martes, 20 de mayo de 2014

ESTHER MATTE ALESSANDRI [11.749]


Esther Matte Alessandri

Ester Matte Alessandri, (Santiago de Chile, 17 de febrero de 1920-1997) fue una poeta chilena y animadora de la vida cultural a mediados del siglo XX.

Fue hija de Arturo Matte Larraín (Político liberal y candidato a la presidencia de la República de Chile) y de Rosa Esther Alessandri Rodríguez, hija del presidente de Chile Arturo Alessandri Palma.

Estudió en el Colegio de Los Sagrados Corazones de las Monjas Francesas, en el Liceo Nº1, en el Colegio Jeanne D'Arc. Sus estudios universitarios los realizó en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.

Estuvo casada y con hijos.

Vida artística

En sus tertulias participaban personalidades como Ricardo Latcham, Teruca Hamel, Luis Durand, Carmen Ábalos, Mariano Latorre, Humberto Díaz Casanueva y Juan Uribe Echeverría.

Difundió a los jóvenes literatos de su tiempo, fundó la Revista Extremo Sur y fue determinante en el posicionamiento de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh).

De fuertes convicciones de izquierda, como su hermano Arturo Matte Alessandri, el fundador de la Editorial Universitaria de la Universidad de Chile, Esther Matte ayudó incansablemente a los escritores chilenos antes y durante la dictadura de Pinochet.

Publicaciones

Libros de cuentos

La hiedra (1958)
Otro capítulo (1963)
El rodeo y otros cuentos (1983).

Libros de poesía

Desde el abismo (1969)
Las leyes del viento (1977), que recibió el Premio de la Academia Chilena de la Lengua en 1978.
Cartas a Tatiana (1981).
Leve pasar (1994).

Autobiografía

¿Quién soy? en Quién es quién en las letras chilenas (1980).







JUNTO A TI 

Vengo de los abismos
donde se quiebran las espinas,
voy hacia la luz
junto a ti en lo profundo.
Dame paz en el silencio
para amarte más allá del tiempo,
encontrarnos donde se cruzan las estrellas
en la niebla del infinito





Desde el abismo
Autor: Ester Matte Alessandri
Santiago de Chile: Extremo Sur, 1969


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1969-11-26. AUTOR: VÍCTOR CASTRO
Sí, pero desde allí viene una luz, una luz interna, estrella, subterránea posiblemente, que sobrenada todos estos poemas de Ester Matte, reunidos acaso por la mano estremecida de la pasión poética –(“Desde el Abismo”, Ediciones Extremo Sur, 1969, Ed. Universitaria)-, reunidos como quien junta trozos de venas o colores que la sangre tuvo una vez, y perdió o recuperó entre la memoria que los días otorgan y que la existencia cubre de aristas o le confiere el poder de los vasos comunicantes, atentos siempre a sus contenidos transparentes o a sus gotas oscuras, como todo lo que concierne al desarrollo de la vida. Y esa luz no es posible capturarla como quien se decide a cazar joyas: no hay en el libro de Ester Matte poemas esplendorosos; lo que hay, sí, es un testimonio y lo que circula es, de muchos modos, una afirmación que no condesciende con el juego simultáneo de metáforas, sino que, mediante un lenguaje directo, va desenterrando (diríase de su abismo), algunas verdades esenciales, que desean tan solo reunir el rostro verdadero de esta mujer que escribe poesía porque de otro modo no podría, de seguro, existir en todo cuanto la toca, cuanto la hiere, cuanto la colma:



“… Desde la incógnita
hacia la nieve
serena y clara
dulce y firme…”




No hay en el libro de la escritora un solo poema que no muestre una preocupación o señale una claridad: no hay uno que pueda, por otra parte, insinuarnos si quiere el juego liviano de la versaina fácil, como de pañuelo de aire; sin caer en gravedades busca, empero, acentuar la voz, desde dentro, recorriéndose a sí misma, hasta alzar su verdad como un ramo de veras encendido:




