lunes, 4 de agosto de 2014

MARIO VERDUGO [12.665]


Mario Verdugo 

(Talca, CHILE   1975) es Doctor (c) en Literatura y Periodista. Ha sido becario del Consejo Nacional del Libro y la Lectura y de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología. Ha trabajado en prensa escrita, edición y docencia. 

Ha publicado los poemarios: La novela terrígena (2011), Apología de la droga (2012) y Canciones gringas (2013) y Miss Poesías (2014). Trabaja como profesor en la Universidad de Talca, colabora con el periódico The Clinic e integra el colectivo Pueblos Abandonados.






"La Novela Terrígena". 
Poesía de Mario Verdugo. 
Pequeño Dios Editores, 2011. 64 páginas




LA NOVELA TERRÍGENA: UN LIBRO IMPORTANTE

K. Ramone



1 Teníanle menos miedo al capataz que 
al zanjón, menos al zanjón que al retorno 
ígneo de los drevlianos 



2 La misma noche lúgubre en que 
abraham maslow les fue presentado, y 
todo el chalet que habían construido se 
desmoronó como pirámide de orujo



3 No lograba pasarse más de cuatro días 
sin estarse muriendo, el asesino de 
camarógrafos, al que sus padres 
bautizaron Modesto



4 La parte cuando se inscriben en el 
gimnasio La Derrota, deseando dividirse 
en miríadas de pequeños maslows



5 Bocetos de la Nueva Objetividad, 
como el gesto de acomodarse el 
sombrero ante las mamparas del 
Almacén de Las Golfas



6 El mediero con su perro llamado 
Primitivo, en camino de reunirse con el 
cuidador y su perra Originaria



7 La escena cuando dinamitan otra vez el 
campanario. “Amigo es quien se esnifa 
todo tu Principio M”. “Amigo es quien 
remata tus piños”



8 job terrígena El Único, el único 
suscrito al mismo tiempo a los 
quincenarios Ecocidio, Cagatinta y 
Millones de Muertos



9 Oscuros blasones ayayay, emblemas 
garrafales, los de Ña Paregórica en las 
inmediaciones de El Horizonte 



10 Animales adiestrados para embestir a 
los nietos del concesionario, en plena 
premiación del trigésimo-primer torneo 
ganadero



67 Aquello que sus mañanas taimaba, lo 
que en sus tardes se encaramaba, eso que 
borboteaba sobre sus noches y las 
mal-rimaba



68 Hermano del cardo, pastor del coipo y
fiador de mediolitros... hasta que La 
Enfermedad vino en su auxilio



69 Los diplomas que obtuvo por drenar 
los lagos más apelmazados, aunque con 
tales enfermedades cualquiera lo hubiese 
hecho



70 Las casamatas de juan raro: biblioteca 
toda carne: en arrope los cojines: con 
ciruelas reventadas y caótico el piso 



71 Cuando caía el atardecer, y la peor 
palabra se rehacía, y el bus se llevaba a 
todas las amables madrinas



72 Otra lata destapada en su trayecto 
hacia el lago superior. Las ganas de 
llamar de nuevo, apelotonándose




1. Me alegra que el lector sea devuelto, de entrada, al adjetivo “terrígena”. Ya me tenía algo aburrido la repetida mención (en esta maulina zona maulina del Maule)  de  “telúrico”.  Todo  parecía  ser  telúrico.  A  veces  también  hermético, pero casi siempre telúrico. Y en ocasiones ¡hermético y telúrico!

2. Cuando Juan Luis Martínez publica La Nueva Novela subvierte el género de inmediato. Se trata de un libro de poemas. En realidad se trata de un libro con más  connotaciones  que  un  poemario,  pero  sobre  todo no  es  un  libro que  uno llamaría  novela.  Y  por  lo  mismo  pasa  ―por  supuesto―  también  a  ser  una novela. La literatura es así. Un libro presentado con la forma de poemas pero llamado  novela.  Mario  Verdugo  nos  trae  otro  libro  de  poemas  y  esta  vez también  llamado  novela.  La  cercanía  con  Valparaíso  al  parecer  da  esos portentos.  El  libro  de  Mario  Verdugo  se  llama  La  Novela  Terrígena.  El artículo  “LA”    en  casos  así  se  las  trae;  el  artículo  “LA”  da  fuerza  y  se  torna artículo de primera necesidad.

