Elvia Ardalani
Elvia Ardalani es una escritora, poetisa y narradora mexicana, nacida el 4 de junio de 1963 en Heroica Matamoros, Tamaulipas.
Su primer libro publicado se tituló Por recuerdos viejos, por esos recuerdos (1989). El libro fue nominado para el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares de literatura, siendo su autora la primera mujer nominada para este galardón.
En 1996 apareció su segundo libro, De cruz y media luna publicado por la editorial Tierra de Libros. El poemario aborda la temática amorosa dentro de un contexto transcultural: el mundo cristiano y el mundo musulmán; el mundo hispano y el mundo persa. Los poemas de esta colección tocan el tema de la maternidad en su contexto de sensualidad y plenitud, tendiendo la voz lírica un mapa cartográfico del mestizaje al hijo. Este poemario se editó por segunda vez en una edición bilingüe con el título De cruz y media luna/From Cross and Crescent Moon (Claves Latinoamericanas, 2006). Esta segunda edición contiene cambios en relación a la primera.
El tercer libro de la autora, Y comerás del pan sentado junto al fuego (Claves Latinoamericanas, 2002)3 es uno de los más significativos dentro de su producción literaria. Los poemas de esta colección desarrollan de nuevo la temática amorosa, pero esta vez desde un contexto semibíblico. Existen varios estudios críticos sobre la obra de esta escritora, la mayor parte giran en torno al proceso de transculturización, así como al análisis del lenguaje referencial en su poesía. Actualmente es catedrática titular de Escritura Creativa en la Universidad de Texas-Pan American.
Su cuarto libro, Miércoles de ceniza (Editorial Miguel Ángel Porrúa, 2007) es un largo poema de 622 versos, un hondo quejido que da paso al dolor. Se puede afirmar que se inspira en la Biblia dada su longitud y hacía ella también nos remite el tema de la obra, que se define como: el profundo dolor que experimenta la autora ante la pérdida repentina de su padre. Sentimientos y emociones que se desbordan ante la figura del padre muerto traducidos en cuatro temas secundarios; el reproche, el remanso, la ausencia y el delineamiento de la figura espiritual del padre, expresados en diferentes estrofas, lo cual nos habla de la conmoción que experimenta el alma ante la pérdida de un ser querido. En el 2008, éste fue nominado para el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer.
Colabora igualmente en medios digitales, como la revista literaria El Collar de la Paloma, revista de la que es editora.
Su obra poética ha sido igualmente publicada en revistas y antologías.
A FRAY LUIS DE LEÓN
For in the end, freedom
is a personal and lonely battle.
Alice Walker
Porque la piedra se deshace
al ras de la palabra
tu voz humedecida
se filtra entre las grietas
de las celdas del alma
y los siglos se enredan
al girar de la tierra
levantando murallas
germinando enormes
arboledas de acero
y tu voz sin embargo
sigue manando quieta
deposita semillas
que dan luz a otra forma
de vivir
de mirar
de ser libres sin esto
que nos da por llamar
libertad.
SOBRE EL AMOR
Un día se hace la luz sobre un olvido de agua,
se aprende a hablar de nuevo y el lenguaje
nos sabe a girasol sediento de milagros y urracas,
todo es viejo en la tierra y sin embargo
el cuerpo se convierte en misal, en predio abierto
a la verdad del otro,
todo llueve, se inunda, se agradece,
el perdón se suspende de la frente que rueda
maravillada sobre la piel del mar que se recorre.
Un día se hace la luz sobre la inercia
y creemos completamente en la parábola
del humo y de la arena
y nos brota el cuerpo de una costilla imaginaria,
abrimos los aljibes y bebemos
y nos llenamos el cuerpo de ese otro
que nos adornó de savia y de presagios
Un día se hace la luz sobre la tentación del vientre
y creemos en Dios y oramos con los labios
prendidos sobre el cuello que amamos
y somos una balsa que transporta
a los últimos creyentes del diluvio.
ARDER EL CUERPO
Arder el cuerpo.
Esta mañana al regresar a casa una mujer
se prendió fuego.
Comenzó su ritual al rociarse la ropa
de un líquido amarillo
y en cuestión de segundos las leves amapolas
de su falda adquirieron
cierta vida de planta.
Sin previo aviso entonces,
encendió los fósforos y un fuego luminoso
la volvió carta negra, letra gruesa
gritando.
Nadie hizo nada, nadie.
Arder el cuerpo.
Dos o tres transeúntes le lanzaron sus sacos
y una niña de nueve le lanzó un cubo
de agua.
Todo fue tarde, todo.
