martes, 19 de junio de 2012

7071.- EDUARDO ZEPEDA HENRÍQUEZ

Eduardo Zepeda Henríquez
(NICARAGÜA, 1930)
Poeta, narrador, ensayista y profesor universitario nicaragüense, nacido en Granada (Nicaragua) en 1930. Volcado desde su juventud hacia el estudio de las Humanidades, ejerció la docencia durante gran parte de su trayectoria profesional, primero en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y luego en la Universidad Centroamericana, donde ocupó una plaza de catedrático. Su amplia labor cultural, tanto en el campo de la docencia como en el de la investigación y la creación literaria, le han granjeado en su país los máximos honores, galardones y reconocimientos, entre los que cabe señalar su elección como miembro de número de la Academia Nicaragüense de la Lengua, así como de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Ha sido galardonado, entre otras muchas condecoraciones, con el Premio de Poesía Juan Boscán y con el Premio Rubén Darío. A finales del siglo XX trasladó su residencia a España y fijó su domicilio en Madrid.

En su faceta de ensayista, ha publicado numerosos estudios centrados en la literatura escrita en lengua española, como Caracteres de la literatura hispanoamericana (1964), Estudio de la poética de Rubén Darío (1967) y Mitología nicaragüense (1987). Pero es en el campo de la creación poética donde Eduardo Zepeda-Henríquez ha brillado a mayor altura, hasta el extremo de estar considerado como uno de los máximos exponentes de la lírica centroamericana de la segunda mitad del siglo XX. Entre sus poemarios más destacados, conviene recordar los titulados El principio del canto (1951), Mástiles (1952), Como llanuras (Madrid: Espasa Calpe, 1958), A mano alzada (1964), En el nombre del mundo (Madrid: Playor, 1980), Horizonte que nunca cicatriza (Sevilla: Colecciones Poesía Angaro, 1988), Al aire de la vida y otras señales de tránsito (Madrid: Verbum, 1992) y Responso por el siglo venidero (Madrid: Verbum, 1996). Además, Eduardo Zepeda-Henríquez ha dado a la imprenta una selección de su quehacer poético, publicada bajo el título de Mejores poemas (Madrid: Agencia Española de Cooperación Internacional, 1988).

En su condición de prosista, hay que anotar dos volúmenes de narraciones breves titulados Pentagrama familiar (Madrid: Verbum, 1993) y Vírgenes ancestrales y otros relatos (Madrid: Verbum, 1993).




DOBLE VÍA

El amor está prohibido en donde nace la muerte.
En el cohete de la blasfemia
"SE PROHIBE AMAR"
En el silencio submarino de los bancos
"SE PROHIBE AMAR"
En los supermercados del amor
"SE PROHIBE AMAR"
En la brecha de generaciones donde está atrincherado [el joven guerrillero
"SE PROHIBE AMAR"
y en el corazón de la bomba de relojería
"SE PROHIBE AMAR"
En la manifestación pacífica de la droga
"SE PROHIBE AMAR"
En el aguardiente de los celos
"SE PROHIBE AMAR"
Pero es amor esa tierra en el horizonte
en la que el odio aún no entorpece las manos
del que teje la palma de su sombrero y su martirio;
del que repuja el cuero de su resistencia,
el cuero de su albarda,
y, como olla de barro, modela
su resignación.
Esa tierra es amor,
proque no canta con voz electrónica;
porque sube al amor por la escala de la marimba,
y va a saltos de marimba por las calles del amor.
Es amor esa tierra donde se sienta
a la puerta el amor;
donde se habla de amor, porque se han saboreado las palabras
y donde hay todavía palabras de amor:
Diriá Diriamba Juigalpa Estelí
Asososca Cocibolca Subtiaba Jalteva
Monimbó Niquinohomo Nandaime.







Retrato de poeta, 1985

Anida demasiado
corazón, y la tierra
mortal le ha dado todo,
menos lo que desea.
Quiso quedarse siempre
con la estatura aquélla,
¡tan distante!, de cuando
las palabras primeras…
Quiso acallar las sombras…
Mas Dios dijo al poeta: – Cantarás con dolor,
y, desde entonces, lleva
el pecado del hambre
en sus pupilas y esa
fe matinal del huérfano
que todavía espera
amor de padres que,
milagreando, sueña.
Vive una voluntad
de ríos, y se entrega
con mansa plenitud,
igual que cuando se echa
de espaldas en un llano
abierto a las estrellas.
Vive el vivir que basta
para la muerte entera,
y, de claro perdón,
son sus manos acequias:
¡espejos donde toda
la luz quedó presa!







