martes, 7 de diciembre de 2010

2367.- JORGE CÂNDIDO DE SENA



Jorge Cândido de Sena 



(Lisboa, 1919 - Santa Bárbara, California 1978), es el escritor más significativo de la literatura portuguesa en la segunda mitad del siglo XX. Autor de una obra extensa y poliédrica, pues no hubo género ajeno a ella, fue capaz de deslumbrar en cada una de sus vertientes. Renovó la narrativa portuguesa con su novela Sinais de fogo, fijó la base estructural de la crítica literaria en su país con Dialécticas Teóricas da Literatura y sus aportaciones a la historia de la cultura resultaron decisivas para una comprensión científica de la importancia de autores como Camôes o Pessoa. Y aún le quedó tiempo y humor para burlarse de cuanto le parecía fatuo y ridículo dentro del mundo de las letras en los dos volúmenes de O Reino da Estupidez. Pese al acierto y relieve de toda su obra narrativa, ensayística y teatral, Jorge de Sena fue, sobre todo, un extraordinario poeta.


Jorge de Sena
por Rodolfo Alonso

Nacido en Lisboa el 2 de Noviembre de 1919, Jorge Cândido de Sena se siente influido por la tradición familiar y a los diecisiete años se alista en la Marina de Guerra, de la cual iba a verse excluido dos años después. Es la primera consecuencia de un inconformismo que lo acompañará toda su vida, y que va a canalizarse desde entonces en su fecunda labor de intelectual y de escritor. Que recién en 1942 toma la forma de su primer libro: Perseguição. Curioso, inquieto, independiente, comienza escribiendo sobre Camoens (una de las obsesiones de su vida), Shakespeare, Wordsworth, Rimbaud, Keats y Pessoa. Al mismo tiempo que amplía sus intereses a otras artes, la música, el teatro, el cine, la pintura, la arquitectura, y a la traducción. Jorge de Sena, que entendía la cultura como «libre discusión y esclarecimiento y conquista personal de la libertad de reflexión y expresión», no tardó en incomodar al salazarismo, que lo obligó a abandonar Portugal en 1959.

Este humanista crítico, que se decía marxista, nunca dejó de inclinarse sobre el mundo de lo real con exigencia ética y estética. En consecuencia, la poesía fue para él no sólo «dominio, disciplina, orientación ejercidas sobre el espíritu a todas horas, como una preparación constante, implacable, humilde y atenta de aquel momento en que el poema aparece» sino, también, quizás principalmente, un «deseo de expresar lo que entiendo es la dignidad humana: una fidelidad integral a la responsabilidad de estar en el mundo». Concepción, pues, de la poesía como «testimonio-lenguaje», que se opone radicalmente al engaño y a la simulación porque es

«un trabajo, a un tiempo solitario y solidario, de investigación sobre el mundo y el lenguaje y por eso (...) un acto de conocimiento transformador del propio mundo».

Exiliado en Brasil, encara una activa vida universitaria. Allí escribe también parte significativa de su ficción (cuentos, relato y la novela Sinais de Fogo) y de sus mayores obras poéticas, además de importantes ensayos. A partir de 1965, un año después de doctorarse, se radica en Estados Unidos, donde iba a fallecer, en Santa Bárbara, el 4 de Junio de 1978, dejando mucha obra inédita, que iría siendo dada a conocer póstumamente por su viuda.
De esta vida que supo ser fiel a la pasión de la poesía y a la conciencia civil, nos quedan muchos gestos que revelan su calibre. Pero quizá ninguno como aquel que lo convierte en uno de los primeros interesados en dar a luz una obra clave de Fernando Pessoa. En 1960, Jorge de Sena, que entonces era profesor en el Brasil, inicia una larga y complicada negocación con la editorial Ática, encaminada a la publicación del Livro do desassossego, cuyos originales se encontraban en poder del coronel Caetano Dias, cuñado del poeta. (Puedo dar fe de la escasa disponibilidad que entonces demostraba este heredero. También en 1960 Aldo Pellegrini me encargó la que sería la primera traducción de Pessoa en América Latina, y pude asistir a las muy difíciles negociaciones para obtener los derechos.) Inmediatamente Maria Aliete Galhoz se dedicó en Lisboa a compilar, descifrar y organizar los materiales, cuyo primer envío es recibido por Sena en Febrero de 1962, firmando contrato con la editorial y disponiéndose a preparar el original, junto con una larga introducción suya. Ante la magnitud de la labor implícita, el contrato fue ampliado a su pedido hasta Junio de 1965. Pero habiendo sido advertido por otro de los editores, Georg Rudolf Lind, de que «se habían encontrado más de 100 hojas manuscritas con la señal L. de D.», Sena requirió de inmediato que se los enviaran. Ya trasladado a Wisconsin, recibió parte de esos manuscritos pero, después de una serie de complicaciones, en otra muestra de su integridad intelectual Jorge de Sena desistió en 1969 de continuar trabajando en el Libro del desasosiego, cuya dimensión había vislumbrado de los primeros pero cuyo futuro fue puesto en otras manos






Oda a los libros que no puedo comprar

Hoy, hice una lista de libros,
y no tengo dinero para poder comprarlos.

Es ridículo llorar por falta de dinero
para comprar libros, cuando a tantos le falta para no morir de hambre.

Pero también es cierto que yo vivo aún peor que mi vida difícil, para comprar algunos libros -sin ellos, también me moriría de hambre-, porque el exceso de dificultades en la vida, la cuenta, al final cierta, de traiciones
y puertas que se cierran,
los lamentos que oigo, los diarios que leo,
todo eso lo tengo que ligar a mí profundamente,
a través de cuanto sintieron, o solos, o mal acompañados,
algunos otros que, si les hablase,
destruirían sin piedad, a veces sólo con el rostro,
cuanta humanidad yo voy pacientemente juntando,
para que no se pierda en las curvas de la vida,
donde es tan fácil perderla de vista,
si la curva es más rápida.

