jueves, 13 de septiembre de 2012

7825.- SANTIAGO MUSSE CARRASCO


RICARDO SANTIAGO MUSSE CARRASCO
Nacido en Sullana, PERÚ el 11 de agosto de 1971. Estudió primaria y secundaria en Lima y Callao, respectivamente, aunque el quinto de media lo termina en el"Carlos A. Salaverry" de Sullana. Bachiller en educación en la especialidad de Biología y Química de la universidad de Piura
En 1991 ganó el primer puesto del concurso de poesía "Emilio Saldarriaga García y Josué García Cornejo" (para poetas inéditos), concurso organizado por la Sociedad Cristiana para la Ciencia y la Cultura y su círculo literario extramuros (CILCET). Integró a comienzos de los noventa el grupo literario "Turicaramy". Colaboró como articulista en el desaparecido diario "La Primicia" de Sullana. 

Ha publicado:
El breve ensayo "Eflorescencia flamígera de la palabra" (1999)
El poemario "Sirodina" (1991)
El epistolario "Vastitud de los abrazos" (2000), y
El ensayo "Cuerno femenino: portador de deseos y sujeto de placer" (2001).
Otros trabajos lietrarios como Fastos, Floresta, El arco y la lira, El fósforo insome, Alamanaque de arena, Caballo lunar, Correo electrónico, La tortuga ecuestre y Regnum kalami han sido publicados en diferentes periódico y revistas
Obtuvo el tercer puesto del XII concurso nacional de educación "Horacio" en el área de poesía con el poemario "Cinematografía de un adolescente", cuyo jurado calificador estuvo conformado por Antonio Cisneros y Giovanna Pollarolo.
Actiualmente es miembro del grupos artístico "Los ángeles del abismo".




"CINEMATOGRAFÍA DE UNA ADOLESCENCIA"


EL MELLIZERO



Dedicatoria:

A la mar brava: A sus espumosas arremetidas que arrastraron la memoria hacia las hacedoras orillas de este poemario.

A la mamá Emma y al papá Fermín: Abuelos con su brisa paterna soplando sobre mi corazón adolescente.

Al papá "pelón" y a las distantes olas que siguen reventando en su sanguínea melancolía: La tía "china" y el tío "papi".

A la mamá Alicia: Eterna costurera propiciando costuras vespertinas en el alma.

A Martín y Clara: Hermanos con sus invernales crepúsculos pincelando sus melancólicas humedades en mi horizonte.

A las empolvadas y salobres cuadras de la Perla Baja: Violento y sofocante señorío del Callao.

A la inolvidable mancha de mi adolescencia: "chino" / "chuli" / Daniel / "negro" y "cucharita": Peloteros imbatibles en la terrosa evocación de mis latidos.




I

El viento recontra salado 
es una nostalgia que emerge marítima y violenta.
El atardecer siempre se pone en esta memoria por cuya pedregosa 
superficie revientan furiosamente las olas 
y las lágrimas son tan erosivas que las gaviotas deben pender a
prudente distancia de las traicioneras resacas
pues este mar arrastró a los más avezados nadadores con la droga 
y el alcohol hundidos hasta la tortura en su sangre 
entonces sus aguas grises inundan nuestra adolescencia 
donde cotidianamente damos hasta el alma en cada trompeadera
y la mierda de las balaceras rozando apenas la soledad desguarnecida 
los indefensos callejones donde hace mucho tiempo ya se han derruido 
las precarias esperanzas 
con las luces de los postes venidas abajo a punta de pedradas 
pero ya comenzó a oscurecer 
y el recuerdo ahora soplará melancólicamente hacia el cuarto de la abuela.



II

El grueso candado y su óxido y la abuela postrada
con sus pesadas soledades:
como si el alma, ya irreversible, ya con una rigidez infinita,
hubiera decidido ser absoluto ensimismamiento
irrecuperable ancla clavándose sobre estancadas aguas
y la muerte que nos va inmovilizando dentro de los remansos de la eternidad
porque en este cuarto todo parece no fluir:
como una sombría espalda que cuelga en carne viva sobre el frío horizonte
y esta sofocante oscuridad que nos va diezmando
y este candado y su pesado óxido que no me han permitido
nuevamente asomarme al empolvado corazón de la abuela.




