Pedro Sienna
Pedro Sienna, cuyo nombre real era Pedro Pérez Cordero (San Fernando, 13 de mayo de 1893 - Santiago, 10 de marzo de 1972), fue un poeta, dramaturgo, periodista, crítico de arte, actor de teatro, productor, actor y director de cine mudo chileno.
Pedro Sienna era hijo de un militar que hizo carrera en la Guerra del Pacífico. Muy temprano comienza a escribir y en 1914 obtiene el segundo lugar en los Juegos Florares de Santiago con Rogativas a mi corazón; aquel concurso lo ganó la maestra, entonces desconocida, que más tarde sería Premio Nobel, Gabriela Mistral. Sus primeros libros publicados fueron precisamente poemarios.
Sienna debuta como actor de cine en 1917 en El hombre de acero, una de las primeras películas mudas de Chile.
El mismo año, junto con Enrique Báguena y Arturo Bührle, crea la primera compañía nacional que se dedica a montrar piezas de autores chilenos con actores nacionales y que después se conocería como Compañía de Pedro Sienna, "desafiando la tendencia hizpanizante que predomina en el teatro de la época".1 En 1919, por ejemplo, este grupo teatral estrenó Pecado de juventud, obra de Shanty "que para la época fue un escándalo".
En 1921 realiza su segunda cinta, Los payasos se van, basada en la obra dramática del mismo nombre escrita por Hugo Donoso Gaete (1898-1917). Allí, además de director y guionista, participa como actor principal. Al año siguiente dirige y protagoniza la película El empuje de la raza.
Debuta como novelista en 1924 con La caverna de los murciélagos, una de las primeras obras de ciencia-ficción en Chile. El mismo año escribe, dirige y protagoniza el filme Un grito en el mar.
En 1925 dirige su película más conocida, El húsar de la muerte, considerada un clásico del cine chileno y en la que interpreta el papel principal.
Al año siguiente abandona el cine para trabajar en Las Últimas Noticias bajo la dirección de Byron Gigoux y para dedicarse al teatro y a la literatura:
"Pedro Sienna hizo un giro radical en su carrera y se alejó del cine para siempre. La razón detrás de esta decisión fue que quería dedicarse a las artes que consideraba verdaderas: la literatura y el teatro".
Dieciocho años más tarde anuncia que se retira del teatro lamentando "lo tremendo que es llegar a viejo y ser solo actor". Trabajó como periodista y jefe archivo de La Nación hasta su jubilación.
En 1962 interrumpe su retiro para dirigir Entre gallos y medianoche, de Carlos Cariola, en el Teatro Universitario de Concepción donde diseña también los trajes y decorados de esa obra.
Sienna publicó obras de diversos géneros, como poesía, ciencia ficción, biografía —con un libro dedicado a la vida de su maestro en el teatro, Arturo Buhrle—, o memorias, como los Recuerdos del soldado desconocido, inspirados en las experiencias militares de su padre.
El 27 de diciembre de 1966 recibió del gobierno el Premio Nacional de Arte en homenaje a una vida dedicada al teatro y al cine.
Estaba casado con la poetisa Julia Benavides Hübler (1905) y tuvieron tres hijos: unos mellizos que murieron y Carmen Julia.
Políticamente, Sienna era de izquierda: apoyó las cuatro campañas presidenciales de Salvador Allende y falleció al año siguiente de la victoria de este, el 10 de marzo de 1972, víctima de una afección pulmonar.
A partir de 2006, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile otorga los Premios Pedro Sienna en su honor.
Filmografía
Pedro Sienna (1914).
