AURORA ESTRADA Y AYALA DE RAMÍREZ
POETA.- Nació en la casa de la hacienda "Juana de Oro" vecina al pueblo de San Juan, Cantón Puebloviejo, Provincia de los Ríos, Ecuador el 17 de Noviembre de 1.901. Hija legítima de Rodolfo Estrada Ampuero, Corredor de bienes raíces y de Natalia Ayala de la Guerra, tierna y bondadosa dama, ambos guayaquileños.
La zona era por esos años un grandioso emporio de riqueza: un millón de árboles de cacao "de arriba, que era el mejor- miles de cafetos, frutales y enormes potreros que reflejaban su potente vida vegetal en el río."
Su padre leía mucho y tenía por costumbre ingerir una poma de esencia de café todas las noches, que bebía por copitas como si fuera licor. Era inseparable compañero de Aurora, a la que mimaba porque sus primeros cinco hijos habían muerto con diversas enfermedades infantiles. Una tarde, en la que habían salido a pasear por los alrededores, encontraron un tronco caído y el grabó con su navaja las siguientes palabras "Ego sum" que en latín significa yo soy. Aurora preguntó el significado y el le contestó Algún día lo sabrás !Así modelaba su carácter! I tuvo una niñez feliz, rica en experiencias. Diariamente concurría del brazo de su madre a la escuelita de San Juan, de cinco años había aprendido a leer y a escribir así como las cuatro reglas y desde entonces su padre le obsequiaba libros infantiles y la incitaba a leer. En cierta ocasión le regaló un espejito adornado con flores, ella se emocionó, buscó un papel y escribió con mano aún temblorosa su primer poema que dedicó a las rosas. "No sé donde encontré la poesía" diría, porque la llevaba dentro.
En 1.911 regresaron a Guayaquil e ingresó a una escuela pública con su hermana Haydeé Su padre había enfermado del corazón y comenzaba a asfixiarse. Al poco tiempo murió y Aurora se hizo triste y vagarosa, leía mucho, hablaba poco, siempre con voz dulce y delicada. Entonces terminó la primaria donde la Srta. Rita Lecumberry y su madre adquirió una casita de madera en Vélez entre 6 de Marzo y Pedro Moncayo, subsistiendo con bordados y costuras y merced a la ayuda de su hermano Octavio Avala de la Guerra, que administraba en Puebloviejo la hacienda "La Cordero".
Entonces ingresó a la sección femenina del colegio Vicente Rocafuerte Aurora seguía siendo una niña especial. Rara por su modestia, invisible por su timidez, frágil por su bulto, mejorando sus poemitas iniciales con otros más elaborados hasta que el verso se le hizo algo natural.
Cuando tenia quince años enseñó su producción al gran poeta Francisco J. Falques Ampuero, primo hermano de su padre, que se deleito con ella. Esa madrugada, a las dos de la mañana, alguien tocó a la puerta. Su madre se despertó sobresaltada y abrió la ventana para inquirir qué pasaba Era el poeta que había regresado y pedía unas tijeras. Con ellas en mano cruzó la calle, cortó en el recién inaugurado parque del Centenario unas rosas y regresando dijo: "Déjame subir, quiero ser el primero en coronar a Aurora". La buena señora siguió la chanza y lo invitó a pasar Falques trenzó los tallos, sacó las espinas, confeccionó su corona y despertando a Aurora musitó 'Te corono primero pero después lo harán otros" y se fue como había venido dejando a todos emocionados. Ese bello gesto le auguraba triunfos a la joven poetisa.
