Ileana Espinel Cedeño
Ileana Espinel Cedeño fue una escritora, periodista y poetisa ecuatoriana. Nació en Guayaquil, Ecuador, el 31 de octubre de 1933 y murió en la misma ciudad el 21 de febrero de 2001.
Obras
Piezas líricas (Guayaquil, 1957)
La estatua luminosa (Caracas, 1959)
Arpa salobre (Caracas, 1966)
Diríase que canto (Guayaquil, 1969)
Tan solo trece (Guayaquil, 1972)
Poemas escogidos (Guayaquil, 1978)
Solo la isla (Quito, 1995)
BALANCE MORTAL
Alma y carne gimiendo
un féretro esperando
a veces sin almuerzo otras veces sin cena
para honor de la glándula que engorda mi osamenta
tres litros diarios de agua de boldo para el mal
que detiene mis pasos
que siembra mi antológica mi suave piel nevada
de verdes rosas lívidas
la nostalgia, la tonta azul negra divina
dejando con orgullo sus bellas posaderas
sobre un tatarabuelo canapé de tres patas
los diez años que hielan los huesos de mi padre
fugándose en un tiempo de atrofiados murciélagos
la dulce y pura santa que me parió temblando
abrazada a su Cristo diminuto de palo
esta grave y sardónica y despiadada ráfaga
que se hunde aquí que a veces
piruetea y sonríe
desdeñando su vuelo de grises aves muertas
las voces incoloras de la calle sonando
el espejo del mar reflejando la angustia
exhausta
sin remedios sin médicos sin dioses
mil siglos bostezando
y en un cajón de cartas insípidas o líricas
un rizo de Oscar Wilde peinándose mi olvido.
El corazón no tiembla
el cerebro sin lámparas
se puebla de infinitas defunciones ambiguas.
La vida no
ni el odio
ni el amor
ni las gentes
sólo mi sola sombra
las rosas putrefactas
los puñales del viento
las tricomonas ávidas el tiempo aborrecible la nada
desangrándose
y todo tan completo
tan humano
tan simple
como la luz el pus y las carcomas.
(De Triángulo)
UN BALANCE DE COSAS ADORABLES
La Poesía -su vuelo, sus raíces-
el universo del Amor que crea.
La democracia. Dios. La madre. Un niño.
El mar indetenible y desterrado.
Tus ojos pardos, tus dorados brazos,
el fulgor de tu estatua,
mi desvestido corazón amándolos.
César Vallejo -el hondo, el desolado-
sangrándome, sangrándome, sangrándome.
Infinidad de cosas que adoro -que adorables
mido en silencio- como
leer un libro puro -puro de fiel belleza-,
oír en mis pestañas el leve son del viento,
ver caer lentamente la lluvia recordando
tiempos idos -perdidos- vividos en la sangre,
escribirte una carta profundamente tierna,
fumar un cigarrillo, suspirar añorándote.
Cosas, seres, ensueños adorables que adoro
como las nueve letras de mi puerto cálido,
Dostoiewski, Oscar Wilde, Peter Tchaikowsky, Whitman,
Mozart, Rodin, Beethoven, Goya,
la libertad, la libertad, la libertad sagrada,
el espíritu, las cumbres, las mesetas
de mi Ecuador febril y sus milagros,
Medardo Angel Silva y su lira de estrellas
soñando aún fulgores, hasta siempre cantando,
los poemas de Emily Dickinson, Delmira,
Miguel Angel Osorio -azul Porfírio oceánico-,
el tiempo rosacruz, Charlot, Sophia Loren,
las flores, Baudelaire, Rimbaud, Sapho,
el evangelio de San Juan, el puñal de Alfonsina
y la lumbre de Fausto entre las sienes.
Seres puros, rebeldes, desnudamente humanos:
Simón Bolívar liberando pueblos,
Don Alonso Quijano en la quimera,
Jesús -el alma de la Luz- reinando,
posiblemente yo si tú me amaras.
(De La estatua lumiuosa)
VISIÓN DEL SUBURBIO
Las piedras enlunadas y grises del Suburbio
son hermosas con una hermosura de pena.
Pero allí no hay glamur. Ni bulevares sucios.
Ni calles pretensiosas de conocer sus nombres.
Hay vías proletarias por donde va, sonámbula
y perenne, la vida...
