Tarjei Vesaas
Tarjei Vesaas (20 de agosto de 1897 - 15 de marzo de 1970) fue un poeta y novelista noruego. Nacido en Vinje, Telemark, Vesaas es considerado como uno de los escritores noruegos más importantes del siglo XX y quizás el más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Su obra está dominada por los temas existenciales del Mal, del Absurdo, así como por la omnipresencia de la Naturaleza, que es caracterizada por una fuerte dimensión simbólica y onírica.
Vesaas pasó la mayor parte de su juventud en soledad, buscando comodidad y solaz en la naturaleza. Estuvo cargado por la culpa debido a su rechazo por hacerse cargo de la granja familiar y esta culpa impregna gran parte de su obra. La destrucción que presenció con la Primera Guerra Mundial le ocasionó una profunda impresión.
Vesaas ingresó en la Volkshochschule de Voss, en el curso de los años 1917-1918, lo que estimula su atracción hacia la literatura. A su retorno a su región natal después de su servicio militar en 1919 en la capital donde descubrió el teatro, se pone a escribir pequeños artículos y poesías para los periódicos locales. Durante su tiempo libre compone una primera novela que será rechaza por el editor más importante en lengua neo-noruega. Este hecho lo afecta de tal forma que destruye el manuscrito quemándolo, pero al poco tiempo obtiene el primer premio de un concurso de poesía, situación que lo empuja a seguir escribiendo. El segundo manuscrito rechazado fue una colección de poesías en prosa y no será hasta el cuarto intento, Menneskebonn, que su obra será editada, en el otoño de 1923.
Se casó con la escritora Halldis Moren Vesaas en 1934, fecha en la cual se instaló en Midtbø, en una granja construida por su abuelo materno, cerca de la granja de sus padres. Tarjei Vesaas y Halldis Moren tuvieron dos hijos, Guri et Olav, y su vida transcurre sin sobresaltos particulares.
Su autoría cubre casi 50 años, de 1923 a 1970. Escrito en nynorsk, su obra se caracteriza por su prosa simple, tersa y simbólica. Sus historias tratan a menudo sobre gente simple de pueblo que sufren un severo drama psicológico y que, según la crítica, son descritos con gran perspicacia psicológica. Comúnmente, se ocupa de temas tales como la muerte, la culpa, el angst y otras emociones humanas profundas y difíciles. El paisaje noruego es una característica frecuente en sus trabajos.
Su primera publicación, en 1923, fue la novela Hijos de humanos (Menneskebonn), la cual le brinda acceso a fondos estatales para viajar y trabajar. Vesaas cruzó toda Europa en 1925, luego viaja nuevamente en 1927 gracias a estos fondos. De esta manera, se encontrará continuamente en las ciudades más importantes de Europa hasta su matrimonio con Halldis Moren en 1934. Ese mismo año, alcanzó su primer éxito literario con El gran ciclo (Det store spelet). Su manejo del idioma nynorsk, landsmål (lenguaje del campo), ha contribuido a su aceptación como un medio literario de clase mundial.
Sus obras más famosas son Is-slottet (El palacio de hielo), una historia de dos muchachas que construyen una relación profundamente fuerte que termina trágicamente; y Fuglane (Los pájaros), una historia de un adulto de una mente infantil simple que por medio de su empatía e imaginación desempeña el rol de un vidente o escritor.
Vesaas recibió varios premios literarios, incluyendo el Gyldendal en 1943, el Premio de Literatura del Consejo Nórdico por su novela El palacio de hielo (1963) y el Premio de Venecia por Los vientos en 1953. Se le mencionó como candidato para el Premio Nobel de Literatura en tres ocasiones diferentes (1964, 1968 y 1969).