3.  No  La  Novela  Terrígena  como  guiño  a  José  Eustasio  Rivera,  no  por  la larga tradición terrígena de cierta prosa en cierta época literaria en Colombia. No  por  La  Vorágine  por  ejemplo.  La  Novela  Terrígena,  su  nombre,  se  halla justificado  de  manera  cabal  en  un  extenso  epígrafe  (que  funda  un  argumento paradójico: lo que anticipa allá, crea limitaciones acá) perteneciente a Mariano Latorre,  insigne  escritor  menor  de  Chile,  pero  de  esos  pocos  escritores menores chilenos que son parte de nuestros prosistas mayores. 

4. Todo lo anterior es una cita verdadera que deviene apócrifa al acometer la lectura del libro de Mario Verdugo. Una falsa pista que sin embargo da pistas certeras acerca de la zona desde la cual escribe el autor, es decir, tal cita nos señala al perro que se llama Primitivo y a la perra llamada Originaria (pág. 5). No  diré  que  un  país  puede  llamarse  perro  y  que  una  ciudad  puede  ser  una perra.  Pero  algo  de  eso  hay,  no  nos  engañemos.  ¿Y  el  mediero?,  ¿y  el cuidador? Qué, quiénes.

5. La ciudad se nos llena de un irrebatible olor a campo. A zona suburbana, a zona rural, a siglo XXI al cuete además. Lo terrible es que el campo, desde lo rural  a lo  suburbano,  se  nos  llena asimismo  del  hedor de la ciudad. El habla, las zonas del lenguaje, los modos de mirar, la estatura de estar, esa caminadita de dueños de fundo, aunque el único fundo esté en la impostura del que sabe leer y se atreve a leer. 

6.  Lo  anterior  parece  hermético  (¿o  telúrico?),  pero  no  lo  es:  lo  pruebo  de inmediato:  La  Novela  Terrígena  es  un  libro  que  lleva  la  alusión  hasta extremos  sin  remilgos.  Pocos  libros  logran  tan  bien  ese  juego-duelo  del “complételo usted a ver si es tan gallo”. El componente alusivo se solaza en la forma de escenas elípticas y sugerentes, inminentes y misteriosas, acechantes, como unos ojos que nos miraran desde las matas. Esas matas pueden llamarse literatura chilena o poesía chilena.

7. La maulinidad es tan importante como pueden serlo la checoslovaquiedad o la endochinidad.  Y el sol maulino es tan poderoso como un crujido solar oído en un track de “Sun Records” (pág. 12). Lo que es reivindicado para hacerse universal  también  es  acusado  como  condición  peligrosa  para  alcanzar  tal universalidad. Acaso ya el epígrafe dé señas claras al respecto. Ya el título del libro  las  da.  Google  Earth,  entonces,  nos  ayuda  a  ver  mejor  lo  que  muestran los versos portentosos de Mario Verdugo.

8. Portentosos, esa palabra suena a buey gordo, a una yunta de bueyes gordos y  babientos  mientras  suben  parriba  y  bajan  pabajo.  Mario  Verdugo  parece picanear  los  brutos  con  mano  maestra.  El  pueblo  más  querido  es  sólo  un “pueblo  redactado”  (pág.  21).  Esa  imagen  vale  estas  líneas  pero  sobre  todo vale  mucho  más  que  estas  simples  líneas:  vale  tal  vez  una  lectura  por  toda persona que ande en busca de buena poesía. Verdugo sabe lo que hace. No hay ingenuidad, no hay palos de ciego en su escritura. Él es un hábil director que permite que haya “animales cruzándose por la cámara” (pág. 26) y esa escena está ensayada con años de lecturas, pues ya sabemos ―lo sabemos desde hace rato  y  quien  no  lo  sepa  no  ha  entendido  nada―  que  ser  escritor  no  es  saber escribir,  es  arriesgar  lecturas.  Y  Mario  Verdugo  ha  estado  en  ese  ejercicio desde hace años. Y se nota. Y se agradece.

