yo, lloré sin consuelo.
El mundo es basura desde su nacimiento,
me afirmaste, cuando ya otros amigos,
a lo lejos, traían algo grande, de madera,
como la silla también, era una escoba larga
que me decía: vámonos, que la suciedad
es tanta, que la Tierra pide a gritos,
hoy y siempre, ser limpiada.
Escritor de la vida
Son los lápices de la vida
los que dan sentido a
la misma, no importa
el escritor de esta gran novela:
la existencia.
Quien se atreva a escribir
incorrectamente, no es aquel que
intenta transmitir con tintas azules
su destino, sino el que no escribe nada
pero disfruta como si fuera un gran premio.
Son pocos ya los escritores de este
camino, son muchas las novelas.
Quedan millones de palabras,
para tan pocos sentimientos.
Adelante, no ganaremos
el Nobel ni el cielo,
tendremos más que eso,
lucharemos hasta sentir de cerca
la hoja pura de la cabeza,
el sabor a papel de la vida.
El olor a juego, a juego
de personas escritas.
Frontera
Y había una frontera que
no me dejaba salir, no era la bella
Argentina, tampoco el colorido Brasil.
Era un límite que no me dejaba respirar,
que incluso afixiaba a mi sombra
y no me permitía volar.
Aquella frontera no parecía de concreto,
sino más pesada, era un triste espectáculo
como las luciérnagas sin luces.
Aquella frontera que me negaba crecer
no fue un río inmenso, ni una montaña
de papel, esa frontera se llamaba
ignorancia, fue el país más chico
con que la humanidad luchó.
Amanecerá
Amanecerá como siempre, desearía
el paisaje tierno con los rayos del Sol
que quieren abrazarnos.
Amanecerá muy temprano, para
que demos gracias a la vida al oír el
sonido, despertador de pajarillos.
Despertaré con ansias, sueños
inalcanzables para que así afirme
que un día, aquellos serán posibles.
Trabajaré sonriendo al mundo,
diciendo suave y gritando, que estoy
aportando mi esencia a este barco grande
de la existencia inaufragable.
Amanecerá con las sombras
molestosas de ayer, mejor
despertar primero, mucho antes del amanecer.
Besos
Como estrellas en el nunca firmamento
quiero tus besos.
Para que en una noche eterna no se acabe
por el desconsuelo.
Ni contarlos ni apagarlos, ya que siempre
estarán allí.
Como quisiera, hoy en diciembre,
un amanecer con el rocío
insistente de un día de invierno, para que en vez
de la lloviznilla dulce, me cubran los tiernos
besos de tus labios y sin despreciarlos, yo
habré de amarlos.
Como peces sin medida en una fría corriente,
por los soplos de la vida, quiero tus besos.
Para que en un abrazo suave, me los lleve como
rosas en un jardín sin veredas.
Quiero tus besos, yo, hoy que estoy despierto,
para llevarme conmigo mañana,
cuando me habré dormido.
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