A los pocos meses ocurrió el suicidio del joven Medardo Ángel Silva y Guayaquil se interesó en conocer la producción de los poetas modernistas; sin embargo, ya existían otros valores una generación nueva que empezó a reunirse en casa de Aurora a leer y a conversar. "Cenáculo de almas tristes y locas que tomó el nombre de los Kermes y dieron vida en Octubre de 1 920 a una revista" del mismo nombre, que lamentablemente duró solo tres números. Allí se identificaron con sus producciones Sergio Núñez, José Joaquín Pino de Ycaza, Miguel Augusto Egas, Enrique Segovia Antepara, Rubén Irigoyen, Luis Albizuri, Leopoldo Benites Vinueza, Zaida Letty Castillo Pérez, Antonio del Campo, Solón y Gustavo Ramírez Olmedo del Pozo, Miguel Ángel Granado y Guarnizo, Miguel Ángel Barona, Rafael Coronel, Luis Aníbal Sánchez y Jorge Carrera Andrade que estaba de paso por Guayaquil.
Desaparecida la revista el grupo no se dispersó y después de las veladas en la casa de Aurora se iban al salón "El Búho", situado al lado de "El Telégrafo", donde formaban una peña literaria o recitaban en el cementerio frente a la tumba de Silva en noctámbulas sesiones que dieron mucho que decir. En 1.921 Miguel Augusto Egas y Rubén Irigoyen fundaron "Singulus" -uno solo- que también tuvo corta duración.
En Enero del 22 fundó y dirigió la revista mensual de artes y letras "Proteo", cuyo solo nombre acusa una decisiva influencia del uruguayo José Enrique Rodó autor de "Ariel" y de "Los motivos de Proteo". Dicha publicación no tuvo larga vida y su último número, el tercero, apareció en Julio de ese año; pero como circuló por el continente, abrióle fraternales horizontes. Ella diría después "El paso de nuestra promoción por las letras patrias significó el cumplimiento de una misión dentro del destino del arte nacional" y es que "Los Kermes" se habían propuesto como lema renovarse o morir, frase de Gabriel D'Anuncio que todos cumplieron. Más, no se crea que la lucha filé fácil. Numerosos excéticos lanzaron sus dardos azaetados y hubo uno que bajo el pseudónimo de "Mac" pidió desde diario "El Universo" el linchamiento de "Los Hermes", que respondieron con una famosa "Epístola al idiota" escrita por Remigio Romero y Cordero.
En Marzo del 22 comenzó a colaborar en "Philelia" revista mensual literaria cuencana dirigida por Rafael Romero y Cordero a) Rapha. Ese año fue presentada en "El Guante" con un artículo elogioso firmado por un escritor amigo, entonces contrajo matrimonio con Gustavo Ramírez Pérez, su compañero generacional, izquierdista sincero que estudiaba leyes en la Universidad de Guayaquil.
En 1.923 escribió para la revista "Orientación" de Buenos Aires de la que era representante y alcanzó la fama literaria en los Juegos Florales auspiciados por Federación Universitaria de Quito con sus poemas "Cuando vuelvas sin mi" y "Poema de la Casa en ruinas" que obtuvieron dos primeros premios y desde ese instante fue saludado el nacimiento de una gran poetisa.
En 1.924 ganó el Premio Único en el Concurso auspiciado por la Municipalidad de Guayaquil para el mejor articulo sobre las efemérides de Octubre Entre 1.924 y el 26, año en que fue clausurado el Diario "El Guante", dirigió su sección literaria.
En 1.925 editó el periódico semanal y universitario "La Idea" con Antonio Parra Velasco. Colón Serrano Murillo y Teodoro Alvarado Olea. Parra llegó a ocupar una concejalía del Cantón y le pidió sus poesías pata hacerlas publicar de la Municipalidad Así nació "Como el lncieso".'fiño poemano lírico de 78 págs. aparecido a fines de ese año que le valió sinceros elogios. María Piedad Castillo de Levi dijo: "Ame esta nueva poetisa las demás cedemos el paso" y generosa como era la visitó y desde entonces fueron grandes amigas, pero no faltó la critica absurda Un periodista escribió que el poemario era "un e sean da I o social porque había tratado lemas velados al buen gusto del bello sexo."
