MONIQUE FACUSEH
Monique Facuseh nació en Santa Marta, Colombia, en 1964, descendiente de padres palestinos. Es intérprete de piano clásico y Administración de Empresas Turísticas egresada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena. Adelantó estudios en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino de Barranquilla. Se desempeña como profesora de piano e inglés. Fue cofundadora de la Fundación Poetas al Exilio. Libros de poesía publicados: Interno (1992), Ciudad al Fondo (1995), Entre Tonos (1998). Su poemario Lianas ha sido publicado online en agosto del 2009.
POCO ANIMATO
Miro a lo lejos
la tarde que cae
antes de tiempo
Alguna vez así
partió mi padre
Quizás yo aún
no he dejado
de caer.
ENÉRGICO
Estamos
en la medida
en que sentimos
El corazón deshecho
es equipaje inútil
Ajeno es el tiempo
Al fin y al cabo
lo que nos es dado
tampoco es nuestro.
Hay un fondo que
le aguarda.
Sea de dicha o llanto
su prisa apunta a la vaguedad.
Lento el deseo de
su vana gloria.
Pulso o desencanto
bajo el sol de su destino.
Paraíso o mentira
su cielo innegable,
al fondo.
ADAGIO
Ahora que llueve
y el cielo es oscuro
una sonata de agua ronda
De algún lugar la memoria vuelve
como una herida
que no cesa
En esta hora de humedad
el sol se inclina
leves caen las centellas
graves sus acordes de luz
La vida ora en el pentagrama
como un lamento que no redime
La ausencia llueve la tarde
¿Quién sabrá del resplandor del ángel?
EL EXTRANJERO
Despierta.
Aún conserva el rostro ajado de la noche que le
vio diluirse entre humo y luces.
Su mirada desnuda impaciente cada recodo del lugar.
Está solo.
Kilómetros de distancia despejan el miedo que a
menudo logra perturbarlo.
Se abre paso a la mañana cegando sus ojos ante el sol verdugo.
Ladea su rostro una y otra vez gimiendo acosos e imposibles.
Patea su destino.
Ahora vaga con un dejo de abandono
con el justo fin
de hallarse un cupo en la memoria.
Crescendo
A Ellos, in memoriam
I
Recuerdo el rostro de la abuela
su sombra meditándome
Cuánta sequía en sus ojos trigo entonces
II
Un aliento de luz
apenas sí cruza el cuarto
La memoria se abalanza
como un recuerdo enceguecido
como el hervor de la muerte
III
La tarde reposa
sobre un sol callado
El mar expande
mi visión de lo efímero y
me transporta a un
mundo olvidado
Mi padre alarga sus brazos
Un sollozo resuena en
los pasillos de mi cuerpo
IV
Cuánto hará entonces...
El tiempo
se avecina en mí
se agolpa como una marea que quiebra
V
Conmigo llegan
y se van
todas las sombras
Aquello que atraviesa la luna
es sólo la mancha
entre mis ojos
Me duelo
como una estrella con sus puntas rotas
VI
Las horas se conjugan con la noche
y una tranquilidad
que espantan
Me tiendo en la lejanía
como un río olvidado
El lugar de las ansias
se desborda
mis pasos se agitan con dolor
Del libro Lianas
XXX
Ruego a Dios
no dejar de ser
a mi imagen y semejanza.
Pido al cielo
no me sea negado
el legítimo derecho
de todo condenado a muerte.
De rodillas clamo
al Todopoderoso
por el amor de mis hijos
y las secuelas de mis pecados.
Amén.
II
Contemplo los años
en el rostro de mi madre.
Mi madre
que no ha deseado envejecer
pero ya sus arrugas caen.
Acordonadas,
resbalan de año en año.
Sale una y regresa la otra.
Terrible debe ser.
Yo, llego a casa.
Yo que apenas rayo los 32
siento el corazón deshecho.
Aturdida por los platos
la ropa sucia
la necesidad del marido
los antojos de los niños,
me acerco con premura a la ventana
llego a lo lejos con ansias locas
con absoluta libertad
y me desvanezco en un grito.
A Giovanna Polarollo
III
Sé del miedo a volar.
La caída del miedo se me adentra
a 26 mil pies de altura en el corazón.
Si cuento los minutos es peor.
Si cierro los ojos creo que no voy a ver más.
El mínimo movimiento es un presagio.
Recuerdo todo lo que he dejado atrás y me conmuevo.
Rezo.
Dicen que
no me preocupe.
El reporte meteorológico es bueno.
Falta poco ya.
Nada calma esta sed de perder y ganar muerte.
Todos parecen tan calmos...
Yo apenas puedo mirar por la ventanilla izquierda.
Me urge la llegada.
Me urge el final de este camino oscuro.
Escribo y tomo y miro fijo.
Ya casi, digo.
Al parecer nos aproximamos.
El alcohol me envuelve
me adormece
y así el miedo avanza
con su costumbre de siempre
con esa maldita manía
de transformarme el rostro.
V
Quiero llenar el papel
acaso acorte los días
las pocas horas que resten.
Aguarda, digo;
y quisiera sustituir el presente.
Si supieras,
pero no se puede ver más allá del mar.
Y la brisa ondula
y la noche se alarga profunda
y me incluyo entonces
en la esquina de un caracol
absurda, inquieta
llena de signos
y de toda la sal del mundo.
La noche es seca.
Una muchacha corre desnuda
y la arena se agita.
Danza como un delfín
entre las sombras.
Si supiera cuánta luz derrama
mientras se aleja…
A Yirama Castaño
VI
Sobre la arena
sobre el sol de las 12
a un paso del mar
estoy ligera.
Recuerdo que llovía y la noche se perpetuaba.
En la casa grande
conmemorábamos la falta de luz
contando historias alrededor del miedo.
Éramos jóvenes entonces.
Ligeros de ropa
nos tirábamos a la baldosa
que mantenía aún el frescor de la mañana.
Los moscos zumbaban en el oído
y casi sin poder abrir los ojos
les palmoteábamos en el aire invisible del silencio.
De tarde, después del sudor
me recostaba toda en la grama china
ensanchando los ojos en un azul que ya no era.
La casa ya no guarda historias.
La grama no es la misma que antaño fuera.
Quedan intactas las baldosas
frías y tristes
y los zumbidos
o las voces incesantes
de lo que algún día fue
de lo que nunca más será.
A Ellos .
VII
No hay noche en qué mirarme.
Tengo dos hijos de la tierra y de la muerte
y el recuerdo oscuro de la infancia.
Soy el ciego o el perro
empuño notas como soledades.
Soy el reflejo de ella y el espejo de él.
Extranjera de mí voy de soslayo por la vida.
Me detengo en el pasado y lloro
rabeo, maldigo.
-Los largos trayectos no hacen la estancia-
Me detengo en el presente
y sé que estoy amando.
A Maritza Thorrens
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