No puedo ni sé olvidarme de que se muere de hambre,
ni de que, en breve, se morirá de otra hambre mayor,
del tamaño de las esperanzas que ofrezco al apagarme,
al atribuirme un sentido, una ausencia de mí,
capaz de permitir la unidad que una presencia destruye.

Por eso, necesito comprar algunos libros, unos que nadie lee, otros que yo mismo mal leeré, para, cuando una puerta se me cierre, abrir uno de ellos, hojearlo pensativo, abandonarlo por inútil, y salir de casa, contando las monedas que me quedan, a ver si alcanzan para el tranvía
hasta otra puerta.









Oda a al futuro

Hablaréis de nosotros como de un sueño.
Crepúsculo dorado. Frases calmas.
Gestos pausados. Suave música.
Agudo pensamiento. Sonreir sutil.
Paisajes deslizándose a lo lejos.
Eramos libres. Hablábamos, sabíamos,
y amábamos serena y dulcemente.

Una angustia deshecha, melancólica,
sobre ella soñaréis.

Y tempestades, desórdenes, gritos,
violencia, escarnio, confusión odiosa,
ignoradas primaveras muriendo
en las cuestas vecinas, las prisiones,
las muertes, el amor vendido,
las lágrimas y luchas,
la desesperación de la vida que nos roban
-apenas una angustia melancólica,
sobre la cual soñaréis la edad de oro.

Y, en secreto, tristones, extasiados,
hablaréis de nosotros -¡de nosotros!- como de un sueño.


Poemas traducidos por Rodolfo Alonso.





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Concierto en re menor para piano y orquesta, K466.


Finísima amargura recatada
que exasperadamente ha reprimido
gritos, lamentos, los ha convertido
en esta tensa dulzura, en que cada

compás esconde, apenas disfrazada,
la pena de existir, el conocido
dolor debajo del diálogo oído:
la dura soledad predestinada

a la desgracia y la muerte. Prosigue
su movimiento tranquilo, perfecto,
por sobre el cielo, que ya se oscurece,

se eleva su rigor, son sin afecto,
quedando, cuando por fin lo consigue,
muerto del mismo amor en que se mece.




ANDANTE

I

Siempre me supo a destino mi vida.
Por eso, aún hoy cuando
toda la sal se secó en el fondo del mar
y el mar es una cámara, aún hoy la ignoro
—cuando miro, sorprendido, la sabiduría de los gestos
con los que los niños empiezan a sentirse reales.





II

Tiernamente,
los niños se ven iluminados por los dos lados,
y lo que era liso se acabó.
Todos nosotros vimos
cómo se arrugaba el cielo para asentarse en la tierra.






III

Venimos y crecimos
juzgando que era extenso un abandono impasible.
E, incluso juzgando,
buscamos señales de transigencia,
golpes circulares y lentos en un papel perdido...
Estas calles, sin embargo, se fueron acortando con el tiempo.





IV

No es de un miedo enorme que resurge la vida?
Los niños nacen con una valentía que pierden.
Las madres los provocan en sí con un valor de carne.
Y los hombres los llevan consigo sin conocerlos.






LOS PARAÍSOS ARTIFICIALES
En mi tierra, no hay tierra, hay calles;
incluso las colinas son de edificios altos
con renta mucho más alta.
En mi tierra, no hay árboles ni flores.
Las flores, tan escasas, se mudan de los jardines cada mes,
y el Municipio tiene máquinas especialísimas para desenraizar los árboles.
El cántico de la aves — no hay cánticos,
pero sólo canarios de 3º piso y papagayos de 5º.
E la música del viento es frío en las casas viejas.
En mi tierra, sin embargo, no hay casas viejas,
pues están todas en Persia o en China,
o en países inefables.
Mi tierra no es inefable.
La vida en mi tierra es la que resulta inefable.
Inefable es lo que no puede ser dicho.







FIDELIDAD
No me digas despacio cosa alguna, así
como la sola presencia con que me perdonas
esta fidelidad a mi destino.
Cuanto así no digas es por mí
que lo dices. Y los destinos se viven
como otra vida. O como soledad.
¿Y quién entra allí?
¿Y quién puede estar allí más que el momento de estar sólo consigo?
No me digas despacio cosa alguna:
lo que se diría a la muerte, si ella oyese;
o se diría a los muertos, si volviesen.





CAMOENS SE DIRIGE A SUS CONTEMPORÁNEOS

Podréis robarme todo:
las ideas, las palabras, las imágenes,
y también las metáforas, los temas, los motivos,
los símbolos y la primacía
en los dolores sufridos de una lengua nueva,
en el entendimiento de otros, en el valor
de combatir, juzgar, de penetrar
en retiros de amor para los que estáis castrados.
Y podréis después no citarme,
suprimirme, ignorarme, aclamar hasta
a otros ladrones más felices.
No importa nada: pues el castigo
será terrible. No sólo cuando
vuestros nietos no sepan ya quiénes sois
habrán de conocerme mejor aún
de cuanto fingís que no me conocéis,
como todo, todo lo que laboriosamentes pilláis,
revertirá en mi nombre. E incluso será mío,
tenido por mío, contado como mío,
hasta aquello que aunque poco y miserable
sólo por vosotros mismos, sin robo, pudiéseis haber hecho.
Nada tendréis, pero nada: ni los huesos,
pues un esqueleto vuestro ha de ser buscado,
para pasar por mío. E para que otros ladrones,
iguales a vosotros, de rodillas, pongan flores en el túmulo.






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