"Como el Incieso" consta de numerosos poemas, algunos de antología "El hombre que pasa", "el divino Cáliz". "El poema de la casa en minas". "El poema del árbol" y "Yo tengo un poema pálido" de su primera producción lírica rubendariana y modernista, cantos a las fuerzas biológicas de la especie que iban contra los convencionalismo Victorianos y hasta rompían tabúes sexuales y todo eso lo hacía su autora "con la timidez propia de una adolescente modesta que odiaba la publicidad, que por su temperamento se mantenía apartada del ruido y que vivía suave, silenciosa, serenamente el matrimonio y la maternidad, además era una poetisa espiritualmente bella -su cuerpo fino lánguido, de proporciones perfectas, gustaba de la caricia del llanto de la lluvia " Era, según ella misma, una mujer y nada más Por eso se ha dicho que 1 925 fue el año de su consagración definitiva.
Entre el 25 y el 27 colaboró en la revista ilustrada "Savia" de Guayaquil. Donde escribió // Siempre fui triste/ y me senti extranjera en todas panes./ / "I vino el nuevo tiempo en que espiritual mente tenía que avanzar Su convicción artística verifica el empalme entre dos generaciones literarias, porque un día en el Ecuador los espíritus superiores tuvieron que completar su soledad y su dolor con los demás y comprender la angustia de las colectividades menesterosas."
Ya por esas épocas había comenzado su poesía social, apartada del arielismo de sus inicios y más compenetrada con la realidad nacional, por eso Hugo Alemán ha dicho que "Su arte desembocó en el encrespado océano del canto revolucionario. Alzó la cruz de la fatalidad en su verso y la mostró sangrante y pavorosa -como un símbolo de inútil sacrificio- a las atónitas miradas de los hombres." Aurora mujer solidaria con los sufrimientos de su pueblo, desde la década de los veinte cuando solamente tenía 17 años de edad y aún no se había realizado la matanza del 15 de Noviembre, gemía dolida. Su "Canto de las trabajadoras Navidad", punto de partida de su adhesión al proletariado, dio paso a otros más del mismo género como "J. White y Co" (1933), y “Chaco” (1937) que corresponden a su segunda época "y encierran un hondo mensaje de transformación social. Su voz rebasaba la línea de sectarismos y mediocridades y entonó el canto de la confraternidad y de la paz."
En 1.928 obtuvo el Primer Premio en el Concurso en homenaje a la Fiesta de la Raza con su poema "España y el Ecuador" y fue coronada el 12 de Octubre en el paraninfo de la Universidad de Guayaquil como reina de la poesía por el Dr. Modesto Chávez Franco, cumpliéndose lo profetizado por Falques Ampuero. Con tal motivo "El Universo" la designó redactora de honor y colocó su retrato.
En 1.929 fue asesinado en Cuba su amigo el exiliado venezolano Francis Laguado Jaime quien tenía ocho años viviendo en la Habana, víctima de la dictadura del General Juan Vicente Gómez. Laguado y dos amigos más fueron arrojados desde lo alto de un fuerte al mar donde sirvieron de pasto a los tiburones.
Aurora estaba reponiéndose de una grave enfermedad que la tuvo tres meses en cama, escribió el poema "A Francis Laguado" y lanzó su promesa que consta en su poemario "Nuevo Canto", de luchar por la justicia y la igualdad. Entonces ocurrió que su esposo al cursar el cuarto año de Derecho fue expulsado de la Universidad de Guayaquil por su activa militancia comunista en la “fracción universitaria de Izquierda” y su participación en la "Liga Antibélica", la familia tuvo que trasladarse a Quito, donde él completó sus estudios de Jurisprudencia y trabajo en la Caja de Pensiones. Aurora dejó en Guayaquil la estela cristalina de sus mejores años, entró de profesora al "Liceo Bolívar" y comenzó a estudiar en la Facultad de Letras de la Universidad Central.
En 1.930 triunfó en el Concurso pedagógico promovido por el Día del Maestro. El 32 ganó el Concurso organizado por el Círculo "La Atalaya" de Ambato con su poema "A Montalvo". Ese año pasó al Normal "Manuela Cañizares" llamada por su amiga la Rectora María Angélica Idrovo, colaborando en las veladas artísticas con poemas recogidos en el folleto titulado "Justicia a una labor: 1.933-34" en 7 págs. El 35 compuso "Para Adolfo, en la plenitud de su recuerdo" con motivo del suicidio de su amigo Adolfo Hidalgo Nevárez.