Ayer vi el corazón de las grutas desiertas.
Vi ropas que no cubren ni la sombra de un sexo,
colgando de zapatos y de cordeles negros;
la faz acanelada de un muchacho desnudo
durmiendo bajo el lauro de nieve de su pecho.
(Nuevo Adán suburbano masticando en la luna
pan de arena y de nada).
Vi casuchas enfermas como el amor más alto,
y ventanas inútiles como sangre en los muertos;
mujeres y hombres viejos graduados en la ciencia
de ironizar lo ajeno:
la flor del trigo verde,
el agua pensativa,
el agua hecha de oxígeno e hidrógeno
y la hecha del recuerdo...
Y, de repente, un grito galvanizó mi éxtasis:
un ebrio vomitaba un ¡Viva! al Presidente...
Pero las piedras, suburbanamente,
se rieron de pena.
Y el aire se reía más que ellas.
(De Piezas líricas)
LA UNIVERSAL ESCORIA
«Soy la mierda» repiten
la voz y el eco de la voz
del orbe que dilata su pestilente gloria.
Aquí también la hez de mis relojes:
la fecal depresión de una fe que se extingue,
de un amor que no cabe en mi abandono.
Compréndeme, oh Tú,
conservador de ese antro que es el mundo
dónde sólo el dinero siembra y siega.
Asume este cansancio que navega en mis venas
con un final desprecio tan puro como el llanto.
Nada quiero saber de cuanto amaba,
de quien logró mi fe como «amigo» o emblema
por quien alcé mi lucha como un titán cegado.
Toma en cambio esta luz abrasadora:
mi sola fe en la mierda de tus días,
¡mi demonio orgulloso de sentir que Estoy Sola!
(De Tan solo 13)
VALIUM 10
Con una Valium 10 puedes cambiarte
lo negro en blanco v lo real en mito,
y pisarte el pretérito infinito
sin un paso que deba torturarte.
Con una Valium 10 tu ser podría
ilusionar al ángel de la angustia
y convertir esa sonrisa mustia
en cascabel de pánica alegría.
Con una Valium 10, tan sólo una...
Y lanzarte en cohete hacia la luna
tras una noche insomne como ésta.
¡Ah, pequeña pastilla milagrosa
que levantas mis nervios de su fosa
con un responso de dopada fiesta!
(De Tan solo 13)
DISLATE CON PASTILLAS
Pertranquil
Esencial
Pankreoflat
Flaminón
Peridez
Baralgina
Tioctán
Persantín
Buscopax
Irgapirina
mosaico adocenado
del templo drogadicto
que oficia diariamente
en mis entrañas
(todo para que el hígado
el insomnio los nervios
el músculo cardíaco
los dedos que hormiguean
retrasen los relojes
que marcan sin remedio
el infallable paso vencedor de la muerte).
PAISAJE
Afuera,
un carnicero espía de rodillas
la mueca azul del diablo.
El vientre es un tranvía de puñales.
La calle: un sombrío y anarquista
puente de lágrimas.
Adentro,
la tos ferina.
Y yo que clamo.
DE ANTOLOGIA DE OCHO POETAS TANATICAS DEL ECUADOR
por
Rodrigo Pesántez Rodas
IMAGEN DEL AMOR
Podría renacer de las cenizas,
viva lumbre de sed desparramada.
Podría consumarse en el despojo
de todo lo tangible que perece.
Podría ser el tótem que somete
al exilio la sangre enajenada.
Podría ser la luz, mas es tan sólo
el madero que flota en el naufragio.
SONETO DEL IMPOSIBLE OLVIDO
¡En cuál región inhóspita me entrega
la sombra errante su fulgor herido?
¿En este corazón enlutecido
o en este mar de la pupila ciega?
¡Ah, si soñara el vértigo que llega
desde el pasado, con su Edén perdido,
a rescatar del imposible olvido
este sollozo que mi sangre anega!
Lágrima dulce que de mí resbalas,
aíslame en la noche de tus alas
para vivir el día en que me inmolo;
mientras -ajeno a mi mortal ternura-
esa maravillosa criatura
duerme en los brazos de la Muerte. ¡Solo!
ABRIL 8
VIERNES SANTO DE 1955
Aquí, prendida en un traje negro,
mil agujas de fiebre
una ráfaga larga de presagios
el ala de un murciélago que rueda.