III

¿Por qué la existencia empolvada desde entonces,
percudida sus ropas, se arrojó siempre hacia las terrosas entrañas 
de la eternidad?.
Y era el atardecer y los extensos pampones justo frente a
nuestras casas
y no quedaba otra cosa que mentarnos la madre y rasparnos el 
alma y las rodillas 
requintar al "negro" que en las puertas del arco sentenciaba,
en las postrimerías, el partido en nuestra contra 
después nuestras madres con la cólera ya disuelta refregaban 
y enjuagaban la rebelde suciedad de nuestra adolescencia 
desplomándose luego la bruma 
extendiéndose sobre la nocturnidad
de las esquinas 
ahora muy limpios y muy peinados y muy olorosos 
allí de seguro nos estarían aguardando para reconocernos:
lorena / betty / rosita / yackie / yulissa / carmen / 
besándonos, manoseándonos y desbordando 
este finito polvo del que estamos hechos eternamente, 
inevitablemente…





IV

 Abuela: 
hiriéndonos viviente y cíclicamente la nostalgia existencia 
mientras lentamente transitas por las largas avenidas de nuestra 
niñez en pos de nuestro corazón 
bendiciendo nuestra malcriada persistencia por
y aquella intuición que nunca cicatrizará de la salir a la calle 
sin tener siquiera cuidado de pasar, y todavía con las pesadas 
orfandades a cuestas, las pistas 
escondiéndonos, corriendo y atrapando a las muchachas que suelen 
ocultarse en el edificio durante horas 
entonces el crepúsculo comienza a asomarse y el lonche debe
compartirse en familia 
y mamá haciendo alcanzar para todos la diaria bondad de su mirada 
limpiándonos el mantel y el miedo que siempre nos propiciaba saber 
que pronto se desplomaría maciza sobre nosotros la noche 
pesadamente sobre nuestras brumosas melancolías
y tristemente sobre el destino de papá que sigue varándose sobre 
nuestras herencias y metafísicas miradas.




V

El día domingo se alegraba el barrio:
doña tolola -¿te acuerdas?- vendiendo sus dulces de mango y camote 
y no sé por qué el sol se me antojaba también muy calurosamente 
salado y con su mediodía enfervorizando las pasiones callejeras 
porque lo esencial tenia que estar dentro -pero muy dentro - de nosotros
para luego salir feroz y con toda la mierda encima durante esos 
inolvidables fines de semana 
y en los ojos desorbitados por la pasta vendiéndose como pan caliente 
para saciar la soledad que sigue oscureciendo al alma 
pero ¿cómo podías hacer eso con la pelota que se suspendía celeste 
en el aire?
¿cómo hiciste que nuestro corazón sintiera que una simple pelota 
resumía la inmensidad del cielo en nuestra mirada?
¿te sostenía apenas esa droga maldita para crearte después una más 
negra dependencia?
pero el domingo no era un día de respuestas sino de simplemente más 
vivencias:
Lorena apoyándose sobre mi hombro todavía acostumbrada a sostenerse de mi amor
resistiendo juntos las repentinas pendejadas de la vida 
los mareos vespertinos y las frías cervezas que rebalsaban nuestras
lagrimas sobre nuestra callejera existencia
pero sobre todo los ricos dulces de mango y camote - ¿te acuerdas?-,
baratísimos, de doña tolola.






VI

Tres olas de su vientre desbordaron hacia las orillas.
La abuela fue ese otro mar extendiéndose hacia nuestras raídas 
y marítimas memorias.
Pero las traicioneras resacas siguen ensañándose contra los 
acantilados
entonces
¿qué mar prevalecerá finalmente en nuestro
corazón ?
¿hacia dónde podrán recalar su dolor, abuela, aquellas
tres olas si todo lo has inundado con tu muerte?.





VIII

Las tres olas también tuvieron sus sobrenombres
en los labios de la abuela sonaban con la misma encrespada
intensidad
para parirlos nuevamente azules y limpios
mientras el mar remontaba hacia las entrañas del viento
pues aquí cada recodo es un montículo de tierra y sal
por eso la esperanza a pesar de todo no se pierde:
tía "china"
espero que no tengas a la abuela encerrada todo el santo día
ten en cuenta que la pesada soledad tiene la puerta oxidada
y un fuerte olor a orines derramándose en la apretujada oscuridad
por favor no la arrincones allá en el fondo para que deje de joder
sintiéndose abandonada por la cercana tardanza de nuestro diario desamparo
la puerta necesita abrirse también para el alimento cotidiano del corazón
pero ¿ por qué te asustas que el mar se haya salido de nuevo de las orillas ?
y se encrespe y se interne en el viento
puede ser que nuestra bondad y el amor, azules y limpios y todavía incorruptibles,
finalmente se abran para inundar las puertas y los cerrojos de esta deshumanizada ciudad.





