domingo, 17 de junio de 2012

ELIODORO AYLLÓN TERÁN [7.039] Poeta de Bolivia




Eliodoro AYLLÓN TERÁN

(Sucre, BOLIVIA 1930-1992).
Poeta y abogado. Periodista. exiliado durante el gobierno de Hugo Bánzer, radicó por un tiempo en México y después pasó a Ecuador donse trabajó 14 años en El Comercio.
Allí ganó el Premio Nacional de Periodismo. Miembro del Grupo ‘Anteo’. Organizó la Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura (UTAC) en 1978. Fue un activista de las luchas obreras y populares.
Para el autor, "La patria no solo estaba en los salones / y los discursos de los presidentes / ni siquiera / en la bandera y sus colores. / Yo encontré a la patria / botada en mil calles, / mientras la lluvia / cercenaba sus carnes".
Esta actitud literaria es comentada por Augusto Guzmán al decir: "El canto no es sólo patriótico sino profundamente revolucionario, en sus modulaciones de queja y de protesta, Ayllón se acerca sinceramente a las más crudas vivencias de las familias proletarias y a la imagen de una patria escarnecida por la injusticia. Por su dignidad y fuerza como por su originalidad acusatoria es difícilmente igualable".

POESÍA:
-Poema Ilustrado (Junto a Juan Wayar, 1958)
-Pido la palabra (1958)
-Para una voz del hombre (1958)
-Sobre la ruta del hombre (1963)




PIDO LA PALABRA

Ciudadanos del mundo,
en nombre de mi patria, pido la palabra.
En nombre de mi pueblo, sencillo como el agua de la acequia,
pido la palabra.

En mi pequeña morada comenzó la patria
allí todos gritaban en las noches cuando el puño del alcohol,
caía sobre el rostro de mi madre, recuerdo la sangre y los nervios,
los nervios en angustia de alambres aprensados;
en las noches ondas, pobladas de llanto y el miedo de los pequeñitos allá,
en la esquina más dolorosa de mi sangre, comenzó la patria.

La escuela vino después,
también la patria estaba allí avergonzada, humillada;
ocultando en los rincones más apartados, sus pies descalzos.
Y la patria me miraba acongojada desde mis propias pupilas nubladas,
desde mis manos vacías y mis sueños enturbiados.

A mi me mostraban la escuela poblada de azules campanas
y la patria cuajada de campos abiertos,
pero, pero mi patria gemía a 4000 metros sobre el nivel del hambre,
hombres que crecía como piedras paridas por la montaña,
desnudos y fríos como peces muertos,
moviéndose a penas, llevando a cuestas su grito
trancado como una roca clavada en lo más hondo, en lo más duro de la tierra.

No señores,
la patria no era solamente la escuela poblada de altas campanas
ni la tierra salpicada de lagos felices,
no era solamente los montes incrustados de cielo,
ni los desfiles en los días de fiesta,
era también la impotencia del hombre
cuando el pan se convierte en gemido detrás de las puertas,
era la muchacha que buscaba su vestido dominguero en la esquina de la noche;
eran las manos crispadas en los mercados,
y el llanto, extendido en las estaciones.

Mi padre borracho era la patria que pesaba sobre mis pupilas,
sobre mis labios, sobre mis zapatos rotos;
y con esa patria a cuestas yo asistí a la escuela.
La maestra, me mostraba siempre una patria
y un cielo a los que nunca pude comprender.
Una patria con héroes, con cerros de plata, con tierras llenas de árboles frutales;
pero yo tenía que regresar a mi casa en las noches, y allí estaba la patria,
en el pan para dos que nunca satisfacía a cuatro,
en las pupilas de mi padre abiertas
como dos diablos encendidos en medio de los niños.

No señores, no.
La patria no sólo estaba en los salones, ni en los discursos de los presidentes,
ni siquiera en la bandera y sus colores.
Yo encontré a la patria botada en mitad de las calles,
mientras la lluvia cercenaba sus carnes.
Yo la vi desgarrarse por coger un pedazo de carne y otro poco de pan,
y lloré su tragedia, porque teniendo hambre, se comió su libertad.

Y mentidme a mi ahora, mentidme.
Yo vi a mi patria en todos sus confines,
la sentí como un garfio clavado en mitad de mi angustia,
la llevé como túnica de yeso por todos mis caminos,
la sentí como el peso de dios sobre el pecado y busqué su voz
para multiplicarla sobre las campanas del tiempo.

Yo vengo en nombre del obrero y sus overoles manchados,
en nombre de mi padre y su vicio,
pagado con la desnudez de sus hijos,
en nombre de mi madre y su voz callada,
en nombre de los niños yo vengo,
en nombre de mi patria estrujada por manos sin salario.
Yo no vengo a pedirles nada, nada que les pertenezca.

Mi pueblo, mi pueblo quiere su paz,
quiere su barco para recoger de playas lejanas un canto de gaviotas nuevas,
quiere sembrar su trigo y levantar sus fábricas,
quiere que sus niños rían,
jueguen y salpiquen los campos como las gotas de rocío al alba,
quiere que todos crezcan a lo largo de los ríos como el trigo,
y que todos se hinchen de sol y de lluvia como las uvas,
en la cuenca dilatada de los valles.

En nombre de mi pueblo,
humilde como la hierba, sencillo como el agua de la acequia,
ciudadanos del mundo,
pido la palabra.





No Sé Si Esta Lluvia

No sé si esta lluvia
tiene tu nombre
o eres tú misma,
con tu tiempo de niebla,
rebotando en la sombra
que aún persiste
en tus pupilas.






Presencia

Tú vuelves
en la espuma del torrente,
cuando el sol
gira sus raíces al fondo de las aguas.

Tú vuelves
en las noches de niebla,
cuando la vida persiste junto a la ventana
en las gotas de llovizna.

Salpicada de ríos lejanos,
tú vienes
de la voz más antigua
de la tierra.
Y en los más anchos litorales
la voz del viento
recogió tu nombre.

Presencia de mar
en expresión de olvido,
hoy tuve entre mis manos
tu extraña sensación de vacío.






Simplemente

Si pudiéramos decir:
el árbol, simplemente,
sin viento que lo inquieten,
sin pájaros que lo pinten.

Y luego,
la mujer, simplemente,
sin adjetivos,
sin paisaje que la desnude.

Después,
el hombre, simplemente,
sin miedo que lo agigante
ni sombra que lo entretenga.

Si pudiéramos decir:
el árbol, la mujer y el hombre,
simplemente,
sin vientos, sin pájaros, sin adjetivos,
sin paisaje, sin miedo y sin sombra.

Simplemente.



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