Vicente Grez Yavar
Escritor chileno, nacido en 1847 en Santiago y muerto en 1909.
Nacido en Santiago en 1847, realizó sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional, después de algunos cursos elementales en el Colegio San Luis. Ingresó luego a estudiar leyes, pero su temprana vocación literaria le hizo abandonar la carrera, comenzando en 1868 su labor periodística para El Charivari, publicación satírica de actualidad política en la que oficiaba de editor responsable. Además, colaboró bajo diversos seudónimos en diversas publicaciones como La Linterna del Diablo, con cáusticas sátiras en verso dedicadas a diversos personajes públicos.
Estas primeras actividades como periodista signaron el resto de su vida, contándose varios trabajos como redactor y editor de diversos medios de prensa, como La Revista de Santiago, El Heraldo, El Nuevo Ferrocarril, La Época, entre otras. Sin embargo, esto no le impidió dedicarse también a otros quehaceres, entre ellos un cargo funcionario en la Dirección General de Correos y diputado suplente por Arauco (1882-1885) y por Taltal (1885-1888), departamento que seguiría representando hasta la revolución de 1891, año en que se desempeñaba como segundo vicepresidente de la Cámara de Diputados. Asimismo fue designado, en 1888, director de la Oficina Nacional de Estadística, cargo en el que permaneció hasta su muerte.
En sus primeros libros destacó un interés por divulgar la historia de Chile, publicando así sus novelas Las mujeres de la Independencia (1878), formada a partir de retratos de varias mujeres gravitantes en el Chile de comienzos del siglo XIX, La vida santiaguina (1879), en la cual caracterizó algunos aspectos de la sociedad chilena del siglo XVII, y El combate homérico (1880), que narró los sucesos del Combate Naval de Iquique. En 1882 publicó Ráfagas, una colección de breves poemas que venía publicando en el diario El Heraldo, y después sus novelas Emilia Reynals (1883), La dote de una joven (1884), Marianita (1881) y El ideal de una esposa (1887), que gozaron de muy buena acogida entre el público lector y que han sido comparadas con la narrativa de Alberto Blest Gana. Páginas de su novela inédita Jenio sin alas se publicó en La Revista Nueva en 1900.
Fue también crítico de arte, llegando a fundar la Revista de Bellas Artes (1889-1890) y participar como secretario de la comisión organizadora de la presentación de Chile en la Exposición Universal de París de 1889, ocasión en que escribió el libro Les beaux arts au Chili. Su obra culminó con su particular visión de la época y de su territorio nortino en Viaje de destierro (1893).
Vicente Grez murió el 1 de junio de 1909.
LA FE
Millares de templos cuajados de agujas,
cual obra de viejas y mágicas brujas;
altares bruñidos de mármoles y oro,
que guardan divino y eterno tesoro;
sublimes plegarias subiendo a los cielos,
grandiosas ideas, afanes, desvelos;
pinturas y estatuas do el arte relumbra,
gloriosos martirios, heroicas victorias
que han dado a los pueblos laureles y glorias;
los mundos unidos por mágico lazo;
las aguas unidas por intimo abrazo;
los astros medidos, los mares domados;
los rayos bajando del cielo apagados;
los reyes caídos, los pueblos de pie...
todo esto en el mundo lo ha hecho la fe.
RÁFAGAS
XII
¿Habéis visto a los cielos luminosos
abriros sus alcázares grandiosos,
y ofreceros sus dichas celestiales,
sus amores y glorias inmortales?
¿Habéis visto a la noche aterradora
transformarse de súbito en aurora?
¿A las aves cantar himnos de amores
mientras abren sus pétalos las flores?
¿A las fieras altivas y risueñas
alegres escalar las altas peñas?
¿A todo lo que es feo hacerse hermoso?
¿A todo lo pequeño ser grandioso?
¿Habéis sentido el hielo de la muerte
dejar el corazón frío e inerte?
¿Ha sufrido vuestra alma dolorida
todos los infortunios de la vida?
¿Y lleno de terror y desconfianza,
sombrío el porvenir sin esperanza,
ver los sueños de amor desvanecerse
y la lumbre del sol oscurecerse?
¡Si nada de todo esto os ha pasado
es que nunca, mi bien, habéis amado!
XVI
Tú ignoras muchas cosas
que entre nosotros pasan,
tú ignoras que mis labios
sobre los tuyos con amor se posan,
que tu hermosa cintura
con mis brazos circundo entusiasmado.
que sobre tu albo seno,
palpita el pecho mío enamorado.
Tú ignoras estas cosas,
y yo razón te encuentro para ello;
los besos que te doy y los abrazos
son hijos del delirio de mis sueños.
XXII
Tiene la tierra al cielo por techumbre,
tiene al sol que la alegre y que la alumbre,
y nubes de oro y ópalo y topacios
que decoran sus límpidos espacios.
Tiene en su cabellera esplendorosa
la diadema de flores más preciosa,
y en sus ricas entrañas los metales
y en su seno las perlas y corales.
Y con tantos tesoros y belleza
tiene días tremendos de tristezas
en que sufre, en que gime y en que llora
porque tal vez no la ama el que ella adora.
XLIII
Sobre un lecho de púrpura y de rosas,
dormían abrazadas
dos mujeres hermosas,
que devoraba yo con las miradas.
Nada igualaba al albo de sus frentes,
nada a la gracia de sus bocas puras
eran más que dos astros refulgentes:
dos sueños, dos venturas.
Yo me acerqué basta el borde de aquel lecho;
pero un joven hermoso,
por el dolor en lágrimas deshecho,
me detuvo en mi paso presuroso.
-¿Qué vas a hacer? ¿Lo que otros realizaran?
;Su sueño a interrumpir con tus canciones?
¡Desgraciado de ti si despertaran!
¡Sabe que son las bellas ilusiones!
Nadie de ellas es dueño;
y aquel que irreverente
las interrumpe en su tranquilo sueño,
llora su desventura eternamente.
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