IX

Los domingos no sólo eran los festivales de fulbito
con las trifulcas coronando como siempre el atardecer
también la "huguito" alcanzaba el cielo en cada mate
retumbando sus furibundos gritos en nuestros corazones
entonces la orfandad de las olas nos amenazaba ensañándose con los acantilados
pero acaso ¿ es una imperdonable deslealtad presumir por un momento
que nuestro ser no está hecho de sustancia ribereña y espumosa?
¿ qué te cuesta mar brava abandonarnos empolvados y percudidos?
nuestras roncas gargantas no quieren dejar de gritar a toda hora sus emociones
¿ para qué queremos ahora tus violentas aguas si las cervezas que
se vierten sobre el depósito de nuestras almas humedecen ahora
nuestro jolgorio?
además ya estamos en edad para tomar aceptando que la "pamela"
recepciona muy bien la pelota y se maneja un cuerpazo
y la "raúl" tiene unos pechos formidables
y que la mariconada también divertía los domingos nuestras vidas
y que todo esto tenía muy impregnado en nuestras ropas el polvo
transitorio de nuestras fugaces alegrías.






X

Abuela:
¿Por qué todos los destinos miran fijamente hacia el horizonte?
¿por qué nos reflejamos tan bien y nítidamente en sus pálidos espejos?
¿por qué las nubes se expanden enturbiando siempre al atardecer
una metafísica y nostálgica distancia?
 ¿por qué, abuela, por qué?
 ¿Por qué nuestras furiosas pedradas son tan inútiles para
reventar sus sutiles entrañas?
¿por qué no nos sirve de nada esta contundente resistencia contra la niebla?
¿por qué se hacen ruidosamente añicos sólo nuestras edades?
¿por qué, abuela, por qué?
¿Por qué es esta frágil existencia la única que se cae, haciéndose
constantemente pedazos?.
Por eso ¡Quiébrate muerte de una vez y por tu
propia vidriosa potestad!
o por lo menos raja tus difusas fronteras para que la abuela desvíe
por un momento su mirada hacia los empolvados espejos de mi corazón.





XI

Al hijo de doña cañona lo abalearon ahora en la mañana
muy cerca de aquí junto al grifo
la humareda se difundía en todo lo sombríamente aceitoso
la muerte como siempre incapaz de consumirse y la brisa incapaz
también de ennegrecer la despanzurrada rebeldía tirada en el pavimento,
la inútil huída y la fatigosa respiración fueron el inevitable
preámbulo de esta definitiva caída
pues este cuerpo terriblemente acribillado es la fatídica
consumación de nuestros riesgosos amaneceres
asesinando a sangre fría y sin remordimiento la esencia que nos habita
un enfrentamiento avezado en medio de un infernal tiroteo que sólo
dejó indemne este poema que fue escrito con tu muerte que se lo ha
llevado todo:
la desafiante mirada lanzada hacia los líquidos disturbios que
intuías habías heredado del mar
el corazón siempre armado para hacer frente al eterno abandono
de tu padre
las lágrimas que sólo fueron conocidas por los furibundos disparos
que saldaban una vieja deuda con la vida
muriendo en tu ley lindante a esa maldita humareda que nunca te dejó
ver nítidamente el otro y distinto horizonte de tu fatal existencia.





XII

Dios y la abuela
siguen atesorando -a pesar de todo- la naturaleza más
profunda de nuestros latidos en sus brumosos horizontes.





