miércoles, 18 de junio de 2014

EVODIO ESCALANTE [11.942]


Evodio Escalante

Nació en Durango, México el 2 de enero de 1946. Ensayista, antólogo, crítico y poeta. Licenciado en derecho. Obtuvo la maestría en letras y posteriormente el doctorado en la misma especialidad en la FFyL de la UNAM. Fue director de Difusión Cultural de la UAM de 1982 a 1985. Es profesor e investigador de tiempo completo en el Departamento de Filosofía de la UAM-Iztapalapa. Ha colaborado en Casa del Tiempo, La Cultura en México, suplemento de Siempre!, La Gaceta del FCE, La Jornada Semanal, Proceso, y Sábado. Coordinó la edición crítica de José Revueltas, Los días terrenales, Conaculta, Archivos, 1992. Obtuvo el Premio de Poesía Iberoamericana Ramón López Velarde 2009.





Una pirámide de huesos
De transparencias encendidas
Un gran muñón
Un recodo
Sombrío
Un jaguar que ha caído
En el ojo de Dios
Nada es la luz y la serpiente
Nada es la hostia y el estiércol
Nada la sed de los espejos
El tránsito del Verbo
Del yo al nosotros al quién sabe
Mil manecillas se empozan en los labios
Los fusiles escuchan
La tierra bruscamente suspende sus llamadas
Y la orden no llega para los condenados
Pasan dos mil corderos
Y una nube redonda como el asma

y mil etcéteras.






Para no decir viento dije furia
Dije barcos sedientos de memoria
Para no decir alma dije pájaro
Dije costilla hundida en la ventana
Para no decir muerte dije botas
Dije marchas forzadas hacia el Volga
Para no decir odio dije cráter
Dije mesa tendida justo a las cuatro de la tarde
Dije comida fría que me sirve mi esposa







Crápula 

He visitado los más turbios hoteles
Y he ido a la cama con hombres, con mujeres.
Con perros, con gallinas
Y hasta quizá con niños
En la ardorosa claridad, en la noche aturdida,
Soliviantado por las penas, el tiempo apresurado,
El no saber qué cosa,
El alcohol, el dinero,
Por la estéril estrella
Y por la vida, en fin, soliviantado
Por la lumbre,
Por el deseo marchito de la rosa vencida,
He penetrado en turbias, oscuras cavidades,
He cavado sin fin,
He dividido en dos las porquerizas,
He cerrado los ojos entre perdido y ciego,
He avanzado sin tacto y sin remedio
En la ciudad estercolada,
Y he salido del círculo fangoso, sin esperanza,
Más bien llevado por el cuerpo
Y contra el propio cuerpo si era necesario

Todo por obtener un respiro
Y escribir el poema.






Impromptu lisonjero

Cada rostro que veo es el rostro de un muerto.
Amigos idos, parientes, compañeros de escuela
Inesperadamente resucitan
Durante centésimas de segundo
Y estremecen mis pasos en la calle.
El agujero de la semejanza
Con su ecuación de vértigo
Me jala de las mangas con un negro presagio,
Abajo,
Abajo,
Más abajo,
A la yugular.
"Abre los ojos" —me dice la conciencia.
"Ahuyenta los recuerdos" —le contesto.






Un poeta mexicano

¿Con qué se come la Deconstrucción?
¿Alguna vez lo imaginaste acaso...?
Como te escuece el alma la teoría
Arrojas contra Harold Bloom
Cuantos dardos recoges
En basureros académicos
La llamada angustia
                           De las influencias
Un disparate te parece
Y te pones tú mismo de prueba
Más que fehaciente:
Nunca quisiste matar a Sabines, López Velarde
Villaurrutia o Paz
Con lo que se demuestra...
¡Que no entendiste nada!

(Bloom se refiere en exclusiva
A los grandes poetas
No a repetidores como tú)




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