Selección de obras
Det store spelet (El gran ciclo, novela, 1934)
Kvinnor ropar heim (novela, 1935, secuela de El gran ciclo)
Kimen (La semilla, novela, 1940)
Huset i mørkret (Casa en la oscuridad, novela, 1945)
Vindane (Los vientos, cuentos, 1952)
Løynde eldars land, Tierra de fuegos escondidos, poesía, 1953)
Vårnatt (Noche de primavera, novela, 1954)
Fuglane (Los pájaros, novela, 1957)
Is-slottet (El palacio de hielo, novela, 1963)
Bruene (Los puentes, novela, 1966)
"El palacio de hielo" - Tarjei Vesaas
Te prometo que sólo pensaré en ti.
A veces, no hace falta nada más: una mirada, cuatro ojos centelleantes bajo las pestañas, y las palabras sobran. Una amistad firme y sincera, inamovible, férrea, no ha de forjarse durante años, necesariamente. A veces algo imperceptible, pequeño, ese brillo en la mirada, basta.
(...) Me parece que estás tan cerca que podría tocarte, pero no me atrevo. Me parece que me miras cuando estoy acostada en la oscuridad. (...) No hay nadie más. Mientras estés fuera, nunca olvidaré lo que he prometido.
Además de a la amistad, "El palacio de hielo" es un canto a la naturaleza, al bosque y al lago nevados, y al hielo: el escenario perfecto para una historia con el vacío y la pérdida como protagonistas. Posee un lirismo y una sensibilidad abrumadores, que evocan continuamente a la literatura oriental (a pesar de ser su autor noruego). Como muestra, una joya en forma de poema (único en toda la novela) cuyos últimos versos asemejan a un haiku japonés:
Sueño sobre puentes nevados
La nieve cae ahora con mayor intensidad,
La manga blanca de tu abrigo se vuelve blanca.
La manga de mi abrigo se vuelve blanca.
Están entre nosotras como
puentes nevados.
Pero los puentes nevados están helados.
Aquí dentro hay vida y calor.
Debajo de la nieve tu brazo cálido
es un dulce peso sobre el mío.
Nieva sin cesar
sobre puentes silenciosos.
Puentes que nadie conoce.
“Nieva sin cesar por las llanuras, nieva sobre una nada sin límites. Ni un solo árbol. Una casa, una sola casa que se hace más pequeña por cada hora que pasa. Pronto quedará tapada por la nieve.
Alrededor de la casa crecen las masas de nieve. Las estrellas se posan silenciosamente sobre el tejado. No pesan nada pero las vigas acabarán por romperse bajo un peso aplastante. Es de día, se vislumbran los toscos matices grises en el aire. No cambian, no hay ya movimiento. Tal como está nevando ahora, así nevará.
Por este paraje pasa el río, oscuro y solitario.
Un gran arco brilla súbitamente en la nada. Tan llano es esto que no se oye ningún sonido, aunque el poderoso torrente fluye con rapidez. Oscuro y veloz pasa por aquí para luego desaparecer en la masa blanca. No hay nada que sobresalga para hacer resistencia o susurrar. Ese enorme y silencioso abismo no conoce la resistencia. La nieve cae a montones, pero no se nota, no tiene ocasión de posarse, es secuestrada al instante por una boca insaciable.
Nieva sin cesar.
Dentro de la casa no hay silencio ninguno: suena una música incesantemente. En competición con la nevada de afuera. Y cada vez se reclama más música, como por terquedad o por terror, o por una mezcla de ambos.
¡Tocad!— grita una voz espesa.
Se oye tocar en un tono más alto.
El grito persistente sale de una habitación que da al meandro del torrente. Allí está sentado un hombre solitario. Lucha por su vida contra las estrellas que bajan sin cesar a posarse sobre su tejado. Siente el peso de cada una de ellas, porque se trata de él, cada milésima parte del peso se dirige hacia él.
