viernes, 17 de diciembre de 2010

2490.- LUCÍA BOSCÁ


Lucía Boscà Gómez (Valencia, 1985). Trabaja como profesora de español para extranjeros en la Universidad de Valencia y estudia para terminar el Doctorado en el departamento de Teoría de los Lenguajes (UV). Su poemario (inédito)quedó finalista en el premio poético La Garúa (2009). Sus poemas han sido publicados en 23 Pandoras (Baile del sol, 2009), Estaciones desnudas (Editorial Cocó, 2007), Nube de Cifras(Editorial Cocó 2008) y Verso a verso II (Colección Náyade, 2005), así como en las revistas Vulture, Creatura y Adiós. Es corresponsable de la edición de los Cuadernos Caudales de Poesía (dirigidos por Víktor Gómez), coordina un taller poético en la asociación musical Mestre Serrano de San Antonio de Benagéber (Valencia) y es delegada en España de la Asociación solidaria Djodjole-Afrique.



ME EMBORRACHO

Me emborracho para poder dormir,
choco contra lo imposible cada vez que pestañeo,
me retuerzo sobre el colchón probando todos los costados
-no existe la postura exacta en un hueco tan inmenso-
sueño contigo, con los ojos cosidos por legañas, sonríes.
Es cierto:
sueño
y sonríes.
Es jodido saber que justamente eso
es ficticio.
Cada minuto es insoportable, uno a uno golpean
m u y l e n t a m e n t e
mis omoplatos.
Te reto: sopórtalo tú, en la invisibilidad,
y luego cuéntame qué tal.
Yo te espero allí.







Ser tierra,
surcos arremolinados
de tanta espera, daño
de lo indecible. Ser
entre el deseo y las huellas.
Extender la mano,
perfilar vigilias
de un duelo
que hoy tampoco
termina ni
para nuestros muertos.







Y nunca hubo menos,
la verdad fue dicha
justo ahí.
Otro
trozo de Jerusalem
en la espalda de un padre,
una piedra envuelta
y/ otro motivo más
para cambiar las escrituras.
La tierra no era de este mundo.
(No del nuestro.)
Entonces, alguien leyó y,
como si siempre hubiésemos estado
en la misma tierra, la tierra,
-esa tierra- comenzó
de pronto
a pedirnos perdón.







No sé
cuál de mis curvas
saldrá a buscarte
esta noche

ni
cuándo asumiré
mi condición
de llama.

Ser fuego,
ceniza entre tus manos
a la espera de viento,
trenza de lluvia

que todo lo arranca.

Y no basta morder las cuerdas,
la espera, la búsqueda.

No hay qué
para paliar la deuda.

Y tú me abrazas
pidiendo perdón,
tú,
con las manos
repletas de azar, de nieve.
Para mí.

Parpadean mis curvas de fuego.
Prende el hombre más próximo.
Y sus manos de azar. Su nieve.





Mirar desde aquí
es más fácil.
O ser recuerdo.
¿Hay ausencia en la belleza?
Desde aquí
el sauce llueve
en su jardín infinito.
Desde aquí las hojas,
la verticalidad.
Entre sus ramas
tirita un pájaro de cristal,
imperceptible, invencible,
como un cuchillo.







Al interior del pájaro, justo
en su centro: algo
empapado. Y algo en pequeños ovillos.
Ya no hay quién, que todo son
conversiones, y un daño hecho de negro y
de negro hecho el camino.
Pero hubo un tiempo,
y el hombre nacía del pájaro.








Descanso: no
aquí / sumergido
en ningún lugar. ¿Y cuántas
vidas han faltado
para dar un paso, dos?
¿Qué habrá
de las siguientes,
de todas aquellas,
las que terminaron
por empezar?



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