9.  La  “academia”  es  capada  a  diente  acá,  como  se  capa  a  los  corderos.  Y  el lenguaje  académico  se  revienta  de  pastillas  y  empepados.  La  poesía  y  su relamida  estructuración,  su  construcción  de  sentido o  sinsentido,  es  puesta a prueba  acá.  Siempre  los  buenos  libros  hacen  eso.  El  libro  va  creciendo  en  la exacerbación  del  fragmento.  ¿Ha visto  cómo  se  ven  los  terrenos  del  campo desde  una  avioneta?  Cuadraditos,  cuadraditos  junto  a  cuadraditos,  pero ricos en  matices,  colores,  densidades,  en  fin,  y  siempre  alguna  clara  señal  de  vida ―¡sí,  sí,  mira,  allí,  allí!―,  algo que  se  mueve,  algo  siempre  en  movimiento vivo: así se ven los poemas de este libro. 

10.  El  “76”  (pág.  40)  merece  ser  leído  una  y  otra  vez.  Muchos  otros,  pero pongo el “76” como ejemplo, el capítulo “76” de esta novela. Inmenso. 

11.  Borges,  sobre  todo  el  de  Historia  Universal  de  la  Infamia,  con  su homenaje a la figura del facineroso de diverso cuño, gozaría este libro, estoy seguro. Hasta le darían ganas de ser tuetué. Un tuetué ciego y volando, aunque volando con dirección terrígena.

12. Hacía mucho, y a estas alturas no estoy para dorar la píldora, que no leía un libro que me moviera así el piso y que me propusiera tanto sentido. De eso se  trata  la  buena  poesía:  de  permitir  tantos  sentidos  como  sea  posible.  Y  ser capaz  de  alentar  relecturas  que  siempre  aporten  algo  más,  un  dato  inaugural. Hay muchos datos así en este libro y con una poesía que se aleja de los vicios de  “la  profesión”,  incluido  ese  efectismo  de  la  poesía  hecha  a  medida  para spoken word. Es que Verdugo entiende que la poesía, ante el lector, se asoma sin  aspavientos,  sin  amarillismos,  sin  tanta  bulla,  hermano,  sólo  provista  de ese  poder y  fuerza nacidos de  la  seriedad  y el  rigor  en el uso acertado de las herramientas  del  oficio.  Lo  demás  puede  llamarse  show,  espectáculo,  velada cultural,  como  se  quiera  nombrar  a  los  fenómenos  extraliterarios,  pero  no poesía. 

13. Agradezco leer libros así, es decir, libros nuevos. 




Canciones gringas de Mario Verdugo (2013)

Nos presenta a Mario Verdugo.

Por Andrés Florit Cento.



En una tradición poética marcada por voces que se caracterizan por un “yo” fuerte, a ratos desmesurado o sentencioso, como las de Neruda, de Rokha, Mistral, Huidobro y con algunos matices Nicanor Parra, Lihn o Zurita, es importante el tema de quién habla en un poema y de qué forma lo hace. La idea de esta serie de “pesadillas identitarias” es mostrar cómo configuran mundos particulares distintas voces que no necesariamente coinciden con un “yo” biográfico, pero que tampoco hablan en nombre de otros; cuatro respuestas contemporáneas ante ese “yo” que se ha fragmentado: poemas donde ya no es posible asociar tan fácilmente una voz a una identidad fija, sino que a una en construcción, frágil, autoconsciente y vigilante de sí misma, que puede dejar hablar a otros en vez de hablar por otros, que se configura echando mano a distintos recursos y da lugar a una visión de mundo personal, que construye sentido en el lenguaje y no “mediante” el lenguaje y privilegia la verosimilitud antes que la “verdad” de una biografía siempre problemática.