Como director
1917: El hombre de acero
1921: Los payasos se van
1922: El empuje de una raza
1924: Un grito en el mar
1925: El húsar de la muerte (argumentista en colaboración Hugo Silva)
1926: La última trasnochada (productor en colaboración Rafael Frontaura)
Como actor
1917: El hombre de acero
1918: Todo por la patria o El girón de la bandera, de Arturo Mario
1918: La avenida de las acacias, de Arturo Mario
1920: Manuel Rodríguez, de Arturo Mario
1921: Los payasos se van
1922: El empuje de una raza
1924: Un grito en el mar
1925: El húsar de la muerte
1926: La última trasnochada
Como guionista
1921: Los payasos se van
1924: Un grito en el mar
1925: El húsar de la muerte
1926: La última trasnochada
Obras literarias
El tinglado de la farsa, sonetos, Córdoba, 1915 (reeditada después en Santiago de Chile)
Muecas en la sombra, poemario, Imprenta Universitaria, 1917
La caverna de los murciélagos, novela de ciencia-ficción, 1924
La vida pintoresca de Arturo Bührle, Talleres Fiscales de Prisiones, Santiago de Chile, 1929; con 25 dibujos de Víctor Bianchi
Recuerdos del soldado desconocido: episodios de la Guerra del Pacífico que no menciona la historia, 1931
Un disparo de revólver, comedia en un acto estrenada por la Compañía Rafael Frontaura el 13.02.1229; publicada en la revista Escena, 1932
Memorias de la vida del teatro
Obras completas, Editorial Universitaria, 2011; contiene, además de sus obras conocidas, el poemario inédito Por los caminos del ayer
Premios y distinciones[editar]
Medalla de Oro en la Exposición Internacional de La Paz 1926 por su película Un grito en el mar
Hijo Ilustre de San Fernando (1963)
Premio Nacional de Arte 1962
ESTA VIEJA HERIDA
Esta vieja herida que me duele tanto,
me fatiga el alma de un largo ensoñar;
florece en el vicio, solloza en mi canto,
grita en las ciudades, aúlla en el mar.
Siempre va conmigo, poniendo un quebranto
de noble desdicha sobre mi vagar.
Cuanto mas antigua tiene mas encanto...
¡Dios quiera que nunca deje de sangrar!...
Y como presiento que puede algún día
secarse esta fuente de melancolía
y que mi pasado recuerde sin llanto,
por no ser lo mismo que toda la gente,
yo voy defendiendo románticamente
¡esta vieja herida... que me duele tanto!...
Muecas en la sombra
Autor: Pedro Sienna
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1917
CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1917-11-26. AUTOR: LEO PAR
Deploro no poder aplaudir como quisiera, estas “Muecas en la sombra”. Porque este volumen es más heterogéneo que el anterior, hay en él mayor número de malos versos, más defectos de ideología que en el libro del señor Acuña. Hay algo de ficticio en los sentimientos que canta el señor Sienna, y, sobre todo, abundan en estos versos las notas de decadentismo que empañan las otras cualidades del autor y ofuscan sus reales méritos.
Es innegable que el señor Sienna posee condiciones de artista. Maneja bien el verso, con cierta soltura y desenfado. Técnicamente, algunas de sus composiciones son correctas; no le faltan ideas poéticas aún cuando carezca de imágenes para expresarlas; ensaya y procura doblegar los metros difíciles (como en sus “Rogativas a mi corazón”, escrita en versos endecasílabos).
En cambio, junto a estas cualidades hay veinte defectos que, a mi juicio, hacen desmerecer mucho su poesía. Nada digo del léxico, desastrosa y revolucionariamente empleado: palabras como “vampiresa, difuminar, mariposo, profundizante, muequear” y otras análogas o más feas, son innecesarias y están ahí para enterar el verso, pero existen, además, ciertas faltas de gusto que saltan a los ojos. Véase entre otros casos, el de la pieza “Oración a la hermana”. Dirigiéndose a una hermana el poeta le endereza esta estrofa, entre otras de la misma intención:
“Hermanita linda,
tu boca de guinda
tendrá ¿qué saber?...
---
Yo quiero tus besos,
todos los excesos
de tu sed de amar.
Para ser más bueno
sobre tu albo seno
déjame soñar.”
Es claro que tales versos no están bien para ser dirigidos a una hermana: hay en ellos una desviación de sentimientos que choca, y que, por lo menos, constituye un error estético.
Siquiera estos versos se entienden. Pero hay un centenar de líneas que requieren comentarios, cuando no se aviene uno a verlos en su pura desnudez de disparates. ¿Qué significa, por ejemplo, esta estrofa escrita “A unas manos”?
“¿Qué importa?... Ya brotan en tonos soberbios
florones de sangre con tallos de nervios
sobre el fondo triste de una atardecer.”
¡Venga Edipo a declararlo! Entretanto, he aquí otra cuarteta cuyo sentido requiere intérprete:
“La insolencia blanca del papel
grita una ironía que estalla
bajo el crudo llamamiento del
cono de luz de la pantalla.”
Lo que estalla es la paciencia del lector ante estas pretensiones vaciedades, ante esos enormes errores gramaticales: “estallar bajo un crudo llamamiento, una insolencia blanca!”
Más lejos (pág. 12), encontramos la línea: “Tantálico timbal de las locuras”.