En 1.936 escribió su tesis doctoral denominada "Veinte Gobelinos de Gabriela Mistral" pero fue cerrada la Facultad y reabierta como simple Instituto Pedagógico, por eso egresó con el título de Profesora de Lengua y Literatura, y Licenciada en Ciencias de la Educación. De esa época fue su poemario infantil "Cometas al viento", la novela "Puente", el poemario coreográfico "Evocación Shiri" cuya música se ha perdido, el libro en prosa "Retrato de Mujeres" y varios poemas sociales, todo lo cual se ha perdido.
En 1.938 regresó a Guayaquil a despedirse de su madre, gravemente enferma con arterieesclerosis. Gabriela Mistral pasó por el puerto y vivió los meses de Agosto a Octubre en casa de su amiga Adelaida Velasco Caldos. Fue a visitar a Aurora, se encontraron y de rodillas se pusieron a llorar ¡Es el retrato de mi madre cuando estaba con la misma enfermedad! - dijo Gabriela. Dña. Natalia de Estrada falleció meses después en casa de su hija Haideé.
En 1.943, tras largo madurar, pensar y escribir, publicó "Tiniebla, veinte trenos y una Canción de Cuna, poemas a mi madre que duerme en el lecho No. 1.551 del Cementerio de Guayaquil" calificado de "romancero empapado de ausencia, de gratitud y de lágrimas, dedicado en lo absoluto a la evoca0ción de las diferentes etapas de la vida. Oblación lírica un poco sagrada, entregado a las intimidades del sepulcro."
En 1.944 leyó su poema "Canto al Veintiocho de Mayo" en el Congreso de Trabajadores en Quito al que asistió como Delegada, entre Septiembre y Noviembre realizó una gira periodística por los Estados Unidos, invitada por la oficina de Coordinación Intramericana y por la primera dama Eleanor Rooselvelt y en una velada artística por el cincuentenario de la creación de los Normales se dramatizó su poema "El Grito".
De esta época son sus composiciones líricas “Hora Cero” y “Fatum”.
En 1.950 regresó a Guayaquil con sus hijos y adquirió una casa en Avenida del Ejército y Urdaneta. El Ministerio de Educación le extendió su pase al Colegio Nacional "Aguirre Abad" y allí se mantuvo enseñando literatura por muchos años. El 51 se le unió su esposo que viajó a Guayaquil de Subgerente de la Caja de Pensiones.
Para entonces Aurora seguía siendo más que una simpatizante comunista, era lo que se dice una activista, luego se afilió y realizó una gran labor proseletista concurriendo a Sindicatos y a Congresos y dando su voz de aliento a las masas de trabajadores.
En 1.952 ingresó como profesora a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil y fundo la "Unión de Mujeres del Guayas" para defender los derechos de la mujer, el niño y la paz. El 53 viajó como Delegada a la Conferencia Latinoamericana de Mujeres celebrada en Río de Janeiro, donde resultó electa para una de las Vicepresidencias; el 55 al I Congreso Mundial de Madres en Lausana, Suiza. Ese año la Municipalidad de Puebloviejo la declaró su Hija Predilecta. El 62 recibió el homenaje de la Asociación Escuela de la Facultad de Filosofía.
En 1.963 la dictadura de Castro Jijón le arrebató su cátedra universitaria. El 64 la intelectualidad guayaquileña le ofreció "La Lira Poética" en desagravio. Leopoldo Benites Vinueza dijo entonces: "Raro temperamento el de esta mujer, tan poeta, tan artista y tan humana". Raro por sus multicidad, raro por su inquietud, raro en fin por la sensibilidad exquisita con que pule los contornos ásperos de la vida. Sufre, ama, piensa.- Ella es así, su obra es como su espíritu, múltiple, proteiforme e ilimitado. El 66 le fue devuelta la cátedra.