Mario Verdugo, en el prólogo a Canciones gringas, afirma que al autor de estos poemas, un tal Keith Duncan, “lo acosaron pesadillas identitarias”. Junto con dar título a esta serie, pronto nos damos cuenta del artificio: Keith Duncan y el supuesto traductor al castellano de sus textos, Santiago Zilleruelo, no existen. Son parte de la creación del mismo Verdugo y parte, por qué no, del humor del libro y del autor. Más que un juego heterónimo fallido, lo que hay es una toma de posición que dialoga con sus obras anteriores, como La novela terrígena (2011) y Apología de la droga (2012), donde el “yo” está difuminado en voces paródicas, costumbristas o asociadas a supuestos papeles inéditos de nombres “menores” de la tradición poética chilena.

Lo que hace Verdugo es apropiarse con humor, exactitud y lucidez de un lenguaje “gringo” “traducido” a un “español” de traducción de Anagrama. Mi excesivo uso de comillas obedece a la puesta en tensión por parte del autor de todos estos conceptos en sus poemas; no de manera teórica, sino que en la ejecución de los mismos. La ejecución aquí es importante, pues además se trata de “canciones”: logra estructurar rítmica y melódicamente los textos mediante estrofas y repeticiones que funcionan como un “chirrido melopoético”, en el decir del mismo Verdugo. El texto introductorio, que me recuerda los perfiles de poetas regionales chilenos que el autor ha escrito para el semanario The Clinic, es prescindible (el libro podría ser firmado por Verdugo sin que disminuya el efecto de extrañeza que provocan estos textos), pero nos da claves para situar su propia obra. En especial, la llamada Tipología del Apocamiento, diseñada por Keith Duncan y “cuyas diversas manifestaciones o gradaciones estaban ejemplificadas, entre otros, por Chan Marshall, Joey Ramone y el género shoegazing en su conjunto”, es una buena manera de entender su “apocada” visión personal de la poesía: complejiza radicalmente la idea de un “yo” usando máscaras que ponen en solfa cualquier pretensión grandilocuente, sacando el foco de sí y poniéndolo en el lenguaje, cuestionando la noción de autor hasta el extremo de volverse inconfundible.




Hey, Señor Abundancia,
¿por qué no revisa otra vez en su nevera?
¿por qué no recorre nuevamente su granja?
¿por qué no da vuelta su despensa?

Sólo hay guisantes y judías.
aaaaaaaGuisantes
y judías.

Hey, Señor Abundancia,
¿podría darme dos o tres de su reserva?
¿podría venir con dos o tres de los peores?
¿podría traer el último siquiera?

Sólo hay guisantes y judías.
Guisantes
y judías.



5

Ella se mudó de barrio,
ella serenó sus nervios,
ella refinó su gusto,
ella se integró al reparto

de la nueva burguesía audiovisual.

Ella moderó sus hábitos,
ella comprendió los tiempos,
ella dominó sus miedos,
ella ejercitó su cuerpo

con la nueva burguesía audiovisual.

Ella redecoró su memoria,
ella readaptó su cabello,
ella reajustó sus plegarias,
ella readecuó su talento

a la nueva burguesía audiovisual.



8

Siempre que vas a la alberca de tío Ike,
siempre que cruzas los charcos de Elm Street,
tu preciosa cara se pone azul.

¡Respira! ¡Maldición! ¡Respira!

Siempre que me regañas por escupir,
siempre que te asqueas de mi sudor,
tu preciosa cara se pone azul.

¡Respira! ¡Maldición! ¡Respira!

Siempre que en Wichita comienza a llover,
siempre que una gota moja mi provisión,
tu preciosa cara se pone azul.

¡Respira! ¡Maldición! ¡Respira!



25 

Odio la idea de engañarte.
Estoy a millas de todo eso,
de modo que prefiero ser yo
quien te dé las malas noticias.