Ahora quedan ya sólo las vibrantes estrellas de nieve y él. Y el torrente. Los tres. Todo lo demás ha sido cortado por las tijeras. O está abandonado, vencido, perdido; al menos aquí no está. Ahora son las estrellas heladas. Son más hermosas de lo que ningún ser humano se pueda imaginar, y se posan con más ligereza que la hoja más minúscula, cayéndole como polvo encima para aniquilarlo. Siente su peso fino y ligero, y sabe que no acabarán nunca.
—¡Tocad!— grita como una orden, y la habitación toca. La música es él mismo; es lo único que sirve en la lucha contra las estrellas. Pero para conseguir música ha de coger un pedazo tras otro de lo que él tiene por dentro, de lo que tiene para salvarse.
—Es terrible lo de las estrellas—, piensa.
Las estrellas se posan en espesas capas allí arriba y le escuchan, tiene la sensación de que le están escuchando.
—¡Tocad!— grita y sacrifica otro trozo de su interior. Todo lo que se puede tocar se está tocando. La música no es capaz de detener las estrellas ni un solo instante, y sin embargo es su arma. Es un poder que él posee.
Mira escrupulosamente la pared que tiene delante. ¿Ha comenzado a venirse abajo el tejado? No, aún no. Pronto ocurrirá, es cuestión de tiempo.
Todavía no parece lo más importante. Hay otra cosa que tiene que mirar y remirar:
Ese torrente.
—Sí, lo veo— dice como si alguien le hubiera dicho que estuviera atento. Allí está el torrente eternamente deslizante, y él está como presa frente a la ventana.
Pasa el oscuro torrente. Lo mira fascinado. La confusa superficie se desliza por las masas de nieve, y no tiene fin, no para, no comienza. El hombre que mira nota cómo sus ojos se quedan pegados a lo que ve.
La habitación cede bajo el peso de la nieve. Se comprime. Le está quedando poco espacio, aunque él también haya menguado. Contiene la respiración y escucha las estrellas contra las que lucha. Allí están, ellas y él escuchándose mutuamente como una vibrante prueba de resistencia sin movimiento.
—¡Tocad!— grita mientras mengua.
También grita: —¿Qué hay?— hacia la noche nevada. Pero no recibe ningún comunicado al respecto.
Debe ser pasada la medianoche ya. Nieva, a masas ciegas. La casa toca. Ha quedado minúscula, pero a él le quedan todavía fuerzas, es como si nada pudiera quebrantarlo. El techo baja, las paredes van entrando hacia él.
Las tijeras y todo lo que han cortado se han distanciado. Ahora tiene de sobra con la lucha.
¿Qué más hay?
No lo sabe ningún ser vivo.
Apenas se puede mover.
Nieva sin cesar sobre esa voluntad inquebrantable. Sale a chorros por exclusas que nunca se vacían. El gran torrente es una oscuridad informe. Los montones de nieve se hunden rápidamente. La casa está tocando y no puede dejar de ser casa”.
Los pasajes que acabas de leer fueron tomados de: Vesaas, Tarjei. (2011). “Nieva sin cesar”. En: Liébana, Eva et all (selecc. e introd.). Cien años de cuentos nórdicos (Cien del mundo). México: Conaculta, pp. 249-254.
TUS RODILLAS Y LAS MÍAS
Tus rodillas y las mías
y el cálido musgo.
Y los años mozos.
Tu sediento miedo,
como el mío.
Y pesado
como el mío.
El ojo de Dios en un sol en llamas
Tu propia confusión
dentro de la mía:
Adiós.
WHERE THE FLAME WAS BURNING
By the long grey road
there is ash after a fire gone out
and signs of departure
in dust and heat.
That is all.
But the flame that burned
in the circle of the travellers
whirled only before the eye
in unextinguished longing.
They were travelling for a dream
and could give all,
and must go on in their searchings
and their unease,
and the bonfire burned on
in every edge of sight,
whilst new searchers dug in the ashes
and in the ground under the ashes,
and it is dream
that is happiness
for those journeying.
Translated from Norwegian (nynorsk) by Eric Dickens
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