XIII

Como casi todos los días junto a "cucharita"
sobre nuestros hombros el aire matutino expándiendose
hacia las espumosas riberas
nuestra mirada cabizbaja reflejando la asfixiante suciedad de los pampones
Daniel como siempre asistiendo puntualmente al colegio
"chuli" en la lancha sacando para el sustento diario
y para las juergas de fin de semana con la mancha
el "negro" no nos acompañaba porque no le había dada la reverenda gana
para nosotros era simplemente matar el tiempo
escapar del viento que sentíamos despuntar sombrío sobre el mustio
horizonte de nuestras casas
hallando pitillos que tal vez ayer habían incinerado unas angustias
que siguen propagándose sucias y gordas como las moscas que
sobrevuelan junto a estos montículos de basura
tapándonos la nariz para poder ofrecer a nuestra manera unas cuantas
oraciones para Lassie
pero dime "cucharita" ¿por qué esta cotidiana mortandad canina si
basta un solo balazo para disminuirles la amarga y verdosa sensación
de la terrible agonía?
seguro que fue doña cañona
no se contenta con haber llenado la cuadra con esa maldita pasta
que también anda tirando por allí esos malditos bocados
Dios te tenga en su gloria mi querida Lassie
la lealtad siempre tendrá el sonido solidario de unos ladridos
muy cerca de mi corazón
¿verdad "cucharita" que la muerte no ha podido arrancharnos del 
alma, la pescuezuda y ruidosa compañía de Lassie?
¿verdad que estos pampones solamente cobijan sus envenenadas osamentas?
¡Dímelo "cucharita"! ¿las lágrimas que estás botando son por Lassie, verdad?
o es que la salada melancolía del mar ha humedecido nuestros ojos 
que no se cansan de buscar la redención de un nuevo día.





XIV


Para los ojos melancólicos de Martín.


Tu mirada de ninguna manera puede ser distinta
las olas fueron incapaces de arrastrarla lejos de ese crepúsculo
que sigue varándose sobre nuestro horizonte
el mar sólo se ha llevado nuestros polos y camisas
no sólo los náufragos apilan sus remendadas desesperaciones
pues mamá no paraba de propiciar costuras vespertinas en el alma
y no le guardaba rencor a esa mar tan voraz apropiándose de nuestras
precarias vestiduras
porque hay adolescencias que están destinadas a ponerse solamente
ropas ya usadas por la lástima que provocan nuestras
huesudas orfandades
por eso nos regalamos este poema porque lo fuimos gestando con las
turbulentas corrientes de la existencia
porque todo lo compartido contiene las mismas lágrimas sobre el
horizonte
entonces tu mirada que de ninguna manera puede ser otra 
siempre podrá sostenerse sobre la varada y salobre melancolía de mis ojos.





XV


¿Por qué las almas buenas pueden dormir solas y con la
apretada oscuridad cayéndoles sobre el cuerpo?
¿acaso nuestro temor a la oscuridad será para siempre?
¿qué hacer para atenuarlo y no siga provocando este fuerte hincón
en la boca del estómago?.
Mamá Alicia recrimina a mis primos para que se callen,
ya el corazón está muy aterrado con los homicidios y los terribles
ajustes de cuentas que se empozan en mi mirada
para soportar el crujido de dientes de la "carcancha" en sus sádicos labios
además los escalofríos siguen espeluznando a pesar de la doble frazada
y el Dios te bendiga que es la vigorosa esperanza para reencontrarnos
felizmente vivos por la mañana
mientras los maretazos siguen torciendo todavía los acantilados de la adolescencia
y entonces ¿por qué no habremos heredado de la abuela su valiente orfandad?
¿por qué nos preservó azules y limpios si nunca levantamos
públicamente nuestra voz contra los candados y los óxidos?
¿acaso toda la familia sólo se congregará, abuela, cuando seas esa
plena inmovilidad que confiere la vidriosa eternidad?...






XVI

En el barrio y en el callejón un saludo no era completo
sin nuestro sobrenombre
y sin las lisuras que resultaban ser nuestras más eficaces defensas
la vehemencia estaba, rojísima y belicosa, surcando contundentemente nuestra sangre
trompearse uno a uno era la carta de ciudadanía de nuestra hombría 
sacarse a punta de patadas la mierda y la excesiva furia que nos
definía tan bien y no terminaba de desbordarse completamente
llenándonos los vasos para colmar esta áspera necesidad de
tirarnos unos cuantos tragos con la mancha
y es que la infelicidad es más tolerable tomándola del mismo vaso
durante las madrugadas para que las lágrimas no nos descubran como lo que realmente somos:
unos tristes adolescentes languidecidos por la callejera hostilidad
de la existencia que, colisionando contra los acantilados, desmorona
las plenitudes del día:
como haberle propinado una humillante goleada a los de la otra cuadra
y desahuevado, levantándolo en peso, rompiéndole la falsa dignidad
de invencible al matón "arañita"
y cortándonos las venas
marcándonos
gramputeándonos
rompiendo las vaciadas y negras botellas sobre las frías y oscuras
esquinas de nuestra adolescencia.