No se adivina qué relación haya entre Tántalo y un címbolo [sic], ni la mitología nos saca de la ignorancia. Pero sigamos hojeando el libro. ¡Cómo nos asaltan las novedades! “Espasmos de oropel”, “una panza de burgués eficaz”, “golondrinas invernales que buscan donde posar sus sedas”, “lluvia que no cesa de caer en hilachas”, “que canturrian lirismos”, una “ambigua nobleza de noctámbulo deshilachadamente gris”. Pudiera multiplicar estas citas. Mas, como solo intento indicar los quilates de esta poesía, transcribiré una estrofa representativa:
“Y morirá conmigo en la búsqueda
Postrera de la noche de los siglos
El pubis de la Venus Mutilada!!...” (pág. 50).
Cuando se incurre en estas galanuras de conceptos y de lenguaje, nace en los indefensos lectores el derecho de repetir con el latino: “stercus cuique suum nom olet”.
Hay que lamentar estos errores y desentonos; ellos perjudican a un poeta que podría levantarse alto si resolviese evitarlos. Buena prueba suministra en este volumen de que puede hacer obra interesante y bella. Baste recordar sus composiciones “Rogativas a mi corazón”, “Canción de odio”, “lo mejor del libro”, según me escribe alguien, “No hubo tragedia” y otras. Siga en adelante, el señor Sienna la ruta que le señalan estas piezas y cosechará aplausos.
El tinglado de la farsa
Autor: Pedro Sienna
Santiago de Chile: Nascimento, 1922
CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1922-10-15. AUTOR: ALONE
Son como 80 sonetos… hablan de la vida de teatro, pintan pequeños cuadros, momentos de emoción en los camarines, entre bastidores. No temen descender a la prosa más llana. He aquí la vida del cómico.
“Levantarse a la una de la tarde. Vestirse
con toda la pachorra de un millonario inglés.
Colocar una perla en la corbata. Irse
al ensayo que empieza a las dos o a las tres.
Ensayar, chismorrear y fumar. Aburrirse
muy soberanamente hasta el final. Después
dar una vuelta en coche por el Parque. Sentirse
un poquito bohemio y otro poco burgués.
El vermouth con amigos piano, flauta y violines.
Hablar mal de la Empresa, del teatro y de los cines.
Cenar luego a la carta. Y a las nueve: ¡función!
Trasnochar hasta el alba. Creer en la promesa
de una boca pintada que muerde cuando besa.
…Y entretanto, ¿qué ha sido de ti, mi corazón?”
Casi todos los elementos de la poesía de Pedro Sienna, con sus defectos y sus buenas cualidades, se hallan en germen dentro de este soneto.
La corrección de la forma, una corrección que llamaríamos inconsciente, tan fácil, tan fluida, tan natural y sin esfuerzo se presenta. Parece que el poeta ignora las torturas del estilo, del adjetivo único, de la palabra nueva, el ritmo raro, la imagen dislocada y los mil artificios de lenguaje que han buscado siempre y ahora más que nunca persiguen los escritores para dar sensación de novedad. Él adoptó un marco único y en él ha pintado sus pequeñas telas, sin alterar una sola medida. ¿Lo lamentaremos? Son demasiados sonetos y cansan a lo largo con su paso igual; es un desfile de muchas personas parecidas que se cuadran delante de nosotros y nos hacen la misma reverencia. Uno querría desordenarlas un poco, descomponerles la ropa, hacerles dar un traspié. ¡Tan cuerdas y no hablan más que de locuras, tan serenas y hablan de dolor bajo la risa, de heridas tras la máscara!
Es su tema.
Cómico dolorido y sentimental, el poeta pasea con la farándula su nostalgia incurable de saltimbanqui, su llanto de Carric. Tiene delicadezas de niño en medio de la bohemia.
Entremos en su “Cuarto Nº 13”:
“De la estación, con hambre, con esa pesadumbre
que deja un viaje largo con noche y sin amigos,
llego al “Hotel Iberia” a buscar la techumbre
que me ampare del viento y a estar solo conmigo.
Mis pupilas se quedan escrutando la sombra…
Aquí nadie me espera… Ni preguntas ni besos.
Enciendo luz y miro… ninguna voz me nombra.
¡El frío de este cuarto me hiela hasta los huesos!
Los muebles (¡estos muebles que no arañé en mi infancia!)
se inmovilizan, hoscos, en contornos hostiles,
como si maldijeran mi rebelde vagancia.
Y en el muro vacío de este hogar alquilado,
con egoísmo irónico dibuja sus perfiles
un letrero que dice: Se paga adelantado”.