AMARÁS A TU CIUDAD COMO A TI MISMO

“Mas si el Escudo de Veragua paso,
 Veré a Granada con favor de cielo,
Cabeza principal de Nicaragua,
Por la laguna que recoge el agua.”
LOPE DE VEGA (“La Dragoneta”)


Crear es amarla
tener una memoria de eternidad
una inocencia que defender
sentir su arena ardiente o la quemadura
de víbora del vecino que espiaba todo el año
oír sus pianos a través del mar
vivir su hondura de perla
 y la pasión de descubrirla
Nacer entre sus piernas fue mi aventura
No olvidaré su lago
que me mira
y es de vinagre en la distancia
Ella tenía barcos de papel en la costa
ella
habitante de mis imágenes
única ciudad viva
vivaz estrellería sin nada puesto
y madona con sexo de niña
¡Haz
Señor
que la sueñe por siempre!
Ella
a escala de la infancia
regresa ahora
como un amor que me absolviera
No llueve como entonces
pero todo era mío
en aquel único amanecer del mundo
En vano
intento decir la magia
de aquellas pesadillas con pies de plomo
chafando primorosas y resedas
de Papa Fay
con muecas de ángel
de las flores eléctricas sobre el Mombacho
del padre Cuadra y su sombra de vieja clorofila
y sus voces chocando en el cielo
de la mancha de aceite de la vida
que se hacía en las aceras
de Pancho Hermoso
profeta de mi pasado
que acaso hubiera querido hablar sólo con las manos
o de los vientos que inventaron hogueras
Todo lo visto
sin morirme
Sólo su alma no fue calcinada
su espíritu de vainilla
que no es igual a su esperanza
y que no estalla en ris
               precisamente
Ebriedad del espíritu
como cuando el espíritu aprieta nuestra garganta
¿Qué francotirador le dio en lo vivo
o que rayo de sombra le dejó viuda de su lago de muerte y
(belleza?
Encristalada en ola
 ya tenía su aliento mineral roto
cuando se me quedó la tristeza en sus calles
Madona
niña mía
con desnudez de maniquí
de espaldas a sus aguas
las aguas masculinas que le llevaron el hambre y la ceniza
Otros ondulan
yo canto el polvo
los mismos rostros incoloros
cuyas miradas se mezclaban
un sol de todo tiempo
con altura
de tejado de barro
¡y cómo parecía alegrase el aire!
una estación de trenes de vapor
acaso una perrera o un túnel en el alma
y este verso es para el mercado
con campanarios de silencio
Dime
Señor
si en La Pólvora
como en todas las cárceles
iba el tiempo en sentido contrario
No llueve como entonces
Moscas de vuelo torpe
las noticias de sus diarios
moscas de cauces para el tiempo
¡oh los cauces olorosos a pescado!
Mas la sangre todavía transporta los azúcares
de lo que a veces me despierta
sones del atabal
librándose del tiempo
pasitos que se guiaban por la respiración de la Niña Carmela
ebrios insectos en su lámpara
en ese clima suyo que fermentaba la ternura
cohetes súbitos
como dioses
de las Fiestas de Agosto
que yo recordaría
las estoy recordando
con siempreazules de cuento
y con blanco de yuca en su alegría
¡Que pequeñas sus luces melibeas
sus rezagadas luces
como un rescoldo!
No llueve como entonces
Niña humosa de organdí
madona como cansada de vivir en la infancia
entre esa flora submarina
donde la vida solamente se parece a la vida
Su madre es una nube en mis sentidos
pero llueve como entonces
Oíd su aliento de mujer
Oíd
como una nueva verdad
su aliento
 su corazón
que está naciendo
diamante o colibrí
en el ayuno que es la palabra
Sólo el vacío muere
y Ella es la sazonada amante
la poseída
Su nombre en granos
es esta melodía circular y tenaz en la memoria
llanto que se abre en La Otrabanda
caballería en La Calzada
entre arroyos de leche de mango
paralelos arroyos
como riendas
Que Ella
Señor
nos traiga rayos
que se adivine su hermosura en este espejo de tormenta
que no siga viniendo de lejos
que sea dulce sin madurar
que se disuelva en mi saliva hasta la muerte
que alce la voz su lago
para no oír el dolor.

Eduardo Zepeda-Henríquez
Gracias, Señora; mil gracias a todos.








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