Aquí, mi sombra gris. Mi viaje oscuro.
Mi vuelo inútil. Mi sangrante hoguera.
Lejos, qué lejos, la inefable y dulce
canción del río. Lejos ya del alba.
Aquí, el mar. El viento despoblado.
Jesús muriendo. Mi alegría, muerta.
ESCARAS
Porque ya eres lo único que gravita en mis días,
sangro por tu dolor hora tras hora.
Yo que sufrí desmedro cuando un niño moría
o una flor era rota de su tallo
que padecí en Vietnam y en Hiroshima
que acrecenté el despojo de todo cuanto amara
así enferma o insomne tantas veces
bregando con fantasmas interiores
poblando de sonatas y versículos
mi lenta soledad irremediable
cómo no desangrarme piel adentro
por tu llagada imagen que te asemeja a Cristo
mujer inmácula
madre de mis años
cuyos labios resecos
a veces le sonríen a mis lágrimas.
HACIA ADENTRO
Yo, no te aclamo, no, vida mía que sufres;
tampoco me envilece tu soledad de estrella.
Tan sólo te contemplo como algo tan ajeno
que más que propia vida eres mi ausente muerte.
Me dejo ir en todo
dejo que el cerco nimio
me arrastre al torbellino del temporal rebaño
diríase que lucho. Diríase que asciendo.
Diríase que me hundo. Diríase que... nada.
Y yo, antigua sangre rondando entre las piedras,
tan sólo te contemplo, absorta enamorada.
Y junto a tu verdad de ardiente sima,
diríase que canto. Diríase que muero.
por
Rodrigo Pesántez Rodas
IMAGEN DEL AMOR
Podría renacer de las cenizas,
viva lumbre de sed desparramada.
Podría consumarse en el despojo
de todo lo tangible que perece.
Podría ser el tótem que somete
al exilio la sangre enajenada.
Podría ser la luz, mas es tan sólo
el madero que flota en el naufragio.
SONETO DEL IMPOSIBLE OLVIDO
¡En cuál región inhóspita me entrega
la sombra errante su fulgor herido?
¿En este corazón enlutecido
o en este mar de la pupila ciega?
¡Ah, si soñara el vértigo que llega
desde el pasado, con su Edén perdido,
a rescatar del imposible olvido
este sollozo que mi sangre anega!
Lágrima dulce que de mí resbalas,
aíslame en la noche de tus alas
para vivir el día en que me inmolo;
mientras -ajeno a mi mortal ternura-
esa maravillosa criatura
duerme en los brazos de la Muerte. ¡Solo!
ABRIL 8
VIERNES SANTO DE 1955
Aquí, prendida en un traje negro,
mil agujas de fiebre
una ráfaga larga de presagios
el ala de un murciélago que rueda.
Aquí, mi sombra gris. Mi viaje oscuro.
Mi vuelo inútil. Mi sangrante hoguera.
Lejos, qué lejos, la inefable y dulce
canción del río. Lejos ya del alba.
Aquí, el mar. El viento despoblado.
Jesús muriendo. Mi alegría, muerta.
ESCARAS
Porque ya eres lo único que gravita en mis días,
sangro por tu dolor hora tras hora.
Yo que sufrí desmedro cuando un niño moría
o una flor era rota de su tallo
que padecí en Vietnam y en Hiroshima
que acrecenté el despojo de todo cuanto amara
así enferma o insomne tantas veces
bregando con fantasmas interiores
poblando de sonatas y versículos
mi lenta soledad irremediable
cómo no desangrarme piel adentro
por tu llagada imagen que te asemeja a Cristo
mujer inmácula
madre de mis años
cuyos labios resecos
a veces le sonríen a mis lágrimas.
HACIA ADENTRO
Yo, no te aclamo, no, vida mía que sufres;
tampoco me envilece tu soledad de estrella.
Tan sólo te contemplo como algo tan ajeno
que más que propia vida eres mi ausente muerte.
Me dejo ir en todo
dejo que el cerco nimio
me arrastre al torbellino del temporal rebaño
diríase que lucho. Diríase que asciendo.
Diríase que me hundo. Diríase que... nada.
Y yo, antigua sangre rondando entre las piedras,
tan sólo te contemplo, absorta enamorada.
Y junto a tu verdad de ardiente sima,
diríase que canto. Diríase que muero.
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