En cuestión de segundos una mujer se baña
en cenizas y escombro.
Razones sobran para probar el fuego.
El infierno es mejor que otros infiernos.
De todo lo que fue por tantos años
esa mañana apenas queda reconocible
una amapola de su falda.
Y un niño que la llora cuando llega
y ya no la ve sentada afuera
del zaguán de su casa.
SANGRARÁS
Sangrarás
como en la cruz aquel que habló
del pan y del milagro.
Creyentes o no todos sangramos
la extraña moraleja de la carne
la palabra multiplicada en el vacío
la ceniza hecha cuerpo.
Todos sangramos, todos.
Todos llevamos en los dedos
astillas incrustadas del último tablón.
¿Quién no ha contemplado
sus propios pies descalzos y ha llorado?
Sangrarás
del mismo río de sangre de tu madre
y rezarás los versos aprendidos
en plena luz de infancia.
La cruz está clavada en el plexo
central de la palabra.
El milagro no es el mar partido en dos
ni la respuesta al rezo.
El milagro es el rezo apurado
por la arcilla hecha sangre
por el polvo hecho sed.
SOBRE EL PERDÓN
El perdón es la tercera mano de tu cuerpo,
el tercer ojo, la tercera rodilla,
la llaga que supura jazmines y postemas de luz,
el girasol que levanta la cabeza marchita,
es lava de agua fresca para curar los pies
de los cansados,
perdonar es desnudar el cuerpo
mostrarlo como es, doblarlo,
desincrustarle los falsos rubíes y entregarlo
limpio de rabia y fuego,
sudario tibio con venganza y mancha.
El perdón es la última palabra, el primer verbo,
la lágrima que cae sobre otro vientre
y lo llueve de áncoras y balsas,
de alguna forma misteriosa lo transforma
en cáliz de hijos y criaturas sanas,
el perdón es la mano invisible que nos ata
cuando los puños nuestros son antorchas
dispuestos a quemar,
es la rodilla que inca su hueso imaginario
ante el siempre caído ser humano,
los labios que recorren ese cuerpo,
lo lamentan, lo visten, lo renacen,
lo prueban, lo aceptan,
lo comulgan
y aman.
SERÍAMOS LA GREDA
Seríamos la greda bajo los restos apolillados del arca diluvial.
La escarola tatuada en el dorso de una roca de mar.
El esqueleto escariado de un proyecto de pez.
Seríamos el silencio.
La hormiga inmóvil en sus hormiguero seco.
Las huellas los rasguños
las marcas del miedo en los maderos.
Seríamos el agua impregnada de formas no estrenadas.
El rostro del mundo aún sin la palabra.
La calamita apenas pisada por cantáridas cautas.
Seríamos la nostalgia de un dios en solitario.
La carne inspiradora de alguna jibia blanda.
Seríamos el polvo del parto de la tierra.
Seríamos la memoria.
La lluvia golpeando las vigas de la barca.
La posibilidad cercana de la muerte.
Y para nacer te fueron moldeando el cuerpo
con la arcilla del mundo recién hecho.
Y para nacer te abrieron el torso y me formaron.
Pero aún antes de todo el cataclismo éramos
en el instante mismo uno conjugado en dos cuerpos.
Diluvio.
EXILIOS
Yo sé muy bien que amar lo que es distinto a uno parte el alma
yo sé muy bien que el verde es menos verde entre lo verde
y que la sangre desde esa lejanía es un dibujo triste y sin espinas
yo sé que amar a la extranjera cuesta caro,
que cala llevarla de la mano a cada rito,
que hay en el fondo un diálogo de sombras
y una pared estéril se interpone siempre amenazando
Yo sé muy bien que amar lo que es distinto a uno parte el alma
yo sé muy bien que el corazón partido en dos late dos muertes
y sé muy bien que somos prisioneros de nuestro propio mundo
que nuestros ojos sólo ven lo que les han mostrado
que nuestra boca sólo dice lo que nos enseñaron
que nuestro oído sólo escucha la voz con que le hablaron
que cuando dices mesgui yo digo iglesia y donde ves la luna veo una cruz
Yo sé muy bien que amar lo que es distinto a uno parte el alma
que amar, en general, es una racha de lluvia con azotes
que mucho antes que nosotros, ya otros infractores durmieron
apestados entre plazas y bancas despintadas
entre ciervos y lonas, entre piedras y cal
y sin embargo sé que ellos supieron que Dios habla con las manos
y que las manos saben aún más que la infancia y la memoria
Tú sólo me conoces en lengua musulmana, y desde esa atadura,
desde esa pertenencia, desde esa limpia lupa de luna y de bandera
fuiste capaz de oír mi lengua de extranjera, mi noche de cristiana
transgresora de lenguas, de nombres,
de ciegos y de ciegas que ven con lo que aman
y ya los ves, amor, que hemos pagado el precio de Dios con el exilio.
y desde ahí nos llueve su corazón, ajeno a todo dios y a todo rito.