El 9 de Marzo de 1.967 y mientras dictaba una/Conferencia en el Café Concierto 9 de Octubre entre García Avilés y Boyacá sobre el Día Internacional de la Mujer, sufrió un derrame cerebral y perdió el conocimiento. Llevada de urgencia a la Clínica Crespo, que era la más cercana, no se recuperó y falleció el día 12. Su viejo amigo, el poeta Hugo Mayo le dedicó su "Réquiem por Aurora", bellísima despedida, canto a su dolorosa ausencia.
Tuvo una vida plena y “Cuesta trabajo comprender cómo pudo tener tanta fuerza y pasión democrática y tanta voluntad de servir. Cómo se dio tiempo para luchar donde fuere necesario defender a los golpeados por la injusticia. Benjamín Camón ha dicho "Hay en su poesía una honda preocupación por las fuerzas esenciales del hombre y de la especie y al mismo tiempo una ternura cálida y fecunda, que le ha dado la mano y le ha enseñado los caminos de la revolución, a la que ha ido primeramente sentimental, femenina, maternal, para luego enardecer el tono del campo proletario y darle médula de lucha y sonar de batalla."
En "Yo soy" escribió"// Soy fina y pequeña tu mismo lo dijiste/ -ella es pequeña y fina como una ala en tensión-/y son mis ojos suaves, bajo mi frente triste,/ a mis labios ardientes, una contradicción.//
Eminentemente religiosa aunque sin practicar religión alguna canela, sensible, espiritual, dulce, femenina, y delicada. Pelo negro, ojos melados y boca fina; sin embargo, vivía como en guardia, pues se sentí a débil y profundamente pesimista. Se la conoce más eximo poetisa que como mujer de pensamiento y acción, de avanzada social, y fue ambas cosas al mismo tiempo, por eso Ezequiel González Más opinó de ella Pocas veces hemos visto su rostro en las veladas multicolores del arte, en la exhibiciones sonambúlicas del verso; mujer humilde y apartadiza, desdeñó la publicidad sonora del Guacamayo y los contoneos absurdos del mandril, pero ilustró la condición latente del poeta: testigo de cargo, defensor de oficio, error de la naturaleza y apunte supremo de la humanidad futura.
EL HOMBRE QUE PASA
Es como un joven dios de la selva fragante,
este hombre hermoso y rudo que va por el sendero;
en su carne morena se adivina pujante
de fuerza y alegría, un mágico venero.
Por entre los andrajos su recio pecho miro:
tiene labios hambrientos y brazos musculosos
y mientras extasiada su bello cuerpo admiro,
todo el campo se llena de trinos armoniosos.
Yo, tan pálida y débil sobre el musgo tendida,
he sentido al mirarlo una eclosión de vida
y mi anémica sangre parece que va a ahogarme.
Formaríamos el tronco de inextinguible casa,
si a mi raza caduca se juntara su raza,
pero el hombre se aleja sin siquiera mirarme.
LLUVIA
No me siento la cara,
ni las manos,
ni el alma.
Sólo la angustia
y el violín vertebral que desgarra una bruja.
Nada saben los que de mí nacieron,
planetas girando en sus propias órbitas.
Y yo, quemándome en un mundo de hielo.
Llevo en los brazos mi propia pena
como a un niño dormido.
Y la aprieto para nunca olvidarla,
sin dejar que mi fuego la convierta en ceniza.
Si alguien me toca,
pensaré en una ánfora,
quemándose sobre arenas soleadas,
pero tengo frío...
¿Omar Khayyam, bebiste todo el vino?
Tengo sed. Tengo sed.
Y no hay viento de bosques
ni rumor cristalino.
Por cada poro una garganta abrasada
y las nubes lejanas.
No me siento la cara.
Sólo dos pozos locos,
gritando: ¡Lluvia! ¡Lluvia!
TINIEBLA
(20 trenos y 1 canción de cuna)
Treno I
Ya nunca más sobre mi tiniebla su estrella dulce.
Nunca más en estos silencios su voz de brisa y de jazmines.
Nunca más el lazo tibio de sus brazos ciñéndose a mi cuello
ardiente.
