lunes, 10 de noviembre de 2014

LUIS EDUARDO AYALA PÁEZ [13.953]


Luis Eduardo Ayala Páez

(Zaraza, Guárico, Venezuela  1988). Poeta y escritor venezolano. Licenciado en Educación Integral, mención Lengua y Literatura por la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR). Sus poemas han sido publicados en diversas revistas literarias tanto nacionales como extranjeras. Ha publicado: Azul Lejano.



Su segundo poemario El camino de los nirgranthas (Editorial Rove, 2013. Es miembro fundador de la Red Municipal de Escritores de Zaraza y del Colectivo literario “Corriente Alterna”.

Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés e italiano.





El camino de Los Nirgranthas
Luis Eduardo Ayala Páez

Los poemas que componen “El camino de los nirgranthas” son intensos, de lenguaje sencillo y hondo contenido. Expresan sentimientos con inspiradas metáforas: “su cuerpo es el fuego silencioso que no cesa”. En los poemas breves logra un gran poder de sugerencia: “Ni abro heridas al otro / que palpita cruje o ladra”. A lo largo de estos versos encontramos al hombre inexorablemente unido al cosmos y, al mismo tiempo, consciente de su propia soledad: “como una caldera que sólo exhala vacío”. Así, el poeta nos ofrece un canto que celebra la naturaleza, pero también nos revela los oscuros rincones de su mundo interior.


EL CAMINO DE LOS NIRGRANTHAS

Confío en mí mismo porque mi piel
es solo una hebra más de la tela del universo.

Allí todos nos entretejemos
confío en mí mismo porque 
me sé igual a los otros
a los tantos otros que como yo 
habitan la luz y la oscuridad.

Soy tanto aquél como yo mismo
y me voy sintiendo en lo que sé y desconozco.

Sin apegos ni aversiones trazo mi camino 
por las luminosas constelaciones
porque el universo vibra en mí 
como un cántico secreto nacido en el bosque. 



Las lágrimas de Eros

En ese mundo no hay cielos,
sin embargo llueve.




II

Mueve
tu fuego fuera de ti.

Haz tuyas
las verdes moras y las azules noches.

Reclama
para ti el silencio de la luna,
ese cántico fascinante y oculto.





Anekantavada

El agua no se
enturbia por mis manos

Ni la piedra
se adolece por mí

Ni el vuelo de mis pensamientos
hace crujir el viento

Ni abro heridas al otro
que palpita cruje o ladra.


La vida se nutrió
de mi sombra

Todo el universo en un gemido
me reveló lo que buscaba.

Largamente he permanecido mirando
las blancuras de sus arenas
la infinitud de sus orillas
el encanto de sus olas.

El invierno puede
venir un día y nutrir la tierra
pero nada lo hará mejor
que nuestras lágrimas.

Bajo nuestras sombras y silencios
crecerán los amaneceres y las estaciones
y se nutrirá la noche cilíndrica y espesa.





Antares

Los habitantes de lo efímero
te observan, escrupulosos
te rodean.

Escrutan tus formas de fuego,
carmesí como el ímpetu de Ares,
se regocijan en tu luz distante.






Me embriaga la lluvia
que nace del fuego

Su cuerpo junto al fuego hace que su piel
se desvista en agua, que sea lluvia liviana,
lluvia fulgurante que enciende mi sed.

El resplandor de la luz la cubre
lentamente con gotas púrpuras
que la hacen más apetecible.

Su cuerpo
es el fuego silencioso que no cesa.



I

Es bueno cargar siempre consigo
una lámpara porque es como vivir
en la inocencia más pura, sonora y plena.

Mas cuando se agota el aceite, la llama,
la luz que todo lo enciende,
el todo resuena más crudo.

Aparece la oscuridad, el desasosiego.

Sin la llama, sin su luz, nos descubrimos
el corazón, lo oscuro y lo inaccesible.






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