Antonio Escobar
(Puebla, México, 1981). Es poeta y ensayista. Maestro en Literatura Mexicana por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ha colaborado en diversos suplementos y revistas literarias. Es coautor de la antología La luz que va dando nombre: veinte años de la poesía última en México editada por la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla. Forma parte del jurado de arbitraje del Suplemento Definitivamente jueves. Foto Copyright© Pascual Borcelli Iglesias
Putas para Eleusis
Trabajas los días las horas los misterios
cantas palabras exactas en cada verso
caminas mil veces los dos metros de tu celda
los jardines de tu reclusorio invades
con versos centelleantes y miradas a Pisa
Cabalgas sobre las horas de tu muerte en ciernes
Cabalgas un equino llamado Isabel Santa
Cabalgas hacia la locura superior de los dioses
Cabalgan tus versos sobre Yeats Elliot y Joyce
Sí, llegaron tus cantos a las fiestas de Eleusis
y se vuelven parte de sus misterios tus versos
para cantarles a Perséfone y Demeter
aquí, en esta lóbrega ciudad de Washington
donde los ánades cruzan el cielo en estrépito
iY tú, Ezra!
le pides a tu celador putas para Eleusis
porque sabes que esta vez no llegarán las vírgenes.
ENTRETIERRA
Oír la noche es oír el viento que cruza estos montes paralelos.
Oír los grillos comiéndose el miedo.
Pero ver
las constelaciones en medio de las montañas
cosa grave que excava lágrimas, sepulta alegrías.
Y pensar
que puedo ver reflejada tu pupila aguamiel en estos astros
resulta imposible
te resulta
imposible
ver tantas y desdichadas estrellas.
No estamos unidos por el himen del cielo
este légamo de astros no cae, pero traza pentagramas en nuestros ojos.
Pero no estos grillos comiéndose el miedo,
no este viento azorando la cabaña,
no en la tierra abriendo vida,
ni los inflamados luceros. (Tienen nada que ver).
Este es un dolor entre dos, donde la soledad exige su explicación
y acá los huesos son compartidos.
DEL CEREZO EN FLOR
Vamos a caminar entre surcos de sepia
tendernos ante la tenue sombra del cerezo
enterrado al sol que tiembla tan distante.
Hay que detenernos antes de zarpar hacia nuestra lejanía,
antes de que el verso termine de derrumbar tantas inútiles hojas,
porque sólo en esta quietud te encuentro hermosa,
porque ese cerezo dice tu nombre entre la corteza y sus pétalos
y apenas su dulce sombra semeja tu suave cuerpo.
Iré a cortar un ramo de hierbas finas para que adorne tus corolas
para que seamos esa línea del viento que surca los colores al horizonte.
Tú, mientras tanto, procura soltar diez verdines diarios
para que tan sólo uno trine en mi balcón
y me traiga mañana el aroma del sol, del cerezo,
tu aroma en un inocuo canto que se desplome ante mi abrir de ojos
y encontrarme disolutamente solo,
absuelto de ti.
CON ELLA CIERTAMENTE SIN ELLA
Me faltan palabras
piedras resistiendo el aguacero de la ausencia
Me faltan lágrimas
para salir de este abismo que cercena tu nombre
No es lo que siento lo que digo
ni lo que estos versos quieren decir semeja en lo mínimo
este caer de truenos sobre mis flancos
este rompérseme la columna y sus vértebras
cuando de pronto volcado en mí mismo vuelvo el rostro hacia el otro lado
distante de mi cama y encuentro]
no una mujer desnuda
no unos largos cabellos estrellados a la almohada
ni un ligero respiro que pertenece al verso
sino un mineral intermitente de Carbono (C6)
Vaciedad de mí. Vacío yo. Vacuidad de mis venas. Oquedad de mis
huesos.
YARUMELA
I
Del bosque vienes
de la voz profunda de los árboles
vienes
Trazada en silencio por la luz de la luna
naciste del río
Ungida por la brisa otoñal
el sendero encontraste
tus huellas anduvieron el barro
donde tu sangre imperceptible
se derramaba en humedad espesa
Antes del alba
acarició tu piel
un lobo plateado
y murmuró:
/a los cuatro vientos
que se cruzan en tu paso/
Yarumela.
II
No debí tocarte
nunca
En la bruma te encontré
sobre lascas rojizas y hojas secas
del cambio de piel
de Dios
Tu tenue aliento
esparcía la niebla agonizante
de la noche nemorosa
Se encontraron nuestras manos
en el pasto enterrado sobre la tierra
en tu tierra
Yarumela
donde
tus raíces también crecieron.
III
Nos vieron los quetzales
dormidos
caminar entre la yerba
Los aullidos del jaguar
los estertores del venado moribundo
nos abrían la noche
para encontrar el camino
Yarumela
hacia Yarumela
Para el Sur te llevé
sobre mis íntimos húmeros
que hacían de tu piel la mía
porque de ti vengo
de la luz de ti
vengo
de tu silencio
de tu nombre
IV
Estuvimos juntos
Las estaciones nos sucedieron
en lo profundo del bosque
escondidos del mundo
Con un poco de río
un lucero
y una piedra
teníamos entero el universo
Pero una mañana
cuando el crepúsculo abría los rayos cristalinos del sol
te fuiste en el soplo estival
que levanta las nubes del aguacero
Te hundiste en el cafetal
detrás de la choza
te hundiste desnuda
Yarumela
El tiempo
no será el mismo
sin ti (no habrá tiempo)
El ciclo cansado de las
estrellas
camina contigo
en la desolada selva
donde vuelves a tu tierra
/te vuelves tierra/
V
Apenas puedo sostener
las piernas
habitas el horizonte
magenta
que se funde en tu tierra
Ahora mis manos
están cansadas
ya no siembro los surcos
de Yarumela
y mi cuerpo lánguido
se deshace en el campo
donde dormita el centli
quemado por las miradas de Dios
Ya muero
ya me siento débil
sobre los árboles caídos
en el llano
Pregunto
si después de que el Dios del hombre
acabe con tu selva
seguirá tu espíritu en el hálito
de la tierra
Me arranco de aquí
de ti
voy a un viaje largo
Yarumela
en busca
de Yarumela…
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