XVII


La libertad
en el marítimo y raído corazón
soplando el viento vespertino de sus utopías.






XVIII


A Héctor Lavoe: sonero de nuestras
empolvadas elegías.

Cada época y su música con sus fines de semana:
"qué piernas que se maneja lorena", decía con mañosa convicción 
el pendejo del "negro" 
y la ternura no podía estar en mejores ojos que en los de rosita 
con su absorbente corazón para que las corrientes de aire tardaran 
su arremetida contra el "chino",
mientras que en los salsódromos el cuerpo acogía el candente swing
de las canciones 
enorgulleciéndonos de nuestros nuevos pasos 
calando profundamente la salsera plenitud en los huesos 
y los senos de carmen bamboleando con erguida concupiscencia 
sobre la visual lujuria de "cucharita"
porque para nosotros las puntiagudas chavetas de la esperanza 
todavía insistían en desgarrar las insepultas tribulaciones.





XIX


A mi tío "papi"

Los oleajes arrastran espumosas soledades 
el corazón sigue ocultando sus latidos lejos del horizonte 
varado en nuestros ojos 
y el fuerte olor a mierda de los pampones impregnándose en el alma:
la vida ha derrumbado también estruendosamente mis cosas 
un callejón también puede ser una inmensa casa perdida 
además el viento salobre sigue refrescando mi afligida epidermis 
por eso entiendo tu cutánea melancolía 
y tu soriasis y nuestros espumosos destinos.






XX


Todos los viernes a eso de las nueve 
la mancha zarpaba (surcándoles violentamente el deseo)
con las amarillentas y abundantes espumas que habían 
comenzado a inundar la virilidad de sus destinos 
entonces el "negro" era el más apurado por entrar donde celeste
pues era la que mejor impregnaba su profunda melancolía
pero "chuli" no podía aguantar más y se metía donde la 
más culona del burdel 
mientras "cucharita" se justificaba tratando de sacudir 
los turbios pecados del alma 
Daniel ya no iba a entrar porque el recuerdo de betty 
había enfriado súbitamente sus testículos 
y qué esperan para entrar nos dijeron entonces 
pero el "chino" y yo sólo quisimos ese día calcular 
el espumoso esperma que se vierte sobre aquellas islas 
que se encuentran muy distantes de las azules costas 
 de la felicidad.





XXI


A la mamá Alicia.

Diligente costurera zurciendo las raídas y marítimas memorias 
porque a veces uno quiere rasparse a propósito 
deteriorar las distintas indumentarias que se pone al atardecer 

la nostalgia 

pero los hilos de mamá eran invisibles 
por eso por más que nos lanzábamos para atajar un furibundo disparo 
o recibiendo salvajes patadones del bronquero del "figurita"
su costura ya desde entonces se me daba insondable y constantemente reparadora
entonces aprendí que el verdadero amor cose las entrañas 
porque además uno tiene ganas de mandar todo a la mierda 
olvidarse de las terrosas y espumosas vivencias
que han marcado con el infausto estupor del humo nuestro horizonte 
¿la nostalgia te debe sus remendadas sobrevivencias en mi corazón 
verdad, mamá Alicia?
además las agujas también fueron invisibles como aquellas brisas 
que se alargan dentro de las profundas hendiduras de mi existencia 
entonces este poemario con sus indelebles prendas propiciando
costuras vespertinas en el alma.





XXII


La sangre sigue evaporándose - como el abundante líquido
del dolor - de las negras pistas.






XXIII

A mi abuelo paterno.

Los latidos del abuelo se sostienen de un bastón.
La muerte asedia y cuando es perentoria propicia la costumbre 
vespertina de frecuentar el mar 
para bañarse dentro del incorruptible recuerdo de un corazón 
adolescente, 
por eso abuelo sigue contemplando el pálido horizonte 
habitúate a sus entrañas que se contraen para que cobijes
pronto el espíritu al lado de la abuela 
porque intuyo que los precarios latidos anhelan -ya de una vez-
sostenerse de una eternidad sin óxidos y sin candados.