Ni nunca esa mirada de éxtasis sobre mi cara triste.
Está muerta como los días de oro, como las mariposas que
mató la llama,
como el sonido de las campanas y el canto de los pájaros,
como los ojos de los niños que se fueron y como las flores
que Ella amó en su breve vida de callada plegaria.
Está muerta y es como si no hubiera sido nunca en la tierra.
¡Hay sol y fragancias y música de viento y de canciones
aquí fuera. Y ella está ciega y sorda e inmóvil
para siempre, dentro del nicho frío, vestida de tinieblas!
Treno IX
¿Dónde estarás ahora que las campanas se han dormido?
¿Dónde estarás ahora que la luna se ha muerto?
¡Háblame, estrella, cántame agua de plata,
canción arrúllame, con tus voces de lino!
¿Dónde estarás mientras llueve fría ceniza sobre mis horas?
¿Mientras piso musgos nocturnos, flores de hielo?
¿Mientras se cambian en dagas negras
los nardos claros de mis canciones heridas?
¿Qué pétalo esconde la suavidad tibia de tus manos?
¿Qué nectario astral la dulzura de tus últimos besos?
¿Sobre qué brisa boga, como un cisne, tu voz,
lejos de mi corazón deshecho en llanto?
Treno XX
Hoy creo como nunca que estás ida para siempre,
porque ningún signo celeste me ha hecho sentirte cerca.
¿O es que tornada en ángel te ahuyenta la miseria
de esta carne que hiciste de tu sangre y tu espíritu?
Mujer de seda y lirios, de ternura y dolores,
mujer suave y callada frente a las tempestades.
Mujer que me llevaste en tu seno de nardos,
mujer que fue mi madre, y hoy yace entre la sombra inerte
Ese amor de locura, de idolatría y de éxtasis eterno,
en que te dabas, seno henchido de mieles a mi labio sediento,
¿podría permitirte ver mis ojos con llanto
y la frente que amaste perdida en la tiniebla?
EL ALMA INSUMISA DE AURORA ESTRADA
Y AYALA
Y AYALA
Por Sara VANÉGAS COVEÑA *:
Aurora Estrada y Ayala (Pueblo Viejo, Los Ríos, 17 noviembre 1902 – Guayaquil, 12 marzo 1967) es, sin duda, uno de los nombres mayores de la poesía ecuatoriana.
Luchadora incansable, promotora y directora de revistas y suplementos literarios, que se honraron con colaboraciones de distinguidos escritores de la época –Gabriela Mistral, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Carlos Sabat, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, entre otros-, fue, además, gran viajera, socialista, maestra, feminista y pacifista.
Mas, grande y polémica, Aurora (que dice de sí: “Soy fina y pequeñita”. “Tengo el alma insumisa/ y mis ojos sin lágrimas”) sufrió la intriga y la maledicencia. En 1963, según nos lo relata su hija Isabel, “en un momento de incomprensión y de violencia, se le despojó de su cátedra y se le apartó del campo de su especialización, después de largos años de dinámica labor en los claustros universitarios”. Era, a la sazón, docente en la Universidad de Guayaquil.
Publicó solo dos libros: Como el incienso (1925) y Tiniebla (1943), este último, con el subtítulo Veinte Trenos y una Canción de Cuna, en evidente paralelismo con la conocida obra de Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El resto de su obra, diseminado en periódicos y revistas, o en borradores, nunca fue sistematizado y permanece inédito.
Ejes temáticos de su obra
La obra de Aurora, con una riquísima intertextualidad, fruto de variadas y selectas lecturas, confluye, básicamente, en estos ejes centrales: amor, muerte, naturaleza, poesía.
Amor y muerte
Su poesía amorosa se consideró “escandalosa” en su tiempo, pues, empapada de un suave erotismo, revela una perfecta armonía entre lo carnal y lo místico. Así, en estos versos:
Era como un joven dios de la selva fragante
este hombre hermoso y rudo que va por el sendero
en su carne morena se adivina pujante
de fuerza y de alegría un mágico venero.