YO ERA MUDA
Yo era muda.
Era ciega.
Era sorda.
Era coja.
Era manca.
Era estéril.
Temblorosa. Loca.
Resquebrajada. Triste.
Herida como perra
con hijos atascados perpetuamente
al vientre.
Yo era sombra.
Era quiste.
Era cáscara.
Era tapia.
Era alambre.
Era cárcel.
Despalabrada. Inútil.
Revuelta como huérfanos en medio
de la guerra.
Yo era la lluvia gris.
La pata ahogada
a la mitad del lago.
Dando tumbos.
Yo era la falda negra.
El pelo burdo.
El olvido.
Y súbitamente tú.
Enlucernado. Prístino.
Enjambrado de estrellas.
Sosegado. Prodigio.
Rebuscando el milagro
en lo hondo del abismo.
De Y comerás del pan sentado junto al fuego (Claves Latinoamericanas, 2002)
MUERTO ERAS UNA SOMBRA
Muerto eras una sombra de nueces tiradas sobre el césped
disputada por pájaros e insectos
muerto eras un muro iluminado por las cinco exactas de la tarde
y pasaban por ti los niños y dibujaban seres imprevistos
y pasaban los novios y escribían con tiza
las señales visibles del amor infinito y crecía la hierba sobre tu silencio
de tiempo y de ladrillo de pintura cascada de concreto y olvido
muerto eras una cárcel vacía y clausurada
con sus ventanas rotas por donde el sol penetra calando telarañas
una cárcel sin reos en donde sólo quedan las pautas del dolor iluminadas
muerto eras como un hombre dormido
que soñara con una casa abandonada en la que un pájaro
volara en solitario buscando la salida golpeándose las alas
muerto eras más mío más de todos y nadie
y te besé la frente descansada no sé en qué escena o en qué pájaro
tomé tus manos levemente cerradas
las pasé por mi rostro por mi pelo y mis hombros
como si aún supieran
como si no fueran esos seres caídos dejándose llevar
muerto eras mío mío
y cerré con llave la puerta de ese cuarto para que nadie entrara
para besar tus manos detenidas y mansas
para tocar tus ojos clausurados y vueltos a otro mundo
a otro mar a otras piedras a otro fuego a otro viento
para pasar mis dedos por tu pelo revuelto
por tu cabeza llena de sueños y alegrías de verdad y mentiras
para tocar tu rostro tus pómulos
tu boca con no sé cuántas palabras pendientes en la lengua
tus hombros inclinados
tus pies aún enfundados en sus zapatos negros
y gritaron mi nombre
y golpearon con puños y advertencias
y finalmente tumbaron la puerta y me encontraron
recogiendo las mismas nueces que pájaros e insectos
recogida contra el muro y la luz
muerto eras como un hombre que soñara
con una casa abandonada en la que una mujer
creyera ser el pájaro de un sueño
De Miércoles de Ceniza (Miguel Ángel Porrúa, 2007)
ELVIA ARDALANI: ESE OLVIDO QUE HABITA EN LA MEMORIA, COMENTARIO DE ENRIQUE VILORIA
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar el comentario escrito por Enrique Viloria en torno al último poemario de Elvia Ardalani (Heroica Matamoros, Tamaulipas, México, 1963), es profesora de Creación Literaria y Literatura en el Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Texas-Pan Americana (University of Texas-Pan American). Poeta, editora y traductora, actualmente dirige el proyecto editorial Libros Medio Siglo. En 2011 coeditó el volumen de ensayos ‘Miguel Hernández desde América’, junto con Aitor Larrabide. Su obra poética publicada comprende los siguientes poemarios: Por recuerdos viejos, por esos recuerdos (1989), De cruz y media luna (1996; reedición en 2006), Y comerás del pan sentado junto al fuego (2001), De cruz y media luna/From Cross and Crescent Moon-Edición Bilingüe (2006), Miércoles de ceniza (2007),Cuadernos para un huérfano (2011), Callejón Kashaní (2012), La luz iluminada (selección y traducción de la poesía de Jalal-al Din Rumi) y El ser de los enseres.
La playa del olvido, de Pancorbo
ELVIA ARDALANI: ESE OLVIDO QUE HABITA EN LA MEMORIA
La memoria es la historia narrada a partir de las ausencias.