“… El mundo arte
por los cuatro costados
Cristo supo lo que hizo
repartió el pan y el vino…”




Otros, con la autoridad de una mejor palabra, le dirán a Ester Matte lo que su libro representa o lo que su verso, queriéndolo, manifiesta o niega; quisiéramos, no obstante, representar aquí la limpieza moral de su libro “Desde el Abismo”: no hay en él la pretensión de supervivir mediante determinadas actitudes líricas. Los cantos que lo integran responden, sin duda, a experiencias, están realizados con el poder verídico que Ester Matte posee. No engaña a nadie ni se engaña a sí misma. Pero los 28 poemas que integran el libro van dejando, dijéramos escalonadamente, a veces “en el umbral de la ternura”, otras en la “eternidad de un instante”, la sensación de que nuestras manos han abierto una puerta tras la cual se agita el océanos y su ruido de follaje submarino; el abismo a cuyo término, posible a veces, alguien nos aguarda para decirnos su palabra y continuar su camino.




Ester Matte la dadora

Por Virginia Vidal

A Ester Matte (1920-1997) la conocimos primero como la poetisa cuya delicadeza estampó en sus poesías, cuentos y ensayos. Poco hablaba de su propia obra y nada hacía por divulgarla esta fundadora de revistas como Extremo Sur. Difusora de los poetas jóvenes, a quienes prefería, les daba todo su apoyo y les abría puertas, para ellos creó un sello digno de ser resucitado: El viento en la llama. Luego, supimos que era la eficiente profesora asistente de los catedráticos Mariano Latorre Ricardo Latcham. Más tarde, como la crítica clara, la rebelde dispuesta a no ocultar su predisposición por la defensa de los intereses de los más desposeídos. Al integrar el vecindario de Ñuñoa, supimos de su innovador empeño cuando dirigió la Casa de la Cultura de esa comuna en una mansión , propiedad de la comunidad ñuñoína, pero que antes fue de uno de sus antepasados. Allí se impartían clases de folklore, danza, teatro, artes plásticas a gente de todas las edades, inclusive para los párvulos; uno de sus admirables colaboradores era un brillante director de teatro, Víctor Jara, quien cada día se dejaba tentar más y más por la música. Luego, tuvimos el privilegio de estar mucho más cerca de la mujer amable que daba más allá de sus posibilidades. Ese dar suyo empezaba por la sonrisa, seguía por la invitación a su casa donde toda velada estimulaba el acercamiento de distintos intelectuales, la comunicación, el intercambio de muchas manifestaciones de la cultura. Estercita era un ser social por sobre todo: necesitaba sentirse hermana de los demás. Esa necesidad de grey la encauzó en sus dotes de animadora de tertulias literarias donde se congregaban Ricardo Latcham, Teruca Hamel, Luis Durand, Carmen Ábalos, Mariano Latorre, Humberto Díaz Casanueva, Juan Uribe Echeverría. Ella participó en algunas tan interesantes como la de la Librería Nascimento y cuando ésta languideció, le dio impulso a la de la Librería Universitaria, en la Sala “Arturo Matte”, donde se bebía con el café el amor a los libros. Las tertulias eran el espacio tradicional para confrontar ideas, discrepando, sin eludir la polémica ni el debate, pero respetándose siempre y ejerciendo las normas de tolerancia y urbanidad, elementales para la convivencia. Constituían el ambiente natural donde se comunicaban los maestros de la literatura con los jóvenes aficionados y allí se fraguaba esa forma indispensable de transmitir diferentes esencias que se resumen como el amor a la literatura. Su departamento de la calle Phillips Nº 16 —ventanas a la penumbra de cemento y humo; cortinas pesadas; lámparas de luz cernida; en una mesita, el retrato de su abuelo Arturo Alessandri; la evocación de personajes conocidos en libros escolares—, era un ingreso a un aposento de la historia en un ambiente de austeridad. Casa abierta para sus amigos escritores, allí se prolongaba la tertulia. Después del golpe, no temió al riesgo para llegar hasta las sedes diplomáticas y conseguir el refugio para