Fausto Soto
Fausto Soto Troncoso (San Fernando, 1907 - 1985). Abogado, diplomático y poeta. Publicó “El alba frágil” (1930), “Guía de soñadores” (1935), “Preludio nuestro” (1945), “Estudios por instantes” (1958), entre otros libros.
ESTUDIOS POR INSTANTES 3
Tiembla el rocio rubio junto al polen
al tacto de la luz que lo enamora
vuelan maduros labios por el viento
de lechos musicales de corolas
las nubes de la tarde se arrodillan
en boda con las ùltimas gaviotas
y vendimia sus pàmpanos el dia
en el fermento oscuro de las olas.
Estudios por instantes
Autor: Fausto Soto
Santiago de Chile: Eds. del Grupo Fuego, 1958
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1958-09-28.
AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
Las ediciones del Grupo Fuego de la Poesía se han honrado recientemente con la publicación de uno de los libros más hondos y finos del poeta chileno Fausto Soto, “Estudios por instantes”. Fausto Soto ha vivido en estos últimos veinte años, por lo general, en el extranjero, consagrado al desempeño de cargos diplomáticos y acaso, ese alejamiento material de nuestros medios intelectuales, haya influido en lamentables olvidos de su interesante y original labor poética. Las antologías chilenas cada vez más arbitrarias y exclusivistas, han olvidado al autor de “El alba frágil”, “Guía soñadora”, “Preludio nuestro”, obra que viera la luz en México el año 1945.
La posición de Fausto Soto frente a la poesía es absolutamente personal, subjetiva. Nuestro autor es un lírico que canta en el interior de una viva contemplación de las cosas del espíritu. Suele, a veces, descender a lo objetivo y lo hace con una fina parsimonia, apenas una líneas de color, una vaga apariencia de la luz que pinta sus objetos entrevistos donde la penumbra.
Los poemas que incluye en “Estudios por instantes” nos entregan la laboriosa cosecha de un artista que adivina su mundo y gusta comunicar su canto como una confesión nacida de la raíz misma de su espíritu.
El amor, la casa de la infancia, sus campos, las nuevas ciudades que lo reciben, el tumulto de los hombres, la diaria fatiga, el mar y la montaña, la soledad de una ruta ansiada, cierto fuego interior, son otros tantos matices de su poesía que crece sin vanas resonancias, pero sí con la seguridad de su [verso] puro que está destinado para ser gustado por espíritus selectos.
Así dirá a ella:
“No cantes, no te acerques a mi bosque
Deja al silencio verde recogido
anegarse en mi sombra y con su mano
levantar lentamente los jazmines”.
Hay en “Estudios por instantes”, una viva presencia de Juan Ramón Jiménez, sin que ello reste, en modo alguno, originalidad a la poesía de Fausto Soto, tan depurada y personal.
El poeta penetra en una filosofía que oscila gris entre la esperanza y la desesperanza. Hay en estos poemas un triste desamparo que lo angustia. Por allí dirá:
“Un pájaro en la noche
grita y arrastra un trapo
de tiniebla.
Estoy solo en la muerte”.
De súbito nos encontramos con esta mancha de avezado pintor:
“Era cuando las hojas
tenían miedo al sol y entre la sombra
como rebaños amarillos andaban por la tierra.
Eran las nubes
tendidas a secar sobre la tarde,
las casas húmedas en soledad y el viento
un perro viejo deshilachado y torpe.
Era entonces conmigo la oración y la angustia,
la desolada flecha del destino sin blanco”.
Ya asoma en la poesía de Fausto Soto la profunda inquietud religiosa y acaso mística; todavía el camino no está totalmente limpio de dudas y él, sinceramente, ambiciona una paz interior, una serenidad imperturbable.
La lectura de “Estudios de instantes” nos ha deparado la gracia de un poeta que sin ambiciones pasajeras construye un canto puro de íntima nostalgia, de suavísimo ritmo. Vemos una síntesis de estos “instantes” del poeta en los versos de uno de los poemas finales que dicen:
“Pan comido con luz nueva,
corazón de ola desperezándose
para rezar su oración primera.
En esta catedral sin ojivas
con verdes ventanas de aldea
y gaviotas a la deriva”.
En suma, la vida del poeta, que con honda emoción revive sus horas, recuerda la tierra natal, penetra en el misterio de sus días que van madurando solitarios, más cercanos al amor y a la soledad interior, su dulce compañera de horas.
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