* * *
Me pasa que no quiero que me pase el olvido.
Elvia Ardalani
La más reciente y bienvenida producción poética de la escritora mexicana Elvia Ardalani (1963, Heroica Matamoros, Tamaulipas), profesora de la Universidad Panamericana de Texas, lleva el atractivo y dicente título: Ese olvido que habita en la memoria.
Como todos los demás poemarios de la poeta está signado por su muy personal impronta: es femenino – sin falsos feminismos que afirman un género para negar al otro -; es un homenaje a su familia, en este caso, a su abuela muerta y extraviada en los laberintos del olvido; es un canto de amor, no en tiempos del cólera, sino de la lluvia cuando los amantes escuchaban “el único aguacero que / tocara este año”, y se pregunta, y pregunta a la nana desaparecida: “Dime ahora ¿También al ataúd llega la lluvia? / Dime si es posible creer en los milagros”.
El libro no es antagónico – aunque la autora pregona una femenina preferencia por la memoria; alega: “la memoria es mujer. Es hendidura (…) a las mujeres nos es fácil hablar con los recuerdos. / Como nadie entendemos su lenguaje acoplado / a los símbolos silentes que hilan la memoria” -, la escritora es conciente de que memoria y olvido son la hez y el envés, el anverso y el reverso, de una misma realidad, no hay memoria porque hay olvido, pero no se aviene con el olvido.
En efecto, el olvido no sale muy bien parado en sus memoriosos versos, la poeta – apasionada – incita a sus lectores: “Al olvido hay que ponerle zancadillas. Tirarlo al suelo, desvestirlo, exilarlo, derrocarlo. / Porque el olvido no llega incendiando / las cuencas habitadas de la memoria. / No es pasional. Detesta los escándalos. / El olvido se sienta en un rincón. Espera. / Camina suavemente por el cuarto. / Hace reverencias respetuosas. / Se queda a ver llover desde dentro del alma. / Y un día, de pronto, el olvido se come los recuerdos”. La juez Ardalani sentencia sin apelación: el olvido es un infierno anfibio, un averno plural, un abismo inadvertido.
Prolijas, muchas y buenas son las metáforas, las alegorías, las alusiones que Ardalani pergeña y formula en su poemario sobre la naturaleza, características y conducta de la memoria. Leamos lo asentado por la desparpajada escritora:
La memoria es una perra ciega / que busca reconstruir con el olfato / la impresión de luz sobre su amo.
La memoria es la loca / que busca a su hijo en la basura.
La memoria es la anciana / que confunde / los nombres y las caras.
La memoria es el abismo en que nada / el pez dragón.
La memoria es un desierto maquillado de mar.
La memoria es un libro prohibido / que un censor acaricia con dedos implacables.
La memoria es la beata que descubre el paraíso.
En fin, para nuestra poeta la memoria no es otra distinta a ella misma, a Elvia Ardalani: la perra ciega, el desierto hipócrita, el libro censurado, la cándida religiosa, la viuda solitaria, la loca de la comarca, la anciana confundida. Y confirma categórica, para que no existan dudas futuras de interpretes, críticos o glosadores: “La memoria soy yo / inventando recuerdos, / drizando azucenas entre las aguas negras”.
La persistencia de la memoria (Salvador Dalí)
Mimética siempre, trasmutada, Elvia se transforma, por razones de olvido, en la abuela extraviada en sus recuerdos, y confiesa: “Por eso no me cuesta contarte quien fui, / quien soy, he de ser, / con silencios que sólo ustedes los tránsfugas de luz y de esperanzas / podrían comprender. / Por eso no me cuesta / caminar por la calle con un fantasma a cuestas. / Por eso te descifro en los presagios / con una claridad irreprochable. Y sé que me escuchas, Mientras yo esté. Mientras yo hablé. / Mientras me quedé un trozo de memoria”.
En su madurez poética y personal, Elvia Ardalani toma conciencia de la finitud, de los genes que habitan en su ADN, del implacable Alzheimer que transita silencioso en su herencia biológica, y transmite a los suyos y a nosotros:
“Un día ya no escribiré más. / Para entonces habré gastado las palabras. / No tendré ni nombres ni adjetivos (…) No habrá lenguaje que registre la memoria. / No habrá conciencia, / Seré entonces lo más parecido a ti / Y alguien dirá déjenla que no quiere hablar. / Y no sabrán que ya no hablo / porque he desgastado las palabras / Que ya no escribo porque en mi cuerpo / sólo ha quedado el cuerpo (…) Pero un día de mí ya no habrá nada. / Un día ya no escribiré más”.
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