/.../
Yo, tan pálida y débil, sobre el musgo tendida,
he sentido al mirarlo una eclosión de vida
y mi anémica sangre parece que va a ahogarme...
(El hombre que pasa).
Mientras que el tema de la muerte constituye todo un libro (Tiniebla), escrito ante la desaparición de su madre: una colección de textos situados más allá de la desolación y el llanto. El primer Treno inicia el largo poema con un “Nunca más”, que nos arroja brutalmente a la situación definitiva, sin salida:
Ya nunca más sobre mi tiniebla su estrella dulce.
Nunca más en estos silencios su voz de brisa y de jazmines.
Nunca más el lazo tibio de sus brazos ciñéndose a mi cuello ardiente.
En tanto que el vigésimo -y último- da paso a la asunción valiente de la muerte:
Hoy creo como nunca que estás ida para siempre,
porque ningún signo celeste me ha hecho sentirte cerca.
¿O es que tornada en ángel te ahuyenta la miseria
de esta carne que hiciste de tu sangre y espíritu?.
Y a la resignación, iluminada con la esperanza y el ruego de ser escuchada desde el más allá por la madre amante:
Ese amor de locura, de idolatría y de éxtasis eterno,
en que te dabas, seno henchido de mieles, a mi labio sediento
¿podría permitirte ver mis ojos con llanto
y la frente que amaste, perdida en la tiniebla?
La naturaleza, las cosas
Aurora nos habla de la naturaleza en relación íntima con lo humano; de la identidad que descubre entre hombres, animales y cosas, revelando incluso un cierto panteísmo en que todo tiene alma, vida y canto. Así, en este texto de innegable evocación a Darío:
Pienso que el árbol siente, que la piedra medita
y al tomar una rosa en lo que guardará
y que en los ecos vagos algo extraño se agita:
¿Nunca has pensado, hermano, lo que allí dormirá?
(Avatar)
O, en estas líneas:
Y ríes de mis palabras y el surtidor sonoro
de tu garganta perla como una fuente de oro.
La casa en ruinas, blanca como una niña anciana,
mi sueño sin aurora, bien cobijara hermana.
(El poema de la casa en ruinas)
La poesía
La poesía misma es, para Aurora, la llave mágica que le abre el mundo no solo de las cosas –rasgo propio del postmodernismo, movimiento al que se adscribe, fundamentalmente, su obra- sino también del hombre y del pasado de su antigua estirpe humana; que le trae la memoria perdida de los siglos, y le ayuda a reencontrarse consigo misma en el torrente del tiempo y del espacio.
Así, en el soneto Yo tengo un poeta pálido, en una suerte de personificación de la poesía, equivalente a un alter ego, nos dice:
Él es quien da a mi rostro coloración de cera,
él quien pinta en mis ojos el cerco de la ojera
y me deja en los labios sabor de eternidad.
En otras ocasiones, la autora, entre visionaria y surrealista, nos habla de la voz que la habita desde épocas inmemoriales. Escuchémosla en estos versos:
Era…
Ya no sé dónde ni cuándo…
El polvo me ha borrado los caminos
/…/
Pero en un punto arcano de mi alma
hay un henchido surco de destinos
guardando la memoria de esa voz
venida a mí en idas lontananzas ...
Y que alguien de una raza que partía
me dijo en oración de extraña lengua.
(Es una lengua dulce y perdida).
De esa “Lengua de oro y de miel/ perdida en los milenios”, nos vuelve a hablar en otros textos, como en el siguiente:
La noche trae a veces
un olor a jazmines.
Y en él una palabra
que se prende a mis sienes
/.../
Y otra vez la palabra,
centelleando en luceros,
viene a mí desde el límite
que no alcanzan mis manos
(Escuchando la noche).
La palabra, sí, la poesía como última morada –en el sentido que da a este término la Santa de Ávila -, redención para la pequeñez humana.
(2010)
* Sara VANÉGAS COVEÑA, profesora de la Universidad ecuatoriana del Azuay, ensayista y poetisa, es Miembro Correspondiente de la A.P.P.
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