unos cuantos perseguidos. Preocupada por tantos escritores cesantes, se desvivió en los días de Navidad por hacerles llegar un sobrecito cuya tarjeta de saludo se plegaba para guardar la ayuda solidaria. Sabía ser reservada y secreta. Nada decía de la hospitalidad que su padre le brindó a un periodista de izquierda, mientras se esperaba la ocasión propicia para su partida al exilio. Ni una palabra sobre las desventuras de su primo Luis Matte, ministro de Allende, que debió sufrir la estancia en la isla Dawson y, luego, el ser recluido en otro campo de concentración. Estercita vivía dentro de su familia el reflejo, atenuado, pero reflejo de todas maneras, de la tragedia nacional. Tal vez, se había fogueado en el dolor años antes cuando padeció intensamente la pérdida, como consecuencia de un accidente, de su hermano Arturo, fundador de la Editorial Universitaria. De él hablaba como de un espíritu cercano que la acompañaba en todo momento y en quien confiaba sin reservas. Tenía una actitud de sereno estoicismo para arrostrar el sufrimiento impartiendo fuerzas a quienes la rodeaban. Cuando decidió salir de Chile, después del golpe, se sentía muy desdichada, pero no perdía la ocasión de reunirse con alguna amistad en el “Black and White”, donde agonizaba con música de tango la ya para siempre perdida bohemia santiaguina. No tardó en volver y no disimulaba su tristeza al hablar sobre la desolada vida de los exiliados chilenos. Su tribulación se combinaba con un melancólico humor cuando hablaba de su tentativa de vivir trabajando como empleada doméstica, cuidadora de niños o “bonne”, en París, experiencia verdaderamente insólita en una mujer descendiente de magnates de las finanzas. Todas sus dificultades sólo podían atribuirse a su disconformidad para aceptar determinadas normas e imposiciones. Pronto supimos que su abatimiento era la manifestación de un grave mal que la aquejaba. Las secuelas la limitaron mucho y ya no fue la misma que recorría con paso menudo y ágil las calles, las poblaciones, llegando a todo lugar donde se la solicitara. La que fue presidente del Sindicato de Escritores y luego directora de la Sociedad de Escritores, nos sonríe desde su foto colgada en la sala del directorio y en la biblioteca que lleva su nombre, en esta Casa del Escritor, aquí en Almirante Simpson 7. No debemos olvidar que esta casa nuestra fue obtenida gracias a sus empecinado desvelo, durante el desempeño de esa directiva de la que ella formaba parte, presidida por Rubén Azócar. Ester Matte Alessandri nos legó sus versos, su cortesía, su afabilidad, su legítima demostración de la ira, ese humor rozante que no se hinca en la presa para zaherirla. Nos dio buen ejemplo con su inagotable capacidad de amar a la vida y respetar a los seres humanos esta mujer ajena a la murmuración y nula para emitir juicios sobre las conductas de sus prójimos, pero capaz de comprender todos los pesares y compartir todas las alegrías. Su poesía tiene dos rasgos relevantes: a veces ofrece la esencia de una meditación sobre la trascendencia y otras, es simplemente una plegaria. Esto se resume en un solo afán: el de armonizar consigo misma, con los demás seres, con la naturaleza; es el fruto de un arduo proceso que va desde el ardimiento hasta la depuración, una poesía que es ceniza de muchas pasiones. He aquí algunas muestras: Sonreír al pasado Los años apaciguaron las tormentas de mi ayer inquieto, que abría surcos en mi alma. Supe del amor, del desamor, del vacío interior. Miré la cordillera, el cielo y el mar y logré sonreír al pasado. Taller La vida te puso a prueba, te enfrentaste con el destino, agujas, telas, alfileres, creaban todo un mundo. Siempre serena diriges con señorial estilo un rincón femenino, desde donde nos emergen hermosos modelos. Eres inocente de la belleza que entregas, sólo al atardecer con el mismo señorial estilo te recoges con la huincha de medir enredada entre suspiros. 





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