Nena, me he tomado el trabajo
de contar lo que me afea,
y debes saber que tengo
treinta y cuatro defectos.

Odio la idea de que te enteres
por algún jodido bocazas,
pero debes saber que tengo
treinta y cuatro defectos.

Odio la idea de que me veas
como un maldito hombre limpio,
pues debes saber que tengo
treinta y cuatro defectos.

Nena, será mejor que vayas
armándote de paciencia,
porque ya sabes que tengo
treinta y cuatro defectos.


Apología de la droga

Mario Verdugo


“Ya está dicho: una superficie esférica no
puede ser desarrollada sobre un Olano”
Edwin Panofsky

inéditos de pedro nolasco cruz


1

Como decía huidobro la vida se parece a un pasamontañas.
Como decía parra la vida se parece a un pasamontañas.
Como decía neruda la vida se parece a un pasamontañas.

La vida se parece a un pasamontañas, a decir de mistral.


2

Según díaz-casanueva, el hombre nace,
crece, se desarrolla, se vuelve fascista
y muere.

Según gómez-correa,
el hombre se descompone y regresa de la tumba,
para predicar la inexorabilidad del fascismo.


3

En la obra de zoilo escobar ya se podía entrever
el surgimiento de una sociedad delatora.

Asimismo la poesía de juan marín ya daba señas
de la insufrible sociedad delatora
en que actualmente vivimos.


4

joaquín cifuentes afirmó haber sufrido como un mono.
augusto santelices dijo haber sufrido como una rana.
armando ulloa aseguró haber sufrido como un ratón.

Todo esto lo reconoció más tarde roberto bolaño
al escribir que los poetas menores sufren como animales de laboratorio.


5

Tanto en manuel rojas
como en alberto rojas y aun en waldo rojas
despuntaba el deseo de volver a la vida
no por gracia divina ni por venganza diabólica
sino por un truco de la NASA o del FBI


6

De acuerdo a mariana cox, la vida era un estilo granditronante.
De acuerdo a gladys thein, la vida era una papelería cerrada.
De acuerdo a teresa wilms, la vida era un género totalmente ordeñado.

Este era el credo de elcira bravo mientras aguardaba
su sensacional transformación.


7

juvencio valle escribió un libro titulado cáncer terminal.
A partir de la experiencia de juvencio valle,
jorge teillier escribió un libro llamado cáncer terminal.
Cierta noche francisco véjar decidió volver al silencio
publicando una antología chilena del cáncer terminal.

pablo de rokha cargó con las secuelas
por los tres libros que en la literatura de aquel siglo
se llamaron cáncer terminal.


8

Sus doctrinas no rehuyeron la historia:

riedemann estalló ante los ojos de las gentes razonables,
jünemann hizo necesaria una ley adicional,
liebermann costó doscientos hombres a cada bando,
rosenmann se levantó baleado y lleno de insolencia.


9

Una corporación de beneficencia sexual
pudo haber extinguido el linaje
de c. vicuña y j. m. vicuña.

Una corporación de beneficencia sexual
pudo haber recompuesto la estirpe
de enrique bunster y enrique lihn.


10

En palabras de un hagiógrafo,
alberto baeza flores se ocupó de la muerte
y de otros problemas que no podían resolverse por escrito.

Como advierten también sus biógrafos,
hernán cañas flores se dedicó al amor
y a otros problemas que no podían resolverse por escrito.


11

Conforme a las ideas de guillermo blanco,
ver televisión era como tragarse una lagartija.

Conforme al ideario de juan negro,
ver televisión era peor que comerse una rata cruda.


12

armando donoso creía que su padre era un redomado fascista,
ricardo donoso creía que sus amigos eran unos fascistas recalcitrantes,
aurelio donoso creía que su mujer, en el fondo,
profesaba un iracundo fascismo.

josé donoso les dio la razón a ellos tres, ya que a su juicio
el mundo había dado un brusco giro hacia la derecha.







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