XXIV


"Kento" de mierda no sigas prendiéndote llenando de humo desgarrador 
nuestros latidos 
Clara no salgas que el peligro acecha con su guadaña alevosa
porque solo mientras comparten los cordeles y los pedazos del agua
los vecinos son buena gente
saludándose
dándose las buenas tardes
chismoseando
suponiéndose desempolvados y felices 
mientras en el barrio los malditos cerrojos siguen amordazando 
nuestra callejera existencia.





XXV


Para la flaca de mi adolescencia 
y el espacio donde la memoria ha estancado su erosivo devenir,
sospecho que hasta la mar brava en sus honduras existe sin detrimento 
pues los acantilados solo conocen sus cambiantes humedades.

Entonces la flaca de mi adolescencia 
es un arrecife reposando dentro de aguas insondables
además siempre supimos que las miradas habían sido hechas para la 
inmersión y las honduras.

Por eso la flaca de mi adolescencia
y sus labios profundamente abiertos dentro de mi nostálgica memoria.






XXVI


Estos rastros nunca se difuminarán porque las vivencias
/no tienen sustancia humeante.






XXVII


Ahora miércoles me encontraba con el "negro"
el cielo con su diaria humedad igualmente limpia y espumosa
desde siempre la existencia quiso encresparse como el mar
porque sólo las olas se embravecen mientras las pedregosas
orillas no las hagan salpicar sobre nuestros rostros adolescentes
que siguen transpirando por el ardiente sol y el atardecer corporal
cagando sobre los pampones para recibir -ruidosamente
pulverizados- el destino y la agonía de nuestros húmedos latidos.





XXVIII


El viento y su horizontal salinidad sopla sus latidos hacia la ovalada claridad de la playa:
salobre y extendida
como el nostálgico mar de la adolescencia
pero las corrientes de aire desplazan una coordenada oscura 
y recta
porque la muerte sopla con una letal insipidez

hundiéndonos

v
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en sus angostos y absorbentes dominios …




XXIX


Para el que principió la muerte en nuestra
mancha.

La marea me está revelando la nocturnidad de la existencia
aquel rastro que dejaste en las insondables orillas de la adolescencia
porque esta marea no podrá llevarse la melancolía que aprendimos
cuando lo vespertino era el horario de la agonía
y las corrientes de aire soplando contra los acantilados
donde tu humanidad reposaba como las jóvenes gaviotas desesperadas
por alzar pronto el vuelo eterno:
hacia la muerte fresca y más lozana para los que expiran tan adolescentemente
entonces tu rastro es un hueco largo y muy estrecho
porque la arremetida cuando es vertical tulle el cuerpo
y nuestro jolgorio por las tremendas goleadas propinadas al adversario
más tenaz y encarnizado que tuvimos:
el dolor con sus obstinaciones revanchistas
pero finalmente te has consubstanciado :
tu eternidad nos empolva como los pampones
haciendo más terrosas estas nostalgias y tu entrañable sobrenombre :

el "chino".





XXX


A mis treinta años:
ese otro y distinto horizonte afanosamente buscado durante mi adolescencia
la abuela ya lo tiene eternamente inmovilizado y vidrioso
su mirada contempla nítidamente un resplandor y la belleza 
sosteniendo mis latidos
y al abuelo le sirvió de mucho acostumbrarse vespertinamente
a sentirse contraído frente al mar
y el horizonte de mamá aunque un poco apolillado no ha variado
desde entonces :
sigue mirando fijamente su máquina de coser y las eternas costuras
en nuestras almas
y el papá "pelón" con su bibliotecaria existencia / mientras Clara 
expande su libertad hasta altas horas de la noche
y Martín sólo necesitó para colmar su horizonte dos pequeñas
gaviotas y un navío al atardecer
y las hembras de la mancha seguro que su horizonte ya fue ocupado
por otros mucho más pendejos y terrosos
pero a excepción del "chino" y su vertical gruta salobre
¿qué ha acontecido a la mancha de mi adolescencia?
¿sus vidas han sido resplandecidas por un distinto horizonte?
¿¡Quién sabe¡? 
entonces sólo queda iluminarlos con la poesía :
redención de mi existencia empolvando el corazón del mundo.





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