La vida de la farándula no lo ha curado de su sensibilidad, sino al contrario. Repite sus quejas con insistencia, dice una y otra vez que es poeta, es cómico y es triste. Casi todos sus sonetos terminan con esa nota. A veces vibra armoniosa, se mezcla con arte a las canciones del camino, a pequeños incidentes, dramas y comedias minúsculos, encerrados en el círculo de hierro de los catorce renglones; otras se arrastra lánguida, conversa en lenguaje vulgar, se distrae, tropieza y divaga en plena tierra prosaica; pero siempre, por uno u otro lado, vuelve al eterno motivo, la poesía, la comedia, la tristeza, el corazón herido, la mueca para disimular el llanto y la carcajada para contener el sollozo.
Ama su tormento.
“Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra…
así empieza una vieja poesía
que yo, cuando era niño, repetía
sin comprender el gran dolor que encierra.
Por mi desgracia lo comprendo hoy día
y lo voy arrastrando por la tierra…
en él mi orgullo de juglar se encierra
con toda su teatral melancolía.
Yo quiero este dolor noble y huraño
que en medio de la escena me hace extraño
del público que ríe con mi chiste.
¡Qué frívola sería y qué grosera
mi fanfarrona vida aventurera
si no llevara el corazón tan triste!”
Para dos, para tres, para cuatro sonetos o composiciones cortas, cinceladas a lo parnasiano o tejidas de aire y de música, a lo Verlaine, esta canción podría dar tema y emociones, podría, quedar como una pequeña obra maestra. El autor no lo quiso. Prefirió repetirla fragmentariamente hasta la saciedad, usando y abusando de su facilidad para escribir, arrojando sus versos con una indeferencia que produce indiferencia, porque el arte no es sino una sutil comunicación de estados de ánimo.
Cuando se ha leído entero “El tinglado de la farsa”, una impresión singular se produce. Parece que alguien hubiera dudado de que Pedro Sienna fuera poeta, fuera cómico y fuera triste y que este libro tuviera por objeto sacarlo de su error. Causa el efecto de un alegato. ¡Tantas repeticiones, tantos argumentos elocuentes, irrefutables, presentados de frente, de perfil, de cerca, de lejos…! Y como si no fuera bastante la palabra del propio poeta, veinte amigos suyos la corroboran y cada uno, también por medio de sonetos, nos dicen que Pedro Sienna es poeta, es cómico y es triste. La declaración de Jorge Hübner Bezanilla es la más concluyente al respecto:
“…y yo que lo vi puro temblando en el pasado
si el vicio le ofrecía la dicha placentera,
puedo decir, mirándolo en frívola comparsa,
que debajo del rojo bermellón de la farsa
le enjuta el rostro pálido la pena verdadera”.
En mérito de estos antecedentes, un juez civil podría fallar y decir en su sentencia que Pedro Sienna es, realmente, poeta, desempeña el oficio de cómico y está triste. Pero nos queda el temor de que los simples lectores a causa de la misma insistencia sientan alguna ligera duda, aún cuando sabemos que harían mal; porque el autor y sus amigos dicen la verdad. Y he aquí que, sin quererlo, ¡agregamos nuestra declaración!
“Tinglado de la farsa”
“Yo soy así… Mi vida es una ilusa
batalla por el Arte y por el Beso.
Tengo un gran corazón. Tengo una musa
(Una musa gentil… de carne y hueso).
Creo en Dios. Más en mí. También en eso
que consiste en hacer lo que no se usa.
No soy un Salomón. Ni soy un Creso
…Solo de ser bohemio se me acusa.
Me encanta trasnochar con charla y vino
engañando el dolor de una quimera
que se pierde en la curva de un camino.
Y con todas mis fuerzas idolatro
(además de mi madre) la viajera
farándula sin rumbo del teatro”.
“Durante el entreacto procedo de ordinario
a fumar una pipa tendido en mi sillón;
otras veces me gusta bajar al escenario
y mirar por el “ojo” del centro del telón.
Ah, respetable público de butacas y palcos,
que desprecias el nombre de nuestra condición,
y nos miras cubiertos de pinturas y talcos
como quien ve muñecos de animado cartón.
Ah, respetable público; ahora es mi desquite;
dragón de mil cabezas, te acecho en mi escondite.
Tú estás desprevenido… Yo soy todo atención.
Ah, respetable público, insigne comediante
del honor, del dinero, del escote y del guante,
permite que te aplauda, haces bien la función!”
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